HABLEMOS DE SEXUALIDAD CON LOS NIÑOS

Angeles Ituarte

 

 

Ser padres, significa asumir la gran responsabilidad de educar y formar a los hijos de la mejor manera, para que éstos alcancen un desarrollo individual pleno. Ser educadores de los niños pequeños es compartir esa responsabilidad de los padres y con las herramientas que nos proporcionan los estudios profesionales, ayudarles de manera óptima en su educación. Una de las principales preocupaciones de padres y madres, y en general de los educadores de la etapa inicial, es la relacionada con la educación de la sexualidad.

 Si se habla de sexualidad y pensamos en los niños, surgen una serie de interrogantes a los cuales como educadores de niños pequeños, necesitamos dar una respuesta, tanto para dirigir nuestra actividad educativa, como para orientar y animar a los padres a iniciar con confianza la educación sexual de sus niños:

¿Cuándo es el momento propicio para iniciarla? ¿Qué información dar? ¿Cómo explicarla? ¿Qué es lo que sabe el niño cuando es un poco mayor al respecto? Éstas son algunas de las mil y un dudas que nos asaltan y nos ponen frente a la difícil tarea de informar para formar.  Éstas  y otras preguntas nos confrontan con nuestra propia sexualidad y con el manejo y aceptación que tengamos de la misma y justo aquí es donde la tarea se vuelve más compleja ¿por qué? Porque de la manera en la que nosotros mismos hayamos vivido y analizado y en su caso, superado los conflictos respecto a nuestra propia sexualidad, dependerá el manejo que hagamos de ella frente a nuestros niños y niñas.

 Es pertinente recordar que, “la familia es la institución más importante que forma la sociedad, ya que a través de ella se transmiten los valores, normas sociales, culturales y de conducta de una sociedad específica y con características que influyen en la vida del individuo desde su más temprana edad” [1]

Es cierto que también intervienen otras instituciones en la formación integral de las personas, como son los centros de educación inicial, los centros de estimulación temprana y las escuelas preescolares; sin embargo, la familia sigue siendo el pilar y sobre quien recae la máxima responsabilidad al respecto.

“La educación sexual es producto, en gran medida, de las experiencias vividas en la familia; este conocimiento se incrementa con la formación escolar, los medios de comunicación masiva y, en general, con toda vivencia compartida con los semejantes” [2] Por esta razón es importante que padres y maestros, familia e instituciones de educación inicial, compartan los mismos valores al respecto, para que los niños reciban de su medio una información congruente y completa que les permita adquirir las bases para un desarrollo sexual adecuado.

 ¿Cuándo comenzar la educación de la sexualidad?

Como padres y educadores debemos tener muy en cuenta que ésta se inicia desde el primer momento de la existencia del nuevo ser, es más, comienza con la educación de sus padres. Desde que el niño nace, e incluso desde antes, percibe el amor con el cual es acogido por sus padres y por la familia y eso es en sí mismo un primer diálogo íntimo, que conduce hacia la educación de la sexualidad.

 La alimentación e higiene, las frases que se le dicen, el afecto con el que se le trata, o como por desgracia sucede en algunos casos, la falta de estos contactos emotivos, deja una profunda huella en el infante. Si consideramos los primeros años de vida como los más importantes en el desarrollo de la personalidad, según lo han confirmado diversos estudios, es evidente que la educación de la sexualidad que reciba el niño desde su nacimiento, es la base para un desarrollo sexual sano.

 Cuando el niño nace, no sólo tiene necesidades somáticas y psíquicas, sino también de tipo social, ya que le es indispensable relacionarse y adaptarse a la sociedad, y del éxito que tenga dicha adaptación durante los primeros años de su vida, dependerá sin duda el éxito de su vida social en la adultez.

 Por todo lo anterior, nuestro compromiso como padres y educadores es asumir el reto de iniciar cuanto antes la formación de nuestros niños, no sólo en la sexualidad, sino también en la adquisición de valores, que les brinde la seguridad de contar con las bases necesarias para alcanzar un desarrollo íntegro como adultos, con una personalidad conformada en la cual, “la sexualidad es un componente  fundamental, una forma de ser, de manifestarse, de comunicarse con otros, en fin, de sentir, expresar y vivir el amor humano” [3]

Algunos conceptos básicos para educar a los niños en los primeros años de la vida

Cada niño que viene al mundo es una persona, un ser único e irrepetible. Existe junto con los demás en el mundo para realizarse. Esta persona está formada por cuatro aspectos: biológico, psicológico, social y trascendente o espiritual.

Del concepto  que tengamos del ser humano, de la persona, se derivarán las acciones en relación a ella y desde luego la educación que reciba desde su infancia; por esto es muy importante para los padres, tener una idea clara del valor de la vida humana y de la estructura de la persona para dar al niño en cada momento los cuidados, la atención, en una palabra la educación que necesita. No obstante, los padres no están solos en esta labor, cuentan con una serie de experiencias personales, de apoyos familiares, sociales, y educativos para realizar la tarea humana de la educación de sus hijos.

Es indispensable cuando educamos,  tomar en cuenta los valores físicos,  la salud, para un crecimiento corporal sano, pero también debemos  considerar la importancia de educar los aspectos psicológicos, la inteligencia, la memoria, la voluntad, la emotividad, para que el niño se desarrolle como un ser equilibrado psicológicamente; educar para la relación social, para la comunicación y la solidaridad, es también parte obligada de la educación; educar en especial en los valores del espíritu que permiten a la persona tener conciencia de su "yo" espiritual y trascendente. La educación en la sexualidad abarca todos estos aspectos; de alguna manera se basa en la adecuada educación de cada uno de los pilares que conforman la vida del niño y su personalidad y, por tanto, forma una parte importante de esta educación integral.

Los años de la vida del niño en la familia, conforman decisivamente el futuro de la persona en la sociedad. Los padres son los primeros educadores de los hijos y nunca termina su papel de enseñar ni de servir como modelo a sus hijos; la vida familiar y la manera en la que el niño la interpreta, contribuyen a formar actitudes, valores y comportamientos que tienden a durar toda la vida. La guardería, el colegio, otras familias, instituciones sociales y educativas, colaboran e influyen de manera positiva en la formación de niños y jóvenes y pueden ayudar a su maduración, pero definitivamente la experiencia familiar, en especial el amor de los padres, la convivencia con los hermanos y la suave disciplina que se vive en el hogar conforman las bases de la personalidad.

Todos los padres, naturalmente aman a sus hijos y buscan de manera constante lo mejor para ellos y  también los conocen mejor que nadie y pueden interpretar sus necesidades; les trasmiten actitudes, valores sobre la vida y la sexualidad a través de un intercambio vital que crecerá en la familia día con día. Los padres en general son las personas que están más cerca de los hijos, quienes los cuidan y los protegen; son ellos, sin duda, los más adecuados para contestar a sus preguntas y guiarlos en los primeros pasos por la vida. Es más, podríamos decir que son privilegiados al tener la oportunidad de contribuir con su experiencia y amor, al desarrollo armónico de sus hijos. En este ambiente familiar es donde se inicia sin duda la educación de la sexualidad, con una base fuertemente arraigada en los estímulos afectivos que recibe el niño o la niña en ella. Esa interacción educativa entre padres e hijos les va dando a aquéllos, responsables y primeros guías de los hijos, la pauta para ejercer su acción educativa, de forma diferente con cada hijo, y de distinta manera según las circunstancias que se presentan a medida que crecen.

"Educar es una ciencia y un arte; un arte porque no hay reglas fijas, y cada caso es diferente, cada circunstancia única, ya que las personas somos irrepetibles. Pero a su vez, es una ciencia y como tal es necesario conocerla, estudiarla y dedicarle horas de trabajo. Nadie nace sabiendo, y hoy día la experiencia heredada de nuestros padres en la educación no es suficiente", advierte Fernando Corominas [4]

La persona. Comunicación sensorial.

Los sentidos se van desarrollando en el niño a partir de las primeras experiencias e impresiones sensoriales que recibe del ambiente. Por ello es importante, desde la más temprana edad, estimular adecuadamente su vista, su oído, sus experiencias táctiles, el olfato y el gusto. A las diversas sensaciones percibidas por los sentidos corresponden desde el principio sentimientos sensibles, es decir, se perciben las impresiones que proceden del ambiente como agradables o desagradables, placenteras o dolorosas y se traducen en emociones que hacen percibir el mundo externo como acogedor y afectuoso o como desagradable y agresivo.

 Esta percepción genera en el niño una respuesta que, en especial durante la primera infancia, los padres pueden interpretar con cierta facilidad. El llanto, por ejemplo, es señal de que algo duele o molesta al niño, de que alguna de sus necesidades vitales no ha sido satisfecha; la sonrisa, de que se siente feliz; pronto aprende a mover la cabeza para decir no. En la manera de responder y atender a los reclamos naturales del niño, se encuentra la base del sentimiento de seguridad que aportará un aspecto fundamental en el desarrollo posterior, no solamente desde el punto físico sino también psicológico.

