LA EDUCACIÓN PARA LA PAZ
EN LA PRIMERA INFANCIA


Capítulo 3

EDUCACIÓN MORAL Y EDUCACIÓN PARA LA PAZ

3.1. La Educación Moral como base y fundamento de la personalidad
  3.1.1. La relación entre la Ética y la Moral
3.1.2. Sobre el concepto de la Moral y la conducta moral
3.2. Formación y desarrollo moral
  3.2.1. Formación y desarrollo moral en la primera infancia
3.2.2.Desarrollo moral y formación de motivos
3.3. La Educación Moral y su significación en la Educación para la Paz
  3.3.1. Contenidos de la Educación Moral y Educación para la Paz en la primera infancia

Capítulo 3
EDUCACIÓN MORAL Y EDUCACIÓN PARA LA PAZ

3.1 La Educación Moral como base y fundamento de la personalidad

La personalidad se define como un sistema de formaciones psicológicas de distinto grado de complejidad que constituye el nivel regulador de la actividad del sujeto. Al nacer el niño es un individuo, pero no es una personalidad, pues la misma se forma y se desarrolla como reflejo individual del conjunto de relaciones sociales en las condiciones particulares de vida y educación en que se desenvuelve.

Es decir, el niño deviene personalidad en la medida en que el sistema de influencias sociales y educativas que le rodea, en conjunción con su propia experiencia personal, conforman el conjunto de formaciones psicológicas que han de ser la base de su personalidad única e individual.

La personalidad es propia y exclusiva del hombre, pues la misma no es solo adaptarse al medio como sucede también en los animales, sino influir activamente para transformarlo y transformarse en dicho proceso, pues personalidad significa haber aprendido a actuar y a conducirse respecto a los demás. Esta experiencia histórico-social no se adquiere de golpe, sino que se va asimilando progresivamente y formando la personalidad, por lo que es un producto relativamente tardío del desarrollo del individuo.

Es decir, el desarrollo de la personalidad consiste en la formación de un mundo interior en el niño que determina su comportamiento, sus vivencias y sus acciones, y que comprende la comprensión del mundo circundante y del lugar que se ocupa dentro del mismo, y el desarrollo de la esfera emotivo- volitiva-motivacional.

De esta manera el desarrollo de la personalidad del niño va a depender de:

1. Las demandas planteadas al niño por los adultos, en la que debe observar determinadas normas de conducta,
2. El aumento del círculo de situaciones y hechos familiares al niño,
3. El surgimiento y complejidad ulterior de la actividad conjunta de los niños,
4. El surgimiento y desarrollo de actividades cada vez más complejas en su relación con el medio que le rodea.

Todo esto se desenvuelve de forma integrada e interrelacionada y determinada fundamentalmente por las condiciones particulares de vida y educación que el niño ha de encontrar en el transcurso de su existencia.

Dentro de este sistema regulador complejo que es la personalidad el aspecto referente a la moral constituye su componente central y principal. En este sentido, dos autores clásicos en los estudios psicológicos del desarrollo moral, Piaget y Kohlberg, hacen el mismo planteamiento y le han conferido un enfoque cognitivo estructural al estudio del desarrollo moral del hombre y propusieron la idea del tránsito en la ontogenia del estadio heterónomo al estadio autónomo, lo cual coincide plenamente con el criterio de la autorregulación moral como el nivel superior de la autorregulación de la personalidad.

Es por eso que, en la concepción de una educación para la paz, que es parte integrante de la educación moral del individuo, se haga indispensable considerar todo lo referido a la moral, al desarrollo moral y la educación moral, para poder comprender entonces porqué y como hay que hacer las cosas para formar en el niño normas, comportamientos y actitudes hacia una cultura de paz.

Pero, ¿por qué se afirma que es así? ¿Cual es la incidencia del componente moral dentro de la estructura de la personalidad? ¿Qué relación guarda entonces la moral con la formación integral del individuo y, consecuentemente con su educación moral? Una respuesta a esto lleva entonces a trata de definir las relaciones entre la ética, la moral, la educación moral, y la formación de la personalidad.

 

3.1.1 La relación entre la Ética y la Moral

Para iniciar el estudio de la educación moral es preciso delinear al menos algunos conceptos sobre la ética y la moral, o más bien, sobre la conducta ética y la conducta moral.

El campo de estudio de la ética es el de la moral, entendido este como el conjunto de las normas y de los actos de conducta libres y conscientes que hace el hombre. La ética al investigar este campo, se propone estudiar sus problemas fundamentales, que constituyen el objeto formal de la ética.

Por lo tanto, su objeto de estudio lo constituye un tipo de actos humanos: los actos conscientes y voluntarios de los individuos que afectan a sí mismos y a los demás, a grupos o a la sociedad en general.

Es decir, la ética es la teoría o ciencia del comportamiento moral de los hombres en sociedad., es la ciencia de una forma específica de conducta humana. Esta definición subraya, el carácter científico de la ética, y responde a la necesidad de un tratamiento científico de los problemas morales, la ética se ocupa de un objeto propio, constituido por un tipo peculiar de hechos humanos, y aunque parte de datos empíricos, no puede mantenerse al nivel de una simple descripción de ellos, sino que los trasciende con sus conceptos, hipótesis y teoría.

Algunos autores la catalogan como la ciencia de los actos humanos, por relacionarse con la orientación en los actos u obras, otros la llaman la ciencia de la voluntad por los fines que se propone, hay quien la señala como ciencia de los principios establecidos de la vida moral.

La ética no es la moral, y por ello no puede reducirse a un conjunto de normas y prescripciones; su misión es explicar la moral efectiva, y, en este sentido, poder influir en la moral misma. La ética expresa los valores universales, mientras que la moral las distintas aplicaciones que tiene la ética. La ética como principio universal va dirigida a todos los seres humanos, pero la moral. depende del grupo, los contextos, y el individuo.

Ética y Moral se relacionan, inclusive etimológicamente. Así, el término moral procede del latín “mos o mores”, que significa costumbre, en el sentido de conjunto de normas adquiridas por hábito, y tiene que ver con el comportamiento adquirido, o modo de ser asimilado por el hombre. Ética proviene del griego “ethos”, que significa "modo de ser", "carácter", o “costumbre", donde el modo de conducta no responde a una disposición natural, sino que es adquirido o formado por el hábito.

La ética trata de dar explicación en forma objetiva a la conducta moral, para lo cual tiene que recurrir a otros campos del saber, pues la moral no se explica por sí misma. En este sentido los problemas éticos se caracterizan por su generalidad, y esto los distingue de los problemas morales de la vida cotidiana que son los que se plantean en las situaciones concretas.

La ética es teoría, investigación o explicación de un tipo de experiencia humana, o forma de comportamiento de los hombres, la moral, pero considerando su totalidad, diversidad y variedad, y lo que se afirme acerca de la naturaleza o fundamento de las normas morales ha de ser válido para la moral de la sociedad en su forma mas general.

El comportamiento moral se presenta como una forma de conducta humana, como un hecho, y a la ética le corresponde dar razón del mismo, tomando como objeto de su reflexión la práctica diaria de la moral de la humanidad en su conjunto. En este sentido, como toda teoría, la ética es explicación de lo que ha sido o es, y no una simple descripción.

La ética parte del hecho del devenir histórico de la moral, estudia la diversidad de morales en el tiempo, con sus correspondientes valores, normas y principios. Como teoría, no se identifica con principios y normas de ninguna moral particular, ni tampoco puede situarse en una actitud indiferente ante ellas.

Pero el desarrollo de una conducta ética no es sinónimo de una conducta moral, pues la ética es un concepto más amplio, referido a una conducta humana general.

Siempre que se habla de una persona ética se afirma que es una persona moral, pero no necesariamente a la inversa, porque la moral va a depender del grupo social, y lo que es moral en un lugar puede no serlo en otro. Desde este punto de vista existen normas éticas que pueden ser generales a todo grupo social, pero las normas morales siempre van a responder a la del grupo específico.

Es decir, la moral está relacionada con la realidad concreta, en costumbres, hábitos y valores, si una persona actúa bajo estos preceptos es considerada como moral. Pero se puede ser moral y no ético, alguien puede seguir sus costumbres y se le consideraría moral, y no necesariamente una persona ética que obedece a principios.

Esto es importante a los fines de la educación moral, o sea al proceso educativo dirigido a formar rasgos, comportamientos y vivencias de la personalidad que sean propicios de una conducta moral, de acuerdo con los principios éticos más generales de la humanidad en su conjunto. Ello hace que una norma moral tenga decididamente que tener un componente ético, y hace que lo que a un niño se le enseña como una conducta positiva en un contexto social, pueda serlo en otra, porque no lesiona la dignidad o la integridad humana aunque en el plano particular se expresen de distinta manera.

Por lo tanto, la conducta verdaderamente moral tiene que partir de un comportamiento ético, y de esta manera a todos los niños del mundo se les pueden enseñar comportamientos morales que, independientemente de las condiciones particulares del contexto social en que viven, tienen componentes éticos que los equivalencian.

