EL ARCO DE SIETE COLORES


Amor al esfuerzo y al trabajo conjuntos, valentía, sensibilidad, orden, creatividad, curiosidad, persistencia, amor a la naturaleza, generosidad, respeto a lo ajeno, colectivismo, respeto al bien común.

Una tarde lluviosa de invierno, Álvaro llegó a casa después del cole y le contó a su mamá que habían salido al patio para ver el arcoíris, ¿sabéis qué es eso? Álvaro sabía que era un arco de siete colores que salía en el cielo, pero le preguntó a su mamá -¿de dónde viene el arcoíris?- Y ella sonriendo le dijo –esa es la historia de la tribu Tagálog que no todo el mundo conoce-. -¡Cuéntamela por favor!-, dijo Álvaro. -Está bien- dijo mamá.

Hace mucho, muchísimo tiempo en una tribu de la isla Luzón vivía una familia con una hija que se llamaba Kulay-Lila (nombre Tagalo que significa violeta) pero todos la llamaban Ulay. El jefe de la tribu era el más sabio y el más respetado, él era el encargado de elaborar todos los días una mezcla secreta de siete colores que se colocaban todos los aldeanos sobre la piel como símbolo de identidad, ya que sin ella la tribu podría desaparecer.
Un día el jefe sabio murió y el que descubriera el secreto de la mezcla de colores sería nombrado nuevo jefe. Habían pasado ya varios días y todos estaban muy preocupados porque nadie encontraba la forma de fabricar la mezcla. Si seguían así, pronto llegaría otra tribu y al verlos sin su seña de identidad los haría esclavos suyos y perderían todas sus tierras.
Ulay era una niña muy generosa y siempre ayudaba en lo que podía a todo el poblado. Una mañana su madre la mandó al bosque a recoger leña y por el camino, mientras que iba recogiendo algunas ramas, vio a una oruga haciendo un arco de siete líneas sobre una tierra rojiza y a Ulay le pareció tan curioso que decidió echar ese puñado de tierra roja en una bolsita. Continuó siguiendo a la oruga hacia la montaña. Cuando llegó a la cima la oruga se transformó en una majestuosa mariposa y al desplegar sus alas al sol, brotó un polvo amarillento, casi transparente, que Ulay rápidamente recogió de nuevo en su bolsita. Más tarde, siguiendo el revoloteo de la mariposa, ésta se posó sobre una piedra anaranjada en el mismo instante en el que un ratón de campo se la comió. La niña, algo sobrecogida por la rapidez del ratón, cogió aquella piedra de color naranja y la guardó en el mismo sitio. Intrigada por ver hacia donde se dirigía aquel ratón, Ulay lo alcanzó casi sin aliento junto a unas hojas verdosas que parecían su escondrijo. En ese momento, una serpiente se comió al ratón. De la misma manera, recogió algunas de aquellas hojas verdes, se apresuró a guardarlas en la bolsa y corrió tras la serpiente. Por el camino, la niña atravesó el bosque hasta que salió a una pradera donde la serpiente se perdió. Después de un breve instante intentando buscarla, miró al cielo al oír el chillido de un águila que bajó velozmente y se llevó a la serpiente en su gran pico picudo. El águila voló por un cielo tan azul que casi podía reflejarse en él toda la pradera.

Pero de pronto, Ulay se dio cuenta de que su bolsa estaba abierta y comprobando que todo estaba dentro, rápidamente la cerró. Siguió con la vista a los dos animales que, retorciéndose por el cielo, luchaban por ganar la batalla. En una de sus sacudidas, la serpiente logró soltarse del pico picudo del águila y cayó al mar. Nuestra protagonista asombrada por la derrota del águila, corrió aún más deprisa, como un rayo, hasta llegar al mar donde sin pensarlo se sumergió en el mundo marino.

Había mucha claridad y casi podía dibujar con las yemas de los dedos las siluetas de todos aquellos personajes hasta que, en un descuido, el cielo se nubló y una tormenta de finas gotitas agitadas, cayó sobre el mar. La niña buscó y buscó pero la serpiente había desaparecido entre las ahora turbias, profundidades del océano. Cuando salió, decepcionada por no haber encontrado a la serpiente, la tormenta amainó y salió el sol. Se dio cuenta de que su bolsita estaba empapada de agua, pero ahora tenía un color añil tan intenso que la abrió para ver si todo lo que había guardado continuaba ahí. Al abrirla, un aire muy fuerte sopló e hizo que todos los elementos de la bolsa salieran en forma de remolino formando un arco de siete colores resplandecientes en el cielo. Eran todos los colores que ella había ido recogiendo al seguir a aquella curiosa cadena de animales que tanto habían llamado su atención. De pronto se dio cuenta de que el color violeta no lo había recogido en su bolsa, pero antes de que pudiera pensar, se oyó un susurro suave, sereno y sosegado que decía: -lo has conseguido Ulay, tu nombre es la única pieza que faltaba para completar la mezcla, ve al poblado y muéstrales a todos lo que has logrado-. Ulay corrió y no paró hasta que les mostró a todos la mezcla.
Desde entonces todavía hoy, se escuchan cantos en la lejanía cada vez que llueve y sale el sol y esa mezcla es conocida con el nombre de Arcoíris, en honor a la oruga que formó los siete arcos y a los demás elementos que dieron nombre a sus colores, siendo de gran importancia el nombre de Ulay, que desde entonces pasó a ser Kulay-Lila (Violeta), jefa de la tribu Tagálog.

C:\Documents and Settings\Sara\Mis documentos\fotos\foto carnet\yo.jpg
Autor: Sara María de la Fuente Rodríguez
País: España
E-Mail: shariya86@hotmail.com