Parece increíble pero, uno de los factores de mortalidad más importantes en el mundo para la población infantil menor de seis años, es el entorno en el que viven. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el diez por ciento de la población del mundo son niños y niñas menores de seis años y éste es el grupo de edad que más enfermedades relacionadas con la degradación del medio ambiente sufre.
El planeta que nos han legado nuestros antepasados no es de nuestra propiedad. Como afirma la sabiduría de los Massai “Nosotros no heredamos la Tierra de nuestros padres, sino que la pedimos prestada a nuestros hijos”.
Los seres humanos gozamos de la incomparable fortuna de poseer inteligencia, y una actitud inteligente consiste en utilizar este maravilloso don para mantener los lazos que existen entre las personas y el medio ambiente. Amando y respetando la Naturaleza, los seres humanos usamos correctamente nuestra inteligencia ecológica o naturalista.
Es muy importante que los padres enseñen al niño, desde pequeño, a amar y apreciar el mundo natural y a actuar en correspondencia con estos sentimientos, contribuyendo a su cuidado y preservación.
En un seminario de expertos del “Programa Internacional sobre Educación Ambiental” se definió la formación para el cuidado del medio ambiente como “El proceso a través del cual se aclaran los conceptos sobre los procesos que suceden en el entramado de la Naturaleza, se facilita la comprensión y valoración del impacto de las relaciones entre el hombre, su cultura y los procesos naturales y, sobre todo, se alienta un cambio de valores, actitudes y hábitos que permitan la elaboración de un código de conducta con respecto a las cuestiones relacionadas con el medio ambiente”.
Las informaciones, los hábitos y las experiencias que se adquieren en el entorno familiar vinculados al respeto, el cuidado y el amor a la Naturaleza, son las de mayor impacto para los niños y se ven reforzados por las acciones educativas en el colegio. Aunque pueda parecer que el niño menor de seis años aún es pequeño para comprender estos conceptos, los padres no deben subestimar su competencia al respecto. El pequeño tiene una relación muy estrecha con su entorno inmediato, si los adultos estimulan su autonomía para desenvolverse en el medio, están sentando las bases para relacionarse positivamente con la Naturaleza y el medio ambiente.
Muchos adultos fueron auténticos naturalistas en su niñez, pero han dejado atrás el mundo de la Naturaleza a medida que el mundo adulto los ha absorbido en el torbellino de las responsabilidades y las obligaciones. Hay muchas actividades que los padres pueden realizar junto al niño para fomentar el amor a la Naturaleza, pudiendo disfrutar de nuevo de los talentos naturales que dejaron apartados al acabar su infancia. Entre estas actividades, se destacan las siguientes:
Los padres pueden sensibilizar al niño por las cuestiones medioambientales respecto a la contaminación de su entorno próximo: los ruidos, los humos, los olores, la suciedad de las calles y del agua, etc.
Proporcionar experiencias a través de las cuales comprenda la transformación de la naturaleza por la influencia de los cambios del clima y los fenómenos naturales como la lluvia, la nieve o la sequía.
Pueden motivar al niño para participar activamente en el cuidado, la mejora y la protección del medio ambiente. Esta motivación le ayuda a adquirir habilidades y recursos para intervenir en la resolución de algunos problemas ambientales.
Familiarizar al niño con las cosas naturales que hay en su entorno: plantas, pájaros, insectos, árboles, flores, etc.
Procurar que el niño tome conciencia del parque como un lugar agradable para disfrutar y donde conviven plantas, animales, árboles, etc. Que valore las profesiones de las personas que se encargan de cuidar la ciudad: basureros, barrenderos, jardineros, etc., y reflexione sobre lo que ocurriría si esas profesiones no existiesen.
Ayudar al niño a conocer las plantas: sus partes externas, los cuidados que necesitan, los beneficios que nos proporcionan, las clases y nombres, etc. Que descubra cómo nacen y crecen, que necesitan respirar y alimentarse para crecer como las personas, etc. Pueden plantar juntos semillas y cuidar del crecimiento de la planta comprobando la necesidad de la luz del sol y el agua para que crezca.
Conocer las flores y sus clases como parte de las plantas, apreciando su belleza, aroma y colorido.
Proporcionar ocasiones para que el niño se acerque al mundo animal (pájaros, perros, gatos, hormigas, caracoles, etc.), que conozca y comprenda su forma de vida y sus necesidades, aprendiendo a cuidarlos, quererlos y respetarlos.
Visitar museos de ciencias naturales con el niño. Al llegar a casa, pueden comentar acerca de lo que han visto, que el niño comparta sus impresiones y realice dibujos sobre lo que más le ha gustado.
Revisar la programación de televisión y motivar al niño para ver juntos los programas que guardan relación con la Naturaleza y los fenómenos naturales (animales, plantas, volcanes, huracanes, etc.).
Siempre que tengan oportunidad, hacer excursiones al monte, la playa, la montaña. Disfrutar juntos de todos los elementos de la Naturaleza y enseñarle a cuidarlos.
Fomentar su cariño hacia plantas y animales pero, alertarle sobre las precauciones que debe tomar para evitar picaduras de avispas, arañas u otros animalillos. También pueden mostrar los frutos de algunas plantas que no deben llevar a la boca o a los ojos. No fomenten el miedo, se trata de que conozca y ame la Naturaleza sin correr riesgos.