IV.               CONDICIONES Y CONCEPCIÓN CURRICULAR DE LA FORMACIÓN
DE EDUCADORES PARA LA PRIMERA INFANCIA


La primera infancia, por su propia esencia es una etapa compleja del desarrollo que requiere de la atención de un educador competente, afectuoso y creativo. Esto determina la necesidad de que este educador posee rasgos de personalidad y una formación que le permitan llevar acabo las diferentes tareas del trabajo educativo.

En la unidad anterior se analizaron las particularidades del proceso educativo, tanto en las condiciones de la vía institucional, materializada en el centro infantil, como de la no institucional, y que se caracteriza por la acción pedagógica con los padres en las condiciones del hogar, o mediante los grupos no formales.

En este sentido se señaló que, independientemente de que las condiciones del proceso educativo de una y otra vía, la institucional y la no escolarizada, eran diferentes por la propia organización de este proceso, sin embargo, tenían mucho en común, lo cual estaba dado por el hecho de trabajar con el mismo tipo de niños, en un mimo rango de edad, con idénticas particularidades de su desarrollo, y que lo diferencial estaba más relacionado con la estructura y organización del proceso que con fundamentos conceptuales divergentes.

Ello hizo posible considerar las condiciones y particularidades del proceso educativo afín a ambas alternativas de educación, señalando solo aquellas diferencias dadas por su diferente forma de realización.

En el caso de las funciones del educador en el proceso docente-educativo de la primera infancia, ha de suceder exactamente lo mismo, y es por eso que al tratar de estudiar estas funciones, las mismas se consideren de igual manera tanto para aquel que labora en el centro infantil, como el que lo hace con la familia o en un grupo formal.

El máximo propósito de la educación de la primera infancia, y por consecuencia del proceso educativo, es alcanzar el óptimo desarrollo de todas las potencialidades físicas y psíquicas de todos los niños, lo que se resume en el más sano, armónico y multilateral desarrollo de su personalidad.

Desde este punto de vista, la educación de la primera infancia está estrechamente relacionada, no solamente con contenidos instructivos, sino también con objetivos educativos, los cuales se derivan del concepto más general de educación.

La educación puede definirse como un proceso conscientemente organizado, dirigido y sistematizado que sobre la base de una concepción pedagógica determinada, se plantea como objetivo más general la formación multilateral y armónica del educando para que se integre a la sociedad en que vive, y contribuya a su desarrollo y perfeccionamiento. El núcleo esencial de esa formación ha de ser la riqueza moral. Es un proceso en el que están implícitos todos los ámbitos en que se desarrolla el ser humano: la familia, la escuela y la comunidad-sociedad. La educación no sólo debe posibilitar el dominio de un “saber”, sino también de un “saber hacer” y “saber ser”.

A partir de este concepto general de educación se desprende que las funciones del educador no se concretan exclusivamente a enseñar sino que implican también formar en los niños rasgos y particularidades de su personalidad que los hagan plenos y capaces, como educandos y como individuos, en suma, como personas.    

Estas funciones del educador por su extensión cobran carácter de generalidad, y son, hasta cierto punto, independientes del modelo curricular que sea asuma, pues lo que puede diferenciar a uno u otro modelo va a ser el énfasis que se dedique a cada de estas funciones, o la posición que se establezca respecto a la importancia que se de a cada una de ellas.

De esto se concreta que las funciones más generales del educador en el proceso educativo son:

1.      Preservar y cuidar la salud física y mental de los niños

2.      Dirigir el proceso educativo

3.      Promover la unidad de la educación institucional, no institucional, la familia y la comunidad

4.      Desarrollar actividades dirigidas a su superación científica y metodológica

5.      Realizar tareas de investigación sobre problemas de su práctica educativa

Todas estas funciones más generales del educador se han de precisar en tareas o actividades más específicas que reflejan toda la labor que realiza en el desarrollo del proceso educativo, y para las cuales ha de tener una formación profesional que le permita llevar a cabo las mismas con calidad y eficiencia. 

