EDUCACIÓN INFANTIL:

REQUERIMIENTOS DE ENSEÑANZA Y EDUCACIÓN

Para que el proceso educativo cumpla con estos objetivos; es decir, para que la enseñanza y la educación sean realmente desarrolladoras y educativas, deben cumplir algunos requerimientos, exigencias pedagógicas y didácticas esenciales que los que organizan y dirigen este proceso deben conocer profundamente y utilizar en la práctica educativa. Entre estos requerimientos esencialmente se destacan los siguientes, en correspondencia con la concepción del desarrollo que se presenta:

El proceso educativo debe responder a un alto nivel de exigencias. Esto debe entenderse correctamente. No se trata de "pedirle peras al olmo"; de pedirle al niño lo que está mucho más allá de sus posibilidades. Se trata de que en las actividades que se le planteen se tenga en cuenta el desarrollo ya alcanzado, lo que es capaz de realizar por sí mismo de una manera autónoma independiente, para que sirva de base, de plataforma a las nuevas exigencias. Si se le pide que haga lo que ya sabe hacer, sencillamente se le está "ejercitando", pro no se logrará un nuevo desarrollo; por ello debe plantearse ante el niño nuevas y más altas realizaciones que lo puedan conducir a un más alto desarrollo, al logro de nuevas formaciones.

Es así como la educación conduce al desarrollo. Si el niño, ya es capaz de lanzar una pelota en dirección a un objetivo a determinada distancia y se quiere desarrollar su coordinación visomotora o la fuerza en su movimiento se deben variar las exigencias de la actividad; o bien la distancia se hace mayor entre el niño y el objeto que debe derrumbar con su pelota, o bien este objeto se hace de menor tamaño para que tenga que lograr una mayor precisión. Es posible que estas nuevas exigencias requieran de algunos niveles de ayuda por parte de la educadora, una orientación, una demostración o inclusive la construcción de un canal que vaya del punto de lanzamiento al objeto, pero estos apoyos externos poco a poco van siendo innecesarios, y el niño llegará a hacerlos por sí solo, porque ha logrado una mayor fuerza motriz o una mejor coordinación entre ojo que ve y mano que lanza.

Múltiples son los ejemplos que podrían darse. Lo importante es comprender que desarrollo y formación exigen condiciones para la realización del proceso educativo.

Dicho proceso debe ser activo, en el sentido de erigir la propia actividad del niño en el proceso. Nadie puede ni debe hacer por él, lo que él mismo debe realizar. De no cumplirse este requisito no se sería consecuente con la concepción del importante papel de la actividad y la comunicación en el desarrollo infantil.

El proceso educativo debe ser significativo y al mismo tiempo tener un sentido para el niño como sujeto activo. Tener significado significa tanto en el contexto ausbeliano como vigotskiano de que lo nuevo se inserte en lo ya adquirido y conocido por el niño para alcanzar una verdadera comprensión. Cuando se va a educar se deben tener en cuenta las formaciones y desarrollos ya alcanzados como fundamento esencial para proyectar el futuro.

La actividad tiene que tener sentido para el niño. No se trata de hacer por hacer, sino de hacer algo que se desea, satisface y con un objetivo determinado. El pequeño que ayuda a regar las plantas debe sentir agrado en echarle agua con su regadera, satisfacción en cumplir el encargo, la encomienda social que se le ha asignado y hacerlo para contribuir a que tengan más vida, para que sus hojas sean más verdes, y sus raíces más fuertes.

El proceso educativo debe ser interactivo. El niño no está solo con un preceptor, sino que forma parte de un grupo de coetáneos, con los convive, se desarrolla, aprende y se forma. Solamente junto a los otros, en una acción conjunta, puede lograrse en el niño o la niña la comunicación, la interrelación, y el placer de hacer con los demás. Conocedor de esto, el educador propiciará la realización de actividades conjuntas donde aprenden a compartir sus materiales, ayudarse los unos a los otros, apreciar y valorar lo que los demás hacen, y respetarlos y amarlos.

