IV.               CONDICIONES Y CONCEPCIÓN CURRICULAR DE LA FORMACIÓN
DE EDUCADORES PARA LA PRIMERA INFANCIA


La formación de educadores para la primera infancia es una tarea harto compleja que implica la consideración de numerosos factores que hay que tomar en cuenta a la hora de elaborar un currículo con estos propósitos. Este currículo que se materializa por lo general en un plan de estudio a través del cual se propicien cuestiones fundamentales como son:

Ø      Formar y reforzar una motivación en el estudiante a partir de un vínculo directo, sistemático y ascendente con la realidad de la futura actuación profesional, que lo ponga en contacto, desde inicios de la carrera con los niños, la familia, la comunidad, los centros infantiles y las vías no escolarizadas de la educación de la primera infancia.

Ø      Lograr en los estudiantes una formación en el trabajo y para el trabajo, y donde la vinculación a la práctica docente sea uno de los más importantes componentes de la labor formativa.

Ø      Posibilitar el alcanzar una sólida preparación pedagógica y psicológica que le permita al estudiante conocer con profundidad y abordar integralmente todo el trabajo a realizar con los niños, la familia, la comunidad y las instituciones

Ø      Proveer al estudiante de métodos y procedimientos eficaces para poder plantearse y resolver con métodos científicos los problemas profesionales que se les presenten y ser capaces de determinar sus propias necesidades de superación y enfrentarlas.

Ø      Propiciarles los medios para hacerlos capaces de profundizar en las mejores tradiciones pedagógicas, y tomar de la práctica y la investigación pedagógica todo lo que permita la actualización e introducción de los mejores resultados.

Estos principios posibilitan encauzar en su enfoque más general la creación de un currículo cualitativamente diferente, que tome como antecedente la preparación precedente del nivel de formación media, incorpore los criterios en que se sustente la política educacional para la formación del personal pedagógico en la comunidad educativa dada, y retome, en nuevas condiciones, lo mejor de la experiencia acumulada en la formación de los educadores de la primera infancia.

En términos generales, los currículos para la formación de educadores, incluidos los de la primera infancia, incluyen estas proyecciones anteriormente planteadas, la problemática radica en como se concibe la estructura de este currículo, de que manera se materializa el plan de estudios, que elementos han de ser considerados en el mismo, con que énfasis deben ser tratados, cuales condiciones y que componentes han de ser planeados como primarios o principales y cuales con un carácter secundario, que tipo de profesional se espera formar, en suma, un sinfín de cuestiones que necesitan una respuesta coherente y eficiente.

Esto esta dado porque la realidad pedagógica actual justifica y evidencia la necesidad y urgencia de hacer un proceso formativo global, adaptable, estructurado, abierto, flexible, progresivo y continuado, porque la educación de los niños en el momento presente requiere de una mayor formación del docente para que sea capaz de comprenderle y situarse mejor ante su realidad y evolución, y  poder de este modo mediar de manera eficaz en su proceso de educación.

Por otra parte, los requerimientos de la institución infantil para su renovación exigen de un profesional a su vez renovado y actualizado, que actúen como motor fundamental del incremento de su calidad, lo cual es cada vez más urgente debido al progresivo proceso de democratización y descentralización de los sistemas educativos, y que determinan una mayor participación del docente en la toma de decisiones respecto a su rol, el currículo, la organización del proceso educativo, entre otros aspectos.

A su vez, el propio desarrollo de la educación y del papel que juega el educador, va eliminando aquella imagen del maestro solamente preocupado por dar clases a un grupo de alumnos en un aula determinada, los cuales debían asimilar de manera reproductiva lo que el educador les enseñaba, ahora este papel se transforma y obliga al docente a desempeñar variados roles y funciones que pueden concretarse en tres básicos o fundamentales:

En primer lugar, un rol instructivo, en el que el educador es el responsable del proceso de enseñanza-aprendizaje, y en el cual ha de motivar y guiar a sus educandos para que su aprendizaje sea significativo, y centrando su atención no solamente en que y como enseñar, sino, además, en como aprende aquel que aprende.

En segundo término, el educador tiene a su vez un rol formativo en el que debe velar por lograr la formación de ciudadanos que se integren a la sociedad de manera activa, participativa, crítica, constructiva y solidaria, capaces de conocerse a sí mismos y actuar en consecuencia, para transformar y transformarse en la participación social, todo lo cual implica una preocupación del educador respecto a sus alumnos, que ya no son vistos como simples discípulos, sino como personas que se educan y forman.

Finalmente, un rol directivo-gestor que obliga al educador a integrarse en la estructura organizativa del centro escolar, para gestionar recursos personales, materiales y económicos, diseñar, desarrollar y evaluar el proyecto curricular de su centro, evaluar la calidad educativa del mismo, con formas de trabajo grupales con sus iguales profesores.

Pero, llegar a un acuerdo general sobre como organizar un plan de formación de educadores para la atención y educación de los niños en edades tan tempranas, puede ser una tarea bien difícil, sobre todo considerando los diferentes enfoques teóricos y metodológicos que históricamente se han sucedido en el transcurso del desarrollo de esta etapa de la vida, la cual ha sido significativamente compleja de trabajar.

Por eso en el desenvolvimiento de este capítulo no se ha de hacer una toma de posición específica al respecto (montessoriana, conductista, constructivista, etc.) sino que se reflejarán cuestiones que son indispensables considerar cuando se concibe un plan de estudio para formar educadores de estas edades tempranas, y que pueden estar integradas en cualquier modelo curricular que se asuma, por considerarse que son imprescindibles que para formar a este tipo de educador, trátese de objetivos, de contenidos, de métodos y procedimientos, de medios y recursos, de actividades, de su profesionalidad, entre otras muchas.

Lo primero que se suscita como un punto de vista importante dado el actual desarrollo de la educación de la primera infancia y de la situación en el mundo presente, es que cualquier plan de formación moderno ha de ir a la creación de un profesional de perfil amplio, capaz de cumplir tareas complejas e inmediatas en un mundo social carente de especialistas de este nivel.

En la actualidad hay una tendencia a crear especialistas que den respuestas acuciantes a problemas concretos, sin embargo, en la medida en que esas necesidades inmediatas comienzan a ser satisfechas, se impone crear profesionales de una sólida formación teórico-práctica de amplia y versátil base que responda a una gama mayor de problemas.

La flexibilidad en la actualización de este profesional responde mejor a la dinámica actual del desarrollo de la sociedad y a las exigencias que el desarrollo científico-técnico impone en el momento presente.

En el caso específico del educador de la primera infancia se plantea entonces un profesional capaz de atender a niños de edades muy tempranas y de edades preescolares mayores, capaces de trabajar en un centro infantil o una vía de la educación no formal, poder actuar con niños de las zonas urbanas pero también con aquellos de las rurales, ejercer su profesión en medios “normales” y en medios carenciados, marginados, en zonas indígenas y zonas citadinas.

Un profesional capaz de trabajar con la familia en las condiciones del centro infantil pero a su vez en el propio medio familiar, en la comunidad y con la comunidad.

Un educador que no sólo sea capaz de “educar” e impartir un programa educativo, sino que a su vez, posea los conocimientos necesarios para atender a sus niños en un nivel de atención primaria de salud, de valorar las posibles desviaciones conductuales o mentales de sus niños, de juzgar la acción de los componentes sociales del desarrollo y actuar consecuentemente en su orientación y solución.

El educador de la primera infancia en la sociedad actual, y particularmente en los países del tercer mundo ha de ser capaz de atender eficazmente todos estos aspectos, para lo cual requiere de una formación con un perfil lo suficientemente amplio como para posibilitarte actuar en cualquiera de estas condiciones. De ello se desprende que el plan de estudios ha de tener objetivos y contenidos que garanticen esta formación.

Por lo tanto, elaborar un plan de formación que de respuestas a estas necesidades constituye la segunda gran proyección de la educación de la primera infancia, en el que, independientemente de la posición teórica que se asuma, ha de contener las siguientes direcciones:

1)     Estructurar el plan de formación con enfoque de sistema, precisando de manera precisa sus elementos componentes: objetivos, contenidos, formas organizativas, entre otros.

2)     Caracterizar los objetivos generales de este plan, estableciendo la unidad y diferencia dialéctica entre los objetivos generales educativos y los instructivos, destacando los rasgos propios de cada uno, y como interactúan a los fines de dirigir apropiadamente el proceso educativo.