Así, es posible enseñar a todos los niños en las diferentes culturas el no dañar a los animales o el no atacar a un compañero para tener el juguete que aquel tiene, porque, aunque pueda tener el comportamiento moral alguna variación, lo ético general es no dañar o no agredir, en todos los confines.

Esto también posibilita que las actividades para la educación moral y para la paz que se propongan en las organizaciones internacionales como pueden ser las Cátedras para la Paz de la UNESCO, puedan ser generalizadas a todos los países, porque parten de una ética que es igual para todos.

 

3.1.2 Sobre el concepto de la Moral y la conducta moral

Cuando se revisa la bibliografía especializada, como siempre sucede con un término que tiene muchas implicaciones, se encuentra un número considerable de definiciones de lo que es la moral, a partir de lo que se considere como su basamento principal. Si bien el llegar a un acuerdo unánime es bastante improbable, se puede, no obstante, aventurar algunos conceptos sobre lo que es la moral que posibilite actuar operativamente con el mismo, pues a veces, por tratar de encontrar una proyección teórica que satisfaga el criterio general de lo que un determinado hecho, se pierde el tiempo en discusiones estériles que no conducen a nada.

Algunos autores definen a la moral como un conjunto de normas y reglas de acción destinadas a regular las relaciones de los individuos en una comunidad social dada. Desde este punto de vista ser o actuar moral es hacerlo de conformidad con un código o conducta que establece un grupo, un conjunto de normas que son aceptadas de manera libre y consciente, y que regulan la conducta individual y social de los seres humanos.

La moral es un producto histórico social, y cada grupo humano en su transcurso crea su propia moral general y específica, que varía históricamente en su significado, función y validez, en las diferentes sociedades. De esta manera, al igual que unas sociedades suceden a otras, así también se suceden las morales concretas, que aparecen y desplazan unas a otras. Es por eso que es posible hablar de la moral de la antigüedad, de la moral esclavista, de la feudal, de la moral burguesa, de la moral contemporánea. La moral es un hecho histórico, y, por tanto, un aspecto de la realidad humana que cambia con el tiempo.

La moral es histórica porque es el modo de comportarse el individuo, un hombre que es a su vez de naturaleza histórica, y que es producto de la experiencia social acumulada por la humanidad durante generaciones, y que se caracteriza por estar una constante transformación en el plano material y práctico que se reproduce en su vida interna, mental, espiritual. La conciencia moral no la posee el individuo desde su nacimiento ni se da tampoco en el hombre al margen de su desarrollo histórico, y de su actividad práctica social.

Incluso dentro de una misma época se dan variaciones de la moral, en relación con los diferentes contextos sociales e históricos en que se mueve el hombre. La conducta moral es siempre es un hecho de la vida social: familiar, cultural, política, que está determina por unas condiciones históricas dadas. El hombre no inventa ni la sociedad ni su moralidad. El propio comportamiento individual, es determinado por la vida del hombre en sociedad, la cultura, las creencias, y tiene su origen en el complejo de las diferentes prácticas sociales. Un individuo fuera de la sociedad y de la historia, no se podría decir que actúa moral o inmoralmente, porque la moral es un acontecimiento de los seres humanos que viven en sociedad, y un individuo aislado de la sociedad, si tal hecho fuera posible, no se podría decir si actúa bien o mal, porque no habría un patrón social por el cual determinarlo.

De igual manera el comportamiento moral de un hombre fuera de su contexto, tampoco puede ser juzgado como bueno o malo. Así, en el conocido libro “El país de las sombras largas” se narra la historia de una hermosa amistad entre un hombre blanco y un esquimal, en el que este al final mata a su amigo por haberle causado aquel la mayor afrenta posible que se le puede causar a un esquimal, como es el hecho de rehusar pasar la primera noche con su mujer, que le es ofrecida como máxima expresión de amistad cuando el amigo visita su casa, lo que es un ejemplo significativo de que la moral no puede ser valorada de manera igual en todos los contextos sociales.

Esto nos lleva a considerar varias cosas, entre ellas que es un hecho moral, que implica un concepto moral, que es una norma o la conducta moral.

El pronunciamiento respecto a lo bueno o malvado que un acontecimiento o evento cualquiera puede ser, constituye un hecho o acto moral.

Los conceptos morales son reglas de conducta del grupo que los hombres aceptan y que determinan el actuar de acuerdo con dichas normas o preceptos, actuar moralmente es hacerlo acorde con lo que dichas reglas establecen.

En esta definición se encuentran a su vez dos términos importantes: normas y actuación, o conducta moral.

Una norma consiste en una regla de acción, o imperativos que enuncian algo que debe ser de un manera específica. Esas normas van a tipificar lo que es una conducta moral dentro de un grupo social dado, que es, en el plano de los hechos morales, ciertos actos humanos que se dan efectivamente, y que son de una manera, independientemente de cómo se crea que deben ser.

Para comprender bien lo anterior se hace preciso volver a tratar sobre lo que es un acto moral, sus condiciones y requisitos, y que elementos lo componen.

Un acto moral es aquel mediante el cual un sujeto realiza un comportamiento que es susceptible de ser clasificado desde un punto de vista moral, es decir, como malo o bueno. El mismo implica todo un proceso en que interrelacionan una serie de elementos o pasos.

Condiciones o requisitos indispensables para llevar a cabo un acto moral son la libertad y la conciencia del sujeto. Esto es muy importante porque un acto adquiere su calificativo moral cuando se realiza en una forma libre y consciente, pues la libertad es una condición fundamental y necesaria en el acto moral, al igual que la moral verdadera, que es aquella conducta con norma social que se realiza voluntariamente.

Esto es tremendamente importante para la definición de lo que es una conducta moral, el hecho de actuar libre y consciente de lo que se hace, porque actuar de acuerdo con una norma impuesta, pero que no se acepta internamente, no es actuar de forma moral, o ser moral, es tan solo el hacerlo de acuerdo con las circunstancias, y aquí no hay en realidad una verdadera moral.

Lo anterior, además, va a tener gran trascendencia para la formación de los valores morales, o sea, para lo que se va a llamar la educación moral.

En este sentido J. Dewey señaló que los requisitos que han de estar presentes en la realización de un acto que se valore como moral implican:

1) Que el sujeto sepa lo que está haciendo,
2) Que escoja ese acto por si mismo, es decir, de manera libre,
3) Ser expresión de un carácter formado y estable,
4) Ser voluntario, como expresión de la tendencia y disposición general de la personalidad.

Estos requisitos de lo que constituye un acto moral verdadero son básicos a conocer por el educador que trabaje con niños en la primera infancia, para evitar incurrir en el error de considerar de porque el niño actúe de una manera determinada bajo condiciones que el adulto le impone, ya hay una formación moral en el mismo, porque para que eso sea realmente así el niño debe hacerlo de manera consciente, libre y voluntaria, y mientras su comportamiento social no obedezca a estos criterios, no puede afirmarse de que exista en el mismo una conducta moral.

Un importante estudioso de estas cuestiones, A. Sánchez Vázquez, señala los elementos siguientes elementos que integran el acto moral.

En primer lugar, es el sujeto moral, es decir, un individuo o sujeto real dotado de una conciencia moral, un ser concreto ubicado en una determinada circunstancia histórica y social.

Los motivos o intenciones constituyen un segundo elemento que no pueden estar ausentes en el acto moral. .

Tener conciencia del fin que se persigue, o sea la anticipación ideal del resultado que se pretende alcanzar, constituye un tercer elemento.

Un cuarto componente lo es la toma de la decisión, que le otorga al acto moral su carácter autónomo y voluntario, pues la decisión ha de ser expresión de la propia voluntad y responsabilidad del sujeto, y no de la voluntad ajena. Es la capacidad que tiene el sujeto para actuar por sí mismo, en concordancia con lo que cree que es la mejor elección o alternativa.

El quinto elemento es la posibilidad de elección, que implica una selección entre varios fines posibles.

Otro componente, el sexto, está el uso los medios apropiados para alcanzar los fines, pues no hay acto moral cuando los medios no son buenos, o se siga el principio de que “el fin justifica los medios”. El acto moral no justifica el uso de medios inadecuados o que lesionen la dignidad humana.

Un séptimo elemento lo constituye el resultado, alcanzar el fin deseado. El acto moral se consuma en el resultado, o sea, en la realización del fin propuesto.

Finalmente, las circunstancias, entendiendo las mismas como las diversas situaciones que rodean al acto moral.

Estos elementos o componentes tipifican el acto o hecho moral, y nos conduce a tratar de ver entonces que pueden ser considerados como normas morales, que son la base de todo el comportamiento moral.

En este sentido la moral es una esfera importante dentro de la vida ideal e espiritual de la sociedad, y constituye un elemento movilizador interno e integrador que penetra las restantes formas ideológico-valorativas de la conciencia social, expresándose en forma de sentimientos, convicciones y cualidades morales, buenas o malas, revelándose como premisa, fundamento y fin de la actitud y conducta que asumen los hombres ante el mundo en que viven.

