Comprensión lectora y lectura de imágenes | |
1. La lectura
de imágenes en el marco de la legislación educativa
Una de las herramientas de las que se vale la Literatura Infantil para conseguir la comunicación con sus lectores es la de utilizar un extenso abanico de códigos, entre ellos el iconográfico. Su función no es ornamentar sino complementar y clarificar los signos escritos en la obra, formando parte inherente del mensaje estético y, por tanto, de su propia textualidad. Esta característica no pasa desapercibida en el marco legal que rige la Educación Infantil. En la legislación española, el Diseño Curricular Base, elaborado bajo las directrices de la LOGSE, manifiesta como undécimo objetivo general del Área de Comunicación y Representación:
Y en los bloques de contenido que establece bajo el epígrafe Aproximación al lenguaje escrito encontramos entre los contenidos procedimentales algunos que hacen referencia a este tema:
En la legislación portuguesa, a modo de ejemplo, las llamadas Orientaciones Curriculares dedican el Área de Comunicación a establecer preceptos muy similares a los españoles. Ésta es la única Área en la que se distinguen varios dominios. Dominios que se considera deben estar íntimamente relacionados, porque todos ellos se refieren a la adquisición y aprendizaje de códigos que son medios de relación con los otros, de recopilación de información y de sensibilización estética, indispensables para que el niño represente su mundo interior y el mundo que le rodea. Sin embargo, aunque no expliciten el trabajo de decodificación de imágenes tan contundentemente como en el DCB, no obvian que el dibujo es también una forma de escritura y que estos dos medios de expresión y comunicación surgen muchas veces asociados, complementándose mutuamente. El dibujo de un objeto puede sustituir una palabra, una serie de dibujos permiten “narrar” una historia o representar los momentos de un acontecimiento. Se sugiere, en este apartado, el trabajo con las ilustraciones. En la legislación italiana en el apartado de experiencia educativa (concepto equivalente al Área científica de la legislación española) denominado Mensajes, formas y media se manifiesta la necesidad de introducir al niño en los lenguajes de la comunicación y de la expresión visual, partiendo del garabato y de las primeras conceptualizaciones gráficas para activar una posibilidad más madura de producción, empleo e intercambio de señales o de técnicas.
Las concepciones sobre la lectura se han ido modificando en los últimos años como consecuencia de los estudios de lingüística, psicolingüística, psicología cognitiva, sociolingüística, (Pearson y Stephens, 1992). Las definiciones del proceso lector han cambiado y los objetivos para la enseñanza de la lectura, también (Glazer y Searfoss, 1988). En la década de los sesenta se pensaba que el éxito en la comprensión lectora dependía de los procesos de decodificación: si los alumnos eran capaces de identificar las palabras del texto, la comprensión estaría asegurada. Ésta era considerada como el producto resultante de la capacidad de recordar palabras y responder a determinadas cuestiones. Se comprobó, no obstante, que las habilidades de decodificación no eran suficientes. Entonces se desplazó la atención al tipo de preguntas que los profesores formulaban. Las preguntas respondían, sobre todo, a la comprensión lectora literal, en detrimento de la comprensión interpretativa y la comprensión crítica. No se cultivaba ni la inferencia ni el análisis crítico del texto. Hoy se piensa que una lectura correcta exige tener en cuenta muchos procesos básicos (Gómez Villalba y otros, 2000), como la identificación de letras, la conversión de letras en sonidos y el reconocimiento de palabras y de la sintaxis. Incluye, además, el reconocimiento de los hechos o eventos para relacionarlos entre sí y con el conocimiento previo que de ellos tiene el lector, y la memorización de los mismos para utilizarlos después. Estas últimas operaciones exigen procesos superiores, como inferir, razonar. En la década de los noventa se han producido importantes avances en la comprensión de cómo lectores de diferentes niveles de habilidad