3)     Destacar los elementos integrantes de los contenidos de la enseñanza, sus características gnoseológicas y psicológicas, y sus relaciones con otras ciencias que intervienen en el proceso educativo, y señalar aquellos que son imprescindibles para asegurar la profesionalidad del educador de la primera infancia.

4)     Plantear las regularidades que caracterizan la planificación y organización  del proceso docente, de las cuales se derivan las que significarán el proyecto educativo y curricular.

5)     Precisar las particularidades del proceso docente-educativo, su lógica y dinámica, así como se interrelacionan en el mismo sus áreas de formación académica, práctico-laboral e investigativa como integrantes fundamentales del plan de estudios.

Todas estas direcciones guardan una estrecha relación entre sí, aunque algunas posean un carácter más rector que otras, pues para organizar y planificar  de manera eficiente el proceso educativo de la formación de los educadores, es imprescindible vincular todos estos aspectos.

Existen muchos criterios respecto a si la Didáctica es o no una ciencia, y como la misma se ha de imbricar en un plan de estudios. Así, para algunos el desarrollo de una docencia de mayor calidad no depende del grado de cientificidad que la misma pueda tener, sino de la acumulación de la experiencia de cada docente en particular.

Para otros basta con poseer un alto nivel científico-técnico para ser un buen docente, sin que sea necesario seguir determinadas regulaciones, a lo que cabría preguntarse como ello podría valorarse cuando se trate de educar a niños tan pequeños.

Si ejercer la docencia es fundamentalmente una acción teórica, entonces, habría que cuestionarse también que papel juega la actividad práctica en la misma, sobre todo considerando que en la educación de la primera infancia el “cientificismo” y el verbalismo son totalmente ajenos a las particularidades del desarrollo de los niños de esta edad.

En este sentido resultan muy interesantes los criterios vertidos por M.T. Yurén, quien considera que la docencia es una práctica, que cobra formas y modos de concreción particulares. Al concebir a la docencia como práctica ello equivale a definirla como “actividad”, y por consiguiente, opuesta a la pasividad. Resalta que si bien toda práctica es actividad, no cualquier actividad puede ser considerada como “práctica”, pues para ser considerada como tal los actos tienen que estar dirigidos a un objeto para transformarlo, a partir de fines o resultados ideales y que terminan con un producto efectivo, real.

En resumen, entender a la docencia como praxis significa para M.T. Yurén el concebirla como una actividad consciente, conforme a fines y dirigida a transformar objetivamente la realidad.  

La docencia, o mejor dicho la práctica docente, asume diversas formas en este proceso, a partir de que es una práctica profesional, en tanto que:

a)     Se realiza en un ámbito laboral determinado (es decir, la institución infantil en este caso)

b)     Requiere de determinados conocimientos y habilidades para poder realizarla

c)      Se ejerce públicamente

Pero además, es una práctica educativa, lo cual significa que el conjunto de actos que conforman la docencia se inscriben en un concepto más amplio, el de educación, cuyo propósito fundamental es transformar al ser humano.

Mas, al actuar en la transformación de los individuos concretos, la educación se corresponde entonces con una estrategia más amplia de cambio social, que la hace una práctica política y cultural.

Así, la docencia se manifiesta en resumen como una práctica profesional, educativa y social, formas que adopta en virtud de su dinamismo. Por lo que la teoría aislada, o la sola actividad, no podrían catalogarse como docencia, sino como un proceso que requiere mediaciones en el que el momento teórico debe materializarse en una actividad que se ejerce sobre una realidad que es independiente de la conciencia, utilizando medios e instrumentos objetivos y dando lugar a un resultado real.

Por lo tanto, no basta el conocimiento científico-técnico para ejercer la docencia, y mucho menos para la formación de educadores. Sobre todo considerando que un educador es la única persona que se forma para una actividad (el proceso de enseñanza-aprendizaje) mediante esa misma actividad. Esta particularidad, quizás expresada de manera menos sustentada en otras carreras humanísticas, caracteriza singularmente al magisterio.

Por eso no se trata solamente de un proceso en el que lo subjetivo (concretado en el proyecto del docente) se inserta en lo objetivo (la actividad que este realiza para transformar al educando), sino de una actividad que no solo trasforma la objeto al cual se dirige su acción (el educando) sino al sujeto mismo que actúa como agente de esa transformación (el docente). Es por eso que la docencia es una expresión de la dialéctica sujeto-objeto, y cuando esa dialéctica no se cumple o se vuelve una acción sin un propósito definido, o cuando se relega a la pura teoría que no conlleva una acción transformadora, la docencia deja de ser docencia.

Esto nos lleva por su propio peso a la consideración de que la docencia (en su máxima expresión la Didáctica), es  un proceso complejo que es necesario descifrar para concebir su rol dentro de un plan para la formación del educador.

La Didáctica en la formación de nivel superior es una ciencia que estudia el proceso docente-educativo dirigido a la formación de un profesional, en este caso de perfil amplio, capaz de resolver de manera independiente y creadora los problemas básicos y generales que se le presenten en las distintas esferas de actuación de su objeto de trabajo, sobre la base de un sólido dominio del sistema de conocimientos y habilidades correspondientes a la rama del saber que estudia dicho objeto.

En un plan de estudios la didáctica posee un enfoque sistémico en el que se integran de manera armoniosa los objetivos, los contenidos y su estructura y el proceso educativo en sí mismo, que adopta formas y métodos característicos que vinculan al profesor y sus alumnos en un sistema docente, dirigido a la formación de la personalidad del profesional.

Por lo tanto, al momento de crear un plan de formación de educadores se hace indispensable considerar los objetivos, que definen el modelo pedagógico del encargo social que tiene la profesión, los contenidos, o aquella parte de la actividad o del objeto de trabajo del profesional que debe ser asimilada, en el aprendizaje, por los estudiantes, para alcanzar los objetivos propuestos, y el proceso docente en sí mismo, o actividad o conjunto de acciones sistematizadas e interrelacionadas del profesor y los estudiantes, que se llevan a cabo con el fin de lograr los objetivos durante la apropiación de los contenidos.

No obstante, la esencia misma del proceso no está definida por este carácter externo e inmediato en que se expresa en la situación de aprendizaje, sino en el encargo social que lo fundamenta y que establece las características y condiciones que debe reunir el egresado para dar respuesta a esa demanda social. Esta interrelación entre lo general y lo particular, entre lo social y lo individual, se manifiestan tanto en la enseñanza como en el aprendizaje, donde la actividad del docente se realiza en función de los objetivos (que tienen un carácter social), pero que adquiere una forma particular, individual, en la clase, en dependencia de la labor del profesor.

Aunque la actividad de aprendizaje de los estudiantes se realiza en función del cumplimiento de los objetivos del proceso docente, cada estudiante (que es objeto de la enseñanza) se convierte en sujeto de su propio aprendizaje, imprimiéndole su propia dinámica y personalidad.

Esta doble condición de objeto y sujeto que es el estudiante engloba la dinámica del aprendizaje, al ser un individuo consciente que se autodirige en función de la consecución de determinados fines.

La unidad del proceso de enseñanza y aprendizaje determinan la especificidad del proceso docente-educativo, en el cual el papel orientador lo tienen el profesor, que es quien plantea los objetivos a los estudiantes. En la medida en que el alumno es más consciente hace suyos los objetivos y actúa de manera independiente y creadora para alcanzarlos, lo cual hace que el papel del docente se vaya trasformando de un rol director inmediato del proceso a un papel orientador, mediato. La formación del profesional se va entonces produciendo en el desarrollo del proceso, en el que las formas y métodos que se utilizan estimulan la actividad consciente e independiente del estudiante en pos de la solución de los problemas que se le presentan.

En el proceso docente se manifiestan entonces los métodos y las formas de enseñanza, entendiendo al primero como el modo de realizar las acciones el profesor y los estudiantes para alcanzar los objetivos, y al segundo como la estructura organizativa que se adopta en cada momento del proceso docente  con el fin de alcanzar los objetivos.

Finalmente, en el proceso de enseñanza también se destacan los materiales o medios de enseñanza mediante los cuales realizan las actividades alumnos y el profesor en busca de lograr dichos objetivos.

La didáctica entonces tiene la tarea fundamental de estructurar los distintos componentes que caracterizan el proceso educativo (contenidos, formas y métodos de enseñanza, medios y recursos) para satisfacer el encargo social que se resume en los objetivos, tomando en cuenta las leyes y regularidades del proceso, de su dinámica.

