UNIDAD 7
EL LENGUAJE DEFECTUOSO.

En los inicios de la asimilación de la lengua materna, el habla infantil difiere de la del adulto. La imitación consciente por el niño de los vocablos va paulatinamente asemejándolos al habla adulta, y en el curso evolutivo del proceso del lenguaje esto es generalmente sobrepasado sin gran dificultad. No obstante, en ocasiones esta habla infantil se fija, y se convierte en una forma inadecuada de hablar del niño. A este lenguaje particular se le ha llamado de formas diversas: lenguaje autónomo, lenguaje-bebé, entre otras.

Este tipo de lenguaje tiene un triple origen: en primer término, la influencia de los adultos, que consideran más accesible al niño el uso de palabras inventadas por ellos, bien porque se anticipen a los deseos del niño sin darle oportunidad de expresarse verbalmente, bien asumiendo el habla incorrecta del niño, habla “aniñada” en su trato afectivo. En este caso el adulto utiliza una lengua simplificada, que generalmente usa la tercera persona (Pepito es bueno, en lugar de “eres bueno"), con énfasis en la utilización de onomatopeyas, y el uso frecuente de diminutivos.

En segundo término, el lenguaje autónomo también usa palabras deformadas, que el niño crea a partir de las reales. Al no dominar aún en forma completa los fonemas ni la articulación del sonido, el niño cambia involuntariamente la forma sonora de las palabras. Este es el caso de omisiones, sustituciones, etc.

En tercer lugar, como la asimilación de la lengua no es un proceso pasivo en el niño, este crea palabras por sí mismo, que parten de una lógica propia. De no atajarse, esto puede llegar a crear un lenguaje particular, solamente entendible por quienes lo crean. Es conocido el hecho de los gemelos monocigóticos Lura y Lema, en Rusia, quienes, a causa de la poca estimulación, y del reducido contacto con otros niños y adultos, se comunicaban entre sí casi exclusivamente mediante el lenguaje autónomo, hasta los cinco años, edad en que fueron separados y se comenzó a enseñarles el habla normal, de una forma dirigida.

Este lenguaje-bebé o autónomo puede considerarse como una regresión negativa, y, por lo tanto, no debe propiciarse por los padres o los educadores, que deben comunicarse con el niño de manera normal, pronunciando correctamente los sonidos, sin utilizar formas infantiloides. El habla adulta debe aportar al niño elementos enriquecedores, que le permitan expandir su lenguaje y adquirir las formas propias del lenguaje coherente, obligándoles a usarlo para expresar lo que desean, sin interpretarle lo que solicitan.

De no ser así, pueden suceder problemáticas en la formación del lenguaje y asimilación de lengua materna.

En las problemáticas más frecuentes del lenguaje, el habla es correcta pero se observa que es inferior a la norma, con un vocabulario menor, o con pronunciación infantil (por fijación del lenguaje autónomo) se habla de un retraso o retardo del lenguaje. Esta es una variación cuantitativa del lenguaje.

Si el lenguaje es inexacto, lo que constituye una variación cualitativa, generalmente obedece a causas más graves que las anteriores.

Los tipos más frecuentes del lenguaje defectuoso pueden ser:

1.Por defecto en el significado de las palabras.

Esta problemática conduce a errores en la asociación de las palabras, por la plurisignificación de las mismas, que afectan la comprensión del lenguaje adulto, limita la comunicación del niño, y muchas veces conlleva la crítica o la burla de los demás ante el defecto.

2.Por defecto en la pronunciación de las palabras.

El defecto en la pronunciación puede darse por factores de tipo cultural o social, así como consecuencia de un deficiente aprendizaje de la lengua materna. Pero, además, puede darse por malformación de los mecanismos del lenguaje, particularmente de las estructuras fonatorio-motoras, tales como el frenillo sublingüal, el labio leporino, o la deformación dentaria, entre otros.

Igualmente, la deficiente pronunciación puede ser causada por trastornos psicológicos, como puede ser la tensión emocional, o una gran ansiedad, por nombrar algunos factores de este tipo.

Entre las manifestaciones más frecuentes de la pronunciación defectuosa tenemos:

Los errores del habla, más conocidos por dislalias, y que aparecen generalmente en tres formas más frecuentes: por omisión de algún sonido, como es el caso de “apato” por “zapato”; por sustitución de un sonido por otro, “pelo” por “perro", o por traspolación, intercambio de sonidos en la palabra, “guabaya” por “guayaba" .Este defecto en la pronunciación es a veces reforzado por los adultos, que insisten en su repetición por el niño, porque suena muy “gracioso", y puede fijarse por ese motivo.

La investigación sobre la caracterización del lenguaje realizada por F. Martínez reveló que, contrario a muchos criterios, la emisión de palabras de un primer grado de similitud (palabras en las que se pronuncia exactamente como corresponde) alcanzaba en el tercer año de vida a un 78,7% de las emisiones verbales de los niños de esa edad (considerada por muchos como la típica de las dislalias), lo cual es indicatorio de un buen nivel de desarrollo de la pronunciación en la edad. En dicha investigación se comprobó que la dislalia más significativa se daba por la omisión de fonemas, básicamente de los sonidos /s/, /l/, /g/ y /n/, en ese orden, siendo sucedida a gran distancia por la sustitución de fonemas (l por r), (t por s) y (g por r).

Trastornos de la emisión del lenguaje, entre los que se encuentra el ceceo, la borrosidad o musitación, la tartamudez y el farfulleo, o lenguaje tropeloso, muy típico en los adolescentes.

3.Por defecto en la estructura de la oración.

Esto se manifiesta fundamentalmente en los errores de la construcción gramatical de las oraciones, que de no ser atendidos, se convierten en habituales con el uso repetido. Estas dificultades de la estructura gramatical puede llevar a que el niño piense incorrectamente, o puede darle un cambio en la emisión de la frase que puede dar un significado diferente de la misma.

Como consecuencia, la deficiente estructuración puede dar una impresión negativa a los demás, y el niño prevenirse de usar el lenguaje para no ser sometido a la burla o la represión, lo que impide un adecuado trabajo pedagógico con esta problemática.

Los anteriores suelen ser los defectos del lenguaje más comunes de encontrar en los niños de edad preescolar, y ante los cuales el trabajo educativo tiene que realizar una labor individual, propiciando niveles de ayuda que contribuyan a la solución o aminoramiento de estas problemáticas. La remisión del niño para la labor logopédica solo ha de hacerse cuando se hayan agotado los medios metodológicos para resolver esta problemática, que muchas veces son consecuencia de factores de tipo social, cultural o educativo. En el planeamiento de las actividades de la lengua materna ha de planificarse la acción pedagógica sobre los niños que presentan estas dificultades dentro del propio trabajo pedagógico habitual del educador.

 

 

 
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