En el proceso educativo ha de lograrse la participación reflexiva de los niños; es necesario que comprendan que hacer y como hacerlo, pero también para que hacerlo. Así se contribuye a desarrollar su pensamiento y su capacidad para aprender, y su aceptación del que hacer.

Resulta de gran importancia conocer las particularidades psicológicas de los niños y las niñas en el proceso educativo. El niño en esta etapa es un organismo en crecimiento y maduración. Por ello, en toda la organización de su vida es necesario tomar en cuenta sus particularidades constitucionales y funcionales y la actividad de su sistema nervioso.

Por supuesto es necesario delimitar claramente el aporte que ofrece la maduración, que a pesar de su importancia nunca puede sustituir la función educativa, que en definitiva es lo esencial e influye en los propios procesos de crecimiento y maduración. Estas posibilidades del organismo es necesario tenerlas en cuenta al organizar el proceso educativo, tanto para responder al requerimiento de altas exigencias antes señalado, como para determinar ciertos límites, ya que de no tenerse en cuenta podrían afectar el propio crecimiento y el desarrollo infantil. A pesar de la alta capacidad de trabajo que puede lograrse, el proceso educativo ha de tener en cuenta que no se pueden traspasar los límites de la resistencia del sistema nervioso del niño al determinar el tiempo de duración de las actividades, y la necesidad de su diversidad, variación y ritmo de trabajo que se plantean al niño. La fatiga, el cansancio funcional, pueden influir negativamente en el proceso activo del niño y disminuir su efecto desarrollador.

En este sentido, es necesario tener en cuenta el tiempo dedicado a la actividad y el descanso que requiere este organismo en desarrollo, con el objetivo de lograr el máximo de productividad. Esto es más relevante en el primer grado de la escuela cuando aún estos procesos están en acción y los maestros se afanan por lograra que el niño aprenda a leer, manteniendo a veces un tiempo excesivo con el monótono repetir de sílabas, lo que provoca el cansancio del niño, y lo que es peor, su rechazo a una actividad que debe resultarle atractiva y motivante.

En estas edades resultan fundamentales las actividades de juego en todas sus manifestaciones, las de construcción y otras como el dibujo, el modelado, y las manualidades en su diversidad, que atraen el interés y atención de los niños y las niñas y por lo tanto, deben ser altamente aprovechadas al instrumentar el proceso educativo.

Al explicar el proceso de desarrollo psíquico en la infancia y su teoría general se destacaba el importante papel de estas actividades, y como los procesos y funciones psíquicas se dan en una inseparable interacción, en la que en algunos momentos unos resultan predominantes y ejercen influencia en los restantes, es decir, se encuentran en un período sensitivo favorable para el mejor desarrollo. Esto es de gran trascendencia para el proceso educativo.

Por otra parte hay actividades que favorecen más que otras determinados procesos. Así podemos decir que la construcción con bloques ayuda más al desarrollo de la percepción visual que el juego, y que este último favorece más el desarrollo de la imaginación que las actividades constructivas. Destacar esto en ninguna medida niega que el juego desarrolle perceptualmente al niño, o que la construcción no desarrolle su imaginación y creatividad. En gran medida esto depende de los objetivos a alcanzar, y de la concepción de la actividad y de su estructuración y dirección en el proceso educativo. Una actividad de construcción de un gran edificio con bloques grandes y variados que ha de construirse por un grupo de niños y niñas en el patio o salón del centro infantil, puede contribuir al mismo tiempo al desarrollo de la percepción espacial y la relación entre la forma y tamaño de los bloques, pero al mismo tiempo desarrollar los procesos imaginativos y creativos.

Trabajar juntos implica planificar de conjunto, ponerse de acuerdo, distribuir tareas, y todo esto contribuye a la toma de decisiones y al desarrollo del lenguaje. Al mismo tiempo se deben propiciar en esta actividad grupal situaciones en que los niños tengan que compartir lo materiales, prestarse ayuda, cooperar, situaciones que son propicias para la formación de cualidades, tales como el respeto al oro y el disfrute de realizar cosas juntos con un mismo objetivo.