A continuación se han de ir delineando esas tareas y actividades para una mejor comprensión de la proyección de sus funciones:

o       Preservar y cuidar la salud física y mental de los niños

La atención a la salud de los niños no es una actividad que competa solamente al médico o la enfermera del centro infantil, sino que es una tarea de primer orden del educador, que ha de tener en su currículo de formación contenidos que le permitan realizar esta función desde su perspectiva de educador, sin suplantar el rol que le corresponde a los otros profesionales.

En realidad las tareas que competen a esta función van a estar en estrecha relación con las condiciones estructurales y organizativas de los centros, de su horario general de actividades, de su rutina diaria. A los fines de este material se ha de considerar a un centro infantil que posee todos los grupos etarios, que tienen un horario completo y que realiza todas las actividades que le corresponden a su rutina diaria.

Una tarea inicial dentro de esta función de preservar la salud de los niños consiste en atender a la estructuración higiénica del ambiente, lo cual es condición indispensable para garantizar un lugar propicio para la sana actividad de los niños, física y emocionalmente, en un medio circundante adecuado a su actividad y movimientos.

La estructuración higiénica del ambiente no es responsabilidad directa del educador, esto compete más al personal médico e higiénico-sanitario, pero no por ello el educador está exento de asumir esta función en la medida en que su competencia le permite actuar. Dentro de esta tarea es necesario considerar:

-         Planificar adecuadamente las actividades pedagógicas y libres atendiendo a los requisitos higiénicos.

La planificación de actividades ha de tomar en consideración numerosos aspectos que garantizan la estabilidad emocional y conductual de los niños, tanto en lo que corresponde a la duración de las actividades, su alternancia lógica en la rutina diaria, las particularidades de la actividad nerviosa superior de los niños, entre otros factores. De esta manera el proceso educativo se desenvuelve de manera organizada y tranquila.

-         Organizar de manera higiénica y estética el aula, otros locales, y las áreas de juego libre.

La higiene no solamente compete a la realización de las actividades como tales, sino también a los lugares en los que las mismas se llevan a cabo. Es por eso que el aula y demás dependencias en las que se desenvuelve la vida de los niños, ha de mantener condiciones higiénicas impecables y no poseer elementos que puedan constituir un peligro potencial para la integridad de los niños, como pueden ser enchufes eléctricos desprotegidos, mobiliario en mal estado, desniveles peligrosos del terreno, entre otros muchos.

Estos posibles elementos de peligro pueden no ser solamente de tipo material, sino también debidos a la dejadez y negligencia del personal, como puede ser dejar abiertas puertas de acceso a lugares peligrosos, como puede ser la cocina del centro, hacia la calle, hacia un balcón; transitar por la zona de los niños con líquidos inflamables o hirvientes; no atender a los niños cuando juegan con elementos de juego susceptibles de causar accidentes, como deslizarse por una canal o escalar una soga, entre otros.

Pero, además, la higiene ha de estar ligada a la estética, porque muchas veces la falta de belleza de un lugar está determinada por falta de limpieza, escombreras, cosas rotas, etc. Por eso la estética es también un factor de preservación de la salud de los niños. 

-         Realizar las actividades y procesos de satisfacción de necesidades básicas atendiendo a los requisitos higiénicos, así como a las particularidades de los niños.

Una vez planificadas de manera racional las actividades, el educador ha de tener en cuenta su realización atendiendo a los requisitos de la higiene escolar, y que señalan variados procedimientos para que estas actividades no causen un daño físico o psicológico a los niños. En este sentido, la atención a las particularidades de los niños de esta edad es un requisito primero de esta tarea.

-         Utilizar mobiliario, medios básicos y de enseñanza que cumplan con los requisitos higiénicos.

El mal uso del mobiliario, o su ubicación y tamaño no apropiados, pueden ser factores que conspiren contra la salud de los niños, al originar malas posturas, deformaciones musculares u óseas, etc., lo cual es extensible al resto de los medios básicos que se puedan utilizar en el aula.

Un aspecto importante lo constituye la higiene de los medios de enseñanza, de modo tal que estos no causen fatiga motriz o visual, sean apropiados a la edad y condiciones del proceso pedagógico.

-         Controlar el estado de la iluminación, ventilación y otras condiciones materiales de vida, para la realización de las diferentes actividades de los niños.

