LA ALIMENTACIÓN EN
EL NIÑO
La alimentación es el conjunto de actividades
voluntarias que realizamos desde que adquirimos las sustancias para
su consumo, hasta el momento que las ingerimos, masticamos y deglutimos.
Con la deglución del alimento se inicia
la nutrición; constituida por una serie de procesos inconscientes
e involuntarios que se producen en nuestro organismo para transformar
los alimentos en sustancias químicas más simples que
puedan ser absorbidas en el ámbito intestinal para que conducidas
a través de la sangre lleguen a los tejidos para su aprovechamiento.
De esto se desprende la interrelación
entre alimentación y nutrición ya que para una nutrición
adecuada se precisa de una variedad y proporción correcta
de los nutrientes obtenidos de los alimentos y por tanto de una
variedad y equilibrio adecuados de éstos.
Por tanto sólo con una alimentación
correcta se conseguirá una nutrición adecuada. Se
considera una alimentación correcta aquella que aporta cada
día y en relación satisfactoria todos y cada uno de
los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento de nuestro
organismo. Tales nutrientes son:
-Nutrientes Energéticos: Al ser
"quemados" proporcionan calorías que el organismo
necesita para mantener una adecuada temperatura corporal y realizar
las actividades habituales. Son:
- Las grasas.
- Los hidratos de carbono.
-Nutrientes Reguladores: Participan
en los procesos metabólicos esenciales del organismo. Son:
- Las vitaminas.
- Agua.
- Fibras vegetales.
Una nutrición equilibrada tiene gran
importancia, pues incide de forma directa en el mantenimiento de
la salud en organismos sanos y favorece el restablecimiento en casos
de enfermedad. Tiene especial relevancia en la infancia por ser
la etapa de mayor desarrollo físico y psíquico cuya
evolución marcará necesariamente el futuro de ese
individuo.
Es importante inculcar en los niños
la necesidad de ingerir leche y sus derivados.
Con respecto al consumo de sal, el niño
que se acostumbra a una alimentación "sosa" será
más sano de adulto.
Una educación para la salud debe pretender
que los niños desarrollen hábitos y costumbres sanos,
que los valoren como una de los aspectos básicos de la calidad
de vida y que rechacen las pautas de comportamiento que no conducen
a la adquisición de un bienestar físico y mental.
Se sabe, que es en la infancia donde se van
modelando las conductas que dañan la salud; de ahí
que desde la etapa de educación infantil resulte adecuado
y necesario tratar de potenciar los estilos de vida saludables.
Los hábitos alimenticios deben ser cuidados desde las primeras
etapas del crecimiento por la importancia fisiológicas y
social que la alimentación tiene en nuestros días.
Así, que debemos proponernos como objetivos a primera vista,
instaurar las siguientes normas alimenticias en un plazo que sea
conveniente
Es evidente que un organismo no crece sin los aportes
de nutrientes necesarios. Este aporte debe de ser suficiente, equilibrado
y, a ser posible, natural y exento de elementos contaminantes, lo
que, aunque parezca de lógica simple no siempre se consigue.
Por consiguiente es fundamental vigilar la
alimentación en el niño o la niña, para que
esta se lleve a cabo de la forma más equilibrada posible.
En los primeros años de vida del niño
o la niña estos pasan por dos etapas fundamentales y bien
diferenciadas, que son la lactancia y la educación alimentaria,
con una etapa intermedia que sirve de puente entre ambas, que es
la de introducción progresiva de alimentos.
Estas fases son las básicas en su desarrollo
inmediato y futuro, tienen gran importancia en la prevención
de posteriores enfermedades y darán la pauta de los hábitos
alimenticios a lo largo de la vida. De aquí la importancia
que hoy día está alcanzando la dietética y
nutrición en edades tempranas.
Durante la fase de lactancia dada la inmadurez
e indefensión que presenta el individuo es fundamental. Durante
las primeras semanas de vida se alimenta exclusivamente con leche;
es la lactancia exclusiva, bien como lactancia natural (la materna),
lactancia artificial o siguiendo una lactancia mixta en la que se
alternan las anteriormente citadas, suplementándose.
