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Tolerar significa tener paciencia ante los errores y fallos de los demás, respetar y considerar a aquel que piensa diferente a lo que nosotros pensamos e ignorar a quien nos ofende. Esta cualidad también tiene un significado más profundo que supone reconocer y respetar el pluralismo y la diversidad, compartiendo las diferencias para beneficiar y enriquecer el contexto social y conseguir la coexistencia pacífica.

Una educación que estimula la tolerancia se aleja de fomentar prácticas discriminatorias de cualquier tipo, ya sea por motivos físicos, psíquicos, de sexo, raza, religión, cultura, etc. Como indica la Declaración de los Derechos del Niño, de la ONU: “El niño debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentar la discriminación racial, religiosa o de cualquier tipo. Ha de ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que ha de consagrar sus aptitudes y energías al servicio de sus semejantes”.

Desde que el niño nace y hasta los dos o los tres años, cree que todas las personas son como él. Más tarde, observa, en el colegio y en la calle, a niños y adultos distintos y de diferentes razas, culturas y religiones, aprendiendo que tienen un aspecto físico, un idioma y unas costumbres diferentes a las suyas. A los cuatro o cinco años ya es capaz de ver el mundo desde el punto de vista de los demás, además del suyo, y surgen las dudas e interrogantes respecto a las diferencias. En ocasiones, su comportamiento puede parecer excluyente, sin embargo, aún no ha aprendido a crear prejuicios.

La familia puede convertirse en un entorno de tolerancia y respeto que anima al niño a sentirse a gusto entre la diversidad, o bien ofrecer modelos de comportamientos, que el niño imita, formando sus propios prejuicios reales.

 Puede ocurrir que los padres traten de educar la tolerancia y el respeto a la diversidad cuando ellos mismos tienen dudas respecto a estos valores. No existe tolerancia cuando se siente inseguridad al tratar a personas distintas (discapacitados físicos, psíquicos o sensoriales, sujetos de otro sexo, de otra raza, otra cultura o religión, etc.). Tampoco es tolerante aquel que siempre cree tener la razón y que los demás se equivocan, el que procura no relacionarse con quien piensa diferente, el que desea que todos piensen como él, el que asegura que unas razas o culturas son superiores a otras o está convencido de que un sexo debe dominar al otro, el que opina que es un despilfarro invertir dinero público en la educación de niños discapacitados, el que dice que la democracia y la libertad son males sociales, etc.

A continuación se ofrecen algunos consejos y orientaciones sobre capacidades, cualidades y habilidades que los padres deben estimular para promover la tolerancia:

  • Desarrollar una correcta identidad personal para enfrentarse a situaciones en las que sean objeto de discriminación: no aceptando la situación, comprendiendo que las burlas habitualmente son fruto de la ignorancia, ofreciendo recursos para que su estabilidad emocional no se vea afectada, etc. La identidad personal sólida es la base para construir la autoestima alta que también ayuda al niño a combatir los actos discriminatorios hacia otras personas.
  • Valorarse y respetarse a sí mismo como miembro de todos los grupos sociales a los que pertenece: sexo, familia, clase, colegio, ciudad, comunidad autónoma, país, etc.
  • Conocer y valorar la propia procedencia, aprendiendo aspectos de su cultura y su historia, sobre su raza o religión, la historia de su familia, etc.
  • Conocer, valorar y respetar a las personas que pertenecen a grupos distintos:
    • Los padres pueden procurar que conozcan personas diferentes asistiendo a encuentros deportivos de personas discapacitadas: baloncesto en silla de ruedas, fútbol para invidentes, etc.
    • Favorecer los contactos con niños de otras razas, culturas, religiones, etc. Comentar las semejanzas y diferencias que tiene con los otros niños, los aspectos positivos de esos grupos sociales, etc.
    • Conocer el arte, la gastronomía y las costumbres de otras culturas.
    • Identificar las ideas y prejuicios que pueda estar formando para intervenir con el objetivo de modificarlos. Conversar sobre los estereotipos, prejuicios e injusticias sociales que sufren las personas que pertenecen a determinados grupos.
    • Intervenir cuando aparecen prejuicios en los medios de comunicación (noticias, películas, series televisivas, dibujos animados, etc.).
    • Leer con el niño cuentos populares de otras culturas y comentarlos. Leer cuentos y fábulas que fomentan valores como la tolerancia, la indulgencia, el respeto, etc.
    • Convertir el ámbito familiar en un modelo de roles positivos.

 

La fábula de “Las Alforjas” de Esopo, con algunas adaptaciones, es un buen ejemplo para que los niños comprendan, con la ayuda de sus padres, lo importante que es conocerse a uno mismo en vez de juzgar a los demás.

“Cuando Dios, en tiempos remotos, modeló a los hombres, les colgó en el cuello dos alforjas, una con los defectos de los demás, la otra con los propios. La alforja de los defectos ajenos se la colgó delante, mientras que la otra se la colgó a la espalda. Resultó de ello que los hombres ven mucho antes los defectos del otro que los suyos propios.”