Algunos llaman a este proceso como de enseñanza, obviando quizás que este está en unidad con el aprendizaje y que por lo tanto, la formación implica un proceso de unidad de la enseñanza y el aprendizaje, de la unión de lo instructivo (el resultado de la asimilación  del contenido de la enseñanza) y lo educativo (la formación en el estudiante de los rasgos más estables y positivos de su personalidad).

Esto hace que a la hora de concebir un plan de estudios se haga necesario e indispensable asumir una posición respecto a todos estos componentes del proceso educativo que, con variantes y manifestación de diferente énfasis de acuerdo con el modelo curricular, y a veces con diferente terminología, están presentes en todo proceso educativo que se dirija a formar al individuo, trátese del niño al cual está enfocado el objeto de estudio de dicha formación, o la del propio educador que lo ha de formar.

Dentro de este proceso el eslabón más elemental es la tarea docente, que es la acción del profesor y los estudiantes dentro del proceso pedagógico que se realiza con el fin de obtener un objetivo de carácter elemental, de resolver un problema que el profesor plantea la estudiante. Dentro de esta concepción el proceso docente transcurre de tarea en tarea hasta alcanzar el objetivo, es decir, que el estudiante se comporte del modo esperado, e implicando a su vez la transformación de la personalidad del ahora estudiante y luego futuro profesional.

Así, lo que se espera que se forme en el estudiante se concreta en una acción, la habilidad que ha de alcanzar como resultado del proceso educativo, y donde la tarea engloba al contenido, las condiciones, mediante los cuales se logran los objetivos.

En resumen, el proceso docente-educativo es en su esencia un proceso con un fin preestablecido (los objetivos), condicionado socialmente, organizado pedagógica y metodológicamente, y dirigido al dominio del contenido de la profesión por el  estudiante, así como su propio desarrollo y educación, a partir de su célula básica que es la tarea docente.

Esto es un planteamiento de significativa importancia a los fines de la formación del profesional de la educación de la primera infancia, que refleja la propia esencia de cómo ha de concebirse este plan de formación.

El propósito principal de un plan de formación de un educador es lograr un egresado que cumpla determinadas funciones requeridas por la sociedad, lo cual constituye su encargo social, en este caso, un profesional de la educación. Este ha de ser capaz de enfrentarse a los problemas generales y básicos existentes en su campo de acción y resolverlos exitosamente, demostrando en ello independencia y creatividad.

Los objetivos constituyen el modelo pedagógico de este encargo social, son los propósitos y aspiraciones que durante el proceso docente van conformando el modo de actuar, pensar y sentir del futuro profesional. Los objetivos reflejan, por lo tanto, el carácter social del proceso educativo y orienta los modos a seguir para la consecución del profesional que se pretende formar.

Los objetivos, como categoría pedagógica, tienen la función de orientar y organizar el proceso docente.  El objetivo determina el contenido de la enseñanza y precisa, además, los métodos, medios y formas organizativas de la enseñanza, donde estos a su vez, por el carácter de sistema del proceso educativo, influyen a su vez en el logro de dicho objetivo. En este sentido, los objetivos dirigen y orientan todo el proceso educativo.

Sin embargo, a pesar de esta función inobjetable, M. Ammons señala que la mayor parte de los esquemas educacionales y de los profesores trabajan sin objetivos.

No obstante su carácter rector, los objetivos son dentro del proceso educativo la categoría más subjetiva, en tanto reflejan aspiraciones, metas, ideas, propósitos, fines. Sin embargo, cobran un carácter objetivo cuando se definen apropiadamente, y cuando determinan el contenido de la enseñanza a través del plan de estudios.

Los objetivos precisan el sistema de conocimientos y la estructura u orden en que se enseñarán los contenidos, lo cual conlleva a determinar el método de enseñanza, y el modo en que el estudiante lo aprenderá e interiorizará. Las formas organizativas del proceso educativo se adecuarán entonces a esta lógica, para propiciar la asimilación o dominio del contenido y el cumplimiento de los objetivos.

Así, los objetivos tienen una función clarificadora de lo que se pretende hacer, pues su establecimiento supone un proceso de reflexión, depuración y explicitación de lo que se quiere hacer, y a la vez constituyen un marco de referencia para organizar el proceso formativo.

Dentro de la función clarificadora, los objetivos conllevan una clarificación semántica, aportando una mayor concreción sustantiva en la definición de que es lo que se quiere lograr, y una clarificación práctica, sobre lo que hay que hacer para lograr lo que se pretende. Desde este punto de vista, en cuanto más se pueda especificar semánticamente el objetivo, tanto más claro ha de resultar que es lo que se trata de lograr, y más fácil será también determinar que formas de trabajo didáctico ha de hacer posible el conseguirlo.

Como marco de referencia para la organización del proceso formativo los objetivos dan pie a poder seleccionar distintos diseños de dicho proceso, y permiten consecuentemente la diversificación e integración de los ámbitos de la intervención formativa.  

En resumen, se puede considerar que:

De esto se desprende que lo primero que hay que tomar en cuenta y definir al momento de concebir un plan de formación de un educador, estriba en determinar sus objetivos, pues estos, al reflejar la exigencia social, orientan todo el proceso educativo. La cuestión a especificar entonces es que tipos de objetivos son los que han de plantearse en dicho plan.

Los objetivos pueden clasificarse tomando en cuenta el grado en que aspiran a modificar la personalidad del estudiante, y en este sentido se encuentran los objetivos educativos, que son aquellos que se dirigen a lograr las transformaciones más trascendentes de la personalidad, y los objetivos instructivos , que tienen una menor significación y se vinculan con el dominio por los estudiantes del contenido de las tareas docentes.

Al organizar este plan de formación se requiere en primer término establecer entonces los rasgos más generales y esenciales que debe caracterizar al profesional que egresa, y que se dirigen a formar los aspectos más representativos de la personalidad del educando en el plano filosófico, ideológico, profesional, ético, estético, entre otros, y que se conciben en el modelo del profesional. Estos se denominan objetivos generales educativos, y expresan en síntesis el encargo social que se plantea a este educador en una sociedad dada.

Estos objetivos generales educativos han de expresarse en términos de la profesión, de modo tal que su concreción posibilite precisar los resultados a obtener como conclusión de los estudios en el plan formativo.

En la formación del educador de la primera infancia, como la de cualquier otro educador, el plan de formación ha de contemplar objetivos generales que deben plantearse alcanzar en el egresado de esta formación. Estos objetivos son de diverso carácter, y podrán estar concebidos todos o solo una parte de ellos, en dependencia del modelo curricular que se asuma. Entre ellos están:

  1. Objetivos de carácter filosófico

Los mismos llevan implícitos que el educador asuma una concepción del mundo y una ideología que le permitan aplicar en su labor profesional los principios, leyes, categorías y la lógica de la posición que asume.

  1. Objetivos de desarrollo de las capacidades cognoscitivas

Posibilitan que el estudiante se apropie de un sistema de conocimientos, hábitos y habilidades, y su consecuente capacidad de aplicarlos de manera independiente y creadora en su práctica profesional cotidiana, de forma tal que responda con éxito a las exigencias del desarrollo científico-técnico, y los problemas prácticos y concretos de su quehacer pedagógico.

  1. Objetivos de carácter socioeconómico

Son los que le apertrechan para participar en la dirección, organización y desarrollo de la economía, la ciencia, la cultura y otras de esferas de la vida social, de acuerdo con los requerimientos de la organización científica de su trabajo pedagógico, su racionalidad económica, y del manejo de las nuevas tecnologías.

  1. De carácter ético

Son aquellos objetivos que posibilitan convertir las normas y principios de la moral y la ética en normas de conducta diaria, haciéndolo del mismo un profesional cabal, confiable, honesto y cooperador con sus colegas profesionales.

  1. De carácter estético

Estos han de posibilitar la capacidad de percibir, sentir y expresar la belleza artística y los ideales y sentimientos que se manifiestan en las diversas formas del arte y la cultura, que permitan su generalización y orientación estética a su actividad profesional como educador, y a admirar su magnificencia como una de las profesiones más hermosas.

  1. De formación permanente

Logran que en el estudiante devenido luego profesional sienta la necesidad de elevar continuamente su calidad como tal, tanto en su preparación técnica y científica, como cultural y social.

  1. De la preparación física

Se dirigen a alcanzar un nivel de desarrollo físico que contribuya al mejoramiento y conservación de la salud, y consoliden hábitos de práctica sistemática de la actividad físicomotora que perduren en su vida profesional y en la utilización adecuada de su tiempo libre.

