EL JUGLAR  DE  LAS  VILLASENDAS


Asertividad  y  bondad,  pueden  ir  unidas.  Ser  asertivo no es  ser  egoísta

Había una vez; hace mucho, mucho tiempo; en un país muy, muy cercano, tan cercano que es el nuestro; un juglar que se llamaba Eufemiano. Como todos juglares, recorría los pueblos cantando canciones para los campesinos. También sabía contar historias, y hacer juegos malabares. Aprovechaba para transmitir noticias de un lugar a otro. E incluso a veces llevaba pequeños recados de un pueblo a otro. De vez en cuando iba a algún castillo. Unas veces conseguía más dinero, otras menos, pero siempre se iba al tercer día, recorriendo cada año el mismo camino, en verano los pueblos más altos, en invierno los pueblos más bajos. La gente ya conocía su recorrido, con el tiempo había logrado perfeccionar su trabajo, y como veían que estaba dispuesto a ayudar en lo que pudiera, los que le conocían le recibían con agrado, incluso en los pueblos más pobres recibía un plato de sopa y un poco de pan.
Un día de primavera llegó a Villasenda de la Ladera. El alcalde Don Tarsicio, le mandó llamar.
- ¿Qué noticias traes de Villasenda del Valle?
- El Eustaquio, se ha muerto de una hidropesía,
- No somos nadie, Dios lo tenga en su gloria. Al menos su viuda y sus hijos pueden tirar con su puesto en el mercado.
- La mujer de Trasildo, la Apolonia, ha tenido gemelos, los van a llamar Procopio y Sinesio
- Dos bocas más, menos mal que tienen para mantenerlas, y cuando sean mayores ayudarán a su padre en el campo.
- Para las fiestas del verano, como la cosecha se presenta buena, van a hacer un concurso de canciones, al ganador le van a dar cien maravedíes.
- ¡Cien maravedíes! Es mucho dinero, que suerte el que lo consiga…

Después de invitarle a unas gachas y un vino, y cuando Eufemiano se despidió, el alcalde siguió pensando: “ ¡Cien maravedíes! Sólo con la mitad de ese dinero podríamos arreglar el molino junto al río, que ya se está cayendo!”. Se lo contó a su secretario, el Wenceslao, que había estudiado con los monjes y sabía latín y de números. A éste se le ocurrió una idea:

-Pues mandamos a alguien del pueblo a que cante para ganarlos.
-Pero si no tenemos a nadie que cante lo bastante bien como para ganar.
-Pues contratamos al Eufemiano que tiene muy buena voz.
-Pero si no es de este pueblo, no lo admitirán
- Pues lo empadronamos.

Dicho y hecho, volvieron a llamar a Eufemiano y le propusieron el asunto. Él contestó:

-No. Voy a seguir camino hacia Villasenda de la Montaña.

Intentaron convencerle, diciéndole que les haría un favor muy grande al pueblo, y que él se llevaría la mitad del dinero, y que si no lo hacía no se lo perdonarían jamás.. Pero Eufemiano se mantuvo firme a pesar de los halagos y las amenazas.
Como último recurso enviaron a Indalecio, su mejor amigo del pueblo a hablar con él.

-Pero Eufemiano, ¿Por qué no quieres hacerlo?
-Es que en Villasenda de la Montaña se murió el Eufrasiano, que ha dejado viuda y siete hijos, casi no tienen para comer, y su hijo el mayor, el Adalberto podría ganar el concurso si le enseño un poco.


 
Autor: Nieves López  Lavilla
País: España
E-Mail: nieves.lopez@educa.madrid.org