A medida que el niño crece podrá expresar con mayor precisión esta respuesta a los estímulos del medio ambiente a través del lenguaje, éste va evolucionando hasta permitirle trasmitir oralmente los sentimientos que generan en él las experiencias sensoriales: alegría, entusiasmo, gozo, asombro, satisfacción, curiosidad o bien, dolor, desagrado, miedo o rechazo.

El lenguaje establece un elemento básico en la comunicación que se va desarrollando a lo largo de la primera infancia y se perfeccionará durante las siguientes etapas. Junto con las expresiones no verbales que también comunican sentimientos y emociones, en el lenguaje incipiente del niño, los padres tienen la oportunidad de conocer lo que pasa en su interior y de  dar respuesta a las preguntas que desde pequeños se hacen acerca de la vida, de su propio cuerpo, de su lugar en la familia, etcétera. Para lograrlo, los padres y los educadores en su caso, necesitan concentrar y dirigir su atención hacia las necesidades de los pequeños, dedicándoles el tiempo suficiente para establecer un diálogo que ha de ser la base de la educación en todos los aspectos, que les ayudará a conocerlos mejor, a descubrir y a entender lo que piensan; que servirá para cimentar una educación de la sexualidad optimista y  positiva, de acuerdo con las necesidades de cada niño en las diferentes etapas de su vida.

¿En qué consiste la educación de la sexualidad?

El niño, al ir creciendo, va teniendo diversas necesidades físicas y psicológicas que los padres  procurarán  satisfacer.

 La sexualidad, como parte integrante de la persona, presenta diversas facetas. A  medida que niños y niñas crecen y se desarrollan, van tomando una mayor conciencia de su pertenencia al grupo sexual y también de las diferencias con los individuos del grupo opuesto; esta circunstancia da constante ocasión a los padres y educadores para hablar con ellos de este aspecto de la personalidad en forma positiva  y colaborando a su formación integral, ayudarán a que el niño descubra y haga suyos los conocimientos sobre el origen de la vida, el desarrollo intrauterino, las relaciones sexuales en un marco de amor, el valor de su propio cuerpo y las características  que lo convertirán en adulto varón o mujer.

Esta información la debiera recibir el niño en sus años infantiles en primer lugar de sus padres y después de sus educadores y maestros dispuestos a hablar con ellos y a explicarles y resolverles sus dudas y preguntas. Es una información que debe darse de acuerdo a la edad y los intereses del niño, con veracidad, respetando su intimidad, en un marco de valores y sobre todo con oportunidad, ya que “más vale un año antes, que un día después”; aunque también se puede afirmar que en el caso de que el niño reciba los conocimientos por otros medios o haya tenido que pasar una experiencia desafortunada “más vale tarde que nunca” para orientarlo y ayudarlo a desarrollar una sexualidad sana. Una educación sexual oportuna se da cuando padres y educadores descubren en qué momento el niño o la niña tiene alguna duda, ha tenido alguna experiencia que le causa conflicto, o bien siente esa necesidad de compartir con ellos sus emociones y sus propios descubrimientos en relación a su cuerpo o al de otros.

NIÑOS DE CERO A TRES AÑOS.

La educación de la sexualidad, de acuerdo con criterios basados en la educación integral de los niños, en el marco de los valores humanos, proporciona al niño seguridad y confianza. Para ello es necesario tomar en cuenta:

El desarrollo físico

El niño, desde el momento en  que nace, comienza a dominar de manera progresiva diferentes habilidades que están reguladas principalmente por su maduración neurológica. Los primeros elementos que permiten evaluar dicha maduración son los reflejos. Posteriormente, el niño comienza a adquirir de manera paulatina, el dominio de habilidades como sostener la cabeza, rodarse, asir diversos objetos, sentarse, gatear, explorar su cuerpo, caminar, correr, saltar y, posteriormente,  controlar sus esfínteres.

En esta etapa inicial del desarrollo es fundamental  que padres y educadores, vigilen el aumento de peso y de talla del niño, la dentición, la vacunación oportuna, le proporcionen cuidados higiénicos adecuados, así como la estimulación motora de acuerdo con la edad; el desarrollo del lenguaje y la expresión corporal y después del segundo año, la educación para el control de sus esfínteres, son también importantes.

Cuidados físicos e higiénicos

Los cuidados físicos e higiénicos que recibe el recién nacido, y el niño en el primer periodo de su vida, son  importantes para el desarrollo de su vida afectiva; la alimentación, la prevención de enfermedades, la higiene y el aseo diario; la estimulación sensorial y psico-afectiva, en fin, el proporcionarle un ambiente adecuado a sus necesidades de infante, resultan básicos para disponer al niño a una educación integral altamente beneficiosa, le proporcionará experiencias satisfactorias y  será la base de toda la educación que reciba durante su infancia.

Alimentación

Durante los primeros meses, no cabe duda de que lo óptimo en cuanto a la alimentación es la lactancia materna, que permite al niño tomar todas aquellas sustancias que necesita para su desarrollo, acompañada esta acción del natural contacto y del calor del pecho materno. Sin embargo, en los casos en que esto no sea posible, una alimentación correcta con fórmula administrada con el mismo cariño y paciencia con el que se ofrece la lactancia natural cubre las necesidades del niño. La vigilancia médica, el aporte vitamínico necesario y las vacunas y todas las acciones que previenen enfermedades son también una responsabilidad de los padres y sería deseable que estuvieran al alcance de todos ellos.

Higiene

 El aseo diario de todo el cuerpo forma parte de los cuidados necesarios del niño y proporciona la ocasión de brindar otras tantas muestras de afecto satisfactorias tanto para el niño, como para quien realiza esta labor. Cuando se trata del aseo de la zona de los genitales habrá que tener algunos cuidados adicionales para evitar posibles irritaciones o infecciones.

Buenos hábitos de eliminación

Cada niño es diferente y sus órganos van madurando de diferente forma pero, en general, es a partir de los dos años cuando se inicia el entrenamiento en el control de esfínteres. Para ello, es necesario que el niño o la niña se den cuenta de que pueden controlar sus esfínteres y hacerlo a voluntad. Estimularlos con palabras adecuadas y con cariño para que logren "ser limpios" requiere también de tiempo y dedicación de los padres y de una gran paciencia de los educadores para no crear fijaciones o conflictos en torno a estas actividades, que podrían vincularse con algunos problemas relacionados con la sexualidad.

En la actualidad el uso de pañales desechables favorece el retardo de este proceso; sin embargo, es necesario tomar en cuenta que existen los llamados periodos sensitivos en el desarrollo infantil, en los cuales el niño está más propicio y receptivo a la orientación y a ejercer aprendizajes determinados, además de que tiene la maduración física adecuada para hacerlo. Así como aprender a caminar se logra aproximadamente a partir del año de nacido y en un lapso no mayor de seis meses, de la misma manera en el control de los esfínteres, se procurará ayudar al niño a lograrlo entre el segundo y el tercer año de vida, al menos durante el día, ya que algunos niños tardan más tiempo en lograr este control durante la noche.

En algunos casos, el adiestramiento para ir al baño genera ansiedad y preocupación que son factores negativos para lograr con éxito este aprendizaje; además la rigidez de los padres y en general de quien atiende al niño, puede ocasionar ciertas conductas compulsivas posteriores, como: "exceso de orden, limpieza, tacañería, obstinación. En casos extremos se relaciona con patologías como la neurosis obsesivo compulsiva". Esto puede crear también fijaciones y manipulación de la zona, cosa que a veces inquieta a los padres, quienes caen en actitudes negativas y en vez de ayudar al niño con ello, le pueden causar conflicto en relación con los órganos genitales externos, sobre todo cuando se insiste constantemente "quita las manos de allí...", avergonzando públicamente al niño o niña y dando un significado negativo o sexual a un acto que en sí es intrascendente en esta etapa de la vida.

Cuando el niño logra superar el problema del control de esfínteres ha alcanzado la fase que Erikson llama de " autonomía contra vergüenza " en el desarrollo psico-sexual .

La enseñanza del autocontrol de esfínteres promueve un claro sentimiento de autonomía, autocontrol y voluntad propia. Desarrollar adecuadamente estas funciones ocasiona placer por satisfacer una necesidad y por obtener el reconocimiento de su madre. El niño empieza a responsabilizarse de sus acciones o aprende a manipular a los adultos, porque infiere que con ellas puede agradar o desagradar a otros. Este momento es clave en el descubrimiento de las diferencias sexuales y de las primeras preguntas de los niños al respecto.

Desarrollo intelectual

Durante esta etapa, la inteligencia responde más bien a la acción; ésta comienza también por una actividad refleja (p. ej. mamar) y prosigue hacia la coordinación entre el ojo  y la mano y la diferenciación de las relaciones entre medio y fin. En esta misma etapa aparece en el niño el concepto de objeto, y así mismo aprende a diferenciar entre el yo y el ambiente. El hito que culmina con esta etapa y marca el inicio de la siguiente, es la aparición del lenguaje y del pensamiento simbólico.

