Viento de primavera

Cooperación y ayuda mutua, Tolerancia, Compasión

¡Tomás era un chico de cinco años alto y grandote que siempre estaba malhumorado. Se enojaba con facilidad y eso hacía que los otros chicos se alejaran de él.

 

En el jardín de su casa jugaba con su perro “Feroz” y su gato “Salvaje”. Pero en la escuela no tenía amigos y esto lo ponía de pésimo humor.

Pero pasó un día que cuando estaba en el arenero cavando con su pala, un viento de primavera le rozó la cara,  jugó con sus rulos y le revolvió el pelo. Y fue justo ahí, cuando se lo acomodó con la mano, que vio al nene nuevo muy asustado aferrado a sus figuritas mientras Lucas lo amenazaba queriéndoselas sacar.

Yang Liang no se podía defender porque no hablaba el mismo idioma. Tomás sintió mucha bronca y de un solo salto se colocó en el medio de los dos y empujó a Lucas que se cayó sentado.

 

—Pedíselas bien -le dijo enojado.

—No lo defiendas, es un tonto, no sabe hablar y además ya no quiero esas figuritas -dijo Lucas y se alejó furioso.

Tomás estaba confundido, no entendía como Lucas que era corpulento y grandote se metía con el nene nuevo que era menudo, bajo y flaquito. Y de pronto el viento de primavera otra vez le soplo en la cara y le despeinó los rulos. Tomás se rió y se dio cuenta que Yang Liang  lo miraba con admiración y agradecimiento y extendía su mano con una de las figuritas.

—Regalar -dijo Yang Liang con una gran sonrisa.

Tomás agarró la figurita y la miró. Era  un oso panda llamado Jingjing muy simpático, símbolo de los Juegos Olímpicos de Beijing que era la cuidad de donde venía Yang Liang.

Tomás sacó su torta de chocolate y nuez que tenía en el bolsillo, la partió y le dio la mitad a Yang Liang.

A la salida salieron bien juntos y cuando Tomás vio a su mamá le preguntó si podía invitar a Yang Liang a su casa.

Entonces su mamá arregló con la mamá del nene nuevo y esa tarde marcharon juntos por la calle mientras Tomás sintiéndose importante le contaba sobre su perro “Feroz” y su gato “Salvaje”. El viento de primavera les hizo bailar las bufandas, los dos se rieron contentos y al mismo tiempo pensaron que desde ese día en la escuela, todo les sería más fácil.

Los chicos estaban felices de haberse hecho amigos. Yang Liang  siguió yendo a jugar a la casa de Tomás todas las tardes y casi sin darse cuenta aprendió a hablar  español de corrido. Y también, a hacerse querer por “Feroz” y “Salvaje”.

   El papá de Yang Liang tuvo que viajar a China por negocios, y de regreso les trajo dos hermosos osos panda de peluche igual a los de la figurita, uno para cada uno. Y con el viento de primavera sintieron que algo nuevo les crecía dentro del corazón.

 

AUTOR: María Mercedes Córdoba
PAIS:Argentina
E-MAIL : cuentosdeflop@yahoo.com.ar