A esta necesidad responden los principios y normas morales, que se conforman como código moral de la sociedad y el individuo, lo que unido a ciertas costumbres y tradiciones, así como a ciertos mecanismos funcionales de la conciencia moral, tales como la autoconciencia, las representaciones sobre el bien y el mal, los sentimientos, y escalas de valores, desempeñan la regulación moral a través de las funciones orientadoras, valorativa, cognoscitiva, normativa, educativa y pronóstico que cumple la moral en la sociedad.

¿Qué se puede entender por valor moral? El valor moral expresa la significación social positiva, buena, en contraposición al mal, de un fenómeno (hecho, acto de conducta), en forma de principio, norma o representación del bien, lo justo, el deber, con un carácter valorativo y normativo a nivel de la conciencia, que regula y orienta la actitud de los individuos hacia la reafirmación del progreso moral, el crecimiento del humanismo y el perfeccionamiento humano.

Las normas, por su parte, son pautas de conducta o criterios de actuación que dictan cómo debe ser el comportamiento de las personas ante determinadas situaciones, por ello en la escuela deben establecerse normas que deben ser cumplidas por los miembros de la comunidad escolar, en cuya elaboración también deben participar los alumnos, pues no se trata sólo de imponer normas externas, sino de implicarlos también a ellos en la elaboración de sus normas de comportamiento, de modo que puedan tomar conciencia de los valores en que estas se basan.

Desde ese punto de vista las normas morales son internas, y para cumplirlas lo primero que tiene que darse es que sean acatadas por el sujeto, porque que si no, lo que hay existe es obligación legal, pero no moral. Si un niño, por ejemplo, respeta a los ancianos porque le dicen que hay que hacerlo, pero él no lo siente como un deber, entonces sólo estará cumpliendo con una norma de trato social, y no realmente con una moral.

Estas normas morales obligan, pero no son de cumplimiento absoluto, pues no significan una ley legal. Ello hace que no se puedan cumplir por la fuerza, sino sin por propia voluntad, de manera individual, natural y espontánea.

Ello es significativo a los fines de la educación moral de los niños, que deben aprender a cumplir la norma moral porque lo sienten así, y no porque el adulto se la impone, lo que llevará a la trasgresión frecuente de la misma dadas las particularidades psicológicas de los mismos en la edad.

Ante las normas morales se pueden seguir tres comportamientos:

1. Rechazarlas, cuando al norma no convence, o es impuesta, o se vuelve desactualizada,
2. Ser indiferentes, porque no se comprende o la misma no puede relacionarse con el sujeto,
3. Aceptarlas, cuando se consideran justas, apropiadas, y significativas a la propia vida.

No es suficiente el conocer la norma o el valor moral, es requisito ponerlo en práctica para considerar que ya forma parte de los componentes de la personalidad del individuo. Uno de los problemas más frecuentes que se encuentra el educador en la formación moral de sus niños en la etapa de la educación infantil es precisamente el sesgo que existe entre lo que el niño sabe que es bueno o es malo, que se debe o no se debe hacer, y lo que en realidad hace en un momento dado. Ello no significa que el niño mienta, sino que aún no posee los mecanismos psicológicos internos que permita la consistencia de la norma moral que se le ha enseñado (o que él mismo cree en un momento).

En una famosa experiencia investigativa a niños de la primera infancia se les situó ante la tarea de seleccionar caramelos “para regalar a mamá”, en la que se situaba en una cámara de Gessell (salón con un cristal univisor), una caja con caramelos y otra con papeles de colores. A los niños se les decía que todos los caramelos eran para mamá, por lo que no podían coger alguno para ellos. Se trabajó en la norma moral de que la mamá lo merecía, que ellos debían ser buenos con ella, entre otros muchos argumentos, hasta que los pequeños afirmaron estar seguros.

La tarea consistía en que tomaran un papel, envolvieran un caramelo para que fuera “un regalo para mamá” y así hasta completar todos los caramelos, que luego depositaban en una cesta al salir. Los niños se encontraban solos, pero no sabían que eran observados a través del cristal. Los resultados fueron harto interesantes:

Los pequeños parvulitos fueron incapaces de cumplir la norma, y aunque hicieron algún que otro “regalito” se comieron la mayor parte de los caramelos, y salieron tan campantes, como si hubieran cumplido su encargo. Los de edad intermedia cumplieron parcialmente la tarea, completaron gran parte de los regalos, pero algunos fueron ingeridos, o “guardados en el bolsillo sin darse cuenta”. Los preescolares mayores fueron capaces de cumplir la norma, hicieron todos los regalitos, pero algunos ¡los lamieron antes de forrarlos con el papel!

El ejemplo anterior nos enseña como en la primera infancia, aunque aparentemente los niños comprendan la norma moral, tienen aún muchas dificultades para que la misma se integre como rasgo permanente de su conducta.

Todo esta análisis de las relaciones entre la conducta ética y la moral, entre lo que constituye un acto moral y una norma, etc. son consideraciones teóricas importantes y necesarias de hacer antes de abordar la problemática de la educación moral que, como vía fundamental para la formación de una conciencia moral, de la cual la educación para la paz es parte integrante, es una tarea compleja de llevar a cabo por el educador, en particular cuando se trata de niños de la primera infancia.

 

3.2 Formación y desarrollo moral

Cuando se habla de formación moral ello lleva implícito un proceso educativo en el que el contenido axiológico de deter¬minados hechos, formas de ser, sentimientos, actuaciones o actitudes humanas, con una significación social positiva, trascienden a nivel de la conciencia del niño o el joven, y cobran una significación individual intelectual y afectivo-volitiva especial, que se asume como algo necesario para encauzar sus propios senti¬mientos, actitudes y actuaciones en la vida cotidiana, en las relaciones con sus familiares, con sus maestros, compañeros o amigos, y que se convierten internamente en valores y cualidades morales personales, que se integran en la individualidad de su personalidad.

La formación moral está, por lo tanto, ligada al concepto de educación moral, puesto que para formar es necesario educar, y en la propia definición ya tantas veces dicha de lo que la misma es, se ha reforzado plenamente el hecho de que implica consecución en el sujeto de rasgos, normas y comportamientos de la personalidad.

El desarrollo moral no es lo mismo que la educación moral, aunque uno y otra estén íntimamente ligados. El desarrollo moral se realiza en interacción constante con el sistema de influencias que rodea al individuo, sea este producto de una forma organizada como es la educación, o de manera “espontánea” en la propia experiencia personal y que llega al sujeto a través del medio circundante en sus múltiples manifestaciones, en una constante interacción con el entorno social, proceso de socialización, que no solamente es verbal sino también de hechos y situaciones.

El concepto de desarrollo siempre implica el surgimiento de nuevas cualidades, la sustitución de una función por otra mas perfeccionada y que integra a la anterior como una subestructura dentro de la nueva que se acaba de formar. En el caso específico del desarrollo moral conlleva el surgimiento de nuevas cualidades morales en la medida en que transcurre el proceso educativo (educación moral), y no se puede hablar de que haya un verdadero desarrollo moral, si las normas, valores y comportamientos morales, no se transforman y perfeccionan.

Si para un niño parvulito la noción de no agredir significa “el no arrebatar un juguete”, para un niño de mediados de la edad preescolar puede ser “el no golpear”, mientras que para uno de la edad preescolar mayor puede ser “el no insultar o vejar”. Es decir, en una misma noción se ha dado un desarrollo: de la relación directa del objeto motivo del conflicto, a la agresión directa al otro niño, a la agresión verbal, conductas las cuales, inaceptables en su esencia, muestran, sin embargo, un desarrollo de las mismas.

Son muy variados los aspectos que forman parte del núcleo del desarrollo moral, y en el cual la socialización de los valores morales juega un rol primordial, si bien todo lo que una sociedad asume como valor generalmente constituye un valor moral (aunque no siempre es así, y que debería ampliarse diciendo valor ético, pues lo que determina la moralidad de una acción o concepto, es su contenido ético).

Pero alerta en que el desarrollo moral, como es influenciado por los factores educativos y los aleatorios que puedan existir en el medio social, puede conducir a la asimilación de lo que son llamados los “contravalores”, que generalmente carecen de un componente ético positivo.

Ello es muy importante de conocer por el educador, particularmente aquel de las primeras edades, porque puede existir contradicción entre las normas y valores que pretende enseñar a sus niños, y aquellos que priman en el contexto social en que se desenvuelven.

 

3.2.1 Formación y desarrollo moral en la primera infancia

El propósito fundamental de la educación moral en la etapa de la educación infantil es sentar las bases principales del desarrollo moral del niño, de modo tal que forme parte de las particularidades de su personalidad. Al darse este desarrollo moral que es general para todas las áreas del desarrollo del niño, si se ha hecho lo que se debe, ha de alcanzarse de igual manera una formación de su cultura de la paz.

El desarrollo moral del niño implica la formación de diferentes formaciones psicológicas que se interrelacionan en las distintas etapas de su transcurso evolutivo. De este modo en cada etapa del desarrollo se suceden formaciones psicológicas que les son características, así hay un desarrollo moral en la edad temprana, otro que se corresponde a la edad preescolar, uno siguiente a la edad escolar, en una sucesión armónica que debe conducir ala creación de una personalidad moral como colofón en la etapa adulta.