comprenden, almacenan y recuperan la información del texto. Se piensa que la comprensión de un texto puede significar varias cosas: desde la identificación y recuerdo del texto hasta su valoración crítica, pasando por la inferencia en sus variadas posibilidades. Cualquiera que sea la significación, es necesario que el lector construya una representación mental del texto, en la que sus diversos elementos se seleccionan entre sí de dos maneras básicas: referencial y causal/lógica. Todo ello requiere en el lector una adecuada capacidad atencional y una autoexigencia de comprensión que varían de lector a lector (Van den Broek y Kremer, 2000). La comprensión lectora se concibe como un proceso interactivo entre el lector y el texto. El lector relaciona la información almacenada en su mente con la que le presenta el autor. La comprensión consiste en la relación de la información poseída con la nueva, de modo que, como afirma Cooper (1990), el significado que el lector elabora no viene únicamente de la página escrita; proviene a la vez de sus experiencias, las experiencias del lector que son activadas por las ideas que le presenta el autor. Los partidarios del enfoque interactivo lector-escritor hablan de que la comprensión lectora no es un conjunto de habilidades sino un proceso a través del que el lector elabora, construye el significado. No desprecian las habilidades pero lo que pretenden es enseñar al lector a que identifique la información relevante dentro del texto y la relacione con la que él posee. Se deberían, dicen ellos, conservar aquellas habilidades que ayudan al lector a relacionar el texto con su experiencia previa. Aunque reconocen, no obstante, que hasta que los investigadores no posean evidencias concluyentes acerca de lo que debería enseñarse en lugar de las habilidades de comprensión actuales, es mejor aferrarse a aquello que al menos ha suscitado ciertos efectos positivos en el intento de mejorar la comprensión por parte de los alumnos. Los datos aportados por el National Assessment of Educational Progress (1982, cit. Por Cooper) indican que los alumnos tienen más éxito en los casos de comprensión literal y que su rendimiento decae cuando se trata de mejorar la comprensión inferencial o crítica. Como este tipo de comprensión depende en mayor grado de la práctica de enseñar a los alumnos los aspectos procesuales de la misma, tal vez quizá sea preciso agregar esas habilidades a los programas de enseñanza existentes o fortalecer su entrenamiento dentro de ellos (Cooper, op. cit.). Por otra parte, la enseñanza de la lectoescritura ha producido abundantes controversias, especialmente enconadas en el caso de la enseñanza de la lectura en el inicio de su aprendizaje formal. En nuestro ámbito lingüístico, la polémica entre los métodos analíticos y sintéticos ha sido intensa, aunque ahora parece que son pocos los partidarios de los métodos globales, en una lengua de la transparencia fonética de la nuestra (Pérez González y Gómez-Villalba, 2003). La falta de acuerdo, no obstante, está vigente en otros países, como Estados Unidos, donde contenden los enfoques literature-based con los denominados skills-based. Los primeros defienden la enseñanza implícita de la lectura. Krashen (1997) habla de la superioridad de estos planteamientos y cita en su apoyo los trabajos de numerosos investigadores que han reaccionado contra los skills-based approaches. Sin embargo, Honig (1996), por ejemplo, defiende la importancia del aprendizaje de las habilidades fonéticas y su relación con la lengua escrita y enfatiza los trabajos que, con esta orientación, ha realizado Chall (1983, 1992) en los que destaca las perniciosas consecuencias del literature-approach y comenta los importantes trabajos de Share y Stanovich (1995), que concluyen que la lectura no se aprende “naturalmente”, como el habla. Actualmente, son numerosas las publicaciones a favor de un enfoque equilibrado (balanced instruction), que integra los anteriores y subraya la importancia de la enseñanza explícita de las habilidades lectoras (Honig, 1996; Tompkins, 1997; National Reading Panel, 2000; CIERA, 2002), mediante estrategias antes, durante y después de la lectura, encaminadas a conseguir el recuerdo inmediato y la atención sostenida, a activar los conocimientos previos, con el consiguiente desarrollo del vocabulario, a hacer predicciones sobre el contenido, a establecer conexiones, a hacer preguntas, a visualizar, a identificarse, a inferir, a activar los conocimientos sobre las estructuras del texto, la selección de la información relevante, la organización de la información, entre otras (Cooper, op. cit; Hancock, 1999; Sadler, 2001; Romero y González, 2001; McLaughlin y Allen, 2002; Block, Gambrell y Pressley, 2002; McLaughlin, 2003). 