Los factores de tipo físico (color, luz, ventilación, ruido, entre otros) tienen una incidencia importante sobre la salud de los niños, por lo que el educador debe conocer sus efectos y las formas de paliar sus acciones perjudiciales, para propiciar un ambiente general tranquilo, sin niveles de excitación cortical extremos, sin daño de los analizadores.

En este sentido una tarea principal es mantener estos agentes físicos dentro de los límites permisibles, y estar al tanto de su variación y efectos nocivos a la salud infantil.

-         Controlar de manera sistemática la estructuración higiénica del ambiente.

La labor de preservación higiénica y estética del aula y otros locales y lugares donde se desenvuelva la vida de los niños, no es tarea de un día, sino una labor sistemática que hay que llevar a cabo con rigor, para impedir daños a la salud de los niños y transmisión de enfermedades, lo cual, suele ser a veces habitual en las condiciones de la educación social.

-         Mantener el buen estado de salud de los niños

La estructuración de las condiciones higiénicas y sanitarias del aula, los locales y las áreas de juego constituye la base inicial para la observancia y el mantenimiento de la salud de los niños, e implica un conjunto de tareas que el educador ha de realizar de manera sistemática para colaborar de forma efectiva a este propósito.

Entre estas tareas se encuentran el detectar a tiempo las manifestaciones de fatiga en los niños, la cual constituye una de las causas más frecuentes de alteración de su sistema nervioso y de perturbación de su comportamiento; de igual manera detectar las manifestaciones y síntomas de enfermedades de mayor incidencia en los niños, así como cualquier desviación en su desarrollo físico, para lo cual el educador ha de utilizar debidamente las posibilidades que brindan todas las actividades y procesos de satisfacción de necesidades básicas para la observación del estado de salud de los niños.

La labor de información a los padres y el mantenerlos actualizados sobre el estado de salud de los hijos, es una tarea cotidiana muy importante, así como recoger de ellos información respecto al comportamiento de los niños en el hogar, donde un cambio brusco puede ser indicador de una enfermedad que se está gestando.

En esta actividad el propagandizar la información del mensaje higiénico y de salud a los padres puede hacerse también mediante las diferentes formas de trabajo de educación familiar.

-         Colaborar con los distintos especialistas en la atención clínica y de salud de los niños

El educador es el profesional que más directamente está en contacto cercano y cotidiano con los niños a su cargo, y es quien mejor puede valorar su estado y comportamiento general. Otros especialistas (médico, psicólogo, terapeuta de lenguaje, nutriólogo, etc.) pueden también tener entre sus funciones algún tipo de atención a los niños, y en este sentido el educador puede ser un eficaz colaborador de estos especialistas, y poner en práctica de manera efectiva sus indicaciones. Esta tarea se realiza tanto del especialista al educador, como de este al especialista, al cual puede alertar sobre cuestiones que le llamen significativamente su atención respecto a la salud de los niños.

Por eso, entre sus múltiples actividades en esta función están el detectar las desviaciones en el desarrollo, las alteraciones de conducta que se presentan en algún niño, así como las alteraciones del habla y la voz, y caracterizarlos; informar con precisión al médico, al psicólogo o al terapeuta del lenguaje de las dificultades que presente algún niño y las medidas adoptadas para resolverlas y aplicar las orientaciones emitidas por los mismos en la atención a los niños.

Una condición importante que ha de velar el educador por tener en su grupo es el propiciar las condiciones favorables durante todas las actividades y procesos de satisfacción de necesidades básicas para la prevención de alteraciones de conducta, del habla o de la voz, de su estado físico general en los niños.

En este sentido el educador ha de valorar adecuadamente en su grupo de trabajo las dificultades que presentan los niños, para de esa manera controlar el cumplimiento de las orientaciones del psicólogo, del médico y demás especialistas, por parte del personal auxiliar del grupo.

Esta tarea en la atención clínica implica, además, el informar de manera oportuna y adecuada a los padres sobre la remisión, tratamiento y evolución de los niños que son atendidos por tales especialistas, para lo que hay que conducirse en forma discreta y mesurada al referirse a los problemas que pueda presentar algún niño.