Esto lleva a considerar que una actividad bien organizada, concebida y realizada, tiene múltiples efectos en el desarrollo y formación de los niños y las niñas, aunque tenga esencialmente un objetivo definido, lo que nunca debe faltar al planificar las actividades.

Ante los niños se pueden presentar modelos de un puente construido con pequeños bloques de diversas formas y tamaños, y pedirles que construyan uno igual al que tienen delante, con un barco en un modelo también que ha de pasar por debajo de dicho puente. Realizar esta acción, en la que tienen que observar detalladamente el modelo para seleccionar los bloques puede contribuir a su desarrollo perceptual visual, pero igualmente a su pensamiento, creatividad e independencia. Otra situación semejante podría ser mostrarles una lámina donde se observa un barco pasando por debajo de un puente, y conversar al respecto. El dibujo puede mostrar un barco más grande y por supuesto más alto y plantea el problema de sí puede pasar por debajo de dicho puente. Esta situación los lleva a considerar sobre la altura del puente y el tamaño del barco. Posteriormente se le solicita construir sus propios puentes y barcos. Ante esta propuesta ellos han de trabajar primero en el plano de las imágenes, de las representaciones antes de iniciar la acción.

Los niños y niñas de 5 – 6 años ha quedado demostrado que son capaces de hacerlo, y lo que dibujan no es un modelo exacto del barco y el puente, sino un esquema donde están reflejadas relaciones y condiciones que deben ser tenidas en cuenta al "construir". Luego seleccionan los bloques que necesitan para sus barcos, y esto no es una acción reproductiva, sino creadora. De esta manera, pensamiento, percepción, representación, imaginación, creatividad e independencia, se conjugan y se facilitan en una misma actividad. Si a esto se añade que este trabajo adornará por unos días el salón de los niños más pequeños esto contribuirá a darle más valor a la obra, en sentir más satisfacción en su realización lo que colabora a la formación de motivos y valores.

Educar a los pequeños para lograr su mayor desarrollo y formación más plena no es una tarea fácil y requiere que el educador sea un verdadero profesional, científicamente preparado.

Esto determina que el educador pueda utilizar diversos métodos de investigación en su labor pedagógica cotidiana. Esto no quiere decir hacerlo un investigador, aunque la investigación constituye una vía muy positiva para lograr la formación, superación y capacitación de los profesionales de la educación. Pero no es menos cierto que el educador necesita conocer a sus niños, para organizar y dirigir el proceso educativo al igual que para cumplir con las funciones de diagnóstico y evaluación que su actuación como educador exigen.

Para conocer a sus niños el educador puede utilizar los métodos investigativos pero con otras funciones. Una vía es la observación de sus niños en el desempeño cotidiano o con objetivos más particulares y claramente definidos. Por supuesto la educadora no puede observar a todos sus niños al mismo tiempo por lo que resulta más adecuado definir a quienes y con qué objetivos bien definidos.

Cuando se observa lo que sucede en un grupo en un momento determinado, la educadora no puede realizar un registro o anotación detallada, pero tampoco puede diferirlo mucho para no perder objetividad. Al final del día puede dedicar un breve tiempo a sus anotaciones, un breve diario que puede constituir un valioso medio auxiliar para su trabajo y más aún, para la investigación, de las cuales muchas se han realizado sobre la base de los diarios llevados por las educadoras.

Existen otras formas, vías o métodos que el educador puede utilizar para conocer mejor a sus niños: las conversaciones, analizar los productos o resultados de las actividades productivas de los niños o niñas e incluso aplicarles algunas tareas o pruebas especiales creadas por él mismo con un fin bien concreto y que no difieren grandemente de las actividades cotidianas que se le plantean a los pequeños.

Las conversaciones individuales en momentos especialmente dedicados a las mismas, es un método que puede ofrecer datos de interés de las niñas y los niños en particular. Conversando con estos se puede conocer el nivel de desarrollo del lenguaje, las dificultades que presentan en las distintas áreas de desarrollo. Es necesario aclarar que se trata de una conversación y no de un interrogatorio, aunque el educador puede prever algunas de las preguntas a hacer. El tono emocional positivo ayuda mucho en estas conversaciones.