3. Lectura de imágenes: leer antes de leer ¿Por qué esperar a trabajar estas habilidades hasta que el niño pueda acceder al texto escrito? ¿Por qué no enseñarlas y ejercitarlas a través de la lectura de imágenes? El niño mantiene con el libro ilustrado unas relaciones de interrogación particularmente ricas, con unas posibilidades de anticipación en las que podrá adivinar, encadenar acontecimientos, imaginar relaciones nuevas entre personajes, que luego verificará en el texto con la ayuda del adulto, manteniendo siempre una actitud activa de búsqueda, en espera de una significación. Dice Teresa Durán (2002) que no es lo mismo mirar que reconocer, entendiendo por ello ser capaz de llevar a cabo las tres funciones ya clásicas enunciadas por Durand (1982): reconocer, es decir, aislar un signo visual singularizándolo respecto a su contexto y nominándolo, “saber” lo que representa o entender la relación entre dibujo y realidad; identificarse con él mismo, entender la relación comunicativa que se establece entre la representación de la realidad y la expresión de nuestra propia realidad, identificarse con el personaje, implicarse afectivamente, ser capaz de reconocerse en la imagen, apropiarse de las vivencias ajenas y de proyectar las de cada uno en las de los demás; imaginar, en el sentido de proyectar, tirar adelante, crear una circunstancia nueva ante la propuesta que la imagen nos ofrece. A través de la lectura de imágenes podemos desarrollar una serie de habilidades que facilitarán la comprensión lectora, no solamente literal sino interpretativa y crítica, cuando el niño se adentre en el texto escrito, siempre que el adulto guíe esa lectura y ayude al niño a traspasar la fase de mero reconocimiento. En una obra literaria destinada a niños de Educación Infantil, lo ideal es que exista un equilibrio entre el texto y la ilustración. Aunque no sepa leer, el niño sí es capaz de escuchar una historia bien narrada o leída, al mismo tiempo que contempla las imágenes del libro, pues ello le produce emoción, reflexión, contemplación y recreación de la historia, en definitiva: placer (Majó, 1989). Por otra parte, debemos educar en la estética sin obviar el texto, ya que las ilustraciones sin la compañía del texto no configuran una auténtica lectura porque no hay un elemento de transición temporal entre ellas que sí viene explicado verbalmente. Por tanto, ilustración y texto literario se complementan y ofrecen al niño información que no podría obtener de otro modo. La interacción que se produce entre texto e ilustración permite introducir los elementos más complicados de la trama que, verbalmente, serían muy difíciles de entender y favorece la comprensión pues la imagen ayuda a recordar la historia, además de enriquecerla, ya que permite establecer divergencias significativas entre otros elementos del discurso, por ejemplo entre la interpretación del narrador y la historia que él nos cuenta; facilita las alusiones culturales e inicia en el juego intertextual y en el lenguaje visual. También estimula la creatividad, la imaginación y la curiosidad, propiciando un clima mágico que genera sentimientos (Durán, 1989; Janer, 1995; Colomer, 1999 y Gassol Aránega, 2000). Muchos son los lingüistas que confían en la natural predisposición que presentan actualmente los niños para comprender las ilustraciones, pues, entre otras cuestiones, están acostumbrados a tener contacto con las múltiples imágenes que los medios les brindan constantemente. Unos medios que enfatizan el placer sensorial especial de la imagen. Sin embargo, nuestros niños no están acostumbrados