Siendo los sentidos, las ventanas del alma, todo lo que entra por ellos estimula el desarrollo de esta facultad que distingue al hombre de los demás seres. En ella se manifiesta, ya desde las primeras experiencias sensoriales, una intencionalidad que facilita en el niño el aprendizaje con el que nos asombra cada día y que se manifiesta en sus preguntas y respuestas.

Desarrollo emocional

Desde el nacimiento, las emociones tienen una función comunicativa. La primera expresión emocional del niño es el llanto. Su desarrollo emocional en esta etapa se basa principalmente en el vínculo que éste establece con su madre o con la persona que lo cuida. Es a partir de esta relación que el bebé aprende a comunicar sus emociones, también a través de expresiones faciales de interés, alegría, sorpresa, tristeza, enojo, disgusto, desprecio y miedo, entre otras. En esta etapa aparece la sonrisa social y más selectiva hacia las personas cercanas con quienes el niño se relaciona y, al mismo tiempo, comienza a reaccionar con angustia ante la separación de las mismas, y la presencia de extraños, lo que indica que el niño ha establecido un vínculo afectivo fuerte con ellas y que marcará el tipo de relaciones que entable con otras personas en el futuro.

Del nacimiento a los dos años el niño va madurando y superando la fase simbiótica, en la cual experimenta que él y su madre son una misma realidad; su dependencia es total. Si por causas psicológicas, como pueden ser frustraciones, carencia de gratificaciones, o sobre-protección, se queda en esta fase,  no madurará emocionalmente y le será difícil superar el paso del yo y tu, al nosotros, tan importante en las relaciones sociales y de pareja.

Hasta los tres años el niño vive una en etapa egocéntrica, goza con la aprobación frecuente y habitual, siente que todo gira en torno a él; es importante ayudar a superar esta etapa que es recurrente en especial en la adolescencia; algunos adultos quedan estancados en esta fase evolutiva, que debería ser transitoria, en el desarrollo de la relación con los demás. Pasar de una etapa egocéntrica a una alterocéntrica, es una señal de la madurez  que se logra en los siguientes años de la infancia y prepara a los niños para saber amar, para aprender a dar y a recibir.   

Importancia de la aceptación del niño

La aceptación del niño por parte de la familia y las muestras de afecto constantes son un buen comienzo para el desarrollo de la autoestima, base de todo desarrollo emocional equilibrado y por ende del desarrollo sexual.

Así como cuando nace nuestro pequeño hemos de aceptarle con las características físicas que presenta, mismas que son recibidas de la herencia aportada por ambos padres; la cual se remonta a las generaciones pasadas y por la que pueden aparecer rasgos diferentes a los que los padres esperan en sus hijos, como el color de los ojos, la estatura, el color de la piel, etc.; es muy importante que como padres aceptemos el sexo de nuestro niño o niña  y además es vital que aceptemos las disposiciones psicológicas que de alguna manera determinarán su comportamiento, como un carácter alegre y expresivo o más bien tímido y retraído, por mencionar sólo un ejemplo.

Resulta más difícil para los padres hacer conciencia de esta necesidad de aceptación, cuando el niño presenta alguna malformación física o alguna deficiencia con discapacidad en cualquier aspecto; sin embargo en estos casos es todavía más importante que el niño se sienta querido, aceptado, valorado, por lo que es "el hijo o la hija" más que por sus cualidades físicas deseables.

Otro caso es el de los niños adoptados cuya condición exige la misma aceptación que requieren los hijos engendrados por los padres.

"Las preferencias y los rechazos constituyen un fenómeno que se presenta en el seno de todas las familias y que es común a todo el género humano" [5]

Afirma en seguida el mismo autor: " En la infancia temprana los padres constituyen prácticamente el único espejo en el que el niño puede reflejar sus sentimientos. El niño es, a la vez, emisor y receptor de una infinidad de actitudes, mensajes no verbales y comportamientos que inducen y despiertan en él toda la gama de sentimientos que comprende la relación humana". La frialdad e indiferencia por parte de los padres o de los educadores, se percibe como un rechazo; el amor y la ternura le proporcionan seguridad para el fortalecimiento de su autoestima y es precisamente la autoestima un valor importante en su desempeño y conducta en el área de la sexualidad.

Cuando el niño o niña no encuentra un ambiente amoroso y acogedor, el rechazo empezará a traslucirse en su vida en dolor y desadaptación. La cita que Mercedes Arzú de Wilson hace del profesor Jean Vanier, de la cual extraemos algunos párrafos, es por demás ilustrativa: "lo que sucede cuando un niño no es aceptado tal como es, cuando el niño se siente que no es amado, cuando el niño es tan pequeño y tan frágil que siente que no le quieren. En ese momento, se encierra en sí mismo, entra en un mundo de miedo, un mundo de inseguridad, su pequeño corazón está herido... todos necesitamos un amor tierno, un amor que nos apoye. Si tenemos la impresión de que nadie nos ama, toda clase de cosas ocurrirán en el interior de nuestros corazones que nos llevarán a una forma de ansiedad... El niño tiene que ser amado, hay que ayudarle a vivir en paz; hay que hacer que se sienta protegido, animado a crecer y a confiar en sí mismo de tal manera que pueda caminar suavemente, de acuerdo con el ritmo de la naturaleza, de acuerdo con sus capacidades, hacia una madurez de amor." [6]

Desarrollo social

El vínculo afectivo que el niño establece con sus padres y educadores, en su caso, permite que éste adquiera o no la confianza básica para establecer nuevos vínculos más allá del medio que le es familiar.

“La primera etapa del desarrollo que ocurre durante el primer año de vida, debe dar por resultado una sensación de confianza básica en el mundo derivada de los cuidados sostenidos de los padres. En este periodo el peligro se encuentra en el sentido de desconfianza que culmina en sentimientos de vacío y aislamiento de un mundo que no es amado” [7]

 Esta confianza adquirida le permite al niño explorar el mundo, manipular las cosas que le rodean, descubrir nuevas sensaciones y alcanzar con ello un sentido de autonomía. El niño puede separarse por un momento de su madre sin sentirse incapaz de enfrentar al mundo. La confianza en quienes lo cuidan, será también la base de la capacidad de confiar en las personas que lo aman y generar en sí mismo el deseo de ser  confiable para los demás, elemento clave en la educación sexual.

La estimulación temprana.

Desde tiempos inmemoriales las madres y las personas que cuidan a los niños pequeños se sienten impulsadas a jugar con ellos, a cantarles, a llamar su atención sobre los colores, sobre sus ojos, sus manos y pies, etc.; es algo natural, pero en la actualidad se tiende a olvidar la necesidad del niño de recibir esta estimulación temprana que es tan importante para su desarrollo. La agitación de la vida moderna, incluso muchas veces la necesidad que tiene la madre de trabajar fuera del hogar, le impiden dedicar tiempo a jugar con sus niños pequeños y estimularles en todos los aspectos. El padre también carece de momentos oportunos o piensa que no es importante participar en los juegos de los niños.

La tradición materno-infantil muy arraigada en nuestras culturas y en nuestros pueblos indígenas, de arrullar a los niños antes de dormir, es también un ejemplo de la tendencia natural de proporcionar a los niños pequeños el afecto y seguridad que necesitan.

 La  investigación sobre el desarrollo infantil ha comprobado que el arrullo favorece al crecimiento físico y desde luego afectivo del niño y que los bebés que han vivido esta experiencia,  son por lo general más sanos que aquellos  quienes no han sido arrullados. Se afirma que los beneficios que obtiene el niño con el vaivén y el canto suave son: la maduración del sistema nervioso, la coordinación de los movimientos corporales, mayor actividad de la circulación de la sangre, estimulación del aparato respiratorio y del sentido del oído, la tonificación de los músculos del cuerpo, y aun facilidad para la digestión; los beneficios afectivos son la sensación de tranquilidad que les recuerda la experimentada en el vientre materno, el acercamiento con la madre a través del los latidos del corazón, un enriquecimiento emocional mediante contacto físico con su padre y con las personas que lo cuidan en los centros de educación infantil. Cantar y arrullar al niño cuando se va dormir o contarle un cuento cuando es mayor, son actos que favorecen en el niño el logro de un desarrollo psico-sexual más equilibrado, ayudando a superar la primera fase de confianza contra desconfianza que se da en el primer año de la vida según Erik Erikson

Los centros de estimulación temprana ayudan a los padres a ejercitar a sus niños y favorecen tiempos de dedicación específica al juego y a la adquisición de nuevas habilidades; allí se recibe la ayuda de personas especializadas en el desarrollo infantil, que orientan a los padres y favorecen este contacto con los hijos que antes se tenía de forma natural el hogar. Participar con los niños en estos centros estimulación ocasional es  mejor que dejarlos en manos de otras personas que realicen este cometido en lugar de los padres.