-         Dirigir los procesos de satisfacción de necesidades básicas (alimentación, baño, aseo, y sueño).

En los centros de régimen diario extendido los niños permanecen prácticamente gran parte del día en la institución, y por lo tanto requieren de la atención a sus necesidades básicas, que pueden, o han de estar incluidas en la rutina diaria del grupo.

El educador no puede estar ajeno a la realización de estas actividades enfocadas al cuidado del niño, pues en cualquiera de ellas se da un proceso educativo de formación de hábitos, el cual ha de dirigir y orientar de forma apropiada. En este sentido tiene variadas tareas entre las que están el organizar adecuadamente los procesos de alimentación, baño, aseo y sueño, con vista a realizar los mismos en un ambiente adecuado desde todos los puntos de vista, tanto higiénicos como psicopedagógicos).

Una tarea importante es atender las particularidades individuales de los niños durante la realización de estos procesos básicos, pues no todos los niños comen en igual cuantía, ni les atrae de igual manera el dormir la siesta, ni sienten de la misma forma el tener que asearse o bañarse, y en este sentido cada niño es único e irrepetible.

Durante la realización de estas actividades el educador ha de velar por formar hábitos correctos de conducta e higiénicos en cada una de ellas, procurando crear hábitos nutricionales adecuados, modos de comportamiento en la mesa, dormir sin molestar a los demás, asearse sin regar el agua ni causar alboroto, en fin, modos y hábitos apropiados para cada tipo de acción.

El educador por su parte ha de cuidar en aplicar las técnicas, normas y reglas higiénicas establecidas para la realización de cada uno de estos procesos de alimentación, baño, aseo y sueño, controlando de manera rigurosa y sistemática que el personal auxiliar las ejecute como es debido.

Esta tarea culmina con la orientación cotidiana de la familia en relación con la formación de hábitos en sus hijos, para conseguir que en la casa se hagan las cosas de la misma manera que en el centro infantil.

-         Organizar, orientar y controlar el proceso de adaptación de los niños que ingresan en el grupo

El proceso de adaptación constituye el primer paso de la incorporación del niño a las condiciones de vida y organización del centro infantil, y en la medida en que el mismo se lleve a cabo de manera tranquila y sin reacciones negativas severas por parte del niño, asimismo será después su más eficiente asimilación del proceso educativo, su estado emocional y su salud.

Entre las tareas a realizar por el educador en este aspecto está el planificar y organizar el proceso de adaptación para garantizar que todo y todos estén preparados para recibir al nuevo niño, realizar el proceso de adaptación teniendo en cuenta los lineamientos teórico‑metodológicos que garanticen su adecuada desenvolvimiento, y controlarlo de manera eficaz.

El éxito de la adaptación del niño depende en mucho de la adecuada orientación de la familia, que ha de cooperar en la medida de sus posibilidades para lograr la más correcta ejecución de este proceso.

La dirección del proceso educativo constituye la esencia de la labor del educador, y su tarea primordial. En este sentido al mismo le compete tanto la orientación del proceso pedagógico, en su sentido más restringido de instrucción, como el de la formación en los niños de rasgos positivos en su personalidad, de educarlos.

La medida en la cual el educador dirige este proceso va a estar estrechamente relacionada con el modelo curricular, pero aún en aquel en que su rol en el proceso de aprendizaje del niño es más distante, siempre ha de tener la máxima responsabilidad en la organización y orientación del trabajo educativo que se realiza con los niños. Es por ello que dentro de esta función general de trabajo se ubican tareas importantes a llevar a cabo.

-         Dirigir el proceso pedagógico.

En su sentido más amplio la dirección del proceso pedagógico comienza con la caracterización que el educador ha de hacer de las particularidades de cada uno de sus niños en las diferentes etapas de su desarrollo. Esto implica, además de un conocimiento de la personalidad de sus alumnos, el realizar un diagnóstico inicial de cada uno de ellos, que le permita conocer y valorar las áreas de desarrollo que están favorecidas y aquellas que tienen limitaciones, para sobre su base poder concebir su trabajo educativo general.

