¡Que difícil es a veces expresar nuestros sentimientos! Si como adultos nos cuesta trabajo reconocer lo que sentimos, por qué lo sentimos, gestionar nuestros sentimientos y hablar sobre ellos…para los niños pequeños es casi imposible. Por esta razón, entre muchas otras, considero tan importante el trabajar las emociones con los niños.

Este proyecto nació de la necesidad de trabajar con los niños de mi grupo (5-6 años) la gestión de sus emociones y el respeto a los demás. La mayoría de los niños mostraba dificultad para gestionar sus sentimientos de manera adecuada. Cuando se enfadaban o estaban tristes; se encerraban en ellos mismos y podían pasar horas en un rincón (por decisión propia) con el ceño fruncido y los brazos cruzados o llorando sin parar. No dejaban que nadie se les acercara. Otros se expresaban por medio de golpes, empujones, gritos y patadas. Había también un grupo de niños muy tímidos e inseguros que apenas hablaban.

Sumado a esto, el padre de un niño falleció repentinamente y seguidamente la abuela de otra niña. Con lo que, el hecho de darnos cuenta de que tanto nosotros, como nuestros seres queridos, somos mortales, algo que por desarrollo evolutivo suele ocurrir mas o menos en estas edades, les llegó de golpe y la mayoría lo vivió con mucha angustia. Manifestándola por medio de pesadillas, inseguridad y ansiedad al separarse de sus padres, etc…

En el grupo también había niños que se burlaban constantemente de otros. Un día, un grupo empezó a burlarse de un niño por como dibujaba, hasta hacerlo llorar. El niño en cuestión tenía dificultades motrices y para él era difícil sentirse seguro realizando actividades relacionadas con la motricidad fina. En ese momento los reuní en la zona de la asamblea. Busqué en el ordenador cuadros de Picasso y se los enseñé, sin saber en ese momento a dónde nos llevaría esto. Este fue el inicio del proyecto y de una de las experiencias más hermosas que he vivido como profesora.

Es indispensable que como profesores, aprendamos a escuchar a los niños, aun cuando parezca que no dicen nada, observando su lenguaje corporal. Encontrar la manera de “llegar a ellos” y guiarlos para que encuentren dentro de ellos mismos lo que realmente están sintiendo, le den nombre, lo entiendan y lo acepten; y así poder desarrollar estrategias para gestionar sus emociones de manera productiva para ellos y para el grupo.

Facilitar en los niños:
• El reconocimiento, la expresión y la gestión de sus propios sentimientos.
• El reconocimiento de las situaciones, hechos o personas que les producen determinados sentimientos.
• La expresión de sentimientos por medio del arte.
• La expresión de sentimientos por medio del propio cuerpo.
• El reconocimiento de sentimientos en los demás por medio de la observación de su cuerpo y expresiones.
• El desarrollo de su autoestima.
• El desarrollo del respeto por los demás.
• El desarrollo de la creatividad.
• El desarrollo del trabajo en equipo.
• El conocimiento de la vida y obra de Pablo Ruíz Picasso.

El proyecto fue llevado a cabo con niños de 5-6 años (tercer nivel de educación infantil) en Madrid, España. El grupo estaba formado por 25 niños (11 niñas y 14 niños). Duró 2 meses.

Cuando los reuní en la asamblea les dije: “ Mirad estas pinturas”, les enseñé pinturas de todas las épocas de Picasso y les expliqué que el arte es una forma de expresarse. Que cada persona que ve un cuadro puede ver algo distinto y sentir algo que quizá nadie más sentirá al verlo. Que los pintores pintan lo que ven sus ojos y también lo que sienten en su corazón al ver determinadas cosas. Que el arte puede gustarnos o no gustarnos, pero no por eso podemos decir que es “feo”, porque lo que estamos mirando es la expresión de otra persona y eso debíamos respetarlo. Puede no gustarnos, pero debemos respetarlo.

Empezamos a hablar de los cuadros que veíamos y lo que sentían al verlos. De los colores las formas, los rostros de las personas que aparecían en el cuadro. Al final de la improvisada actividad, todos estuvimos de acuerdo en qué debíamos respetar las cosas que hacían los demás, porque las hacían desde el corazón.

Al día siguiente llegaron 4 niños con libros de Picasso y otros 5 con pinturas impresas que habían buscado en casa con sus padres. Entramos en clase y los niños estaban emocionados por conocer más sobre Picasso. Les pregunté si les gustaría hacer un proyecto sobre el pintor, a lo que todos contestaron que sí.

Nos pusimos manos a la “obra”, todos a investigar sobre la vida de Pablo Ruíz Picasso. Al día siguiente, les conté lo que había investigado y ellos hicieron los mismo. Hicimos juntos un plan de lo que “queríamos aprender” el cual plasmamos en un mapa mental en forma de lluvia de ideas (Los fui guiando con preguntas, pero lo que aprenderíamos se decidió en consenso).