Estos objetivos educativos generales tienen que adquirir un carácter más concreto en el modelo del profesional, donde en el lenguaje propio de la formación específica se precisen las tareas que realizará el profesional en correspondencia con cada objetivo.

En la práctica profesional el egresado tiene que enfrentarse a un conjunto de problemas en su campo de acción, y resolverlos de acuerdo con sus convicciones, capacidades y cualidades del carácter, en correspondencia con los objetivos generales educativos anteriores, solución que se alcanza en la medida en que los objetivos educativos se expresan en el sistema de objetivos instructivos.

Así, el sistema de objetivos educativos e instructivos conforma lo que se ha dado en llama el perfil o modelo del profesional.

El objetivo instructivo no está formulado concretamente cuando el estudiante se apropia del conocimiento, sino cuando es capaz de definirlo, deducirlo, utilizarlo, aplicarlo, extrapolarlo, etc. Por lo tanto, al elaborar los objetivos instructivos hay que precisar los tipos de habilidades que se vinculan con un conocimiento dado, de modo que tal habilidad se convierte en el núcleo básico de este objetivo.

Estos objetivos han de plantearse en el plan de estudio en un lenguaje de tareas, de habilidades. La habilidad, como elemento del contenido de la enseñanza, consiste en la acción o sistema de operaciones que tienen un objetivo general estrechamente vinculado al conocimiento, que constituye el otro elemento del contenido, por ello al momento de señalar los objetivos instructivos y expresar en él los modos de actuación del estudiante, se hace indispensable especificar en ellos las habilidades y conocimientos de forma general., y que interactuando entre sí permiten alcanzar dicho objetivo.

Resumiendo en una idea principal: el objetivo instructivo no es más que el contenido precisado en sus aspectos esenciales.

Pero además de especificar la habilidad, que constituye el núcleo básico en la elaboración del objetivo, y del conocimiento, que precisa el objeto de trabajo, se requiere determinar los niveles de asimilación, la profundidad y la sistematización de dichos contenidos.

Los conocimientos y las habilidades, como experiencias sociales, son el objeto de aprendizaje, el contenido. Cada objetivo instructivo tiene que expresar de manera explícita el nivel de asimilación de los contenidos que se pretende incorpore el estudiante, es decir, el grado de dominio de los contenidos.

Estos niveles de asimilación suelen ser por lo general considerados como cuatro: familiarizarse, reproducir, producir y crear.

El primer nivel, o familiarizar, pretende que los estudiantes reconozcan los conocimientos o habilidades que se les presentan, aunque ellos no los puedan reproducir.

El segundo nivel, o reproducir, implica la repetición del conocimiento asimilado o la habilidad adquirida, es decir, cuando reproduce lo dicho o hecho por el docente. En este nivel hay enfoques que plantean gradaciones, en correspondencia con que si la acción se reproduce con o sin modelos previamente establecidos, o si se realiza variantes del algoritmo del contenido a asimilar.

En el tercer nivel, o producir, el estudiante es capaz de utilizar los conocimientos o habilidades en situaciones nuevas, es decir, cuando sabe usar lo aprendido.

El cuarto nivel, o crear, está referido a la creación, que supone la capacidad de resolver situaciones nuevas para la que no son suficientes los conocimientos adquiridos, y donde no se conoce el método para resolver el problema ni se tienen todos los conocimientos imprescindibles para su solución, lo que obliga a presuponer un elemento cualitativamente nuevo por parte del estudiante  para llegar a un resultado, es decir, crea una solución a partir de una aplicación creadora de los conocimientos y habilidades que ya posee.

En realidad, los niveles han de ser interpretados como diferentes estadios cualitativos de un único proceso: la asimilación.

En suma, al formularse el objetivo instructivo hay que especificar claramente no solo que conocimiento se ha de asimilar, sino que acciones se van a llevar a cabo con dicho conocimiento, es decir, que nivel de asimilación le ha de corresponder.

Esto prácticamente se realiza mediante el uso de un verbo significativo, pero en ocasiones, el enunciado del verbo no lo garantiza, por lo que se hace necesario redactarlo utilizando las palabras que definan claramente dicho nivel.

El nivel de profundidad concreta el nivel de esencia en que se asimila cada concepto, ley, o teoría, o sea cada conocimiento, y el grado de complejidad y multilateralidad con que se domina la habilidad. Desde este punto de vista un mismo concepto puede ser apropiado en un mayor o menor grado de complejidad, lo cual ha de quedar manifiesto en el objetivo instructivo, el cual puede asumir un mayor o menor nivel de profundidad en distintos momentos de la misma formación.

Así, un concepto que se resume en el primer año de formación, por ejemplo, establecer que la actividad fundamental del desarrollo en la primera infancia es el juego, ha de tener un diferente nivel de profundidad cuando este mismo concepto se analiza en el cuarto o quinto año de dicha formación.

El desarrollo exitoso de un plan de formación exige determinar los objetivos en los diferentes niveles estructurales del proceso docente. Esta característica del proceso educativo de ser un sistema, se extiende a su vez a los objetivos instructivos que han de aparecer a lo largo del plan de formación con esta misma condición de sistema, y donde un tipo de objetivo da lugar a otro de nivel superior, y este a su vez es la base de otro más complejo.

Así, como consecuencia de toda esta labor con los objetivos instructivos, si el proceso instructivo ha sido efectivo, la conducta del estudiante al terminar dicho proceso y los objetivos finales han de ser isomórficos. En este sentido es necesario recordar que, tomando en consideración lo anteriormente dicho, se pueden sintetizar algunas características que han de reunir este tipo de objetivos a la hora de desarrollar el proyecto didáctico, y que según, M.A. Zabalza pueden ser:

  1. Los objetivos terminales (instructivos) han de describir de manera específica el comportamiento a desarrollar por el estudiante, no la del profesor, por ser objetivos de aprendizaje y no de enseñanza.
  1. Han de describir lo que los alumnos han de ser capaces de hacer tras completar una determinada experiencia instructiva.
  1. Los objetivos instructivos han de identificar tanto la conducta u operación como el contenido de la misma, por lo tanto, han de diferenciar la acción o tarea a realizar de su resultado.
  1. La conducta a alcanzar se describe, por lo general, en términos de habilidad, a partir de la operativización de la necesidad en acciones cada vez más claras para satisfacer dicha necesidad.
  1. También, por lo general, se suele expresar el objetivo en conductas observables, y si esto no es posible, hacer que su descripción lo permita sin recurrir a inferencias.
  1. Igualmente es importante reflejar el contexto en que se ha de evaluar la conducta, y en ocasiones, el nivel de logro que se ha de obtener.
  1. La realización de la conducta señalada en el objetivo es entonces indicatoria de que el aprendizaje se ha logrado. Si el objetivo no se ha alcanzado, se imponen varias alternativas: repetir el proceso hasta que el comportamiento se adquiera, se cambia el objetivo, o se modifican las estrategias seguidas, o incluso se buscan otros contenidos u otra organización del currículo.
  1. Los objetivos instructivos a conseguir han de ser comunes para todos los estudiantes, y han de ser homogéneos, aunque por diferencias individuales requieren diferentes tiempos o procesos diferenciados. 

La definición de los objetivos para la formación del educador tiene que partir necesariamente de los objetivos generales, e irse derivando gradualmente , lo que no puede verse como la descomposición de los objetivos en acciones aisladas, sino como subsistemas que surgen de dicha derivación. Estos objetivos generales precisan a su vez los contenidos generales y su estructura, para después derivar a contenidos más específicos, que llegan incluso a concretarse en la unidad más pequeña, la tarea docente (la actividad pedagógica en sí misma).

Finalmente, el dominio de un objetivo hay que precisarlo también dentro de un tiempo dado. Un concepto ha de ser explicado en un intervalo de tiempo, una habilidad lograrse en un lapso determinado, la asimilación de un contenido ha de lograrse en un lapso finito. Por ello, se hace requisito que el objetivo instructivo deba poseer, como elemento de su estructura, el tiempo en el que el estudiante ha de manifestar el dominio de tal objetivo.        

De igual manera se hace requisito precisar las condiciones en que se ha de desarrollar el objetivo, en términos de la tarea docente, ya que estas condiciones pueden modificar la manera en que se pueda asimilar un contenido y, por lo tanto, el logro del objetivo.