Para el logro de un eficiente trabajo educativo el educador ha de aplicar el sistema de principios de dirección que rigen el proceso docente educativo, en el cual el planificar adecuadamente las actividades en correspondencia con el horario de vida de los niños y las condiciones en que las que desarrollará las distintas actividades de la rutina diaria es una tarea de primer orden, para estimular el desarrollo integral del niño y valorar este desarrollo integral en las diferentes etapas y momentos del curso escolar.

A su vez ha de seleccionar y aplicar los métodos educativos de acuerdo con las características etarias e individuales y en correspondencia con la situación pedagógica concreta.

El objetivo del sistema de influencias educativas que lleva a cabo el educador persigue como objetivo principal lograr el máximo desarrollo de todas las potencialidades físicas, afectivas y cognoscitivas de todos sus niños, para esto es indispensable que organice adecuadamente el proceso docente educativo de modo que este contribuya a la formación y manifestación más plena de estas potencialidades.

Entre dichos logros el educador ha de realizar acciones pedagógicas y educativas que propendan al desarrollo en los niños de cualidades positivas del carácter e Influir positivamente mediante el ejemplo en la formación de normas positivas de conducta y cualidades favorables de la personalidad de los niños.

La formación de hábitos correctos en los niños así como favorecer la creación de las relaciones positivas entre los niños en las diferentes actividades y crear condiciones favorables para el desarrollo de los juegos infantiles de todo tipo es una tarea crucial, pues es dentro de las relaciones sociales que se dan en el grupo como se va formando la personalidad de los niños, a la vez que instauran sentimientos de cooperación, solidaridad y ayuda mutua.

Desde el punto de vista físico el educador ha de estimular en los niños el desarrollo de habilidades motrices básicas, así como de sus capacidades físicas y a la vez que los ha de preparar para la realización de actividades prácticas de forma libre y creadora según el grupo de edad.

En la esfera cognoscitiva el educador en el proceso de aprendizaje a la formación en sus niños de habilidades cognoscitivas generales, mantener la concentración de la atención en la  actividad que realizan, responder preguntas, desarrollen diferentes formas de expresión, y otras acciones de tipo cognoscitivo indispensables para el proceso de aprendizaje.

Ha de trabajar porque los niños desarrollen las habilidades para establecer relaciones sencillas entre los hechos y fenómenos que conocen, asimilen  conocimientos y la formación de representaciones generalizadas acerca de objetos, hechos y fenómenos más simples de la naturaleza y la vida social, de su entorno más cercano, formen capacidades sensoriales mediante la realización de acciones con los objetos, teniendo en cuenta sus propiedades y cualidades, e incorporen procedimientos que les permitan solucionar distintos tipos de tareas intelectuales donde muestren el desarrollo de sus procesos psíquicos: percepción, pensamiento en acción y representativo, formas elementales de pensamiento lógico, memoria e imaginación.

A su vez lograr un dominio de la lengua materna que se exprese en la asimilación del vocabulario, la comprensión del lenguaje de los adultos, la expresión oral en forma clara y comprensible y la utilización y el disfrute de las diferentes formas de elocución de acuerdo con su edad.

 En esta acción pedagógica el educador ha de desarrollar en los niños la voluntariedad de algunos procesos psíquicos y estimular su esfera volitiva, a la vez que sienta las premisas de un correcto desarrollo estético de los niños y de su imaginación creadora.

Todas estas tareas han de ser con un carácter educativo integral que conlleve como resultado del desarrollo de todas esas potencialidades, la preparación del niño para su ingreso a la escuela.

-         Propiciar un clima emocional positivo en el grupo.

Un medio circundante tranquilo y propicio a las actividades, no solamente favorece el proceso educativo, sino que colabora a mantener un tono emocional adecuado en los niños, esto constituye una importante tarea del educador, a la cual ha de dedicar su esmerada atención.

-         Comunicarse afectivamente con los niños durante las actividades.

Estrechamente relacionado con el clima emocional en el grupo está la comunicación activa y afectuosa del educador con sus niños, lo cual estimula en ellos el deseo a su vez de expresarse y comunicarse con los adultos. Esta tarea no implica solamente el expresar el educador su afecto a los niños, sino apoyarlos, darles seguridad, atenderá sus necesidades.

