El regreso de Caperucita

Resiliencia, creatividad, amistad, justicia, curiosidad y respeto a la diversidad.

Hace ya bastante, bastante tiempo, vivía una niña, bueno, no tan niña, que hoy cumplía muchos años, tantos que no sabemos cómo aún visita a su madre al otro lado del bosque. A esta niña, no tan niña, la llamaban Caperucita Caperuzota y vivía en una casita cercana a un arroyo.
Hoy, como todos los domingos, Caperucita Caperuzota va a casa de su madre, a llevarle algunos pasteles para celebrar, en esta ocasión, su cumpleaños.
Por el camino, sabe que está el hijo del lobo, más malvado aún, que se dedica a gastar bromas en el bosque para reírse de los demás, cosa que nosotros no vemos muy graciosa, pero Caperucita Caperuzota no tiene más remedio que atravesar el bosque para llegar a casa de su madre.


Por el sendero, ella piensa: -¿qué me regalará mamá por mi cumpleaños? será… ¿una bonita capa nueva? o quizás… ¿una rica tarta de chocolate?-.
Pero sin ton ni son, se cruzó en su camino, una señora con un zapato de cristal en la mano algo perdida. Parecía Cenicienta que con una ropa algo extraña para ser princesa y unas uñas demasiado largas, le preguntó: -¿has visto por aquí el otro zapato compañero a este de cristal?-.
Caperucita Caperuzota dijo: -no, pero en el bosque será difícil encontrarlo. En la zapatería “El Sastrecillo Valiente”, a dos kilómetros de aquí, dicen que trabajan unos duendecillos que te podrían hacer uno igual.-
Cenicienta respondió: -¡vaya contestación!, ¡anda que me ayudas a buscarlo! además vaya ropa que llevas, tu capa roja no va a la moda con tus zapatos naranjas, está muy anticuada y… ¿esos calcetines?, ¡son horribles!
Caperucita Caperuzota siguió su camino, algo asombrada por lo que Cenicienta le había contestado, la consideraba una amiga de cuento, pero en éste, no valió el intento.
No pasaron ni cinco minutos cuando algo cayó de un árbol, ¡era el Príncipe Azul! que, con unas manos muy peludas le preguntó: -¿sabes dónde está la Bella Doncella Dormida?-.
Caperucita Caperuzota respondió: -no lo sé con seguridad, pero creo que está despierta y vive en lo más alto de una alta torre, en la que había escondida una malvada bruja, que hace tiempo se pinchó con una aguja. Así que, ni hay bruja ni hay aguja-.
El Príncipe Azul dijo: -lo de la bruja ¿lo dices quitándome el mérito de liberarla? seguro que ella aún conserva su belleza, no como tú, que estás vieja y gorda, tan gorda como un OsO pOlar ObesO-.
Caperucita Caperuzota se marchó esta vez muy desanimada, creía que eso de cumplir años era bueno, pero no cuando te decían esas cosas. Consideraba al Príncipe un amigo de cuento, pero en éste, no valió el intento.
Continuó por el bosque deseando no encontrarse con nadie más, cuando de pronto vio aparecer a lo lejos a Blancanieves, que ya no era tan blanquita de piel, parecía que se había hecho una operación estética y ahora era de raza negra. -¿Sabes dónde están los siete enanitos?- preguntó.
Caperucita Caperuzota contestó: -no, pero a estas horas de la mañana, seguro que están trabajando-.
Blancanieves que se consideraba la más bella del bosque respondió: -¡Caperucita eso ya lo habría adivinado yo! pero hoy es domingo ¡y los domingos no se trabaja!, ¿oye Caperucita, se te ha olvidado echarte el tinte de pelo? porque las canas ya van más allá de la raíz y eso estéticamente no queda nada bien-.
Y entre risas, Blancanieves desapareció hacia la espesura del bosque. Caperucita Caperuzota ya no podía más ¿por qué todos se reían de ella? consideraba a Blancanieves una super amiga de cuento, pero en éste, tampoco valió el intento. Empezó a pensar que se trataba de una de las bromas del hijo del lobo cuando por fin llegó a casa de su madre.
-¡Feliz cumpleaños Caperucita!-, gritaron todos. Y sí, allí estaban todos sus verdaderos amigos de cuento, que esta vez, sí valió el intento: Cenicienta, el Príncipe Azul y la Bella Doncella Dormida (que ahora estaba muy despierta), Blancanieves y los siete enanitos,… y lo más importante aún, su madre que la esperaba con una riquísima tarta de chocolate y una capa nueva tan bonita que desde aquel día la llamaron Caperucita Nueva.
Y el lobo, ¿sabéis que pasó con él? Se quedó solo en el bosque contando a las siete cabritillas una y otra vez, aburrido porque Caperucita Nueva descubrió otro sendero más corto y bonito, construido por los tres cerditos.

    Y… colorín colorón aprended que vuestros amigos valen un montón.

 

AUTOR: Sara María De La Fuente Rodríguez

PAIS: España

E-MAIL: shariya86@hotmail.com