La lactancia exclusiva debe mantenerse hasta
aproximadamente los cinco o seis meses, en que se puede ir introduciendo
nuevos alimentos de forma progresivamente creciente hasta casi los
dos años, disminuyendo también el aporte lácteo,
entrando sin brusquedad en la etapa en que la leche ya no es el
alimento principal, aunque si básico.
La fase de alimentación complementaria
podemos centrarla, sin entrar en consideraciones especiales ni en
características individuales de cada niño o niña,
al rededor de los seis meses como hemos dicho anteriormente.
En los niños o niñas alimentados
con la leche de la madre, siempre que sea posible y se confirme
una buena evolución, no será necesario introducir
alimentos complementarios durante los seis primeros meses. A partir
de este momento se valorará el iniciar una alimentación
complementaria a la leche materna.
En los niños y niñas alimentados
con lactancia artificial, la incorporación de alimentos no
lácteos podrá hacerse coincidir con el cambio a una
leche de continuación, hacia los cinco meses. La introducción
de estos nuevos nutrientes debe hacerse de forma lenta y progresiva
que facilite al organismo la adaptación a las nuevas sustancias,
permitiendo comprobar la tolerancia a estos primeros alimentos.
Durante la fase de educación alimentaria
el niño o la niña irá adquiriendo los hábitos
de alimentación que serán la base de aquellos que
mantendrá a lo largo de su vida y constituirá un reflejo
de su ambiente familiar y sociocultural. El niño o la niña
en esta etapa aprenderá a escuchar las demandas de su organismo
en cuanto a la alimentación. El forzarle a comer solo le
llevará a una situación de rechazo de la comida por
sistema y el utilizar la comida como premio, hará que la
busque como algo gratificante ante diversas situaciones anímicas
y de ansiedad que van a acompañarle a lo largo de su vida,
dando lugar a un individuo cuyo hábito alimenticio sea comer
por placer o para disfrutar y no para nutrirse. Con esto no queremos
decir que la alimentación no conlleve cierta sensación
placentera de la que podemos disfrutar, sino, que no debe exacerbarse.
En esta fase de formación de los hábitos
podemos diferenciar una primera etapa, entre el año y el
año y medio, en que la base de la alimentación sigue
siendo la de la anterior fase con ciertas modificaciones y sin triturar
tanto los alimentos, añaden diversos derivados lácteos
o bien preparados de leche como natillas o flanes. Comienza a tomar
trocitos de jamón de York, y en forma creciente para comprobar
su tolerancia, margarina, tostadas, croquetas, sopas de sémola
o tapioca, trocitos de fruta y pescado sin triturar,... En resumen,
sobre la base de una dieta semiblanda iremos introduciendo los nuevos
alimentos.
La siguiente etapa de la fase de formación
la centramos entre año y medio y dos años. Empezaremos
a ofrecer algunas de las comidas "menos fuertes" que habitualmente
toma la familia, evitando las especias y condimentos y también
de forma progresiva.
Entre los dos y los seis años la alimentación
del niño o la niña es prácticamente la del
adulto, con sus consiguientes limitaciones.
Consideramos importante puntualizar que hasta
el año y medio aproximadamente, etapa esta en la que al niño
o la niña se le prepara individualmente la comida, debemos
suprimir el uso de sal. Los alimentos contienen suficiente sodio
para que, en condiciones normales, las modernas pautas dietética
desaconsejan la adición de sal, ya que parece existir una
relación sodio-hipertensión en la que independientemente
de la ingesta de esta en la edad adulta, parece jugar un papel importante
la riqueza en sal de la alimentación en la primera infancia.
A partir de que el niño se introduce en la alimentación
familiar, los alimentos irán sazonados en la forma en que
habitualmente lo tomen los adultos.
Con el azúcar refinado sucede algo similar.
La obesidad, diabetes, etc., en las que la ingestión de sacarosa
es un factor de riesgo, aconsejan su limitación en la dieta
a lo largo de la vida.