Es decir, que la persona moral es un producto de su desarrollo moral que se inició desde las etapas más tempranas de la vida.

El niño cuando nace es un ser amoral, puesto que lo moral se aprende, por los comportamientos que el niño asimila en las sucesivas etapas de su vida. Esta amoralidad determina que su conducta es inicialmente carente de moral, y se manifiesta como producto del desconocimiento de las normas morales. Por lo tanto, no se puede juzgar a un niño por los patrones morales adultos o de edades mayores, y una conducta que puede ser reprochable en un escolar primario, como sería el caso de llevarse sin permiso un libro de la escuela para su casa (¿Podría hablarse de “robar”? Ni aún así en este caso), no lo es si el parvulito esconde un juguete del aula infantil para jugar con él en su casa.

Por eso es importante diferenciar entre la conducta amoral, y la inmoral. En este segundo caso ya no es por desconocimiento, sino producto de una trasgresión consciente de la norma social o moral. Pero como los niños preescolares, y aún incluso los de edad escolar, no pretenden nunca transgredir conscientemente la norma, por eso nunca su comportamiento es inmoral, sino a lo sumo, amoral.

El hecho de que en el desarrollo moral del niño se den distintas formaciones psicológicas en las diferentes etapas evolutivas, implica que en cada una de estas etapas, hacia sus finales, se dan elementos de la formación psicológica que ha de ser predominante en la etapa que le sucede, de acuerdo con al situación social del desarrollo en cada momento dado.

Esto implica para el educador que hacia finales de la edad temprana ya han de mostrarse comportamientos morales que han de ser característicos de la etapa preescolar, y así sucesivamente, lo cual es de gran importancia a los fines de la delimitación, objetivos y contenidos morales a formar en los niños.

En la etapa de la primera infancia en el desarrollo moral de los niños tiene una gran significación la formación de hábitos, cualidades y sentimientos morales.

La formación de hábitos es la vía más importante para el cumplimiento de las primeras normas morales, y es la premisa de formación de las cualidades morales iniciales.

El “conocimiento” de la norma moral es muy inasequible a los niños de la edad temprana, lo cual no quiere decir que la educación moral de los mismos se deje para la etapa preescolar. Este conocimiento moral, si fuera posible de lograr trasmitir (que no lo es) se sabe que no garantiza la conducta moral.

La vía para iniciar esta labor es la formación de hábitos, de orden, higiénico – sanitarios, de autoservicio, de orden, entre otros. La formación de hábitos ha de acompañarse de vivencias emocionales, y no solamente reforzamientos externos para orientar la conducta de los niños, porque de hacerse así solo habrá obligación de cumplir la norma, y no deseo de hacerlo. Así, si la norma moral se acompaña de satisfacción, el niño tenderá a repetirla y se vuelve habitual.

Es decir, el niño, unido a los hábitos debe desarrollar sentimientos que permitan la formación inicial de motivos morales.

Esto se vé mucho más claro cuando a los preescolares se les enseña a respetar la bandera nacional como símbolo patrio, lo cual constituye una noción moral importante. El niño puede aprender a saludar la bandera porque se le exige, pero si esta acción no logra que se “emocione” al hacerla, es muy probable que no se integre como un comportamiento moral consistente, y la salude en momentos en que se acuerde o se lo pidan, y no en todas las ocasiones en que sea necesario llevarlo a cabo.

Resumiendo, los conocimientos morales deben estar unidos a los componentes vivenciales, emocionales. De ellos se desprende que el dominio de los hábitos, nociones y conocimientos, acompañado del componente afectivo, constituye el primer paso en la formación de la norma moral.

Otro aspecto importante en la consideración del desarrollo de la norma moral, es que los niños han de conocer la forma concreta de hacer las cosas, y no por mandato verbal, como es la norma, y no como dicen que sea. Así, si se pretende que se forme en ellos la norma de “ser organizados”, hay que enseñarles como es que se hace, como se organiza su rincón de trabajo en el aula, o su lugar en la mesa. Más el adulto con demasiada frecuencia piensa que porque se le dice al niño como hacer algo, ya este lo va a interiorizar y almacenar en su experiencia. En este sentido, y entre más pequeño sea el niño mucho más, si se pretende que el parvulito aprenda a decir “gracias” ante un favor que se hace o algo que se le dá, el adulto no debe recurrir al harto conocido estribillo de “¿Qué se dice?...”, sino a “Dí gracias”, lo cual se convierte por sí mismo en un reforzador del comportamiento esperado, en este caso, decir gracias.

Esto es bien conocido de las madres latinoamericanas, que en muchos países utilizan la palabra “porfa” cada vez que el niño les pide algo (“porfa” es una reducción verbal de “por favor”), sin insistir en el “¿Qué se dice?...”, que no consigue el resultado esperado, porque como las situaciones son disímiles, el niño unas veces relaciona y otras no, y ante el “porfa” siempre responden sin dilación, hasta que paulatinamente se convierte en una norma social y moral: solicitar con cortesía cuando se les hace algo que desean o se les da.

El desarrollo de la conducta moral en los niños se dá por tres procedimientos principales:

A) Por enseñanza directa
B) Por identificación
C) Por ensayo-error

En la enseñanza directa el aprendizaje de las normas morales es similar a las otras formas de aprendizaje, donde primero se responde y actúa de modo determinado ante una situación específica (como ayudar a un compañero que está tratando de guardar cosas en una caja, por ejemplo), y luego ver rasgos comunes en situaciones aparentemente distintas, lo que implica una generalización de lo aprendido (como ayudarlo a completar una construcción en el área de juego).

Si ambas situaciones concuerdan en el plano mental, se va formando la cualidad, y el concepto moral, la ayuda al prójimo, en este caso.

Pero la enseñanza directa no completa la posibilidad del desarrollo moral, porque no todo puede ser objeto de la enseñanza. En este sentido la posibilidad de la generalización de relaciones constituye la vía que permite que lo que se aprende en una situación se traslade a otra u otras, siempre que haya elementos comunes que las identifiquen en el plano cognoscitivo y afectivo.

Esto determina que es básico y primordial que las situaciones que sean objeto de la enseñanza directa, tengan bien claros sus objetivos y contenidos, para que sus nociones fundamentales puedan ser generalizables fácilmente por los niños a las diversas situaciones a las que se enfrentan en su experiencia personal.

La identificación consiste en asimilar el modelo de conducta que le ofrece el adulto, o aquellos niños mayores que le rodean. En esto es muy importante la ausencia de contradicción en lo que pretende el adulto que se forme en el niño y lo que éste vé en las demás situaciones. Así, en un anuncio de una conocida televisora se destaca a una madre que regaña a su hijo porque le miente al encontrar que se han comido toda la tarta que había en el refrigerador, y más tarde, al recibir una llamada telefónica que le resulta inconveniente, la madre le pide al niño que diga que ella no se encuentra. ¿Cómo es posible diferenciar para el niño que “mentir” es unas veces sí, y otras no? Es por eso que el modelo que ofrezca el adulto no solo debe ser consecuente, sino también consistente, y no variar ante las distintas situaciones.

Los modelos en la identificación pueden ser muchos, pero los más importantes en el desarrollo moral del niño suelen ser:

En primer lugar, los padres, hermanos u otros integrantes del medio familiar, así como parientes que tienen significación en la familia y que con frecuencia entran en contacto con el niño.

La figura del educador o del maestro, que progresivamente va alcanzando un mayor peso en la formación de las nociones morales del pequeño,

Los coetáneos y miembros del grupo infantil, que ejercen una influencia considerable dentro del colectivo, particularmente si son lo que en los métodos sociométricos se denominan como “estrellas”.

Los personajes de la televisión, el cine, o literarios, que con frecuencia reflejan patrones morales de conducta que por identificación los niños tienden a imitar. Esta identificación con los personajes literarios motivó a M. T. Burke para realizar una investigación sobre el uso de tales personajes en la formación de cualidades morales en los niños tales como la veracidad, la honestidad, entre otras, y el resultado favorable obtenido condujo a la creación de una metodología denominada de “patrones bipolares”, que ha sido muy exitosa para la formación de dichas cualidades morales, metodología que se explica en la Unidad 5 de este material.

La enseñaza directa y la identificación pueden combinarse, y así el modelo que muestra el educador o el maestro se combina con la propia acción con la que se pretende formar el concepto, la noción o la norma moral.

El ensayo-error, aunque no constituye un medio idóneo para la formación de las normas y nociones morales, pues significa un desperdicio de tiempo y energía que puede ser encauzado de forma más hábil y directa, también es otra vía mediante la cual los niños aprenden los conceptos morales.

Por lo general los aprendizajes que se dan en la experiencia personal de los niños en su relación espontánea con el medio circundante, siguen esta vía, y los niños aprenden a hacer o no hacer las cosas por los reforzamientos negativos que reciben (y en mucho menor grado, positivos). Estos reforzamientos provienen de variadas fuentes, en la que los medios de comunicación, los video juegos, y otras formas de entretenimiento similares, tienen un peso considerable.