1.- Picasso: Empezamos por investigar sobre la vida del pintor/escultor. ¿Dónde nació? Familia. ¿Cuándo y por qué empezó a pintar? ¿Cómo pintaba? ¿Por qué cambiaba de forma de pintar?... al finalizar cada niño hizo un mapa mental con la información que habíamos aprendido.

2.- Etapas y técnicas:

Al empezar cada etapa/técnica, hablábamos primero sobre ella y les enseñaba cuadros de Picasso en los que observábamos los colores, formas, la postura y expresión facial de las personas pintadas (cuando las había) las imitábamos con nuestro propio cuerpo y hablábamos sobre lo que nos trasmitían. ¿Cómo pensaban que se sentían esas personas y por qué? ¿Cómo podían reaccionar ante ese sentimiento? ¿Algunas vez os habéis sentido así? ¿Qué pasó para que os sintierais así? ¿Qué sentíais? ¿Qué hicisteis? Siempre que empezaban a dibujar, yo ponía música clásica, una melodía diferente para cada etapa/técnica. Más alegre o triste según conviniera.

Empezamos con los autorretratos, cada niño cogía un espejo y se iba pintando. Fue una experiencia preciosa ver cómo iban descubriendo detalles de ellos mismos en los que no habían reparado antes. Hablamos sobre lo que más les gustaba de su cara, de ellos en general, cómo se veían…

Luego vino la etapa azul. Les conté sobre Carlos Casagemas, el amigo de Picasso que había muerto y que había dado inicio a la etapa azul porque él estaba muy triste. Debido a esto, había decidido pintar todos sus cuadros de colores que le ayudaran a expresar cómo se sentía por la pérdida de su amigo. Como por arte de magia los niños empezaron a hablar. El niño que había perdido a su padre nos lo contó por primera vez. Empezó a llorar y contarnos todo lo que tenía dentro y lo enfadado que estaba y por qué. La conversación fue preciosa, pero por motivos de espacio no la puedo detallar (Posteriormente, se la conté a su madre para que supiera lo que el niño estaba sintiendo). Durante todo el proyecto la comunicación con los padres fue imprescindible y todos se mostraron dispuestos a colaborar y continuar el trabajo en casa, con ciertas pautas que yo les daba.

Al día siguiente una madre mandó a un niño al cole con un cuento sobre un perrito que muere y va al cielo. Tras este cuento, hubo millones de preguntas. El niño que más pesadillas y ansiedad tenía me hizo preguntas tan concretas como que si en el cielo había suelo, porque si no, la gente se caería otra vez a la tierra. Que si había casas para protegernos de la lluvia y el frío, etc… Esos eran sus miedos. ¡Otra conversación increíble!. A partir de ese día no hubo más pesadillas, pero sí muchas más preguntas.

En la etapa Rosa, les conté que Picasso se había enamorado y este sentimiento le hizo cambiar su forma de pintar y los colores que usaba.

Para las etapas Azul y Rosa, antes de ir a las mesas, les pedí a los niños que pensaran en algo que les hiciera sentir tristes/contentos y lo dibujaran. Cada uno dibujaba su cuadro a lápiz y luego lo pintaba. Cuando acababan les preguntaba: “¿Me quieres contar sobre tu cuadro?” “¿Qué te hizo sentir así?” “¿Qué hiciste?” “¿Eso te ayudó a sentirte mejor?”… ¡Los resultados fueron increíbles! Con cada cuadro iban aflorando sentimientos que no dejaban indiferentes a nadie.

Cuando trabajamos con el cubismo, los niños se centraron en las líneas rectas y otros materiales. Pero siguieron expresando eventos importantes para ellos, aunque yo no se los pedí.

Con el expresionismo se divirtieron mucho pintando a sus amigos de manera creativa. Les costó mucho trabajo “desordenar” las partes de la cara, es decir, tendían a pintar cada cosa en su sitio. Tanto pintores como modelos se rieron mucho con los resultados.

3.- Familias y cierre:
Las familias se involucraron activamente. Los padres, madres, abuelos e incluso hermanos mayores, venían a contarnos cuentos, pintar con nosotros, etc… Nos ayudaron a hacer un museo en el que expusimos todas las pinturas. Los niños pusieron nombre a cada cuadro y yo escribí una breve explicación de lo que ellos me decían.

Para cerrar el proyecto invité a las familias a ir un domingo al Museo Reina Sofía. Nos fuimos en tren, visitamos el museo y comimos en el Retiro.

La inteligencia emocional, fue el eje central de este proyecto. El cual se llevó a cabo dentro del marco de la Metodología Constructivista, trabajando por medio de proyectos y rincones, lo cual permitió a cada niño ir a su ritmo, aprender de otros niños y vivir el proyecto desde su propia perspectiva y necesidad. Los rincones les ayudaban a expresarse de diferentes maneras.