-         Expresar oralmente sus razonamientos y sentimientos con precisión, claridad y tono de voz mesurado.

La comunicación se hace efectiva cuando el educador se expresa de forma clara, precisa, apacible, y donde utiliza adecuadamente los gestos, la mímica y los recursos expresivos del lenguaje en sus diversas manifestaciones, lo que, dada la marcada emocionalidad de los niños de estas edades, sienta las bases para una interrelación satisfactoria entre éste y su grupo de niños..

-         Orientar y supervisar la actividad libre de los niños.

La actividad libre o independiente de los niños constituye quizás la más importante de todas las actividades de la rutina diaria, pues en ella los niños por propia iniciativa determinan lo que desean hacer, como hacer y con quienes hacerlo, lo cual desarrolla su independencia. La misma ha de ocupar la mayor parte del horario del día de los niños en el centro infantil.

Decir que los niños hacen lo que desean no afirma que el educador no tenga nada que ver con esta actividad y que no ejerza su influencia en la misma, planificando creadoramente la actividad de acuerdo con los objetivos docentes educativos, teniendo presente siempre las potencialidades de la edad y las características  individuales de los niños.

En este sentido, la actividad libre ha de organizada por el educador, quien crea las condiciones adecuadas para su desarrollo, preparando a los niños para la actividad, e incluso participando oportunamente en ella, cuando por algún motivo esta decae y requiere de sugerencias y de nuevas estimulaciones.

En la actividad libre el educador ha de propiciar el que los niños establezcan relaciones positivas en sus juegos, ayudándoles a resolver sus conflictos.

El trabajo educativo en la actividad libre es importante también, pues el educador puede aprovechar para ejecutar el trabajo individual con los niños, en una situación más abierta y sin la condición de una actividad correctiva, sino de juego. También puede ampliar los conocimientos hábitos y habilidades adquiridos por los niños en  las otras actividades, e integrar contenidos de las diferentes áreas en las posibilidades que brinde a los niños para su libre actuación.

La actividad libre o independiente puede ser utilizada por el educador como un medio de evaluación, al observar los comportamientos que hacen los niños y que estén en relación con los contenidos impartidos durante las actividades pedagógicas.

La dirección y orientación pedagógica del juego de roles pueden ser realizadas creadoramente por el educador en los diferentes juegos infantiles, e incluso asumir un rol en estos juegos cuando lo considere pedagógicamente aconsejable.

Es por esto que la tarea de orientar la actividad libre de los niños no se reduce exclusivamente a proveer condiciones materiales, sino que conlleva una importante labor educativa.

-         Realizar la actividad pedagógica

La actividad pedagógica es la forma organizativa principal mediante la cual el educador imparte los contenidos del currículo, y significa una tarea principal del trabajo educativo. La planificación, organización y realización de lasa actividades pedagógicas requiere de un conocimiento cabal de las particularidades de los niños de su grupo, un dominio del programa educativo y maestría pedagógica para sacar de ellas el mejor resultado.

Llevar a cabo esta actividad es una tarea compleja que tiene que considerar numerosos factores, entre los que se encuentran:

  Aplicar correctamente el sistema de principios didácticos que caracterizan a esta actividad.

     Determinar y formular de manera clara los objetivos de la actividad.

     Seleccionar adecuadamente el método, los procedimientos y los medios para el desarrollo de la actividad.

     Elegir las diferentes formas de organización que puede particularmente asumir la actividad.

     Seleccionar y elaborar creadoramente los medios de enseñanza, así como utilizarlos de forma eficiente.

     Orientar a los niños hacia el objetivo de la actividad en función de un aprendizaje activo.

     Aplicar de manera efectiva la estrategia metodológica en correspondencia con el año de vida y el área de que se trate, en la situación pedagógica concreta.

     Integrar los contenidos de las diferentes esferas del programa educativo.

     Crear condiciones favorables para la formación de las premisas de la actividad docente.

     Vincular acertadamente las actividades de aprendizaje de carácter productivo con aquellas de carácter reproductivo.

     Controlar el desarrollo de los niños en correspondencia con los objetivos propuestos.

-         Asegurar la base material y recursos necesarios para la realización de las actividades y el trabajo con los niños.