La utilización de las conversaciones puede ser más apropiada en los niños de cinco años en adelante. En períodos más tempranos puede resultar muy dificultoso por el menor desarrollo del lenguaje.

El análisis del producto de las actividades es un procedimiento que puede permitir al educador conocer y comprender mejor a los niños. Un dibujo del niño ofrece datos muy interesantes. De forma más directa nos informa su dominio de la actividad motriz al colorear, pero el hecho de dibujar, por ejemplo, un árbol más pequeño cuando está más lejos nos da indicios sobre su percepción de la distancia en relación con el tamaño. La creatividad e imaginación también pueden valorarse mediante este producto. Igualmente sirve en el modelado, las construcciones, y otras actividades plásticas que se plasman en un producto que la educadora puede analizar después de un tiempo, hacer comparaciones y apreciar el desarrollo alcanzado.

No es necesario aplicar pruebas especiales a los niños y niñas para apreciar sus realizaciones, esto puede hacerse en el curso de las actividades cotidianas. Así el educador, por ejemplo, puede repartir tarjetitas en las que están dibujadas plantas, animales y muebles, y solicita a sus niños que las agrupen de forma tal que queden juntas las que se parecen a un mismo grupo. El seguimiento de la actividad le permite apreciar quienes lo hacen más rápido y sin errores, quienes presentan dudas y quienes resultan incapaces de hacerlo, aún cuando se les ofrezca ayuda. Al planteárselo a cada niño de forma individual la descripción de una lámina puede apreciar el nivel de vocabulario, la construcción gramatical y la fluidez de la expresión verbal, las formas de hacer su razonamiento, como percibe el material, la actitud ante la tarea que se le presenta, la creatividad al emitir la respuesta, entre otras tantas manifestaciones de su desarrollo.

Múltiples son las ocasiones que ofrece el curso del proceso educativo que bien aprovechadas por el educador la permite conocer a sus niños y orientarlos mejor atendiendo a sus diferencias individuales. Hacer una caracterización psicológica y pedagógica de sus niños es una tarea científica que se plantea al educador. No se trata solamente de un conocimiento para saber, sino para actuar, para contribuir al mayor y más pleno desarrollo de las personalidades que están en incipiente proceso de formación.

De esta manera en el concepto nuevo de la educación infantil, el educador no se concreta solamente a interesarse por la marcha del proceso educativo, de las formas metodológicas a utilizar para implementar los contenidos, a la derivación y dosificación de los objetivos generales y específicos, a los tipos de recursos y medio materiales que ha de utilizar en la realización de las actividades pedagógicas, en los períodos y métodos de la evaluación de los programas, sino que se convierte en un hacedor del desarrollo, en un trabajador científico cuya meta fundamental es el máximo desarrollo de las potencialidades de los niños y niñas que tiene a su cargo, y para lo cual usa métodos y principios diferentes en su diaria labor.

Por lo general el término de dirección del proceso educativo se rechaza, por su incorrecta comprensión e identificarlo como un proceso vertical en el cual el educador dice y hace, y el niño se limita a escuchar y hacer.

Realmente dirigir es algo más que eso. Significa que sobre la base del conocimiento pleno de sus niños, sus propias posibilidades y el dominio de los objetivos, poder organizar, estructurar y conducir el proceso de su educación y en el cual el niño en su propia actividad, inmerso en un sistema de interrelaciones y comunicación con los demás se apropie de los conocimientos, construya sus habilidades, adquiera las normas deseables de comportamiento, y siente las bases de aquellas cualidades personales y valores sociales que lo caracterizarán como hombre del futuro.

Por supuesto, para que el educador cumpla cabalmente estas funciones, debe dominar los fundamentos psicológicos y pedagógicos indispensables, y además constituir un modelo que sirva en cada momento como el mejor ejemplo de lo que en el niño se quiere lograr, teniendo en cuenta el nivel de identificación emocional que el niño establece con ellos, y sus características de aprendizaje en esta decisiva etapa de su desarrollo.

Se tiene así un nuevo concepto de educación infantil, una educación nueva para una nueva concepción de la infancia.

AMEI

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