LA LECCIÓN DE RAMÓN


Amistad, amor al esfuerzo, autoestima y aceptación de uno mismo.

Había una vez un pajarito llamado Ramón. Era un pajarito divertido y sobre todo le encantaba contar chistes a sus fieles amigos. Era bajito y regordete; sus plumas eran suaves y amarillentas, tenía unas patas cortitas y anaranjadas. Su pico era puntiagudo y de un color naranja claro, sus ojos eran negros y grandes como platos.
Ramón estaba convencido de que había una equivocación y que él no debería de ser un pajarito porque no se le daba nada bien volar. Un día en el colegio se organizo una carrera de vuelo y Ramón se apuntó, pero al final llego el último y eso aumentó su tristeza.
-¡Lo sabía! ¡Yo no estoy hecho para volar!- Dijo refunfuñando.
Un día Ramón se dirigió al pequeño charco, en el cual habitaba Britney la rana, todos decían que saltaba tan alto que podía tocar el Sol. El pajarito se presentó y con gran seguridad le pregunto:
- Ranita, ranita, ¿Me enseñas a saltar tan alto, para poder tocar el Sol como tú y croar las bellas canciones que me despiertan cada mañana? Y la rana con su ronca voz le contesto
- ¡Lo siento Ramón!, para saltar tan alto necesitas cuatro patas, las de adelante más cortitas y las de atrás más alargadas y tú solo tienes dos bellas y suaves alas.
- Oh…-respondió el pajarito triste y disgustado.
Ramón pensó en más animales que le podían ayudar y de repente se le ocurrió una idea:
-¡Ya se! Le preguntaré al pececito Riki si me enseña a nadar.
El pajarito se dirigió corriendo y muy ilusionado al pequeño lago que había al lado de un árbol muy viejo y grande. Cuando llego se acercó al lago y con miedo a caerse retrocedió unos pasos:
¡Riki, Riki!.
El pececito dio un salto y se acercó:
- ¡Hola Ramón!
- Hola Riki – le chapoteo el pececito.
- ¿Me enseñarías a nadar y a dar esos saltos que me sorprenden siempre que te veo?- preguntó Ramón.
- ¡Lo siento pajarito! Para nadar necesitas unas aletas y una cola y lo más importante, necesitas branquias para respirar bajo el agua y tú solo tienes dos bellas y largas alas.
- Bueno…gracias pececito- respondió el pajarito cabizbajo.
Ramón cansado se dirigió a casa, después de un día de tanto caminar. Cuando llegó a casa su padre se acercó a él y le preguntó:
- Ramón ¿Qué te pasa?- el pajarito le contó detalladamente todo lo que le había pasado.
- Ramón, has aprendido una valiosa lección, no a todos se nos da bien volar, pero con un poco de esfuerzo podemos conseguir hacerlo mejor. Tus amigos te han enseñado que no puedes ser otro animal, eres perfecto como eres y no necesitas nadar o saltar, para eso existen otros animales. Nosotros también somos muy importantes: llenamos de alegría los corazones con nuestros cánticos, acompañamos a nuestros amigos los árboles… Todos tenemos una misión en la vida y la tuya es ser un pájaro. No necesitas ser el primero para que te queramos.
El pajarito le respondió a su padre con una sonrisa de oreja a oreja:
- Gracias papá, tienes mucha razón. ¡Te quiero!
Los dos se abrazaron y desde ese momento Ramón tuvo más confianza en sí mismo.

 
Autor: Sandra Castro Varela
País: España