Asi, si el héroe que se supone el niño se identifique es a veces bueno, pacífico y servicial, y en otras es malvado, violento y poco solidario, sus efectos en la psique del niño van a depender de circunstancias aleatorias, de ensayo-error, y van a conducir a normas y comportamientos morales inestables, variables y muy relacionados con los momentos casuales en que se producen.

Porque, ¿cómo puede formar un niño un concepto adecuado sobre lo que es la paz, si su héroe favorito con el que se identifica arremete, agrede, y resuelve los conflictos mediante la violencia? Decididamente aquí hay una cuestión bastante difícil de resolver a padres y educadores.

El desarrollo de los conceptos morales en la primera infancia se derivan de casos concretos, pues al niño de esta edad le es muy difícil, sobre todo en las etapas más tempranas, poder hacer razonamientos abstractos que no estén directamente ligados a las imágenes perceptuales de los objetos y fenómenos que le rodean.

Decir que se deriva de casos concretos no quiere decir que los pequeños de esta edad no puedan paulatinamente generalizar a situaciones más abstractas, pero el paso inicial está muy estrechamente relacionada con la experiencia práctica, motriz, perceptual. Son incalculables las posibilidades de los niños de la primera infancia para llegar a abstracciones a veces sorprendentes, pero la forma de llegar a las mismas sigue los procedimientos básicos del aprendizaje infantil: de lo concreto a lo abstracto, de lo simple a lo complejo, de lo cercano a lo lejano.

Es decir, la formación de estos conceptos se relaciona con situaciones específicas, y donde paulatinamente se comprenden las relaciones comunes entre las diferentes situaciones, que conducen a una progresiva generalización de esas relaciones. Y es a partir de las experiencias reales que lo concreto se va volviendo general, y se convierte en un medio efectivo para el desarrollo de dichos conceptos.

Los conceptos morales generalizados que reflejan los valores sociales, suelen llamarse valores morales. Estos valores morales varían con la edad, y cada momento del desarrollo del niño se caracteriza por un tipo específico de valores, que permiten entonces elaborar un plan de acción pedagógico dirigido a su formación. A su vez un mismo valor, como puede ser en el caso de educación para la paz la solidaridad, se va a expresar de diferentes maneras en el devenir evolutivo, y donde a partir de una idea muy simple como puede la ayuda a algún compañerito que quiere alcanzar un objeto, hasta en edades posteriores el ayudar a aquellos niños que se encuentran en países desvastados por la guerra y que necesitan de la solidaridad de otros niños del mundo.

La formación de los conceptos morales sigue en términos generales la misma manera de formarse los demás conceptos sobre la naturaleza, la vida social o las relaciones entre los objetos, pero con particularidades propias dado la esencia social de estos conceptos. Esto conlleva algunas dificultades en su proceso pedagógico, que el educador ha de tener en cuenta para garantizar la efectividad de sus acciones formativas:

Desde el instante que el concepto moral lidia con cuestiones que en ocasiones requieren de un determinado nivel de abstracción, las diferencias en el desarrollo intelectual entre los niños, y dentro del propio niño respecto a sus diferentes inteligencias, puede ser un elemento de dificultad para el educador, que ha de encontrar actividades que puedan ser generales a todos, y específicas para cada caso particular. Ello implica una concienzuda labor de análisis de las situaciones específicas a utilizar en el proceso educativo.

El verbalismo moral, como ya se había mencionado, no es exitoso ni suele recomendarse en la formación de los conceptos morales en la edad, pues las palabras pueden resultar “huecas” a los niños cuando no se acompañan de su componente de la experiencia concreta.

La utilización de los patrones negativos como medio usual de transmisión de las normas y los conceptos morales es otra dificultad del trabajo educativo en la edad, pues conduce a que los niños “sepan que no hacer, y no sepan que hacer o como hacer”. La cuestión no es decirle siempre “No pegues”, sino enseñarle vías socializadas que no descansen en la agresión para resolver los conflictos que inveteradamente se presentan en la práctica pedagógica cotidiana con estos niños.

Esta es una dificultad consustancial al propio desarrollo social y que es mucho más compleja en los niveles superiores de enseñanza que en la etapa de la educación infantil, pero no por ello deja de estar presente.

El hecho de que un valor hoy sea de una manera, y después varía hacia otra, conduce a problemas en la formación de los conceptos morales, que refleja la típica expresión de los padres de hijos adolescentes “En mi época era muy distinto” u “Hoy día los niños no son como antes”, sin percatarse que el cambio es inevitable.

No obstante estos cambios suelen en su dimensión global tomar mucho tiempo para su trasformación (a menos que haya cambios sociales extraordinarios), pero aún así pueden manifestarse en períodos más breves que pueden afectar una línea de valor social. En esto los medios de comunicación tienen un impacto considerable, que pueden trasmitir cambios en los valores de acuerdo con las circunstancias que pueden perturbar lo que hasta ese momento era lo habitual en el comportamiento social.

Esta es una dificultad muy importante, y que tiene implicaciones muy diversas, desde expresarse en el plano social general a lo que ha dado en llamarse la “doble moral” hasta en el plano más particular de la educación del niño en el seno de la familia, el centro infantil y la comunidad.

Así, respecto a un valor moral cualquiera como puede ser la honestidad, puede haber grandes divergencias entre lo que la familia considera “ser honesto”, lo que piensan los educadores, y lo que preconiza el medio inmediato en la comunidad en que se desenvuelve el niño.

En el caso de los preescolares esto puede no ser tan agudo como en otros niveles del desarrollo, pero aún así constituye una permanente dificultad que obliga, particularmente a los padres y educadores, a ponerse de acuerdo respecto al valor o la normal moral en cuestión. Porque si en el centro infantil se le enseña al niño que no debe agredir para obtener lo que desea y en la casa los padres le dicen lo contrario (las famosas frases de “No dejes que te peguen”, “Si te pegan, pega tu también”, “Tienes que pegar para que no te cojan de mingo”, entre tantas otras), el niño se confunde, no sabe como responder ante las distintas situaciones, y se dificulta la formación del concepto moral.

Esta dificultad se relaciona en cierta medida con la anterior, y consiste en que el concepto moral se le enseña al niño para un tipo de situaciones, y luego se modifica al enfrentarse a semejantes, pero que tienen un matiz distintivo. Así, si los padres en la casa le enseñan al niño que hay que amar a los otros niños porque son sus amigos, o el educador en el centro infantil, y de pronto aparece en el medio una comunidad de gitanos, el niño no podrá entender porqué se le dice que no se relacione con los niños de esa etnia, cuando son niños al igual que los que los padres o el educador decían que había que amar.

De igual manera sucede cuando por las circunstancias se varía el concepto, o se espera que el niño se comporte de una manera en una situación, y de otra en otra ocasión.

Las comunidades suelen tener sus propios conceptos o patrones morales, dados por su idiosincrasia, su historia, o las condiciones específicas de vida, y que se supone todos los que viven en la misma han de cumplir, puesto que la norma y el concepto moral surgen del grupo social.

Así, en determinadas comunidades hay criterios sobre el valor, la honestidad, el deber, entre otros muchos. El centro infantil está ubicado en una comunidad que puede o no, tener los mismos valores que el educador preconiza en su trabajo educativo, valores que en ocasiones pueden entrar en contradicción. Así, por ejemplo, los niños que provienen o viven en comunidades mormonas en los Estados Unidos, suelen tener dificultades en su incorporación en los centros educativos habituales, por sus diferentes costumbres, vestuario, ideas, etc. Ello exige del educador de una gran maestría pedagógica para tratar de conciliar los valores sociales generales con los propios del grupo en cuestión, y de su integración e interrelación con los demás niños. Idéntica situación sucede con los niños provenientes de otras culturas o procedencias étnicas, que dan por resultado una situación multicultural que en ocasiones es difícil de manejar. Pero el mundo actual determina que la situación de multiculturalidad es una situación bien presente en la escuela de hoy, para lo cual no están preparados la mayoría de los docentes, en particular en aquellos países industrializados como España o Francia que atraen a miles de inmigrantes.

La formación de conceptos morales en estas condiciones crea dificultades serias al educador que, si bien por una parte la situación de multiculturalidad es propicia para una incorporación más apropiada de los conceptos referidos a la solidaridad humana y la paz, sin embargo, dificulta en grado extremo la conciliación de normas y valores más específicos, como pueden ser la aceptación de la igualdad o la comprensión de valores diferentes.

Todo lo anterior puede conducir a la presencia de conflictos derivados de estas presiones sociales que el educador ha de saber manejar para poder hacer una labor efectiva en la formación de los conceptos morales de todos sus niños.

Por regla general la interiorización de las exigencias sociales, las normas morales y las reglas de conducta, que se derivan de los conceptos, es más compleja que la interiorización de las acciones intelectuales, por lo que el componente emocional, afectivo, cobra un peso considerable en la formación de los conceptos morales en estas condiciones particulares, por lo que la vivencia como tal ha de estar presente en todas las actividades, si bien el componente cognoscitivo no puede estar tampoco relegado a un plano poco significativo.