El contenido es una categoría didáctica fundamental con la que se caracteriza el proceso docente. Para algunos los contenidos se concretan al sistema de conocimientos que está expresado en el plan de estudios, este criterio ignora una parte esencial del contenido: el sistema de habilidades, que refleja el modo como el hombre se relaciona con sus objetos de trabajo.

Por otra parte, hay quienes aceptando ambas componentes en el contenido, se cuestionan cual de las dos cosas es más importante: si se debe apertrechar al estudiante de conocimientos, o si desarrollar sus habilidades. Así, unos partiendo del pragmatismo, consideran que en el contenido ha de aparecer lo fundamental, el sistema de habilidades, subvalorando a los conocimientos, otros, siguiendo un enfoque racionalista menos precian la práctica y sólo se interesan por el sistema de conceptos, por los conocimientos.

Desde el punto de vista científico dialéctico ambos aspectos  no pueden verse aislados ni separados, pues el desarrollo de las habilidades se logra mediante la adquisición de los conocimientos, y estos se consolidan mediante la habilidad, y ambos se interrelacionan en la práctica.

El contenido, al igual que los objetivos, se organizan en forma de sistema, y en un plan de formación bien concebido, se dan simultáneamente la asimilación de los conocimientos y el dominio de los modos de actuación, en otras palabras, la apropiación de los conocimientos y la formación de habilidades.

El contenido constituye el objeto de asimilación en el aprendizaje de los estudiantes, organizados de modo tal que propicien el logro de los objetivos, en un sistema que agrupa conocimientos y habilidades.

En síntesis, en el proceso educativo cuya función principal es formar profesionales, esto se logra mediante la apropiación del conocimientos de los objetos y sus relaciones, y de los modos de acción con dichos objetos (en suma, el contenido). Por tanto, la sistematización de los conocimientos y las habilidades conforma la maestría del profesional, como resultado del proceso educativo.

Esto hace que, gnoseológicamente, el sistema de contenidos determina niveles diferentes de organización y complejidad, de sistematización, con los cuales es posible caracterizar los distintos grados de asimilación que paulatinamente se van dando en la apropiación del concepto. Concepto que es una imagen generalizada que refleja una multitud de objetos semejantes por medio de sus características esenciales, y que como tal, tiene distintos niveles de complejidad.

De igual manera, en el proceso de analizar estas complejidades, se van delimitando aquellas particularidades que son esenciales de aquellas que son superfluas o anexas, creándose con ello un cierto esquema convencional del fenómeno mediante abstracciones científicas, es decir, se elabora un modelo, y modelación el proceso de crearlos. Esta modelación simplifica el proceso del conocimiento, y permite concretar el contenido en sus aspectos básicos y esenciales.

El plan de formación tiene que sistematizar estos contenidos esenciales, a la vez que delimita el rango de los conocimientos y la extensión de las habilidades. Ello conlleva a la precisión de las ideas básicas que deben regir el plan de estudios, que en calidad de invariantes subyacen en la base de toda su estructura, y de las que se infieren el resto de los elementos componentes del objeto de estudio. Estas invariantes abarcan tanto al sistema de conocimientos como el determinar las habilidades fundamentales o esenciales que en calidad también de invariantes, deben aparecer en el contenido de una asignatura.

Las invariantes tienen que ser indefectiblemente dominadas por los estudiantes, pues ellas caracterizan el perfil profesional, y aseguran el desarrollo de sus capacidades cognoscitivas, la formación de la personalidad, y la potencialidad de enfrentar los problemas complejos y resolverlos mediante la aplicación de tales invariantes.

La tarea significativa entonces es seleccionar adecuadamente aquellas invariantes de conocimientos y habilidades que garanticen los modos de actuar propios del profesional (y que se concretan en el modelo o perfil del profesional).

La determinación de las invariantes del plan de formación y el modo de perfeccionarlas, es lo que permite la racionalización del proceso docente educativo y el incremento de su eficiencia.

A su vez, esta determinación posibilita y precisa en buena medida la estructura  de los contenidos de la asignatura o el módulo. El plan de estudio para la formación de un profesional educador requiere, por lo tanto, delimitar claramente sus invariantes en los conocimientos y las habilidades, y organizar su sistema, que debe llevar progresivamente a aquel profesional que se desea lograr.

Al establecer estas invariantes en sistema, es decir, su estructura sistémica, es imprescindible determinar la jerarquización de unos componentes y otros, y sus relaciones y funciones. En el caso de los objetivos y los contenidos sus relaciones se manifiestan del modo siguiente:

-         La estructura y funciones de los contenidos es el resultado de su adecuación a los objetivos. Lo que el docente enseña y el estudiante aprende son los contenidos, pero su estructura, sus niveles de profundidad, asimilación y sistematización responden a los objetivos. De este modo el contenido se manifiesta en el acto pedagógico, el objetivo subyace, es su esencia.

-         El objetivo, al ser esencia, es más general que el contenido, así, una actividad pedagógica puede presentar al estudiante varios conceptos o procedimientos, pero el objetivo integra todos ellos en función de alcanzar un resultado cualitativamente nuevo en la formación del estudiante. Por eso pueden aparecer elementos en el contenido que no se expliciten en el objetivo, dado que su papel es servir a la estructura lógica de los contenidos que se aprenden.

-         El objetivo precisa el contenido. Este engloba la habilidad y el conocimiento, es decir, a la acción y al objeto del conocimiento, pero establecer en que grado se dominará esta actividad, cuales son sus características esenciales, no quedan precisados en la formulación inicial del contenido, por lo que se hace necesario determinar los niveles de asimilación, profundidad y sistematización de ese contenido al formular los objetivos.

-         Es posible lograr nuevos objetivos con los mismos contenidos, en la medida en que se utilicen diferentes métodos y medios de enseñanza, nuevos procedimientos metodológicos al realizar las actividades. Desde este punto de vista objetivos y contenidos tienen una relativa independencia.

-         Los objetivos trascienden lo contenidos porque caracterizan los rasgos más generales a formar en la personalidad del estudiante, dado que son más esenciales, mientras que los contenidos están más referidos a la ciencia objeto de estudio, a los conocimientos y las habilidades.

-         En un plan de formación es posible destacar los distintos niveles del proceso, así el contenido más general de este plan (de la carrera) se refleja en su relación de disciplinas; el contenido de estas y de los módulos o asignaturas se refleja en los programas; el contenido más específico se desarrolla en el libro de texto y en los planes de clase. Así, se puede establecer un sistema que en orden de complejidad va de la tarea docente, a la clase, al tema, a la asignatura, a la disciplina, a la carrera, y todos ellos conforman el plan de estudios.

Esto en sentido general se expresa en las ideas rectoras del plan (también llamadas núcleos básicos o invariantes del conocimiento), que son aquellos conceptos más generales y esenciales de todo el contenido de la o las asignaturas, y sobre las que se organiza, planifica, desarrolla y controla el proceso docente educativo.

Por eso, al momento de elaborar un plan de estudios para la formación de un profesional (en este caso de un educador), lo primero a hacer es determinar los objetivos, para luego precisar los contenidos, que deben tener ideas rectoras que determinen que incluir y que no en el sistema de conocimientos y habilidades.

Una vez considerados los objetivos y contenidos, el siguiente paso es caracterizar la organización y planificación del proceso docente educativo, que también ha de poseer un enfoque sistémico a través de la determinación de sus componentes, de su estructura y de la dinámica lógica de su desarrollo, para cada nivel o grado de sistematización: la carrera, la disciplina, el año, la asignatura, etc.

En el proceso docente educativo que se desarrolla en un intervalo de tiempo dado para garantizar la formación del profesional, y particularmente en la del educador, es posible diferenciar tres áreas integrantes fundamentales, atendiendo al tipo de actividad que realiza el estudiante en el proceso docente educativo, y cuya dinámica y organización le permite la apropiación de los modos de actuación profesional. Estas áreas de formación son:

El área de formación académica, cuto objetivo es posibilitar que el estudiante adquiera los conocimientos y habilidades que son básicos para apropiarse del mod de actuación profesional, y que no necesariamente se identifica con dicho modo de actuación. Esta área se organiza en las distintas disciplinas, asignaturas, cursos, seminarios, etc., que conforman las formas organizativas de asimilación de este tipo de contenidos.

El área de formación práctico-laboral, o practicum, cuyo objetivo fundamental es que el estudiante se apropie de las habilidades que caracterizan su actividad profesional, que manifiesta su lógica de pensar y actuar. Esta área se organiza en las distintas formas de la práctica laboral, en dependencia de las características de la profesión, y se apoya fundamentalmente en la vinculación del estudio con el trabajo.