Desarrollo de la sexualidad

El ser humano desde su concepción es sexuado, el niño, por tanto, es sexuado por naturaleza, lo que implica que educar y consolidar apropiadamente los patrones del desarrollo masculino y femenino, facilita la genuina identidad sexual; este fenómeno conlleva un conjunto de caracteres y fenómenos evolutivos y personales que remarcan la diferencia de los sexos, pero estos cambios no pueden considerarse de naturaleza sexual, sino más bien sexuada.

  Un recién nacido no puede saber si es hombre o mujer, todas sus energías se centran en adaptarse al nuevo medio al que ha llegado, lo que sí es muy importante en esta etapa, llamada de indiferenciación, en relación con su capacidad futura de recibir y dar amor, es que el niño se sienta protegido y seguro en este nuevo ambiente, para lo cual el papel de la madre y de todos los que lo rodean es determinante.

 La  educación de la sexualidad  se inicia desde el nacimiento sobre la base de un cuerpo que tiene las evidencias de una sexualidad anatómica y fisiológica indispensable para desarrollar un proceso de identidad; requiere de una serie de atenciones que la madre, el padre  y las demás personas que lo rodean, le deben proporcionar. Sobre la base de esa sexualidad originaria, se desarrolla la psicología de mujer o de varón. “Porque la feminidad y la virilidad se construyen mediante las palabras, los deseos, las atenciones, cuidados y miradas que la mamá, el papá y los otros brindan a la niña y al niño”. El desarrollo integral de la sexualidad es un complicado proceso con diferentes componentes, que unidos armónicamente configurarán lo que conocemos como desarrollo psico-sexual normal.

Durante los primeros dos años se va formando en el cerebro del niño la imagen de su cuerpo como algo propio y diferente del mundo exterior, en primer lugar de la madre y después de las demás personas.

Va reconociendo sus miembros y descubre también sus órganos sexuales por la manipulación y por la vista. Esto lo lleva a constituir un yo cerebral que expresará verbalmente como "yo" tomando conciencia de formar parte por su anatomía recién descubierta y por el conocimiento directo del sexo de los otros niños y ocasionalmente de los adultos, de uno de los dos grupos: femenino o masculino. Sus órganos genitales le evidencian su pertenencia a su sexo.

Componentes que orientan la sexualidad de la persona.

El primer componente se refiere al sexo genético, que es el que nos corresponde de acuerdo con el par cromosomas heredados por el padre y la madre,  XX  para una mujer y de XY para un varón. Esto también se denomina genotipo. La configuración cromosómica se expresa en cada célula del cuerpo y no puede ser cambiado nunca.

La existencia de ese específico par de cromosomas, da como resultado otro paso en la configuración sexual: la existencia física de los órganos sexuales diferentes en el hombre o la mujer, que es el sexo gonadal y es la señal más evidente del sexo aparente lo cual se conoce como fenotipo.

En la práctica, lo que reconocemos para determinar el sexo del niño son sólo sus genitales externos, pues solamente con estudios especiales podemos acceder a conocer  el genotipo de la persona.

Tener cada sexo órganos genitales diferentes condiciona a  los educadores, padres o sociedad a generar patrones de conducta diferentes, lo cual corresponde al llamado sexo social y con ello el desarrollo en el niño del reconocimiento de pertenecer a uno de los dos sexos, masculino o femenino, hombre o mujer. Conocimiento que se logra en edades muy tempranas del desarrollo; generalmente a los dos años un niño puede decir a que sexo pertenece; a este proceso se reconoce como desarrollo de identidad de género.

Cuando una niña o un niño se reconoce como tal, aprende el comportamiento adecuado a su sexo y está contento con ello, se logra un gran paso en desarrollo de la sexualidad, a  esto se  llama identificación de género.

Otra categoría,  es el sexo legal ¿Con qué sexo ha sido registrado esa criatura? También es importante este aspecto, por las características que el derecho otorga en algunos países a cada sexo en especial y que condicionarán algunos aspectos de la enseñanza.

El sexo hormonal iniciara su irrupción definitiva en la pubertad y la adolescencia ocasionando los cambios propios de cada uno en cuanto a los caracteres sexuales primarios y secundarios que, les dispondrán a las relaciones sexuales y a la procreación. Esto, no quiere decir que en la infancia no haya una producción de hormonas sexuales, ya que desde las etapas embrionarias, hormonas diferentes en los niños y en las niñas, condicionan a todo el organismo pero especialmente al cerebro a una diferente funcionalidad que permite reaccionar a cada uno de manera distinta ante el mismo estímulo.

A los tres años de edad cada niño se reconoce a sí mismo con un sexo determinado y con el comportamiento que le es propio; ya se ha configurado su identidad e “identificación de género.” Un movimiento universal a favor de la equidad de género, ha de impulsar al educador a proporcionar cuidados y atenciones a niños y niñas sin discriminación alguna.

Descubrimiento de las diferencias sexuales

Con gran alegría el niño o niña  descubre en el curso de su primer año de vida, sus manos, sus ojos, los orificios de su nariz, sus pies y también sus órganos genitales como algo propio que trasmite sensaciones. Mas adelante, descubre en las demás personas que lo rodean las semejanzas con su propio cuerpo; tienen manos como él, ojos, boca etc., también se inicia en estos momentos una identificación desde el punto de vista sexual y el niño pequeño descubre que sus órganos sexuales no son iguales a los de su hermana  y la niña a los de su hermanito o son semejantes a los de otros niños o niñas que conviven con el o ella respectivamente. Infiere también que papá o mamá son diferentes y pregunta cuál es la razón de esta diferencia. Es una de las primeras preguntas que los niños hacen con relativa frecuencia a la madre y a las personas cercanas, con motivo del baño diario, del cambio de pañales y de la observación de los otros cuando van al baño o aseo; a estas primeras hay que responder con naturalidad y con expresiones que estén al alcance de los niños, satisfaciendo su curiosidad en un clima de confianza.

A los órganos sexuales externos se les debe llamar por su nombre desde que los niños son pequeños y así acostumbrarlos y acostumbrarse los padres y educadores a usar las palabras correspondientes al mencionar el pene y las bolsas escrotales o la vagina, los labios mayores y menores y el clítoris, ya que es común que los padres utilicen diminutivos como "el pipí" o la "cuevita" cuando se trata de los órganos del niño y de la niña respectivamente y después encuentren dificultad para expresarse correctamente cuando los niños un poco mayores preguntan de manera expresa por las diferencias sexuales, ocasionando con ello  que los niños perciban que esta información representa dificultad y hasta vergüenza para los adultos. Esto con frecuencia causa inhibición en la búsqueda de respuestas a sus inquietudes naturales. Señalar simplemente que somos diferentes hombres y mujeres, niños y niñas, es suficiente en el caso de los niños pequeños. Más adelante habrá que especificar la razón por la cual tenemos órganos diferentes que realizan de diferente manera la función eliminatoria y que también tienen una función sexual complementaria en las relaciones sexuales y en la concepción.

DE LOS TRES A LOS SEIS AÑOS

Alrededor de los tres años, el niño inicia una nueva etapa en su vida, deja de ser bebé para introducirse al mundo de la infancia; su comprensión y el uso  del lenguaje, su capacidad de desplazarse y de investigar todo lo que le  rodea, el control cada vez mayor de su cuerpo y en especial de sus esfínteres, le hacen ciertamente más independiente y lo llevan a seguir tomando cada día una mayor conciencia de sí mismo, diferente de la madre, del padre, de todos los que participan en su entorno.

Al llegar a esta edad el niño ya tiene una conciencia sexual incipiente, conoce su pertenencia a uno de los dos tipos humanos, se reconoce varón o mujer, pero esta conciencia sexual es infantil, pre-genital en el sentido fisiológico, y básicamente cerebral, no solamente debido a que las hormonas actúan en el cerebro y van formando determinados patrones de carácter, sino porque la conciencia sexual es más bien una modalidad de la conciencia de sí mismo. Como vive en familia y en sociedad, esta conciencia tiene también un sentido social marcado por los caracteres y las actividades, costumbres, forma de vestir y actuar que percibe diferentes en el padre y en la madre,  en los hombres y en las mujeres y que va adoptando como patrones de comportamiento marcados desde luego por la afectividad, el cariño, los cuidados del padre o de la madre  y el equilibrio que percibe en su mutua  relación y el trato hacia los demás miembros de la familia, incluido el trato hacia él mismo. Surge entonces la tendencia a imitar preferentemente los patrones de comportamiento femeninos y masculinos que el niño o niña observan en la vida diaria y con los cuales se identifica.

La educación que forma parte del crecimiento, es indispensable para lograr el desarrollo psico- sexual, social y espiritual equilibrado. La orientación de la educación hacia el modo de ser femenino o masculino, según el caso, colabora a desarrollar en el niño o la niña el proceso de  identidad de género y cuando cualquiera de ellos a los tres años se reconoce como tal, es porque ha quedado grabado en su personalidad y se ha  empezado a desarrollar el sexo psicológico: “soy niño” o “soy niña”.

Aceptación y gusto por su propio sexo.