En realidad lo que se da en la práctica pedagógica habitual es lo contrario: Prestar la mayor dedicación a la transmisión del conocimiento que al componente afectivo, cuando en la educación moral, en la educación para la paz, lo más importante es lo que siente el niño al hacer una acción, y no lo que sabe de la misma.

 

3.2.2 Desarrollo moral y formación de motivos

No es posible hablar de desarrollo moral en la primera infancia sin hacer una breve incursión en la formación de motivos, pues ambos están estrechamente ligados en la educación moral de los niños de esta edad.

En la primera infancia no es posible hablar de motivación como tal, pues la misma implica un proceso de autorregulación de la conducta y de jerarquización de motivos que no es posible alcanzar en la etapa infantil, Sin embargo, si es posible mencionar el surgimiento de motivos, generalmente no conscientes y no priorizados en un sistema, que se dan en su inicio por las influencias ambientales y que poco a poco se vuelven más estables y conscientes. En el caso específico de la formación y el desarrollo moral este surgimiento de motivos es básico para garantizar que las normas y conceptos morales, el comportamiento moral en suma, aparezca por el propio deseo del niño de su cumplimiento, y solo así se puede hablar de la existencia de un desarrollo moral verdadero.

La experiencia relatada de la investigación de los “caramelos como regalo para mamá” es significativa para demostrar como se sucede la formación de motivos en la primera infancia, donde la influencia de la percepción y de la situación es mucho más fuerte que la influencia verbal o los propios deseos del niño, al cual le es muy difícil cohibirse de estos, quiere pero no puede, sabe pero no le es posible controlarse. Solo es poco a poco, y mediante un proceso gradual de educación que los motivos comienzan a formarse, a interiorizarse, y convertirse en motores del comportamiento infantil. Este es un proceso largo que se inicia desde las etapas más tempranas, y donde se da el cambio paulatino de la actuación fundamentalmente dirigida por deseos y sentimientos ambientales provocados por el contexto situacional hasta comportamientos más estables y conscientes, en la medida en que se da la interiorización de las normas, reglas y conceptos morales.

Así, desarrollo moral y formación de motivos morales andan de la mano, y no puede concebirse la formación de uno ajena a la formación del otro. Con los motivos, al igual que con las demás formaciones psicológicas como las capacidades o los valores, no puede trabajarse directamente, sino mediante actividades diversas dirigidas a estos propósitos y que conducen paulatinamente a la formación del motivo. De esta manera cuando un educador realiza una actividad de educación moral dirigida a crear en los niños un sentimiento de amor hacia los animales, y en la misma atienden, cuidan, alimentan y protegen a un gatito, por ejemplo, a su vez está formando premisas vivenciales y cognoscitivas que van actuando sobre la mente de los niños, y que van desarrollando en ellos la necesidad de actuar consecuentemente con aquello que se les enseña, se va formando el motivo que los impulsa a actuar siempre de esa manera.

Es decir, el motivo surge y se estructura como una consecuencia indirecta de la actividad encaminada a la formación de la conducta moral, y una vez surgido va a propiciar el comportamiento moral. Por eso es que no se puede realizar un trabajo educativo exitoso en la educación moral y la educación para la paz en la primera infancia si no se acompaña de su correspondiente formación de motivos, pues de otra manera solo constituye un conocimiento estéril que no conduce a actuar.

En varias ocasiones se ha repetido que la moral verdadera es aquella que se cumple de manera consciente y no por una imposición de normas y de reglas, por lo que es imposible lograr el desarrollo moral del niño si no se forman los motivos morales de su conducta que, aunque como ya se dijo son inicialmente de tipo inconsciente y derivados de la situación, paulatinamente se van haciendo conscientes e impulsando a la acción.

Los motivos en la primera infancia son muy diversos (lúdicros, de interrelación social, cognoscitivos y emulativos, de autoestimación y autoafirmación, entre otros), pero los más importantes son los motivos morales, que sobre los cuatro o cinco años surgen como consecuencia directa de la situación (“Si una persona roba, se la lleva la policía”), y luego aparecen por comprensión de las normas morales, que generalmente se estructuran dentro de las sociales, como es “el hacer algo útil a los demás”, por nombrar un ejemplo.

Si el trabajo educativo ha sido propicio, al final de la primera infancia debe haberse conseguido una cierta subordinación y jerarquización de motivos, lo que determina que los niños sean capaces de mantenerse realizando una actividad pedagógica con el educador, aunque sus deseos sean el de ir a jugar al área exterior, o surjan estímulos externos (como oír que están tocando música en la sala principal) que pudieran desviarlos de la acción que realizan. Esto es prácticamente imposible en la edad temprana en que por la fragilidad de los motivos y la fuerza de la situación, los pequeños parvulitos tratarían de evadir la actividad pedagógica para “ir a ver que pasa en el salón”.

El hecho de que a fines de la primera infancia exista ya este sistema de subordinación y jerarquización de motivos, y se haya consolidado por otra parte la autoconciencia, determina que solo entonces es posible afirmar que hay un desarrollo de la personalidad, por lo que estos dos aspectos constituyen los logros fundamentales del proceso educativo de formación de la personalidad en la etapa.

Ello nos indica que el desarrollo moral, que es el nódulo central de la estructura básica de la personalidad, tal como afirman Kohlberg y Piaget, ha alcanzado un nivel de desarrollo tal que permite plantear que ya existe una personalidad, cuyas bases fundamentales se han consolidado en estos primeros seis años de vida, y donde los motivos morales impulsan el cumplimiento de una conducta moral que caracteriza a cada niño, y lo hace distinto a los demás.

Por eso es que la formación de los motivos morales, y las normas y conceptos morales, constituyen una unidad, aunque no una identidad, en el desarrollo general del niño y específicamente en su actuación moral ante la vida. Y en eso la Educación Moral juega el rol educativo principal.

 

3.3 La Educación Moral y su significación en la Educación para la Paz

La Educación para la Paz no puede concebirse fuera de la Educación Moral, y cuando se habla de educación para la paz y de una cultura de paz, nos estamos refiriendo a un área particular de la formación moral del individuo. En este sentido las normas, reglas, conceptos y comportamientos morales que se construyen durante la primera infancia son los mismos de la educación moral, solo que conscientemente se enfocan en el trabajo educativo hacia la paz. De esta manera los rasgos y particularidades de la personalidad que se forman para hacer que los niños amen al prójimo, se generalizan a los de otros contextos y lugares, aquellos que se trabajan para que sean capaces de no agredir a sus iguales se referencian a los de otras culturas y países, los que se enseñan para que se relacionen en un clima de no violencia, aceptación y camaradería en la propia sala o centro infantil se generalizan a un contexto mayor, y a eso, es lo que se llama “Paz”.

Por lo tanto el concepto de paz es inadmisible fuera del contexto moral, y todo lo que se haga en la formación moral del niño colabora y se integra a la concepción de la paz.

En los acápites anteriores se ha ido siguiendo una racional que va de las relaciones entre la ética y la moral, al concepto de moral, a la formación y desarrollo moral, que son expresión de un resultado en el individuo, de formaciones psicológicas que constituyen el núcleo central de su personalidad. Ahora corresponde hablar de cómo concebir, instrumentar y realizar el proceso educativo que ha de conseguir tal resultado: Hablar de la Educación Moral.

Como ya se ha planteado, es imposible concebir una moral sin entrar a considerar la educación; ya que el ser humano no nace con una determinada moral, sino que dentro de su proceso de desarrollo en la sociedad, se construye como ser moral, y la calidad de tal construcción moral va a depender en gran medida de la calidad de educación que ha recibido.

En el acápite de esta unidad referido a las relaciones de la ética y la moral se aventuró una primera definición de lo que es la educación moral al plantear que educación moral es “el proceso educativo dirigido a formar rasgos, comportamientos y vivencias de la personalidad que sean propicios de una conducta moral, de acuerdo con los principios éticos más generales de la humanidad en su conjunto”. Sin embargo, existen muchas definiciones de lo que es Educación Moral en dependencia de donde se sitúe lo que se considere más importante de la misma. Entre algunas de las requisadas en la bibliografía están:

“La educación moral se dirige a la formación moral, de manera que el proceso y la acción educativos permita ir asumiendo de modo crítico, reflexivo y progresivo el ejercicio auténtico de la libertad, de los derechos y deberes individuales y sociales, en un clima de respeto y de tolerancia positiva hacia otras posturas morales, políticas y religiosas diferentes a las de su cultura original”
“Educación Moral es un proceso de aprendizaje que permite a los estudiantes y adultos en una comunidad escolar comprender, practicar e interesarse por los valores éticos fundamentales tales como el respeto, la justicia, la virtud cívica y la ciudadanía, y la responsabilidad por sí mismo y por el prójimo. Sobre tales valores fundamentales, se forman las actitudes y las acciones que son propias de las comunidades seguras, saludables e informadas que sirven como los cimientos de la sociedad”.
“La Educación Moral se entiende como educación de la libertad responsable: de la capacidad que el hombre tiene para comprometerse personal y libremente con la verdad. En este sentido, la educación moral no es más que la ayuda a cada alumno para que descubra por sí mismo el sentido de los valores y se decida a comprometerse en un proyecto personal de vida”.