La organización apropiada de la base material para las actividades pedagógicas y libres es una tarea que repercute notablemente en la calidad del trabajo educativo, pues la insuficiencia o inadecuación de los materiales incide directamente en el aspecto pedagógico.

Ello implica organizar correctamente esta base material y utilizarla debidamente de acuerdo con la actividad y la edad de los niños, promoviendo en éstos la formación de cualidades positivas y hábitos respecto a la preservación y cuidado de la base material.

En este sentido propiciar la cooperación de los padres y de la comunidad para el incremento y mejoramiento de la base material es una acción importante, y que sienta, además, sentido de pertenencia y colaboración de la familia hacia el centro infantil.

La interrelación entre la educación que se realiza en el centro infantil o la vía no formal, con la familia y la comunidad constituye, además de un principio del proceso educativo, un pilar sólido en el que descansa gran parte del éxito de la educación de la primera infancia.

En concordancia con esto el educador ha de realizar numerosas tareas para consolidar esta necesaria unidad, entre las que se encuentran:

-         Desarrollar una labor educativa sistemática con los padres y la familia.

Dentro de esta función de propiciar la unidad con el hogar, una tarea significativa es la labor mantenida y continuada que el educador ha de realizar con los padres, no solamente para conocer de las particularidades del hogar de sus niños, sino para ejercer con ellos una acción educativa, que llegue incluso a modificar patrones de comportamiento no apropiados para el desarrollo de la sana personalidad de los niños. Para eso de inicio el educador ha de establecer relaciones con la familia sobre la base del respeto y la exigencia para garantizar la unidad de criterio en la educación de los niños.

-         Utilizar de manera creadora las diversas formas de trabajo con los padres.

Para el logro de la primera tarea el educador ha de echar mano de las más diversas técnicas de trabajo con los padres, y aplicarlas creadoramente de acuerdo con las diferentes situaciones que se le presenten, y donde cada una de estas técnicas persigue sus propios objetivos. En la medida en que estas acciones de educación de padres son efectivas, asimismo se fortalece la unidad entre la familia y el centro infantil.

-         Trabajar con la comunidad y en la comunidad en beneficio de la educación de los niños.

La acción educativa con la comunidad es una vía de doble entrada: del centro infantil o el grupo no formal hacia la comunidad, y de la comunidad hacia estos. En este sentido, utilizar las posibilidades que puede brindar la comunidad desde el punto de vista educativo y material, es una tarea de primer orden para el educador, pues en la medida en que ella se involucre en el proceso educativo del centro infantil, asimismo se está a su vez desarrollando como comunidad. Esto es particularmente significativo en aquellas zonas suburbanas, rurales o marginales, y en los que una acción pedagógica efectiva puede lograr trasformaciones radicales.

-         Propiciar la colaboración de las instituciones y organizaciones de la comunidad en las tareas del centro educacional y del trabajo por vías no formales.

La coordinación que el educador puede establecer con los recursos con que cuenta la comunidad es una tarea de especial significación, que no solo se expresa en la solución de problemas materiales, sino en el plano social, educativo, cultural. Esto es particularmente resaltante en las vías no formales de la educación de la primera infancia que, por su propia esencia, depende grandemente de la comunidad y de sus organizaciones para poder llevar a cabo un trabajo realmente efectivo con los niños.

-         Determinar estrategias de trabajo que permitan la relación y acciones de colaboración entre el centro infantil y las vías no formales de la educación.

Si el centro infantil tiene entre sus funciones el trabajo con la familia y la comunidad, es lógico suponer que no puede existir un divorcio entre la educación que se lleva a cabo a través de la vía institucional y aquella que se promueve a través de las vías no escolarizadas, pues ambas son alternativas de un tipo de educación, la de la primera infancia.

Esta interrelación se puede expresar de muchas maneras, tanto desde el punto de vista organizativo como metodológico, y de ayuda a la capacitación de las personas que trabajan en la vía no formal, que muchas veces son voluntarios que no tienen una formación pedagógica. El centro infantil puede ser el foco técnico y metodológico del trabajo no institucional, y servir para la tecnificación del personal de la vía no escolarizada, entre otras tareas que se pueden coordinar y llevar a cabo.