Durante la infancia y parte de la adolescencia el niño va madurando también el proceso de aceptación y gusto por su sexo y el papel que le corresponde en la sociedad y en la familia. A esta maduración ayudan en forma especial los padres y las educadoras, primeras personas ajenas al hogar que tienen una gran influencia en los niños, y que colaboran con los padres en su educación sexual.

Ya en esta edad pueden detectarse alteraciones en este proceso de identificación sexual, como por ejemplo cuando un niño siendo genéticamente varón se siente niña o cuando la niña no esta contenta de serlo. Esta conducta puede ser temporal y por ello no significativa, siempre y cuando no se castigue o ridiculice al niño creándole entonces un verdadero problema. Cuando persiste el descontento del niño con su sexo es conveniente pedir consejo a un psicólogo u orientador familiar.

Si el ambiente que vive el niño en sus primeros años mantiene un equilibrio en relación con la sexualidad, concediendo a cada uno de los miembros de la familia su valor como persona y la equidad entre los sexos, que no es igualdad, sino idéntico valor  y derechos semejantes, se descubre paulatinamente, que tanto en la feminidad como en la masculinidad se realiza plenamente lo humano, aunque de modo diverso y complementario.

Algunas causas de la falta de aceptación del sexo.

Si no se da un trato preferencial a los niños por ser varones, o por ser mujeres a las niñas; si no existe un rechazo mas o menos acentuado por la misma razón,  la aceptación  del niño o la niña de su sexo desde el punto de vista anatómico y sociológico vendrá en forma natural.

En cambio, si los mismos padres no aceptan el sexo de su hijo y lo educan en sentido opuesto, o provocan en el niño el disgusto con su situación por el propio rechazo personal al papel que les toca desempeñar en el matrimonio, no sólo por las expresiones que externan, sino por los actos que inconscientemente  repiten y en los cuales revelan ese rechazo; no  pueden esperar una toma de conciencia sexual infantil sin graves perturbaciones, mismas que se manifestarán ya desde esta época de la infancia y desde luego serán causa de la deformación de la sexualidad en el adolescente y en el adulto.

En algunas familias se ridiculiza o se falta al respeto por razón de su sexo a alguno de los progenitores. Frases como: “La mujeres no pueden hacer esto o aquello”... “Todo lo solucionan con llanto”... “Esto no es cosa de mujeres”... o en el caso de los varones: “Así son todos los hombres”...”Ellos no entienden nunca”… “Los hombres como la basura, temprano a la calle”...etcétera,  pueden condicionar a  niños y niñas a no desear la pertenencia a su propio sexo por sentirse constantemente agredidos o ridiculizados por esa razón; o en el caso contrario a etiquetar a todos los individuos del sexo opuesto con la calificación despectiva que escuchan frecuentemente.

Otras causas que contribuyen a generar problemas de falta de identificación y gusto por sexualidad pueden ser el des-apego o falta de cariño del padre o la sobreprotección de la madre, tendencias que en muchas ocasiones se manifiestan inconscientemente; por ello hemos de recomendar a los padres tener un contacto físico y afectivo con sus hijos, acariciarlos, abrazarlos y a las madres procurar alentar en forma normal el desprendimiento y la independencia de los hijos, sin descuidar tampoco el contacto físico y la seguridad de que cuentan con ellas siempre.

Familias en las que un niño esta rodeado exclusivamente por mujeres o el caso contrario, mucho menos común, pueden generar aceptación o rechazo de la sexualidad propia en niños y niñas.

La violencia intra-familiar también puede ser causa de alteración de los patrones sexuales, sobre todo cuando el niño presencia constantemente el uso de la fuerza y la violencia por parte del padre hacia una madre sumisa y asustada.

La aceptación del sexo va íntimamente relacionada con la autoestima; una persona descontenta consigo misma, con su sexo, con su aspecto físico o con su situación familiar, con frecuencia es incapaz de aceptar y apreciar a los demás y por ello tendrá dificultad para establecer relaciones afectivas, generando con el tiempo incapacidad para el amor, y desde luego para establecer unas relaciones sexuales satisfactorias en la edad adulta.

Por ello resulta importante que los padres y los adultos que tienen relación con los niños de esta edad se cuiden de no ridiculizarlos  con respecto a su persona en general, sus defectos,  su aspecto físico o el sexo al que pertenecen, ya que ello repercutirá en su vida y conductas futuras generando inseguridad y baja autoestima.

Una educación de la sexualidad integradora.

Es necesario tomar en cuenta todas las características generales del desarrollo del niño, en la etapa de los tres a los seis años, para hacer de la educación un proceso integrador de su desarrollo, incluido el de su sexualidad, que en esta edad manifiesta una intensa evolución en el plano intelectual y psicológico.

También, ya lo habíamos señalado antes, es necesario tomar en cuenta las diferencias individuales y el carácter de cada niño,  su proceso de maduración afectiva y las experiencias que va teniendo. Todo ello nos dará la pauta de lo que el niño va necesitando y que los padres y los maestros de la segunda infancia le podemos proporcionar para su educación integral.

Desarrollo físico e intelectual

El cuerpo y los valores relacionados con la salud.

De los tres a los cinco años, el niño va aprendiendo a conocer su cuerpo y a tener los primeros hábitos de cuidado e higiene; aprende a bañarse, a vestirse, a lavar sus dientes, en fin, es capaz de realizar por sí mismo, cada vez con mayor habilidad, las diversas prácticas del aseo personal, siempre que sea convenientemente vigilado.

Debe aprender a valorar y a cuidar todas las partes de su cuerpo, dando a cada una el tratamiento necesario, para conservar la salud y como señalamos antes, llamándolas por su nombre correcto. Así como le recomendamos que limpie sus oídos o sus pies, es importante que también aprenda a asear sus órganos genitales correctamente. Son hábitos higiénicos que niños y niñas deben perfeccionar y conservar toda la vida. En esta edad se adquieren jugando, y el niño disfruta al realizarlos.

Algunos padres hablan con toda naturalidad de los pies, los dientes o los orificios de la nariz, pero cuando se trata de los órganos genitales muestran resistencia a llamarles por su nombre o a explicar al niño como deben asearse, transmitiéndoles un cierto sentimiento de vergüenza que ellos posiblemente no han superado. Esta no es la mejor actitud de los padres para una sana educación de la sexualidad.

 Cada parte del cuerpo humano es muy valiosa y aunque la cuidamos y protegemos de manera diferente y un sano pudor nos lleva a ocultar a la vista de los demás las "partes nobles" de nuestro cuerpo, es muy importante que el niño no perciba en los adultos cierta vergüenza, o malicia que es heredada posiblemente de una deficiente educación de la sexualidad, pero que se puede conscientemente evitar, porque ahora sabemos que lo aconsejable para una educación sana es ver con naturalidad y maravillarnos por la perfección y belleza del cuerpo en cada edad, y apreciar y cuidar nuestro cuerpo en una forma integral. Por otro lado, el enseñar al niño y a la niña a limpiarse correctamente cuando van al baño y a realizar un buen aseo del pene en el caso de los niños, incluido el aseo del prepucio, especialmente cuando no han sido circuncidados, y de los órganos genitales externos de las niñas, siempre será una sana prevención para evitar infecciones; comezón o rozaduras qué no sólo son muy molestas y peligrosas sino que mantienen al niño inquieto y con la tensión y las manos puestas en los genitales.

Ya en esta edad podemos enseñar al niño la importancia de cuidar su cuerpo, de protegerlo, y de exigir a los demás el respeto que merece no permitiendo que otras personas bajo ningún pretexto lo "manoseen" y lo ofendan, invitándolo al mismo tiempo,  para expresar sin temor a sus padres lo que le sucede, aun si desafortunadamente tiene una experiencia negativa.

Cuando el niño juega con su cuerpo y manipula sus genitales se debe distraer e invitar a desarrollar alguna actividad que le interese, sin hacer del hecho un escándalo ya que el niño sólo juega. Una actitud exagerada a este respecto puede contribuir a que el niño se esconda y escape de la realidad, haciendo algo que ciertamente le ocasiona un placer sensual y cuya repetición se puede volver un hábito que lo induzca más adelante en la adolescencia a prácticas masturbatorias.

En estos años, la curiosidad  los puede llevar a investigar la presencia de los órganos genitales en otros niños y niñas, y aun de los adultos, espiándolos en el baño  o participando e inventando juegos en los que tiene oportunidad de explorar a su compañero o compañera. El niño simplemente juega o da rienda suelta a su curiosidad no sin causar a veces molestia o indignación en los padres del niño investigado. En este caso es conveniente platicar con los niños de la importancia de respetar su cuerpo y el de los otros niños, aunque en realidad, su acto no representa realmente una falta de respeto. Nuevamente podemos afirmar que una actitud exagerada que reprima o ridiculice al niño puede generar una actitud repetitiva y en la adolescencia la búsqueda de oportunidades para realizar estos mismos actos que,  entonces, sí serán una falta grave de respeto a la individualidad del otro con las consecuencias desafortunadas que todos conocemos.