Es interesante la definición que el Departamento de Educación de los Estados Unidos da a la Educación Moral, que constituye un enfoque pragmático evidente:

“La educación moral es la formación de hábitos de pensar y actuar para ayudar a las personas a convivir y trabajar juntas como familia, amigos, vecinos comunidades y naciones”.

Por supuesto que se podrían llenar páginas de diferentes definiciones, pero un resumen de todas coinciden en señalar aspectos distintivos que las aproximan, en cuanto a sus objetivos en la formación del individuo, al hecho de considerarla como base angular de la personalidad, a su significación dentro de una sociedad, al papel que juega en una educación cívica, ética y responsable del hombre. Y eso es lo más importante, no entrar a dilucidar diferencias, a veces solamente semánticas, entre unas definiciones y otras.

Pero, sea cual sea la definición de lo que es la Educación Moral, lo que si constituye un elemento muy significativo respecto a la misma es que de acuerdo con una investigación realizada por la UNESCO sobre los principales objetivos educativos de los sistemas educativos de los distintos países, se comprobó que la educación de los valores morales era el único objetivo planteado de manera unánime, mientras que otros, como la educación física, la educación intelectual, o la educación social no lo eran, lo cual, sin ser algo totalmente sorprendente, es llamativo.

La educación moral como tal tiene componentes cognitivos, volitivos, afectivos y conductuales, que de no ser considerados conducirían a un reduccionismo de su concepción. Desde este punto de vista una vez adquirido un sistema de ideas morales, la aplicación de las normas morales a las circunstancias de cada situación requiere de un análisis racional e intelectual, que se materializa en una acción concreta, que se acompaña de la orientación de los afectos y de la fuerza de voluntad necesaria para que el sujeto sea capaz de seguir su propia decisión. Es por eso que en algunas tendencias que dirigen la educación moral a valorar solo uno de estos aspectos, a tomar en consideración alguna en exclusión de otros, lo que hacen es limitar la importancia que tiene la educación moral para la formación general de la personalidad.

Una cuestión que trae mucha discusión con respecto a la educación moral radica en si la misma debe considerarse como un contenido más del currículo o, si por el contrario, debe valorarse como un eje transversal que afecte al currículo en su conjunto.

Así, hay autores que han considerado la posibilidad de que la educación moral forme parte del currículo explícito de la escuela, y destacan su significación en el desarrollo del sentido de la responsabilidad en el individuo a partir de la consideración en este de tres aspectos:

A) Un aspecto cognoscitivo, derivado del análisis intelectual del proceso de razonamiento moral y formación de juicios, para entender la situación dada y saber en al misma,
B) Un aspecto afectivo, vivenciad, que relacione el actuar según su propio razonamiento moral y lo sienta como personal,
C) Un aspecto o componente conductual, que lleva a la perso¬na a actuar según su propio juicio moral.

Realmente la educación moral no sólo es posible de pensar en ella mediante el proceso directo, planificado y sistemático de la escuela, sino que la misma se produce, además, por vía indirecta, través de toda la actividad del hombre, a lo que se suma el proceso consciente de auto educación del individuo.

Si bien esta concepción es plausible de considerar en los niveles superiores de enseñanza, en el caso de la educación infantil la misma ha de valorarse como un eje central que pernee todo el currículo, y que se expresa mediante todos los contendidos del programa educativo.

Pero si “considerar el proceso directo, planificado, y sistemático de la escuela” significa considerar ambas cosas, contenido específico y eje transversal, entonces no parece haber gran discusión entre los diferentes autores.

Así, encontramos criterios que plantean que “la educación moral afecta a la totalidad de la persona, por ello no se debe entender al margen de los demás aspectos de la educación, como un añadido aparte. Esto es, no se trata de considerar los valores y virtudes como una asignatura que se añade a las matemáticas, a la historia y a la lengua; ni se trata exclusivamente de dedicar un tiempo determinado en el horario para la educación moral. Se trata, por el contrario, de hacer presente en cada una de las actividades escolares, en cada clase, toda la riqueza del hombre y de lo humano”.

Como se ge el criterio más generalizado es el de considerar que constituye un eje transversal incluso en los niveles de enseñanza más allá de la educación infantil, aunque algunos añadan la inclusión de contenidos específicos en el plan de estudios.

Muchos sistemas educativos han asumido esta posición, y así, por ejemplo, en la Resolución 7 del MEC de España se refleja que la Educación Moral no es una materia sino que está “presente de manera global en los objetivos y contenidos de todas las áreas educativas”, denominando a esto como inclusión transversal de la Educación Moral en la enseñanza de niños y jóvenes. Y se agrega “Puesto que han de impregnar toda la acción educativa, las enseñanzas transversales constituyen una responsabilidad de toda la comunidad educativa, especialmente del equipo docente. En particular han de estar presentes en el proyecto educativo del centro, en el proyecto curricular de etapa y en las programaciones que realiza el profesorado."

Es decir, ya nadie parece discutir que sea un eje, inclusión o área transversal, y lo que aún queda por determinar es si ha de tener o no, además, contenidos específicos o particulares

Ello implica la consideración de la educación moral, como reza en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como uno de los pilares de la trama social y de la estabilidad de pueblos y culturas, lo que la hace también consustancial a los criterios de la educación para la paz.

De acuerdo con esos planteamientos se señala que:

1º. La Educación Moral esté incorporada como una tarea privilegiada en los diversos ámbitos sociales, para posibilitar la formación moral de los ciudadanos, sin que quede ningún sector excluido de esta obligación.
2º. Conforme como dimensión transversal, todas las materias y actividades educativas, académicas y extracurriculares; y como dimensión longitudinal todos los períodos formativos.
3º. Forme parte del sistema educativo obligatorio de toda enseñanza de niños y jóvenes y se sistematice explícitamente en una materia especialmente dedicada a tomar conciencia de los diferentes problemas éticos que surgen por la convivencia social, así como de los diversos valores implicados en la misma.

Esto está dado porque según algunos autores como F. González, en particular en el caso de América Latina, ha existido una tendencia a la fragmentación entre la educación de la personalidad y la educación moral, pues aunque toda educación es moral, en la práctica profesional educativa, y en la propia ideología dominante en la esfera educativa, no se ha expresado una intencionalidad explícita hacia lo moral, lo que obliga a concebirla como algo específico, independientemente de lo que ocurre en el proceso de educación.

Esto coincide con los criterios de E. V. Remires, de la Universidad de Harbara, quien justifica la necesidad de un currículo explícito en América Latina, basado en cuatro razones fundamentales:

Una primera, derivada de la realidad presente en dichas sociedades, de que la mayoría de los países latinoamericanos han señalado la formación de un ciudadano ético y responsable como una de las metas más importantes de sus sistemas educativos.
Una segunda razón señala que las generaciones más jóvenes están recibiendo mensajes sobre valores éticos y morales que son contradictorios, es decir, contravalores en sí mismos.
La tercera razón es que para que las sociedades democráticas sobrevivan, los individuos que funcionan y trabajan en ellas necesitan ser participantes activos en el proceso de gobierno, y han de ser capaces de pensar en el bien común, no sólo en el bien personal.
Y finalmente, un cuarto y último argumento es que la exclusión de una educación moral del currículo escolar no ha traído buenos resultados y los actos de violencia, corrupción e irresponsabilidad en las sociedades latinoamericanas son cada vez más frecuentes y de peores consecuencias

Al respecto, es muy importante recordar la Declaración Universal de los Derechos Humanos cuando afirma en el párrafo 26:

"La educación tiene que apuntar a un pleno desarrollo de la personalidad humana y a un respeto por los derechos del hombre y por las libertades fundamentales. Tiene que favorecer la comprensión, la tolerancia, la amistad entre todas las naciones y todos los grupos raciales o religiosos, así como el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz"
Un análisis global de los diferentes autores que propugnan la necesidad de la existencia de objetivos y contenidos de un currículo explícito para la educación moral revela que, independientemente de diferentes terminologías y acepciones, dichos contenidos conducen al siguiente resumen:

• Desarrollo de la capacidad cognitiva, que implica la construcción y valoración
Positiva del yo, la integración de la experiencia biográfica y la proyección hacia el futuro.
• Desarrollo de la capacidad empática y de adopción de perspectivas sociales, asociada al conocimiento de los demás y la adopción de perspectivas sociales.
• Desarrollo del juicio moral, o capacidad de razonar sobre los problemas morales, de acercarse a un modo de razonamiento justo y solidario.
• Desarrollo de la capacidad de la argumentación y de diálogo, que asegura el intercambio de opiniones, razonar sobre el punto de vista de los demás.
• Comprensión crítica y creativa de la información moral relevante, asociada a la capacidad para adquirir información, para contrastar críticamente diversos puntos de vista.
• Desarrollo de la autorregulación, expresada en la coherencia entre el juicio y la acción moral, la adquisición de hábitos deseados y la construcción voluntaria del carácter moral, y que implica el desarrollo de actitudes para la acción y la transformación del entorno.