§                     El área de formación investigativa, cuyo propósito es que el estudiante se apropie de las técnicas y métodos propios de la actividad científico-investigativa, que es uno de los modos de su actuación profesional, que como tal pertenece al área práctico-laboral pero que por su importancia se le da personalidad propia. Esta área se organiza en los diversos tipos en que se concreta la actividad investigativa de los estudiantes.

  §                     Aunque el criterio para clasificar las distintas áreas de formación del proceso educativo descansa en el tipo de actividad fundamental que desarrolla el estudiante, bien sea en lo académico, lo práctico-laboral o lo investigativo, lo cierto es que, por el carácter sistémico del proceso, y porque todos ellas contribuyen a cumplir los objetivos programados en el perfil del profesional, los contenidos respectivos de estas áreas se han de manifestar, de una u otra manera, en las demás.

  §                     Estas áreas de formación se han de organizar vertical y horizontalmente, lo que contribuye de manera significativa a la sistematización del plan de estudios.

  §                     Tomando en cuenta la organización vertical las diferentes áreas de formación se organizan en disciplinas ( o como se estime denominarlas), en correspondencia con el tipo de objetivos y contenidos que abarca.

  §                     La disciplina es la parte del plan de formación en la que, a partir de los objetivos que se declaran en el perfil del profesional, se organizan en forma sistémica, lógica y pedagógica los conocimientos y habilidades (contenidos) relativos a aspectos de la actividad del profesional o de su objeto de trabajo, que sirve de base para su análisis, y que se vinculan, parcial o totalmente con una o varias ramas del saber humano. De este modo la disciplina agrupa varias asignaturas, que constituyen un subsistema dentro de la misma.

  §                     La disciplina y asignaturas comprenden áreas generales que se corresponden  con los contenidos y el objeto de trabajo del profesional. Estos, por lo general, se agrupan en:

  §                     De formación general, cuyo objetivo principal es contribuir a la formación integral del estudiante, y que resultan instrumentos de trabajo para la realización de su actividad profesional.

§                     De formación básica, que tiene el objetivo primordial es que el estudiante domine los contenidos imprescindibles para la comprensión del objeto de trabajo del profesional, y aunque no se identifican con el mismo, contribuyen a lograr una formación científica general.

§                     De formación específica, que tiene el propósito de que el estudiante domine aquellos contenidos más concretos y representativos del objeto de estudio del profesional, y que por lo general se identifica con su campo particular de acción.

§                     De ejercicio de la profesión, que plantea el fin de que los estudiantes dominen los contenidos particulares propios del objeto de trabajo como profesional, y que se manifiestan en las distintas esferas de actuación.

Las dos últimas áreas caracterizan a la profesión, y pueden situarse dentro de la estructura del plan de formación a todo lo largo de la carrera, sin ubicarlas solamente al final, como a veces suele incorrectamente hacerse.

La organización horizontal implica organizar las diferentes áreas de formación por años y niveles, este último permite apreciar los cambios cualitativos que se producen en la integración de las áreas, atendiendo a la identificación progresiva de la actividad del estudiante con la del profesional, por determinados períodos de tiempo.

En la elaboración de los planes de formación la caracterización por niveles ha conllevado a que el mayor peso inicial lo tenga el componente académico, donde lo que se persigue que el estudiante se apropie en lo fundamental de los contenidos generales y básicos de la carrera, así como de los métodos más simples de la profesión, lo cual sirve de motivación para la continuidad de los estudios.

Para el cumplimiento de los objetivos más generales el proceso docente educativo se ha de organizar de manera tal que el estudiante pase por las distintas esferas de actuación propias del sistema laboral de la profesión, y se enfrente a los problemas que se presentan en dicha esfera, y proponga, bajo la guía del profesor, las soluciones que estime pertinentes.

Este enfoque da el papel fundamental en la formación del futuro profesional de las habilidades que caracterizan su profesión, y que le permitan resolver o colaborar en la solución de dichos problemas, de manera independiente y creadora. Todo esto ha de estar contemplado en el plan de formación, si bien su materialización concreta va a depender mucho de la posición teórica que fundamenta dicho plan.

En la elaboración entonces del plan, además, se han de considerar principios que son consustanciales en el mismo:

1.      Principio de la unidad de la educación y la instrucción

Esto significa que el proceso educativo se ha de planificar y organizar de modo tal que la enseñanza de cada conocimiento y habilidad se oriente con el fin de que contribuya a la formación general del estudiante, tanto respecto a los rasgos de su personalidad como al dominio de los contenidos instructivos.

2.      Principio del carácter rector de los objetivos y su articulación con los contenidos

Lo principal en un plan de formación es precisar el modelo pedagógico o sistema de objetivos a alcanzar en los estudiantes en correspondencia con el encargo social que tiene dicha formación, lo cual se logra en la medida en que el estudiante se apropia a su vez de los contenidos que particularizan su futura profesión.

Esto supone una interrelación dialéctica entre estas dos categorías, objetivo y contenido, en todos los niveles de sistematización de la carrera, y en la cual el contenido, si bien ejerce una influencia sobre el objetivo, está subordinado al mismo.

Esta relación dialéctica no puede entenderse en el sentido de que algún contenido que no tenga incidencia en los objetivos a lograr en el plan de formación deba excluirse necesariamente, pues existen determinados conocimientos y habilidades cuya permanencia en el plan se justifica por la propia lógica interna de la ciencia de que se trate.

3.      Principio de la derivación de los objetivos y la sistematización de los contenidos

En la planificación del proceso docente educativo, y sobre la base de este principio, se ha de garantizar que los objetivos que se establecen en el perfil del profesional determinen deductivamente los que se han de alcanzar en las disciplinas, asignaturas, y niveles y años.

Toda la organización del proceso educativo se realiza para que el estudiante cumpla los objetivos planteados en el perfil o modelo del profesional. El principio de la derivación estructura convenientemente todos los contenidos del plan de formación en correspondencia con dicho modelo, para ir paulatinamente aproximándose al ideal final.

4.      El principio de la vinculación de la teoría y la práctica.

Cada actividad docente ha de organizarse de forma tal que contenga no solo el sistema de conocimientos que refleja el objeto de estudio, sino también de la estructura lógica de esos conocimientos que establece la lógica del pensar y actuar (la habilidad) del futuro profesional.

En cada área de formación las actividades docentes informativas tienen que explicitar el conocimiento y la habilidad, lo teórico y lo práctico, y en las actividades docentes de aplicación consolidar en el conocimiento y profundizar en la habilidad.

5.      El principio de la vinculación del estudio y la actividad práctico-laboral

La organización del proceso educativo ha de combinar lo académico con lo laboral, en particular en la formación del educador, por el carácter profesional de la misma, dado que la formación del docente se logra mediante el dominio del sistema de habilidades de cada una de las ciencias que caracterizan su objeto de trabajo, y que se manifiestan de forma más diáfana en la propia actividad pedagógica con los educandos.

6.      Principio de la relación entre la centralización y la descentralización

En la elaboración de un plan de formación por lo general lo fundamental, lo esencial,  lo estratégico, es determinado por el nivel central, que a la vez debe permitir la iniciativa y la creatividad de aspectos de carácter táctico e inmediato en la planificación y organización del proceso docente en el centro formador.

La aplicación de este principio permite delimitar los documentos rectores del plan de formación y aquellos que pueden ser elaborados descentralizadamente en los niveles subordinados, el grado en que dicha descentralización es posible de llevar a cabo va a depender en mucho de la proyección del sistema educacional en una sociedad dada.

7.      Principio de la formación general básica y particular aplicada

El proceso docente, en particular, el correspondiente al profesional educador, se ha de organizar para que posibilite la creación de un profesional de perfil amplio. Para este propósito la estructura y contenido del plan de formación ha de tener un peso relativamente alto de la formación básica y la específica, lo que propicia un nivel científico de base para la flexibilidad y ulterior competencia del graduado, y a la vez  del área de ejercicio de la profesión, que garantice que el estudiante llegue  a dominar su campo de acción como profesional, desde su preparación terminal en la carrera.

8.      Principio de la relación del contenido y la forma de la enseñanza

La organización del proceso educativo implica la determinación de las formas organizativas para que el estudiante domine el contenido y alcance el objetivo. La estructura de las formas organizativas de la enseñanza y el tiempo que se dispone para cada una de ellas se subordina al contenido. Desde este punto de vista las formas organizativas no se determinan por sí mismas, si no que dependen del contenido y de sus distintos niveles de asimilación, profundidad y sistematización.