Desarrollo emocional y social. La pequeña adolescencia.

Un fenómeno físico y psicológico al mismo tiempo, que repercute en el área social es el siguiente: Alrededor de los cuatro o cinco años se da una especie de pequeña adolescencia, así le han llamado algunos autores, en la cual el niño muestra una gran inquietud y curiosidad. Físicamente se manifiesta un crecimiento más acelerado que en los años anteriores, el niño regordete deja de serlo, y va adquiriendo ciertamente rasgos femeninos o masculinos mas definidos, lo cual lo hace identificarse con sus compañeros del mismo sexo; tienen actitudes rebeldes y retadoras hacia padres y maestros; niños y niñas son vanidosos y en especial los varones gustan de mostrar a otros sus genitales y presumen de ellos. A las niñas les gusta mirarse desnudas en el espejo, aunque se esconden ante los ojos ajenos. Suelen gustar de pintarse la boca y las uñas y usar tacones como sus mamás.

En esta etapa, los niños no sólo se muestran inquietos y preguntan con más frecuencia sobre temas relacionados con la sexualidad, sino que, en ocasiones, manipulan sus órganos genitales produciéndose voluntariamente erecciones en el caso de los varones y causándose excitación mediante rozamiento en el caso de los niñas. Es conveniente vigilarlos en esta fase en la que muchas veces canalizan su tensión y nerviosismo hacia dichos actos que les producen sensaciones agradables; ayudarlos a manifestar dudas, miedos y preocupaciones, es un medio bastante efectivo para disuadirlos y ayudarlos a superar esta etapa.

La persistencia, durante un tiempo prolongado, de este tipo de prácticas puede ser un reflejo de alguna inmadurez o situación emocional no superada, que sin  representar un trauma, puede ser un escape del niño por no saber manejar dicha situación. ( Conflictos, angustias, ansiedades, miedos, inseguridad, problemas entre los padres, exceso de exigencia en la escuela, etc.) En tales casos, los padres deben enfocarse a descubrir y solucionar el problema de fondo, y no a recriminar al niño por una conducta indeseable para los adultos o que se juzga inadecuada.

Con frecuencia, las educadoras constatan en sus alumnos de  pre-primaria acciones a veces involuntarias, por ejemplo, se llevan las manos a sus genitales, o muestran deseos de orinar, cuando tienen que leer en público o se mide su velocidad en la lectura o se les pide pasen al pizarrón. No dejaremos de insistir que regañar al niño o ponerlo en evidencia, son actos que lejos de ayudarle fomentan su ansiedad y pueden originar fijaciones y hábitos difíciles de erradicar más adelante. Más bien es necesario tranquilizarlos y evitarles, mediante juegos, la tensión que producen los primeros exámenes escolares.

En esta edad suele aparecer una tendencia sexual aunque imprecisa y difusa en su objeto hacia sus propios padres, que se refleja en admiración y deseo exclusivista sobre su persona y su amor, hasta el extremo de querer capitalizar su ternura y atención. Hacia los cinco años este fenómeno alcanza su máxima expresión. El niño generalmente se apega más a la madre y la niña a su padre; aparecen los celos incluso hacia el propio progenitor del mismo sexo. Ya los psicólogos, han insistido sobre los peligros de una fijación afectiva, que partiendo de esta edad, origine lo que Freud llamó complejo de Edipo  en el caso de los varones o de Electra en las niñas tomando como ejemplo la historia de los personajes de las tragedias griegas de Eurípides.

Es una etapa a superar mediante el equilibrio entre las manifestaciones de afecto. Y la comprensión, y la exigencia para que el niño no manipule a su antojo con sus muestras de cariño al padre o madre en cuestión. Reforzar esta tendencia instintiva del niño o la niña puede originar un apego excesivo y dañino, generando una fijación paterna o materna según el caso. Pero rechazar sin más su ternura y muestras de afecto, con el pretexto de no crearle fijaciones,  puede ser también dañino, generar inseguridad y encapsular esos deseos que no puede expresar espontáneamente, ocasionando resentimiento.

El niño necesita que lo quieran, sin embargo, resulta peligroso consentirlo demasiado o exponerlo a ser una solución a los propios conflictos afectivos de uno de sus padres, aprovechando su tendencia  a un amor acaparador y celoso. Es por ello que los padres necesitan guardar un prudente equilibrio en la relación afectiva con sus hijos para no provocar situaciones que arrastren al niño o niña a una dependencia afectiva que les impida madurar y en el futuro establecer una relación amorosa con la pareja que elijan, por quedar siempre en el alma la sombra de una madre en el caso de los hijos varones a la que ninguna mujer puede igualar, y en el caso de las niñas un sentimiento similar respecto al padre, que les impedirá encontrar un hombre “digno” y capaz de dar lo que da el padre idealizado en esta edad.

Desarrollo Psicológico

La psique y valores relacionados con la seguridad y la autoestima.

Estamos presenciando en esta edad una serie de cambios muy importantes en la personalidad del niño, el desarrollo de inteligencia es muy notable; el niño empieza a pensar por sí mismo y como señalábamos pregunta todo lo relativo al mundo que le rodea, a su propio cuerpo y al de sus padres; a su relación, a las diferencias individuales, al origen de la vida y a la muerte, sus causas y efectos. ¿Cómo nacen los niños?, ¿Por dónde entran al vientre? ¿Cómo salen? ¿Cómo se alimentan dentro de la mamá? ¿Para que sirven los senos de las mujeres? Etcétera.

Como ahora es tan frecuente el nacimiento por cesárea, muchas madres evaden la respuesta correcta a esta pregunta y responden que el doctor ha abierto su vientre para sacar al bebé. No está mal responder eso si fue el caso del niño, sin embargo, es necesario aclararle en ese mismo momento que naturalmente los niños nacen por el conducto vaginal, que se encuentra entre las dos piernas y  ha sido especialmente diseñado para que por ahí salgan los bebés. Este antecedente es muy importante para cuando se le tenga que explicar al niño por dónde entra “la semilla” de papá. Se puede ayudar de ilustraciones sencillas que el niño pueda comprender.

En estos tres años se desarrollan con mayor amplitud las funciones intelectuales que preparan la mente del niño para el pensamiento lógico o conceptual. Su intensa curiosidad es parte de este desarrollo y su imaginación le permite, mediante la fantasía, penetrar en el mundo de los adultos e intentar comprenderlo; por ello, es tan importante desde esta edad contestar a sus preguntas con veracidad y precisión, atendiendo al contenido de la pregunta,  de un modo que esté de acuerdo con su capacidad de comprensión, aprovechando las circunstancias mas favorables y buscando incluso las oportunidades para iniciar un diálogo sobre estos temas cuando el niño no pregunta.

Es necesario entablar este diálogo en forma personal e individua,l ya que el niño es muy sensible a la atención que se pone a sus preguntas, así como al cariño y dedicación que manifiestan sus padres cuando requiere una información que es vital para él en estos años.

La base de la confianza en los propios padres y en los adultos en general, tiene su cimiento en los años pre-escolares y será un fundamento importante para el desarrollo de la seguridad y la autoestima, sentimientos básicos para el desarrollo sano de la personalidad. Así también en esta edad tienen su origen, por diversas circunstancias que no siempre están bajo el control de los padres, algunas alteraciones de la personalidad; el niño o niña, empieza a tener un concepto pobre sobre sí mismo o baja autoestima y pierde seguridad, o se siente relegado o poco querido, o bien, incapaz de realizar lo que de el o ella se espera. Descubrir esta situación y atenderla a tiempo favoreciendo todo lo que eleve la autoestima y devuelva al niño la confianza en sí mismo, ahorrará conflictos y problemas en este ámbito, en la adolescencia, donde ya más arraigado, este problema puede ser causa de disfunciones psicológicas de la personalidad.

El niño sale del hogar. Instituciones de educación inicial y preescolar

Las educadoras y educadores iniciales, son las primeras personas que tienen contacto directo y por varias horas con los niños cuando éstos salen de casa para asistir a los centro de educación inicial, a las guarderías o a los jardines de infantes.  Normalmente todos ellos son personas con preparación y sensibilidad para educar a los niños y orientar a los padres cuando detectan algún desequilibrio en el desarrollo de sus hijos; sus consejos y opiniones son muy valiosos y ellos pueden resolver problemas de conducta menores o canalizar a los padres con especialistas, médicos, psicólogos u orientadores familiares cuando se presentan problemas de mayor envergadura a los cuales no pueden atender por no ser de su competencia. El contacto constante entre los padres y los educadores representa uno de los medios más excelentes para ayudar a los niños en su educación integral y para detectar en forma temprana disfunciones, problemas y trastornos físicos o psíquicos que pueden frenar el desenvolvimiento sano de la personalidad, pero que atendidos a tiempo encuentran generalmente solución. Ellos  pueden orientar a los padres cuando descubren en el niño conductas que ponen de manifiesto algún trauma relacionado con la sexualidad.