Lo principal era que los niños experimentaran con diferentes materiales y tonalidades de colores que les permitieran expresarse. Que observando el trabajo de un pintor fueran capaces de acercarse a las situaciones, emociones y sentimientos que le impulsaron a realizar sus obras y así, poder expresar ellos mismos las suyas.

Las preguntas abiertas y la escucha activa por parte de los adultos involucrados (padres y profesora); y de los propios niños, fueron también parte muy importante de este trabajo. Tuve muchas charlas con los padres en las que hablamos sobre la comunicación (verbal y no verbal) y la escucha activa.

Considero al niño un ser integral, por esta razón involucré todos los canales (visual, auditivo, kinestésico) y estilos de aprendizaje y les dejé fluir y expresarse cómo prefirieran, al tiempo que también les motivé para que usaran los canales que no eran sus preferidos para ayudarles también a desarrollarlos y a saber que tienen la capacidad de usarlos.

• Un ordenador para enseñarles los cuadros de Picasso, cada vez que empezábamos una de sus etapas ó técnicas.
• Pinturas, acuarelas, pinceles de diferentes grosores, lápices, papel de colores y cartulinas de tamaño A3 para que los niños realizaran sus pinturas.
• Una madre nos regaló dos lienzos y otra nos ayudó a dibujar (con lápiz) una obra de Picasso en cada uno, los cuales luego los niños pintaron en equipo y las regalamos a la dirección y la secretaría del Colegio.
• Espejos, para que los niños hicieran el autorretrato.
• Música clásica utilizada cuando los niños pintaban sus cuadros. Una melodía diferente para cada etapa y técnica.
• Cuentos e historias relacionadas con el tema que estábamos trabajando (expresión de sentimientos, el arte como medio de expresión, los colores…).
• Yo hice juegos de cartas y de memoria con las obras de Picasso, los cuales puse en el rincón de juegos de mesa para que los niños jugaran con ellos.
• En el rincón de biblioteca pusimos libros sobre el pintor que los mismos niños fueron trayendo.
• Creé algunas fichas sobre la vida de Picasso y las etapas que íbamos aprendiendo para que los niños afianzaran lo que iban aprendiendo sobre el pintor, además de los dibujos que hizo cada niño en cada etapa estudiada. Al terminar el proyecto, los niños se lo llevaron todo a casa para compartirlo con sus familias.
• La ayuda de las familias y la forma en la que se involucraron en el proyecto fue un recurso incalculable y muy importante.
• Hicimos un museo en una sala del colegio para que todos pudieran admirar las obras de nuestros pequeños artistas.

 

Los niños fueron capaces de expresar sus sentimientos y emociones y relacionarlas con una situación en concreto a través de la historia y obra de Picasso. Cómo expresaba sus sentimientos por medio de la pintura, cómo experimentaba con las formas y los colores... Poco a poco se fueron abriendo y las cosas que lograron verbalizar sobre sus propios sentimientos fueron sorprendentes.

Fueron descubriendo sus sentimientos, reconociendo qué los causaba y poco a poco empezaron a expresar sus emociones con palabras, incluso en el día a día y no sólo durante las actividades relacionadas con el proyecto. Se disiparon miedos y dudas sobre la muerte y otras situaciones que les ocurrían a diario.

Una cosa que me llamó mucho la atención, fue que algunos niños que expresaron determinadas situaciones que les hacían sentirse tristes durante la etapa azul; lograban ver estos mismos acontecimientos con alegría al “darles la vuelta”, en la etapa rosa. Así por ejemplo, la niña que estaba triste porque su abuela se había muerto, se sentía contenta al recordarla.

El apoyo de las familias fue muy importante durante el desarrollo del proyecto. Los niños llegaban a casa y contaban a sus padres, hermanos, abuelos, lo que habían experimentado y en casa se les daba el espacio para expresarse. Fue imprescindible mantener una comunicación continua con los padres.

Se acabaron las burlas; y si alguna vez las había, les escuchaba contestar: “No me importa que no te guste, a mi sí me gusta lo que he hecho”. El proyecto les ayudó a sentirse más seguros de sus capacidades.

En una ocasión, tiempo después de acabado el proyecto y estando ya los niños en primaria, varias madres vinieron a mi clase en diversas ocasiones y me comentaban que sus hijos seguían hablando de Picasso. Lo que demuestra que el aprendizaje tuvo alcance a largo plazo.

Los bloqueos emocionales de los niños eran menos frecuentes y cuando ocurrían, pasaban más rápido. Con algunos niños se siguió haciendo un trabajo individualizado sobre las gestión de las emociones.

La creatividad de los niños y las ganas de pintar y, en general, trabajar en el rincón de plástica, aumentó. Algunos que antes del proyecto no pasaban por el rincón a menos de que yo se los pidiera, después del proyecto iban de manera espontánea y hacían cosas preciosas con gran cantidad de materiales.

María José Belda Ortega