Además, la educación moral tiene como objetivo lograr nuevas formas de entender la vida, de construir la propia historia personal y colectiva.

Por último, todo programa debe estar orientado hacia el conocimiento y reconocimiento de las normas de la comunidad, enseñar a los alumnos a construir y respetar las normas de convivencia que el grupo de referencia considere necesarias, a conocer y aceptar el papel de las normas en el contexto del funcionamiento de las colectividades.

En este sentido, la escuela ha de interesarse y ocuparse de la educación moral, que forma parte de la educación integral, ayudando los estudiantes a construir sus propios criterios y tomar decisiones, para saber como enfocar su vida y orientarla.

Las finalidades esenciales serían entonces las siguientes:

1. Construir aquellas disposiciones que configuran la conciencia moral autónoma, para regular o dirigir por sí mismo la propia vida moral.
2. Adquirir criterios de juicio para la producción de razones y argumentos morales justos y solidarios, y usarlos habitualmente en las controversias que implican un conflicto de valores.
3. Desarrollar la capacidad de comprensión crítica de la realidad personal y social, para hacer posible reconocer y valorar el significado de las situaciones concretas.
4. Formar las disposiciones necesarias para la autorregulación que permitan dirigir por sí mismo la propia conducta y construir formas voluntarias de comportamiento, reflexivamente decididas.
5. Formar la sensibilidad necesaria para percibir los propios sentimientos y emociones morales, aceptarlos críticamente y utilizarlos, por ser componentes de la conciencia moral.
6. Fomentar las competencias dialógicas que predisponen al acuerdo, al entendimiento y a la autoevaluación, así como a la tolerancia y a la autoevaluación democrática.
7. Reconocer y asimilar los valores morales que son universalmente deseables.
8. Conocer toda información que tenga relevancia moral o pueda resultar formativa por su clara explicitación de valores.
9. Reconocer y valorar la pertenencia a las comunidades habituales de convivencia, integrarse participativamente en ellas y reflexionar críticamente sobre sus formas de vida y tradiciones valorativas.

Como se observa, hay una extensa bibliografía relacionada con la educación moral, en especial en los niveles intermedios y superiores de enseñanza, sin embargo, la revisión de diversos programas educativos refleja que, aunque en su generalidad asumen que la misma ha de tener un carácter transversal, son pocos los que señalan objetivos, contenidos y actividades específicos dirigidos a la educación moral y menos aún a los referentes a la educación para la paz.

 

3.3.1 Contenidos de la Educación Moral y Educación para la Paz en la primera infancia

Si bien pudiera parecer algo contraproducente que se hable de contenidos de Educación Moral en la educación infantil cuando se ha argumentado que la misma es un eje transversal, ello sería producto de una concepción estrecha de lo que es un contenido, que por hábito tiende a valorarse como organización de conocimientos en el sentido estricto de la palabra.

Pero un contenido puede ser “Formar vivencias positivas en la realización de las actividades relacionadas con la educación moral”, la cual puede ser extensible a su vez a “la educación para la paz”. Esta salvedad no elimina de ninguna manera que algunos contenidos puedan referirse a conocimientos como tales, como pueden ser “Conocer las características de los países amigos” o “Enumerar las prendas de vestir de los niños de procedencia africana”, por nombrar dos casos extremos.

Lo que se pretende hacer ver es que no hay porqué temerle a la impartición de conocimientos en las actividades de la educación moral o de la educación para la paz, lo que hay que tomar en cuenta es de no hacer de ellos el contenido central del programa educativo, y valorar como más importantes la formación de normas, conceptos y comportamientos morales, que se integren como rasgos y particularidades de la personalidad de los niños.

En términos generales los contenidos de la educación moral en la primera infancia han de estar relacionados con la formación y desarrollo de cualidades morales que permitan que el niño manifieste rasgos de bondad, disposición para vencer las dificultades y perseverancia, para cumplir ciertas tareas, decir la verdad en determinadas ocasiones, y no sienta temor en algunas situaciones, y pueda valorar de manera sencilla cualidades que se ponen de manifiesto en sus compañeros y en él mismo.

También el establecimiento de adecuadas interrelaciones, normas y reglas de comportamiento social, tales como: disculparse, pedir ayuda, saludar y despedirse, no molestar a los demás, pedir permiso, dar las gracias, pedir de favor, no interrumpir al que habla y hablar en voz baja, entre otros.

De igual manera tareas laborales sencillas que les permitan a los niños actuar con disposición y trazar objetivos laborales, planificar las acciones, con un orden y secuencia lógica, de forma individual y en coordinación con otros niños, así como el. empleo correcto de los útiles de trabajo y su cuidado.

Todo esto debe garantizar los propósitos más generales de la educación moral en estas edades, y que se vinculan estrechamente con los de la educación para la paz, y entre los cuales han de estar:

Lograr que los niños muestren de manera estable un estado emocional positivo y mantengan interrelaciones adecuadas con otros niños y los adultos que intervienen en su educación.

Expresen satisfacción al realizar distintos tipos de tareas, docentes y no docentes.

Sean capaces de valerse por sí mismos y ajusten su comportamiento de acuerdo con las exigencias que emanan de las diferentes situaciones de la vida cotidiana.

Cumplan de forma estable las normas de conducta social que les son trasmitidas por el adulto, y que en la mayoría de los casos sean capaces de regular su conducta por su orientación y en ocasiones por sí mismos.

Muestren cualidades personales que indiquen una actitud positiva hacia los demás, hacia la cooperación y ayuda mutua y al trabajo conjunto en actividades especialmente estructuradas, así como en otros momentos de su vida en grupo.

Aprecien lo correcto y lo incorrecto en la actuación de los demás y en la suya propia.

Hagan actividades laborales individuales y colectivas con agrado y satisfacción.

Es obvio que en el caso de la dirección del trabajo educativo hacia la consecución de una cultura de paz, todos estos propósitos y contenidos se adecuan al tema específico de la paz, pues como parte integrante de la educación moral, cuando se trabaja en aquella mas general, se está haciendo a su vez en la más específica de la paz.

Así, si por ejemplo, el educador realiza una actividad para formar la noción moral de la aceptación de los criterios de los demás, que implica la comprensión y valoración de los otros, el educador puede fácilmente relacionarlo con el no uso de la violencia, la utilización de vías pacíficas, que son componentes esenciales de una conducta y una conciencia de paz. Y así con todos los contenidos posibles.

Esto unido a la consideración del trabajo educativo en diversas cualidades psicológicas como el establecer límites a la libre actividad del niño, y enseñarle reglas ajenas a él, que deben respetar; desarrollar la capacidad de autocontrol, fomentar la formación del carácter mediante el seguimiento de un orden en el ejercicio en la vida diaria de hábitos básicos; aceptar las reglas de los juegos; respetar las propiedades de otros; compartir y ser generoso; aprender a vencer los caprichos; aprender a comprender las consecuencias de los propios actos; resolver autónomamente pequeños encargos, entre otros.

Obviamente salta una pregunta: ¿Desde cuándo comenzar entonces a educar moralmente a los niños? Prácticamente desde la propia cuna, porque desde el nacimiento son modelados por el trato que reciben de los adultos, para bien o para mal, y aunque se trate de niños pequeños que aún no han desarrollado el habla ni la capacidad de razonar, eso no significa que no estén necesitando una formación moral.

Esta formación comienza desde que se le enseña al lactante lo que significa el "si" y el "no", pues un niño de pocos meses puede desafiar a los adultos que le rodean "exigiendo" determinadas respuestas, y controlando toda la conducta familiar. Ello no ayuda a crear un buen nivel de frustración, y lo acostumbra a no esperar nunca una negativa, y que el mundo gira totalmente alrededor de él.

A partir de principios de la edad temprana, con el surgimiento del lenguaje y el progresivo dominio motor, aumentan las posibilidades para una educación moral explícita, que se consolida mucho más en la medida en que el lenguaje adquiere se carácter regulador.

Luego, ya en la etapa de la educación infantil, se abren todas las oportunidades de la educación moral, y de empezar a trabajar de forma más directa en los contenidos de la educación para la paz, tales como la formación de valores, el respeto de los derechos humanos y la formación ciudadana, que requieren de un cierto nivel de comprensión y desarrollo de los procesos cognoscitivos para su mayor efectividad.

Una última cuestión a considerar en la unidad. El individuo moral no puede formarse en sociedad alguna sin la educación. Pero en los diferentes tipos de sociedad son distintas las posibilidades de la misma, así como de los factores favorables de acción para el desarrollo ético - moral del individuo, pues el hombre no nace como ser moral, sino sólo puede convertirse en tal en el proceso de su actividad vital. Para asimilar la experiencia moral colectiva objetivada en la cultura necesita intermediarios (familia - escuela - comunidad), y la solución de las posibles contradicciones que puedan entre él y los demás, con la sociedad y la naturaleza, debe conllevar a un comportamiento humanista y al sentido de la responsabilidad moral, del cual depende de la libertad y el desarrollo de la conciencia moral.