Los educadores infantiles deben animar a los padres a realizar su propio esfuerzo en la labor educativa y a no pensar que los maestros resolverán todos los problemas que se presenten; orientarlos para que la desarrollen con éxito, colaborando con ellos en la formación en los niños de hábitos de orden, aseo, en la adquisición de habilidades y destrezas para dominar su cuerpo, siendo para ellos buenos modelos que puedan imitar y proponiendo metas que puedan alcanzar. Son las personas mas adecuadas para complementar la educación sexual que den los padres, y para cooperar con ellos en la detección temprana de problemas y en la orientación y canalización con expertos en caso de necesidad, ya que “los problemas y los cambios negativos de conducta no surgen de repente. Los padres (y los educadores iniciales) deben detectarlos en sus comienzos” [8]

 PROBLEMAS SIEMPRE ACTUALES

Disfunción y violencia familiar

Cualquier situación que interfiera o destruya la armonía y la unidad familiar va a constituir un factor negativo en el desarrollo emocional de los niños y puede repercutir en su equilibrio sexual. Las desavenencias y pleitos entre los padres, sobre todo cuando son presenciadas por los hijos que situados en medio de discordias, gritos y tensiones, sufren verdaderamente y experimentan situaciones de angustia, tristeza, culpa y ansiedad, dejan secuelas indeseables en ellos;  son víctimas de la violencia y  sienten  inseguridad, situación que luego se verá reflejada en sus relaciones interpersonales. La indiferencia y la falta de amor, afectan también a los niños y los hacen desmerecer a sus propios ojos, lesionando la autoestima que es tan importante para un desarrollo sano y equilibrado de la personalidad.

Las crisis que se prolongan o  hacen recurrentes las causas de los conflictos graves, originan disfunción en la familia y desequilibrios constantes; situaciones de angustia o deterioro de las relaciones interpersonales y de la comunicación; son circunstancias que implican un lastre en la educación en general y  pueden dejar daños psicológicos irreversibles en la personalidad de los niños o inhibir un sano desarrollo sexual, al generar desconfianza en la relación con quienes se agreden frecuentemente o agreden al niño como resultado de su propia frustración.

En este caso, es importante para la familia, que los padres, como responsables del destino de sus hijos pequeños, medianos o adolescentes acudan en busca de ayuda con personas especializadas en los conflictos familiares, como pueden ser los orientadores o asesores familiares, el médico de confianza,  psicólogos familiares o abogados cuya labor orientadora puede representar un camino de solución al problema concreto que está ocasionando la disfunción en la familia.

Algunos problemas afectan mayormente a la educación sexual de los niños como son los conflictos y agresiones constantes  entre los cónyuges, problemas ocasionados por incompatibilidad en su relación sexual; conflictos derivados de un embarazo inesperado o que se presenta en situaciones difíciles para la familia, ya sea desde el punto de vista económico o de salud; infidelidad de alguno de los padres evidente o disfrazada; desacuerdos profundos en cuanto a los hijos y su educación, preferencias y rechazos que ocasionan celos entre los hermanos o resentimientos profundos.

Casos más graves de violencia intra-familiar, derivados del alcoholismo, drogadicción o de conductas psico-patológicas, son capaces de dejar graves secuelas en los niños y afectar profundamente el desarrollo sexual, con una tendencia a repetir los mismos patrones cuando sean adultos. Es un tema amplio que excede la finalidad de esta conferencia, pero que debe atenderse oportunamente y en el que los educadores iniciales están naturalmente involucrados, pues al atender a los niños pequeños, que  todavía no pueden expresarse con el lenguaje oral obtienen reacciones hostiles, regresiones, desconfianza, llanto desconsolado y miedo; ellos han de saber detectar estos problemas y canalizar estos sentimientos negativos en los niños y de ser necesario pedir la intervención del médico, o del psicólogo para su atención ya  que es una realidad que se manifiesta desde siempre en la relación de las parejas, pero que cada vez es más frecuente en nuestra sociedades en donde la dinámica familiar con frecuencia se ve alterada. Alfred Adler, psicólogo norteamericano afirmaba que: "es un hecho notable que los niños retrasados, neuróticos, delincuentes, sexualmente pervertidos y afectos a la bebida, de ordinario pertenecen a familias cuyas relaciones familiares no son felices." [9]

Hogares monoparentales.

 Cuando en las familias falta uno de los padres por la razón que sea, el otro, deberá hacer esfuerzos adicionales para cubrir la deficiencia que ocasiona la ausencia del padre o de la madre, figuras que ya hemos señalado son indispensables para el desarrollo armónico de la personalidad de los infantes.

Deberá responder con honestidad a las preguntas del niño o la niña al respecto, evitando herirlos o generar sentimientos de rechazo o de rencor cuando se trate de una infidelidad o fallas graves que en ocasiones ni siquiera los adultos comprendemos. Importante también es cuidar las propias actitudes, para que los problemas por los que pasa la pareja, no condicionen conductas agresivas hacia los hijos, como un desahogo emocional por la frustración que originan las desavenencias sexuales y el abandono de la pareja.

En estas circunstancias en que la estructura familiar se altera, se requiere muchas veces la atención de especialistas que orienten al padre o a la madre que ha quedado a cargo de los hijos. Con frecuencia en estos casos, otras personas tienen que atender al niño, porque  en general la madre que ha quedado a cargo de los niños o el padre, tienen que salir a trabajar todo el día y no cuentan con tiempo para dedicar a los hijos. En ocasiones abuelos, tíos, otros parientes o personal de servicio atiende a los niños lo que no deja de significar cierto riesgo especialmente cuando no son personas preparadas o no quieren a los niños. Desafortunadamente muchos casos de agresión sexual contra los niños acontecen en la casa.

Un reconocimiento especial y una deuda tiene la sociedad para tantos abuelos y abuelas que a falta de uno o de los dos padres y haciendo un esfuerzo grande han desplegado su acción educativa, supliendo la falta de las figuras paterna y materna o de ambas y aportando no solamente su amor, sino trasmitiendo a sus nietos sus propios valores y colaborando a su educación integral incluida la formación en la sexualidad.

 Personas ajenas a la familia. Instituciones externas. Riesgos potenciales.

Con frecuencia el niño sale del hogar para asistir desde muy temprana edad a instituciones en las que va a recibir la influencia positiva o desafortunadamente negativa en ocasiones, de personas ajenas al hogar. Las necesidades de la vida moderna, en las que la madre tiene que ausentarse del hogar para trabajar fuera de él, han creado la necesidad de la asistencia por muchas horas al día a guarderías, a centros de educación infantil, o simplemente a la secciones de lactantes y maternal que se han abierto en los jardines de niños. Es una ventaja grande la existencia de dichas instituciones donde personal preparado atiende a los infantes, sobre todo, si se compara con el riesgo de dejarles en casa, encargados con los vecinos o la sirvienta. En este último caso, se expone al niño o a la niña a graves peligros, pues dado el rezago cultural y moral que existe entre la servidumbre, con excepción de algunos casos que son verdaderamente admirables,  su ignorancia las hace ser las personas menos indicadas para cuidar a los niños por largos periodos de tiempo.

 Numerosos accidentes suelen ocurrir  en el hogar cuando los niños son dejados en manos inexpertas e irresponsables, algunas veces con personas que tienen traumas o perversiones sexuales y pueden dañar a los niños en este aspecto desde muy pequeños; sirva de ejemplo, el caso que un pediatra descubrió, cuando al explorar una pequeña paciente, encontró en la vagina de la niña de seis meses pequeños rollos de papel que le habían sido introducidos por una “nana”, causándole una infección. O el niño al que la sirvienta manipulaba los genitales mientras lo entrenaba para ir al baño, causándole incontinencia durante un largo período de tiempo. Éstos son solo dos ejemplos, del riesgo que implica el dejar a los niños, con personas ajenas a los padres o a familiares de plena confianza. Posteriormente,  abundaremos más sobre el tema en el apartado del abuso sexual de los menores.

Las guarderías, instituciones de educación inicial y jardines de infantes,  deben vigilar que afanadores, jardineros y en general el personal que atiende a los niños sean personas confiables; también en dichos lugares, suceden hechos desafortunados que suelen dañar gravemente a los niños o al menos crearles conflictos que pueden derivar más tarde en fobias o traumas sexuales. La supervisión de los padres, para detectar cualquier indicio de problemas en la conducta de sus niños pequeños, es invaluable, ya que el niño no puede expresar con precisión lo que le acontece, pero siempre manifiesta cambios en su conducta, que pueden hacer suponer a los padres que está presente un problema y pedir ayuda profesional, ya que  actos de iniciación sexual precoz que personas descalificadas moralmente son capaces de realizar, dañan a los niños y a las niñas por igual; especialmente cuando se trata de infantes menores de seis años, a una edad, en que lo genital no puede comprenderse, ni expresarse. Evidentemente estos hechos representan una agresión al niño que debiera ser castigada severamente por la ley, pero desafortunadamente un gran número de casos, pasa  desapercibido por ser inadvertido por los padres y educadores.