Alrededor de los tres años el niño
ya tiene capacidad para ingerir y asimilar cualquier tipo de carne
y vísceras, pero se deberá dar preferencia a las carnes
y pescados magros, para no sobrecargarles de grasas animales. Una
o dos veces a la semana se sustituirá la carne por hígado,
debido a su riqueza en hierro.
El huevo se administrará entero procurando
no pasar de 3 a la semana, y mejor en tortilla o cocido que no frito.
Los cereales junto con la fruta serán
las principales fuentes de hidratos de carbono y además contienen
proteínas vegetales. Se administrarán diariamente
ya sean secos, con leche o en puré.
Las legumbres y verduras también se
tomarán diariamente.
Las frutas se tomarán frescas y bien
maduras. Al menos dos piezas diarias y preferiblemente más.
Si acostumbramos al niño a tomarla limitaremos la adicción
de sacarosa (dulces) y con ello las caries dentales y otros problemas.
La ración diaria en estas edades es
de unas 1.300 kcal. y deben distribuirse en 4 comidas de la forma
siguiente:
Desayuno: 25 por 100 del valor calórico
total (325 kcal.)
Comida: 30 por 100 del valor calórico
total (390 kcal.)
Merienda: 14 por 100 del valor calórico
total (195 kcal.)
Cena: 30 por 100 del valor calórico
total (390 kcal.)
Porsupuesto se hará manteniendo una
correcta proporción entre los distintos principios inmediatos:
- proteínas: 10-15% de la ración
energética total (según edad del niño).
- grasas: 30-38% de la ración energética
total.
- hidratos de carbono: 50-58% de la ración
energética total.
Con ello, conseguiremos los objetivos nutricionales
de esta etapa que son:
- conseguir un crecimiento adecuado.
- evitar patologías por exceso o defecto
de nutrientes específicos (caries...).
- prevenir problemas en su vida de adultos
que van a estar influenciados por la dieta, tales como: hipertensión
arterial, obesidad, hipercolesterolemia, etc.
- crear pautas alimenticias sanas que les permitan
afrontar ahora y en el futuro situaciones de sobrecarga ya sea física
(actividades deportivas, períodos de crecimiento acelerado)
como psíquicas (época de estudios intensivos, stress...).
Si tenemos presente que pretendemos educar
para la vida, no olvidemos en ningún momento que la vida
empieza en el propio cuerpo del niño y en su desarrollo,
y que también hay que educarlo para que se alimente de la
forma más equilibrada posible, para que puedan desarrollarse
mejor en todas sus actividades cotidianas.
Una educación para la salud debe pretender
que los niños desarrollen hábitos y costumbres sanos,
que los valoren como una de los aspectos básicos de la calidad
de vida y que rechacen las pautas de comportamiento que no conducen
a la adquisición de un bienestar físico y mental.
Se sabe, que es en la infancia donde se van
modelando las conductas que dañan la salud; de ahí
que desde estas edades resulte adecuado y necesario tratar de potenciar
los estilos de vida saludables. Los hábitos alimenticios
deben ser cuidados desde las primeras etapas del crecimiento por
la importancia fisiológicas y social que la alimentación
tiene en nuestros días
Durante la fase de educación alimentaria
el niño o la niña irá adquiriendo los hábitos
de alimentación que serán la base de aquellos que
mantendrá a lo largo de su vida y constituirá un reflejo
un reflejo de su ambiente familiar y sociocultural.
El niño o la niña en esta etapa
aprenderá a escuchar las demandas de su organismo en cuanto
a la alimentación. Es importante tener en cuenta que los
niños no deben comer las mismas cantidades que los adultos.
Debemos pues evitar la obsesión por las cantidades, es decir,
que son ellos mismos los que saben cuanto necesitan comer y no hay
que insistir cuando no quieren más. El forzarle a comer sólo
le llevará a una situación de rechazo de la comida
por sistema.
Otra cosa bien distinta es un niño que
casi nunca tiene hambre y que, además, pierde peso, se acatarra
con frecuencia, se muestra apático y se distrae con facilidad,
síntomas que "pueden" indicar que no está
bien alimentado.