La dirección del proceso pedagógico no puede realizarse de manera efectiva si el educador no posee la tecnificación idónea para llevarla a cabo, y eso se logra en la medida en que se prepara convenientemente para esta labor, y que comprende aspectos importantes a considerar:

-         Dirigir con eficiencia el trabajo metodológico.

El trabajo metodológico consiste en el sistema de actividades que el educador realiza con vista a su preparación y la realización del proceso educativo, y compete tanto a sí mismo como a su personal auxiliar. Una eficiente preparación metodológica garantiza que todos sepan que hacer, como hacer, como evaluar, para alcanzar un trabajo educativo de calidad y el cumplimiento de los objetivos propuestos.

Para llevar a cabo esta preparación lo primero que tiene que hacer el educador es planificar adecuadamente el sistema de actividades de la preparación metodológica, organizarla convenientemente y ejecutarla de manera eficaz, para promover que la realización del proceso educativo se desenvuelva apropiadamente.

Esto implica utilizar diversas vías para la preparación en la que el trabajo individual ha de acompañarse del grupal, de modo tal que los que intervienen en el trabajo educativo con los niños posean los mismos criterios, utilicen procedimientos semejantes y se propongan fines similares.

Al respecto, en particular con el personal de apoyo y auxiliar, el educador ha de controlar sistemáticamente el cumplimiento de las orientaciones de carácter metodológico, su actualización y su análisis y evaluación, para sobre esta base hacer las modificaciones pertinentes en el plan de la preparación metodológica para ajustarlo a las nuevas y cambiantes condiciones.

En relación estrecha con su preparación y capacitación el educador ha de concienciar la necesidad de elevar sistemáticamente su nivel de preparación profesional, determinando las necesidades de su superación a partir de los problemas de la práctica educacional o de aspiraciones dirigidas a su perfeccionamiento profesional.

Esto conlleva tareas como localizar y utilizar adecuadamente las fuentes de información, utilizar diferentes técnicas de estudio para asimilar la información contenida en la literatura de la especialidad, y mantener una actitud crítica y transformadora ante las problemáticas objeto de estudio.

La labor del educador no se concreta a realizar su función pedagógica, sino que dentro de la misma ha de buscar las formas para su perfeccionamiento y mejor calificación. Una vía importante para lograr esto es mediante la investigación, que debe aplicar para resolver aquellos problemas de su labor cotidiana que exigen buscar causas, procurar trasformaciones, modificar lo habitualmente hecho.

Decir que un educador necesita realizar tareas de investigación en ningún momento implica que se convierta en un investigador, pero tampoco considerar que la investigación es patrimonio exclusivo de especialistas de alto nivel, y que la misma puede servir al maestro para consolidar su trabajo educativo.

En este sentido el educador ha de Introducir formas sencillas del trabajo investigativo en su práctica educativa, institucional o no formal, con la familia y la comunidad, analizando el fenómeno pedagógico para  dar solución a problemas que tengan lugar en la institución, el ámbito familiar o la comunidad, mediante diferentes técnicas sencillas de investigación psicológica, pedagógica, sociológica. Para esto podrá consultar la literatura especializada, para conocer los avances y los conocimientos científico‑técnicos más actuales en el estudio de los problemas de la educación de la primera infancia, para desde esta base general ir hacia sus propias condiciones, y diseñar y ejecutar tareas de investigación sobre los problemas que  confronta en su práctica pedagógica cotidiana.

Los resultados y las soluciones de estos problemas requieren de la presentación de informes, ponencias y otros datos de la  investigación, de modo tal que puedan generalizarse a otros centros, por lo que la divulgación y aplicación de los resultados de su labor investigativa ha de constituir una dirección permanente de su trabajo.

Estas funciones se integran dentro del modelo del profesional que se pretende crear para la atención y educación de los niños de estas edades, y señalan las directrices más generales que hay que tomar en cuenta para dicha formación. Desde este punto de vista el currículo para los educadores de la primera infancia ha de componerse de manera tal que de respuesta a estas funciones, y posibilite que en su formación se le provea al estudiante de los conocimientos necesarios para su realización exitosa en la vida profesional.