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El Conejito de Mil Colores,
De María del Pilar Arévalo Cañate (hija de Yelitzia Cañate de TACS)
El conejito Baldo vivía en una montaña cerca de una gran ciudad. Baldo era muy curioso, cuando anochecía no podía dejar de mirar esa ciudad con tantas luces.

Una noche se dijo – Mañana iré a conocer la ciudad. Al amanecer, se dirigió hacia la ciudad. Cuando llegó se encontró una casa muy bonita con una verja verde, del mismo color que la fresca hierba de la montaña. - ¡Qué casa más bonita! – dijo Baldo – y se dirigió hacia un cubo que había cerca de la verja. Como era muy curioso se asomó para ver que había dentro del cubo: -¿qué será esto? Se acercó más y -¡plof!-, Baldo se cayó dentro del cubo.

Cuando salió, su preciosa piel se había vuelto verde, era pintura de la verja. Baldo decidió volver a la montaña. De camino a su casa se encontró con otros conejitos que estaban jugando al escondite, Baldo les saludó: - Hola chicos, ¿puedo jugar con vosotros?

Los otros conejitos no podían verle, - ¿quién habla?- preguntaron los otros conejitos. Baldo respondió, - Yo, Baldo, ¿no me veis?. Uno de los conejos dijo. Mirad, esta ahí, esta disfrazado de hierba. Baldo dijo: -No estoy disfrazado, me he caído dentro de un cubo de pintura. Los conejitos se rieron, y le dijeron que así pintado no podía jugar con ellos, porque siempre ganaría al confundirse con la hierba.

Baldo, muy triste, siguió su camino cuando de pronto escuchó: -mirad, una hierba con ojos viene hacia aquí. Baldo muy triste dijo: -No soy una hierba, soy Baldo, me he manchado de pintura verde, y los otros conejos no quieren jugar conmigo. Uno de los conejos le dijo: No te preocupes, yo conozco a una niña, que se llama María, y tiene muchos lápices de colores, y seguro que soluciona tu problema. Vamos a buscarla.

Entonces, todos los conejos fueron a la ciudad, a una pequeña casa muy bonita con muchos colores. Allí estaba María pintando, y cuando los conejos le contaron la historia de Baldo, María solucionó el problema pintando a Baldo de mil colores, para que todo el mundo le viese y nadie pudiese confundirle con la hierba.

Así Baldo y sus amigos volvieron a la montaña a jugar, y muy felices están con el nuevo aspecto de Baldo, el conejo de Mil colores.

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