9.      Principio de la futura independencia del profesional y de su dependencia durante la formación

La organización del proceso educativo ha de concebirse de forma tal que el estudiante, dirigido por el profesor, vaya gradualmente dominando las habilidades que le permitan realizar por sí mismo las tareas que se planteen.

La actividad de enseñanza se ha de planificar de manera que, con el tiempo, el estudiante perfile mejores condiciones para un trabajo independiente, y para eso se han de seleccionar formas de enseñanza que potencien el desarrollo de las capacidades del estudiante, vinculadas directamente con los métodos del trabajo profesional.

Por supuesto, todo lo que hasta el momento se ha planteado constituye un enfoque de cómo concebir esta problemática de la formación del educador, y puede no ser coincidente totalmente con otros enfoques. Así, por ejemplo, hay autores que consideran que la categoría fundamental son los contenidos y que los objetivos están supeditados a los primeros, hay otros que valoran una estructura ajena por completo a disciplinas y asignaturas, entre otros criterios. Pero, sea uno u otro, lo importante es enfocar científicamente esta formación y hacer un plan de estudios que verdaderamente responda a las necesidades de formar un profesional de alta capacidad técnica acorde con los requerimientos del desarrollo de la sociedad actual, y rasgos de personalidad y conducta personal propios para el rol que ha de desempeñar en la educación de niños de edades tan tempranas.

Esto se expresa de igual manera en la estructura del plan de estudios de esta formación, que puede enfocarse de formas diversas, de acuerdo con el enfoque teórico del cual se parta.

Un plan de estudios puede definirse como el total de las experiencias de enseñanza-aprendizaje que deben ser cursados durante una carrera e involucra la especificación del conjunto de contenidos seleccionados para el lograr ciertos objetivos, así como para estructurar y organizar la manera en que deben ser abordados dichos contenidos, su importancia relativa y el tiempo previsto para su aprendizaje.    

De igual manera algunos consideran que es el esquema estructurado de las áreas obligatorias y fundamentales, y de las áreas optativas, con sus respectivas asignaturas que forman parte del currículo en los establecimientos educativos.

Como estas pudieran añadirse otras definiciones que de una forma u otra concretan lo que es necesario organizar, hacer y desarrollar para posibilitar la formación de un estudiante que ha de devenir un profesional de un determinado campo de acción social.

Cualquiera que sea su definición, un plan de estudio bien concebido debe:

ser funcional, o sea que responda a las exigencias del perfil del profesional, a la vez que resulte aplicable en el tiempo y las particularidades de los alumnos,

ser flexible, para que la estructura del plan base de contenidos por años pueda ajustarse a las particularidades individuales de los estudiantes y a las transformaciones que impone el desarrollo científico-técnico,

ser coherente, que implica una concepción de sistema de todas las actividades y un aprovechamiento máximo de todas las potencialidades educativas del proceso pedagógico,

ser eficiente, para una apropiada utilización de los recursos humanos y materiales, logrando un mínimo de gastos aprovechando al máximo la planta de profesores, la base material de estudio y las condiciones concretas de la institución en general,

ser portador de una alta calidad en la gestión educacional y en el nivel de calificación del profesional que pretende formar.

Un plan de estudios contiene, por lo tanto, información organizada y sistematizada de todo lo que ha de aprender el educando durante el proceso concreto de enseñanza y aprendizaje, y el orden propuesto a seguir dentro del proceso. Esto ha de organizarse de manera lógica, que sigue en términos generales la siguiente secuencia:

1.      Organización de los contenidos en materias (asignaturas, disciplinas) o módulos.

2.      Estructuración de las asignaturas o módulos en un plan curricular, atendiendo a una secuencia horizontal, referida la conjunto de asignaturas o módulos que han de cursarse en el mismo ciclo, y a una secuencia vertical, relacionada con el orden en que las asignaturas o módulos deben cursarse en los diferentes ciclos escolares.

3.      Establecimiento del mapa curricular, que incluye la duración de las asignaturas o módulos, su valor en créditos, asignaturas o módulos que comprenderá cada ciclo escolar, etc.

La naturaleza de los planes de estudio para la formación de un profesional depende de los objetivos y de las  consideraciones de orden pedagógico, psicológico, epistemológico y administrativo, principalmente, que derivan en diferencias en su estructuración.

Históricamente la estructura de los planes de estudio ha seguido tres tipos principales:

a)      Estructuración lineal o por asignaturas

b)      Estructuración por módulos

c)       Estructuración mixta

La estructuración lineal o por asignaturas se refiere a tomar cada uno de los cuerpos organizados de conocimientos, hábitos, habilidades y actividades, dividirlos y articularlos siguiendo una mayor lógica en cuanto al contenido y a las experiencias de aprendizaje, pasando de un tema a otro, según una jerarquización definida, y partiendo de un análisis, valoración y ordenamiento previos a la enseñanza.

Esta estructuración por asignaturas ha sido la históricamente predominante en la elaboración de los planes de estudios, pues su elaboración es más fácil para el control administrativo para las instituciones educacionales, y donde también influye la tradición, la falta de experiencia para asimilar modalidades distintas, etc.

En algunos planes estas asignaturas se agrupan en disciplinas, como anteriormente se ha señalado, lo que ha llevado a una variante de estructuración por disciplinas.

No obstante ser el enfoque más difundido, a la estructuración lineal o por asignaturas se le han señalado críticas, tales como:

o       El que contribuye de una manera particular a fragmentar la realidad y generar repetición constante de información muchas veces contradictoria, que son percibidas por el estudiante como opiniones o puntos de vista igualmente válidos, y no como concreciones de marcos teóricos diversos.

o       Que privilegia la exposición y tiende a convertir al alumno en espectador ante el objeto de estudio.

o       Que genera un gasto innecesario de energía psíquica por parte de alumnos y maestros como consecuencia de la atomización de contenidos.

En este sentido, cabría responderse de que a pesar de que esta concepción tiende a contemplar los nexos externos de las asignaturas y disciplinas y su evaluación esencialmente en términos de cantidad, no es indispensable hacer desaparecer este tipo de organización, pero si enseñar las asignaturas y disciplinas en función de sus propias relaciones dinámicas y vinculadas a los problemas sociales, lo que contribuiría prever los peligros de una cultura fragmentada y sentar las bases de un pensamiento interdisciplinario.

La estructuración por módulos es una concepción del plan de estudios que integra las diferentes disciplinas a partir de centrarse en la solución de problemas (u objetos de transformación).

Su surgimiento es relativamente reciente, y aparece como una propuesta a la solución de la estructura lineal. Así, por ejemplo, M. Panza señala que los módulos son una estructura integrativa y multidisciplinaria de actividades de aprendizaje que en un lapso flexible permite alcanzar los objetivos educacionales de capacidades, destrezas y actitudes que le permiten al alumno desempeñar funciones profesionales.

Como aspectos positivos de esta estructuración del plan de estudios se señala el que rompe con el aislamiento de la institución escolar con respecto a la comunidad, pues amplia el concepto de aula hasta el contexto social; rompe con el clásico enciclopedismo al actuar con la realidad y no concretarse al estudio de los contenidos; elimina la superposición de temas; suprime las motivaciones artificiales, al trabajar con la realidad que de por sí es estimulante, entre otras razones.

No obstante, también se le señalan críticas, entre las que se encuentran:

-         La estructura por módulos por sí misma no garantiza la ruptura con el positivismo.

-         Existe el peligro de que los cursos se conviertan en una revisión pasiva de generalización que ofrece pocas oportunidades para la investigación, es decir, que buscando profundidad se incremente la superficialidad.

-         Exige una preparación, compenetración, compromiso y motivación con los principios del enfoque que no todos los docentes pueden alcanzar.

La estructuración mixta está formada por la organización de un tronco común que cursan todos los alumnos al principio de una carrera, y un conjunto de especializaciones de las cuales el alumno escoge una. Este enfoque comparte las características de las dos alternativas anteriores, y permite al alumno especializarse en un área más particular dentro de una disciplina o profesión.

La viabilidad y conveniencia de este tipo de plan tiene que determinarse de acuerdo con los criterios sociales, económicos, de mercado de trabajo, de recursos, entre otros factores.