Por otro lado el utilizar la comida como premio,
hará que la busque como algo gratificante ante diversas situaciones
anímicas y de ansiedad que van a acompañarle a lo
largo de su vida, dando lugar a un individuo cuyo hábito
alimenticio sea comer por placer o para disfrutar y no para nutrirse.
Con esto no queremos decir que la alimentación no conlleve
cierta sensación placentera de la que podemos disfrutar,
sino, que no debe exacerbarse.
Hoy en día el riesgo de padecer enfermedades
nutricionales por deficiencia o falta de algunos nutrientes esenciales
se ha reducido considerablemente desde principios de siglo y, gracias
también a la reducción de las enfermedades infecciosas,
el hombre vive más años. Sin embargo, han aparecido
o se han incrementado el número de enfermedades propias de
los países occidentales por malos hábitos alimenticios,
tales como la obesidad, hipertensión, caries dentales, enfermedades
coronarias, etc.
Un error frecuente es el abusar de las carnes
y pescados descuidando las dietas vitamínicas, provocando
enfermedades carenciales y desnutrición. Otro caso que nos
encontramos es el empeño de algunas madres de engordar a
sus hijos abultando la dieta, de tal forma que aparece la obesidad
con sus secuelas de enfermedades cardiovasculares y de caries, tan
peligrosas no sólo en la infancia, sino en la vida adulta.
Este exceso no tiene razón alguna, ya que el organismo desprecia
la sobrecarga alimenticia produciéndose incluso cuadros tóxicos
ante la avalancha vitamínica proporcionada al niño.
La desorganización de las comidas, la ignorancia dietética,
el abuso de determinados productos, la falta de tiempo para la preparación
de los alimentos, etc., son causas constantes de deficiencias alimentarias.
Es por lo tanto labor de los padres establecer
unos hábitos alimenticios predicando con su ejemplo y explicando
a sus hijos la importancia de una dieta equilibrada para su salud
y rendimiento físico.
El cambio de unos hábitos alimenticios
no es una cosa sencilla, no puede hacerse de la noche a la mañana;
todo requiere su tiempo. Introduzca los cambios en la dieta progresivamente
y más aún cuando se trata del niño en edad
escolar.
He aquí uno de los retos más
importantes para los padres, que el niño avance en su alimentación
por los caminos del equilibrio, al mismo tiempo que satisface su
natural y conveniente goce en el acto de comer.
No olvidemos el aspecto afectivo que la
alimentación guarda en estas edades. Debemos crear un ambiente
de cordialidad a la hora de comer sin prisas, ni gritos y por supuesto
nunca utilizar la comida como castigo.
Por último el acto de comer supone
una de las primeras relaciones sociales del niño, será
un inicio de la enseñanza en el comportamiento con los demás,
inculcándoles desde pequeños una disciplina, corrección
en los modos y hábitos higiénicos que mantendrán
de por vida.
A modo de resumen sugerimos 10 consejos para
que su hijo coma bien:
- Debe crear un ambiente de cordialidad a la hora de comer
sin prisas, ni gritos.
- No utilizar nunca la comida como castigo.
- Deje que su hijo colabore dentro de sus posibilidades en
las actividades relacionadas con la alimentación.
- Introduzca los cambios en la dieta progresivamente y siguiendo
los consejos de su Pediatra.
- Evite la monotonía. No use siempre el mismo tipo
de verdura, carne o pescado. Piense que una dieta es tanto más
nutritiva cuanto más variada.
- Predique con su ejemplo y explicando a sus hijos la importancia
de una dieta equilibrada para su salud y rendimiento físico.
- Hacerle receptivo y acostumbrarle a nuevos gustos.
- Regularidad escrupulosa del horario de comida.
- No obsesionarse por las cantidades, ni utilizar la comida
como premio.
- Por último el acto de comer supone una de las primeras
relaciones sociales del niño, será un inicio de
la enseñanza en el comportamiento con los demás,
incúlquele desde pequeños una disciplina, corrección
en los modos y hábitos higiénicos que mantendrán
de por vida.
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