LA CASA HABLADORA


Autocontrol, autoestima, valentía, paciencia, honestidad, sensibilidad, perseverancia, resiliencia, independencia, laboriosidad, creatividad,  flexibilidad, responsabilidad, veracidad, curiosidad,confianza en sí mismo, persistencia, amabilidad, bondad, generosidad, obediencia, gratitud, tolerancia, solidaridad, confianza mutua, cooperación y ayuda mutua, amistad, amabilidad, respeto a lo ajeno, respeto al bien común, amor a lo nuestro, respeto a la diversidad

Carlos nunca pensó que las casas hablaran hasta que su casa nueva le habló por primera vez. Una semana después de la mudanza. Y le dijo, con una boca hecha de pared: “si somos amigos, te contaré un secreto”. Carlos se asustó y corrió a la cama de su madre. Durante unos días insistió en dormir con ella. Y la casa se calló todas esas noches porque las casas sólo hablan con los niños a solas.

En la escuela, Carlos habló con sus amigos: Manuel-Bruto-Gigante, Matilda-Risas-Contagiosas y Álvaro-Sensible-Poeta. Y les contó que su nueva casa le hablaba y le había propuesto contarle un secreto. Matilda-Risas-Contagiosas, como siempre, se puso a soltar carcajadas, muchísimo, un poco nerviosa. Álvaro-Sensible-Poeta se interesó por el secreto y propuso ir a dormir a la casa todos juntos y apuntar en su librillo de papel reciclado lo que la casa dijera. Manuel-Bruto-Gigante propuso ir a la casa y pegar golpes en las paredes hasta que se callara.

Por la noche, Carlos-Casa-Habladora pidió permiso a su madre para invitar a sus amigos a dormir la noche siguiente, ¡menos mal que ya era viernes! Su madre dijo que sí, con cara de jueza justa. Pero tendría que elegir, porque en su cuarto sólo cabía uno. Y, después de aquella noche, debía prometer volver a dormir solo. Carlos se quedó dormido junto a su mamá, abrazado, y soñó con tuberías bailarinas.

A la mañana siguiente, en el recreo, Carlos habló con sus amigos y les dijo: mi madre me ha dicho que sólo puedo invitar a uno de vosotros hoy por la noche. Es una decisión requetedifícil, así que voy a contaros lo que he pensado: la casa me habló de amistad, así que sobran los golpes; la casa habló de un secreto, así que no podemos apuntarlo en una libreta de papel reciclado; la casa habló de mí, así que debo enfrentarme a mis miedos yo solo. El sábado podéis venir todos a jugar al parque y os contaré lo que pasó. Matilda soltó una risita inexplicable. Manuel le golpeó en el hombro, demasiado fuerte, ay, en señal de apoyo. Y por la mejilla de Álvaro escurrió una lágrima por la heroicidad de su amigo. Todos prometieron verse a la mañana siguiente.

Al llegar a su cuarto, Carlos se puso el pijama encima de su ropa de calle. Colocó una taza de leche y tres cucharas bajo la cama. Ató dos cinturones y enganchó un extremo en la puerta y otro lo ató en la pata de la cama. Y rezó una oración nueva, inventada.

Su madre hacía ruido al otro lado de la puerta y por debajo se colaba una franja de luz naranja que llegaba hasta el techo. Pasaron quince minutos, veinte. Mamá finalmente se acostó y la luz mágica se apagó. Carlos pensó en su padre y en que estaría orgulloso de él y la pena que tenía de que no estuvieran todos juntos, como siempre, se le olvidó. La luz se apagó y la casa entera dejó de ser hogar para ser edificio y pared oscura. Carlos se tapó con la sábana hasta los ojos y aguzó el oído.

- Carlos, Caarlos… ¿me oyes? –dijo la casa, con una boca hecha de pared.
Carlos respondió un sí... temeroso, cerrando los ojos. Y la casa respondió
- ¿Por quéee haeees atado la pueeeerta con dos cinturones?
- Para poder tirar y salir corriendo.
- ¿Por quéeee?
- Tenía miedo, las casas no hablan.
- ¿Qué caaaassssa?
- Ésta, tú, me vas a decir ahora que tú no eres una casa habladora.
- No, ssssssoy una niña -dijo la voz- mira detrás de tu cama.

Carlos bajó de la cama sin dar mucho crédito y se fijó que, efectivamente, en la pared, detrás de la cama, casi en el suelo, había un agujero, del diámetro de una moneda pequeña. Miró por él y al otro lado vio un circulito de cuarto con paredes amarillas y montones de muñecas, y en el centro de la imagen una niña sonreía. Carlos se cayó de culo hacia atrás con el descubrimiento.

La niña al otro lado le pasó por el agujero un papelito cuidadosamente enrollado, como del grosor de un palito de piruleta. Carlos lo desenrolló y lo miró a la luz de la luna: Hola, soy Laura Os he visto llegando y En tu cuarto dormía una niña que era mi amiga. Si quieres podemos ser amigos.
Seis papeles después, cada uno escrito de un color, Carlos se acostó feliz. Su madre entró una vez a mirarle y se hizo el dormido. Estaba despierto y, de acuerdo a lo convenido, dio un golpe en la pared cuando ya casi se dormía. Luego escuchó otro golpe de vuelta. Y se dio la vuelta y se puso a soñar con Laura, en presentarle a sus amigos tan especiales y en preguntarle mil cosas.

 
Autor: Rubén Fernández-Costa O´Dogherty
País: España
E-Mail: rfernandez@samhoud.com