a la interconexión dinámica de los elementos, lo que Gómez del Manzano (1986) denominó el tercer nivel de lectura de la imagen que acontece tras la lectura de los elementos separados de la misma (primer nivel) y la comprensión de la imagen a través de la interconexión estática y descriptiva de los elementos identificados (segundo nivel). En este nivel de lectura icónica interesa advertir la percepción dinámica espacial de la imagen, ya que el niño puede llegar a percibir la dinámica temporal. Este proceso se realiza cuando es capaz de rellenar el hueco entre dos imágenes que expresan dos actos consecutivos. Si el niño percibe esta relación procede a la enunciación que tiene como elemento sintagmático esencial el predicado, la forma verbal. El siguiente paso es el denominado “discurso
paralelo”. La lectura de la imagen se traduce en exclamaciones,
preguntas, comparaciones por parte del niño. A veces se producen
silencios elocuentes. Cuando estos silencios se dan no conviene forzar
la expresión ya que el niño está sometido a una recreación
de la imagen en el interior de sí mismo. El niño que lee la imagen tiene
que ejercitar su capacidad creativa para traducir símbolos, reconocer
significados y reaccionar ante la palabra, inferir, valorar, interpretar
y lo hará del mismo modo que extrae el significado de un texto:
formulando hipótesis y verificando. Hay imágenes que son monosémicas (con un significado) y otras polisémicas (con un significado inmediato y otro derivado). Esto nos lleva a que, en multitud de ocasiones, en Literatura Infantil se recurre a los estereotipos sociales para asociar a determinadas imágenes, determinadas ideas. De aquí se deducen los dos niveles de significación: el nivel denotativo y el connotativo, más propio del lenguaje literario. Tradicionalmente, se ha considerado que hasta una edad muy avanzada los niños no estaban capacitados para interpretar su lectura, sin embargo, si se les enseñan una serie de habilidades, por medio de estrategias adecuadas y se les acostumbra a trascender la mera anécdota o que, por lo menos, no todas las posibilidades se agotan en ella, se puede conseguir algo más que una comprensión literal de la historia. 4. Propuesta práctica La propuesta concreta que presentamos forma parte de una experiencia que se está llevando a cabo a lo largo del presente curso con niños y niñas del tercer nivel del segundo ciclo de Educación Infantil (cinco años) de dos centros públicos de Melilla. Son un total de 108 niños, de los cuales 27 pertenecen al grupo de control y 81 al grupo experimental, a los que se les practicó una prueba antes de iniciar la experiencia y se les volverá a hacer cuando ésta termine. Hemos seleccionado una serie de álbumes infantiles relacionados con las unidades didácticas planificadas para trabajar con los niños durante el presente curso. Nuestros objetivos se centran en:
Para conseguir los objetivos enunciados hemos establecido una metodología de trabajo integrada por:
Presentamos como muestra, el trabajo realizado con la obra Tragasueños de Michael Ende, ilustrada por Annegert Fuchshuber. Se trata de una historia compuesta a imitación de los cuantos tradicionales cuyo argumento podría resumirse del siguiente modo: En el país de Dormilandia, en el que lo principal es dormir, la princesa Dormilina no puede hacerlo porque los malos sueños no se lo permiten. Los súbditos están muy preocupados y sus padres también. Consultan con todos los sabios y, en vista de que nadie acierta a darles una solución, su padre, el rey, decide salir a buscarla; pero todo es en vano porque nadie conoce un remedio para su problema. Cuando se halla perdido, desanimado y triste en un extraño paraje, encuentra de pronto la solución en un reluciente y hambriento personaje que dice llamarse Tragasueños. Hemos de advertir que aunque hemos diferenciado
tres momentos, en la práctica diaria las actividades propuestas
se van entremezclando a través de las distintas sesiones. Hemos
hecho, además, una selección de tales actividades.
RECONTAMOS LA HISTORIA:
DESPUÉS DE LA LECTURA.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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