Aunque aparentemente el niño pierde el recuerdo de estos sucesos, debido a su conciencia rudimentaria y a la represión que es un mecanismo protector que impide la rememoración consciente, persiste el recuerdo en el inconsciente, siendo causa posterior de neurosis o turbaciones psicosomáticas y en ocasiones  origen de repulsiones inexplicables, y traumas, que de no superarse a edades tempranas, pueden hacer a la persona muy infeliz en su vida sexual adulta. El problema como señalamos, es que en ocasiones es muy difícil detectar estas agresiones y por ende su repercusión. Por ello, toda prevención es invaluable y toda detección temprana en caso de haber sucedido algo que hubiéramos querido evitar al niño, es mucho mejor que cerrar los ojos ante evidencias, que en ocasiones, nos resulta casi imposible admitir.

ABUSO SEXUAL

Padres y educadores, no podemos ignorar, ante la realidad social que nos rodea, y ante el auge de problemas que pueden convertirse en graves, si no asumimos que existen, como es el caso del abuso sexual.

Según el National Center of Child Abuse and Neglect (NCNA Centro Estadounidense contra el Descuido y Abuso de Menores),el abuso sexual comprende “los contactos e interacciones entre un niño y un adulto, cuando el adulto (agresor) usa al niño para estimularse sexualmente él mismo, al niño o a otra persona. El abuso sexual también puede ser cometido por una persona menor de 18 años, cuando ésta es significativamente mayor que el niño (la víctima) o cuando el agresor está en una posición de poder o control sobre otro menor”

Mitos y realidades

Ya que el tema del abuso sexual se considera muy polémico, e incluso no existe una apertura para tratarlo, muchas veces prevalece la ignorancia, lo que genera creencias falsas al respecto.

En el cuadro siguiente, mencionamos algunas, para que el lector tome en cuenta y aclare sus propias dudas:

Mito

Realidad

1. Los abusos sexuales no son frecuentes

2. El abuso se da en niñas pero no en niños

3. Hoy se dan más abusos que antes

4. Los agresores, por lo común, son enfermos mentales o viejos rabo verdes

5. El abuso sexual sólo ocurre en ambientes especiales (pobreza, poca cultura, etc.) y situaciones especiales (callejones oscuros y durante la noche)

6. Los niños mienten cuando cuentan que han sufrido abuso sexual

7. Las víctimas por lo común son chicas jóvenes que visten seductoramente o niñas que se lo buscan

8. Si los abusos se cometieran en nuestro entorno, nos enteraríamos

9. Los abusos sexuales casi siempre se asocian con violencia física

10. Si la madre de un niño se entera de que éste ha sido víctima de abuso sexual, no lo permitirá y lo denunciará

11. Los menores pueden evitarlo

12. Los efectos casi siempre son graves

1. En el mundo, alrededor de 23 % de las niñas y 15 % de los niños han sido víctimas de abuso

2. Afecta más a las niñas, pero los niños también lo sufren

3. El abuso ha existido en todas las épocas. Hoy existe una mayor conciencia y sensibilización al respecto

4. La mayor parte de los abusos los cometen personas aparentemente

normales, pero que no poseen valores sociales o no saben controlar sus impulsos

5. Se presenta en todas las clases sociales y ambientes, aunque sí es más probable en ambientes de hacinamiento o si existe violencia familiar. Puede ocurrir en cualquier lugar o momento

6. Los niños casi nunca mienten cuando dicen que han sufrido un abuso

7. El abuso sexual puede ocurrirle a cualquiera, independientemente de la edad, sexo o forma de vestir

8. La mayor parte de las veces las personas víctimas de abuso lo ocultan por miedo o vergüenza

9. El agresor no usa siempre la violencia. En muchos casos utiliza la persuasión o el engaño

10. Muchas veces las madres reaccionan ocultando los hechos, sobre todo si el agresor es un familiar

11. Esto es cierto en algunos casos, pero en otros muchos, los toma por sorpresa, no saben lo que está pasando, los engañan o los amenazan

12. No siempre es así. Detectados a tiempo puede ayudar a la persona a superar el trauma

Existen conductas que, por su manifestación, podrían hacernos sospechar que el niño pudo haber sufrido algún tipo de abuso sexual.

Niños pequeños y

preescolares

Niños en edad

escolar

1. Trastornos de conducta, retraso del lenguaje, enuresis, encopresis

2. Trastornos del carácter,

irritabilidad, llanto, inquietud

3. Trastornos del sueño, dificultad para conciliarlo, pesadillas, terrores nocturnos

4. Miedos a determinadas

personas y lugares

5. Juegos sexuales y reiterados que no corresponden a la edad del niño

6. Masturbación compulsiva

1. Trastornos de conducta

(problemas con sus padres,

cambios de humor)

2. Trastornos del sueño

3. Trastornos del aprendizaje

4. Trastornos de la alimentación

(anorexia, bulimia)

SUGERENCIAS PARA PREVENIR EL ABUSO SEXUAL INFANTIL

El abuso sexual infantil es algo que desearíamos  nunca sucediera, e indiscutiblemente está en nuestras manos, como padres y educadores, contribuir para prevenirlo a partir, sobre todo, de acercarnos a los niños de acuerdo con su edad, con información adecuada, clara y precisa que les ilustre cómo cuidarse a sí mismos. Es necesario que les demos toda la información que esté a nuestro alcance; la intención no es asustarlos, sino brindarles, todas las herramientas que les permitan enfrentar las vicisitudes del mundo exterior. Sobreproteger, no permitir el contacto con el exterior, no soluciona ni previene nada. Es mejor advertir, explicar, acercarse, ganar la confianza del niño y sobre todo creerle lo que nos cuente. A continuación presentamos algunas ideas propuestas por Sattler [10] (1998) para que padres y profesores las tengan en cuenta al prevenir el abuso sexual infantil:

A los padres:

• Sea más suspicaz, si alguien parece estar más interesado en su niño que en usted mismo.

• Esté consciente de que las personas demasiado cariñosas o afectuosas, pueden ser potencialmente peligrosas.

• Muchas veces, las ofensas y abusos son sutiles y no se detectan con facilidad, por lo que esos niños necesitan recibir ayuda pronto.

• Piense si existe alguna persona, incluso miembros de la familia o amigos, que pudieran pedirle a los niños algo sexual.

• Sepa que el abusador, utilizará cualquier vía para llegar a los niños.

• Enseñe a su niño, que nunca debe guardar secretos o sentirse culpable por algún tipo de abuso o maltrato.

• Enseñe al niño acerca del sexo, las diferentes partes del cuerpo y los tocamientos “correctos” e “incorrectos”.

• Sepa que el niño, tiene a los adultos en alta estima y hará lo que ellos le pidan.

• Discuta en familia cómo puede prevenirse el abuso.

• Diga a los niños, que tienen derechos y que “si no se sienten a gusto con alguien, no tienen por qué estar con él o ella”.

• Esté consciente, de que la conducta de los niños cambia. Observe si el niño se comporta de manera diferente o parece sentirse mal, se aísla; pregúntele por qué. Examine a los niños pequeños, para ver si hay algún signo de abuso físico.

• No sea demasiado duro con los niños; los regaños y castigos constantes hacen que éstos busquen protección y cariño en otras personas.

A los profesores:

• Realicen programas de prevención para todos los niños, desde una edad más temprana.

• Hagan dramatizaciones con los niños acerca de qué hacer.

• Asista a cursos sobre el tema, para conocer los principales signos de maltrato y abuso.

• Crea lo que los niños le digan con respecto a que son maltratados. Que el niño, siempre confíe en nosotros, como padres y profesores, para decirnos si alguien lo está molestando, le ha tocado su cuerpo, o le ha propuesto algo que lo haya hecho sentir mal.

Colofón

Guiar a los niños con amor, es una buena base para iniciar la educación  de la sexualidad.



[1] INCH, Manual de escuela para padres, Editorial INCH, SSA, México 1998

[2] Casas e Ituarte, “Hablemos con los jóvenes”, Trillas, México 2000 p.14

[3] Ibidem. p. 16

[4] Corominas Fernando, Educar hoy,col. Ser familia, No.1, Editora de revistas, México 1989,  p. 17

[5] Bolio, Ernesto, Relaciones entre padres e hijos. Preferencias y rechazos, Trillas, 1998 ,p13

[6] Arzu de Wilson, Mercedes, Guía práctica de educación y sexualidad. Ediciones Palabra, Madrid 1998

[7] Goldman,H., Psiquiatría general, 3ª ed., El manual moderno, México 1989,  p 76

[8] Corominas Fernando, Op. Cit. p 69

[9] Adler ,Alfred, Guiando al niño, p 111

10 Satler, J.M., Clinical and Forensic Interviewing of children and families, EUA, 1998

NOTA: El contenido de este texto está basado en el libro de la autora: Ituarte de Ardavín, Ma. de los Angeles

Hablemos de sexualidad con los niños, Guía práctica para padres, educadoras y maestros, Editorial Trillas, 2003. En él se encuentra una bibliografía de referencia más amplia.