Existen otras propuestas de estructuración, así S. Sabath y otros proponen la distribución por asignaturas, por áreas (referidos a contenidos que provienen de diferentes disciplinas, relacionados entre sí para facilitar una integración multidisciplinaria, buscando integrar recursos y contenidos de estudio), y por módulos.

H. Taba plantea hacerlo por materias (que se refiere a las asignaturas), grandes temas generales con una organización basada en procesos sociales y las funciones sociales.

C. Alvarez propone hacer una estructuración en asignaturas, disciplinas, módulos y por créditos.

Como se ve el llegar a un criterio único de cómo ha de organizarse el plan de estudio puede ser una tarea extraordinariamente difícil, pues en la misma operan la tradición técnica y cultural, el grado de desarrollo social, el nivel técnico y profesional del campo de acción, entre muchos otros factores, por lo concebir una unicidad aceptada por todos impresiona a todas luces como algo imposible de alcanzar. Sirva como ejemplos, tres planes de estudio tomados al azar de distintas instituciones y países:

Plan de estudios Bachillerato en Educación Preescolar

Primer cuatrimestre

Filosofía de la Educación

Expresión oral y escrita

Psicología General

Impostación de la voz

Segundo cuatrimestre

Psicología del desarrollo del niño

Expresión Corporal

Fundamentos históricos y filosóficos de la Educación

Inglés básico

Tercer cuatrimestre

Nutrición y Salud del Preescolar

Literatura infantil

Educación Física de la Edad Preescolar

Computación

Cuarto cuatrimestre

Tecnología educativa en la educación

Educación curricular y problemas de aprendizaje

Artes plásticas

Inglés básico II

Quinto cuatrimestre

Educación científica para el preescolar

Estudios sociales para el Preescolar

Didáctica General

Administración de centros infantiles

Sexto cuatrimestre

Evaluación y Diagnóstico en Preescolar

Educación Musical para el Preescolar

Matemática en la Educación Preescolar

Principios de Orientación en Preescolar

Séptimo cuatrimestre

Educación Científica II para el Preescolar

Didáctica específica

Artes del Idioma en la Educación Preescolar

Legislación educativa

Octavo cuatrimestre

Diseño curricular para la Educación Preescolar

Sociología educativa

Estudios sociales para el preescolar

Experiencia Preescolar

Grado de Licenciatura

Primer cuatrimestre

Métodos de investigación educativa

Introducción a la terapia de juego

Trastornos del desarrollo del niño

Trastornos de la personalidad infantil

Segundo cuatrimestre

Métodos y técnicas de evaluación

Desarrollo perceptual del niño

Aprendizaje psicomotor

Orientación en la investigación preescolar

Tercer cuatrimestre

El preescolar y sus dificultades de aprendizaje

Técnicas de modificación de conducta

No corresponde este momento hacer un análisis de este plan de estudios, que solamente se muestra como un ejemplo de cómo puede estar concebido un programa de formación de educadores preescolares. Si es de señalar que, de acuerdo con lo que se lee, aparentemente parece que existen dos salidas para este plan de estudios, una que abarca hasta el octavo cuatrimestre, y otra salida para la licenciatura, que implica un incremento de otros tres semestres.

De igual manera se observa la agrupación por cuatrimestres, y la estructura por régimen lineal o de asignaturas.

Es  también significativo que la carrera solamente está enfocada hacia el niño de edad preescolar, con omisión de la educación en edades más tempranas.

El siguiente es otro modelo tomado al azar, en el que es relevante el hecho de que no se refleja como una licenciatura, y abarca la edad preescolar y escolar, bajo el término de educación infantil.

Diplomatura Magisterio en Educación Infantil

Primer curso

Didáctica General

Psicología de la Educación

Psicología del desarrollo en la edad escolar

Sociología de la Educación

Teoría e Instituciones contemporáneas de Educación

Desarrollo de la Expresión Plástica y su didáctica

Desarrollo Psicomotor

Conocimiento del medio natural I

Fundamentos de la Lengua Española

Matemáticas

Sociología de la infancia

Optativas – Religión

Libre Configuración

Segundo curso

Organización del Centro Escolar

Bases psicológicas de la Educación Especial

Practicum I

Adquisición y desarrollo del lenguaje

Desarrollo del pensamiento matemático y su didáctica

Desarrollo de la Expresión musical y su didáctica

Fundamentos de las ciencias sociales

Desarrollo de la Expresión Plástica y su didáctica II

Conocimiento del medio natural II

Génesis de los sistemas de Educación contemporánea

Optativas – Religión

Libre configuración

Tercer curso

Bases didácticas de la Educación Especial

Nuevas tecnologías aplicadas a la Educación

Practicum II

Adquisición y desarrollo del lenguaje II

Conocimiento del medio natural social y cultural

Literatura infantil

Didáctica de la Matemática en Educación Infantil

Optativas

Libre configuración

En el modelo expuesto se destaca también una organización lineal por asignaturas, y una aparente división en semestres, así como un término de tres cursos para la adquisición del título de Maestro en Educación Infantil. 

El tercer modelo ejemplo va a corresponderse con una licenciatura de cinco años, que va a seguir una estructura disciplinar y de asignaturas. Esto va a implicar que una disciplina puede estar ubicada en varios semestres atendiendo a su lógica interna.

Primer semestre

Fundamentos ideológicos, filosóficos y sociológicos de la Educación:

Fundamentos ideológicos de la educación

Filosofía de la Educación

Sociología de la Educación

Lengua Materna y su metodología:

Elementos de la comunicación en la Educación Preescolar

Fundamentos de la actividad pedagógica:

Educador y Sociedad

Computación

Segundo semestre

Inglés

Fundamentos de la actividad pedagógica

Fisiología del desarrollo e Higiene del niño preescolar

Psicología Preescolar I

Metodología de la investigación educativa

Tercer semestre

Inglés

Fundamentos de la actividad pedagógica

Psicología Preescolar II

Pedagogía Preescolar I

Cuarto semestre

Lengua materna y su metodología

Literatura infantil

Fundamentos de la actividad pedagógica

Psicología preescolar III

Pedagogía Preescolar II

Quinto semestre

Lengua Materna y su metodología

Metodología de la Lengua Materna I

Fundamentos de la actividad pedagógica

Diagnóstico y evaluación del desarrollo del niño preescolar

Fundamentos de Pedagogía Especial

Educación Plástica y su metodología I

Educación Musical y su metodología I

Sexto semestre

Lengua Materna y su metodología

Metodología de la Lengua Materna II

Educación Plástica y su metodología II

Educación Musical y su metodología II

 

Séptimo semestre

Fundamentos de la actividad pedagógica

Historia de la Educación

Historia de la Sociedad del país

Teoría y Metodología del conocimiento del mundo

Metodología de las Nociones elementales de Matemática I

Metodología de la Educación Física Preescolar

Octavo semestre

Fundamentos de la actividad pedagógica

Educación Sexual

Teoría y Metodología del conocimiento del mundo

Metodología de las Nociones elementales de Matemática II

Teoría y metodología de la educación sensorial

Metodología del Conocimiento del Mundo Social

Metodología del Conocimiento del Mundo Natural

Noveno semestre

Talleres específicos

Talleres profesionales

Taller de Tesis

Seminarios especiales (Juego, Poesías, cantos y juegos tradicionales, Medios de enseñanza, Manualidades).

Décimo semestre

Formación práctico-académica en el centro infantil

Esta carrera constituye una licenciatura, que se extiende a cinco años lectivos, divididos en semestres.

Como se observa, la respuesta curricular a la formación del educador preescolar es muy disímil, tanto en lo que respecta al nivel de enseñanza en que la misma se ubica, la estructura del currículo, la extensión de los años de estudio, la concepción de los contenidos que han de incluirse en el plan de estudios, entre otros muchos aspectos. Ello hace que la formación del educador de la primera infancia sea muy heterogénea a escala internacional, y que prácticamente se conciba un modelo particular para cada sistema educacional. Si bien esto responde a las propias tradiciones culturales y sociales, y al desarrollo técnico de cada comunidad educativa, lo cierto es que se hace indispensable establecer lineamientos generales que hagan más semejantes los diversos currículos, principalmente en cuanto a los objetivos y contenidos, dejando a libre consideración la estructura que puede asumir el plan de estudios: lineal o por asignaturas, disciplinar, modular, mixta, etc.

La homogenización en la medida de lo posible de los planes de estudio puede ser una vía importante para darle un carácter más científico a la formación del educador de la primera infancia, puesto que esto facilitaría la dirección de esta formación, su proyección investigativa y su prestigio profesional.