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Habitualmente, los padres desean que su hijo sea ordenado y su frustración es constante cuando observan el caos que invade su cuarto: juguetes, ropas, cuentos, etc., todos los espacios ocupados sin orden ni concierto. No es extraño que los padres sientan este deseo y se preocupen al respecto ya que un porcentaje elevado de familias afirman que el orden es necesario para la convivencia familiar plena y satisfactoria.

El orden supone disponer las cosas en el lugar y tiempo adecuados, según las normas establecidas. Con el orden se ponen las cosas en el sitio correspondiente y en el momento oportuno.

Hay niños que parecen haber nacido ordenados, todas sus cosas están siempre colocadas, aunque los adultos no se lo pidan. En otros, el empeño de los padres para que asimilen el orden se ve frustrado y, allá por donde pasan, todo está “manga por hombro”.

Dentro de los valores que los padres deben transmitir a los pequeños, el orden sirve de base en la que deben apoyarse otros muchos valores importantes. Hablar de orden como valor incluye, no sólo la ordenación material de las cosas, sino el orden de la persona en general que conduce al control y dominio de sí mismo, al equilibrio emocional, a la organización de las ideas y del propio proyecto personal.

Los primeros años de vida son muy importantes para inculcar el orden porque los pequeños son más sensibles a este valor. La educación del orden comienza desde el mismo nacimiento, incluso antes, creando hábitos en los horarios de comida, de sueño, de higiene, etc., que son necesarios para su correcto desarrollo. El pequeño menor de tres años suele disfrutar con el orden, de hecho se convierte en una necesidad que le ayuda a mantener cierto control sobre su ambiente y le aporta estabilidad. Con esta edad ya saben que cada cosa tiene su sitio, tienden a mantener el orden y se divierten si se les plantea la actividad como un juego divertido: ordenar por tamaños, formas, colores, clases de juguetes, tipos de ropas, etc. A partir de los tres años es necesario que interioricen los hábitos que han adquirido en sus experiencias anteriores.

Los padres deben estimular la adquisición de destrezas y hábitos de orden, siempre con el objetivo de que el niño los interiorice e incorpore a su personalidad. Los padres comienzan inculcando estos hábitos a través de la autoridad (que no autoritarismo), el ejemplo y la disciplina con el objetivo de que se incorporen a su comportamiento. A medida que la madurez del niño lo permite, los hábitos van formando parte de la autodisciplina, el orden se convierte entonces en algo natural y el niño lo mantiene con libertad.

Se educa a través del ejemplo

El orden, como otras cualidades de la personalidad, no depende tanto de los genes heredados como de la influencia que el niño recibe de su entorno. Lo cierto es que los pequeños habitualmente imitan el comportamiento de sus padres en vez de seguir las instrucciones de sus mensajes. Si los padres desean fomentar el orden en el niño, deben comenzar por ofrecer un modelo adecuado para que lo emulen.

Los padres necesitan disponer de un ritmo de vida ordenado para ser un buen modelo: ser dueños de su tiempo y su agenda de actividad diaria, plantearse unos objetivos claros y tener un orden en las prioridades.

Educar a los hijos supone entrega, intencionalidad, esfuerzo, dedicación, tiempo, etc. Por ello, la educación precisa de un orden que optimice el tiempo y el esfuerzo de los padres. Muchos padres se sienten estresados por el ritmo diario y las exigencias del trabajo. Realizan una actividad constante yendo y viniendo, hacen mil cosas a la vez y sienten la frustración de no concluir algunas con éxito pero, sobre todo, sienten culpabilidad por no dedicar el tiempo suficiente a sus hijos. Por supuesto, la calidad tiene más peso específico que la cantidad en una responsabilidad tan importante como es el educar, pero la cantidad debe ser suficiente.

Cuando no hay orden en la mente se tiende a elegir lo que menos cuesta o lo que más apetece. En demasiadas ocasiones, los padres no paran de hacer cosas constantemente, pero no son las que deberían hacer, caen en la tentación de atender lo urgente en vez de hacer lo importante.

Por otra parte, no se fomenta el orden en el hogar si los padres deciden colocar las cosas cuando el desorden llega al extremo de agobiarlos y ordenar supone una labor excesiva que se va posponiendo. Tampoco se fomenta el orden cuando un progenitor acusa al otro de desordenado en presencia del menor, ni cuando distribuyen las cosas en cajones, estanterías o armarios al azar, sin tener un lugar específico para cada tipo de objetos. El orden no debe convertirse en una obsesión guardando juguetes y otras cosas del niño cuando aún las está utilizando. Colocar la ropa sucia en armarios, o los diferentes objetos de la casa en cualquier lugar cerrado, sólo para quitarlos de la vista, tampoco es un ejemplo de orden.

Estrategias para organizar la vida de los padres.

No hay una forma única e idónea de  establecer el orden. Muchas personas organizan su actividad diaria elaborando una lista de tareas pendientes que van tachando a medida que las concluyen; en esta forma de organización no se controla la distribución del tiempo. Otra manera común de organizarse consiste en utilizar una agenda donde se anotan días y horas para cumplir con actividades y compromisos futuros a medida que van surgiendo, de este modo se distribuye el tiempo, pero no se valoran las prioridades. Para otras personas, el mejor modo es establecer prioridades, se marcan unos objetivos en un plazo de tiempo y realizan una programación diaria para alcanzar dichos objetivos.

Tal vez, una de las claves para optimizar nuestro orden consiste en reaccionar a lo urgente, pero sin permitir que absorba el tiempo valioso y el esfuerzo que requiere lo verdaderamente importe.

Cómo fomentar los hábitos de orden material del niño

Muchas de las orientaciones que se ofrecen respecto a estimular hábitos de orden en los pequeños, son válidas también para los adultos. Antes de leer los consejos que se ofrecen sobre actividades concretas que fomentan el orden, conviene que los padres presente:

  • Marcar unos objetivos realistas y progresivos, siempre adaptados a la edad y capacidad del niño.
  • Hay que ser paciente, las cosas no salen al primer intento y se van perfeccionando con la práctica.
  • Fijar sólo un objetivo asequible para un tiempo determinado. Por ejemplo: colocar los juguetes para los primeros quince días. Cuando el niño lo realice de forma habitual, añadir un nuevo objetivo como colocar la ropa y los zapatos.
  • Reconocer los pequeños éxitos recompensando con alabanzas: ¡Muy bien, lo estás haciendo perfecto!, ¡El cuarto está muy ordenado!, ¡Estoy orgulloso de ti!, etc. Los gestos afectivos pueden ser valiosas recompensas. También conviene reconocer íntimamente el esfuerzo y el progreso del adulto.
  • Recuerden que ustedes son su modelo. Es importante que el niño sepa que nadie es perfecto, sus padres tampoco, y que no se le exige perfección. Cuando los padres asumen sus propios errores, están ofreciendo al pequeño una lección muy valiosa de aceptación, comprensión, tolerancia y amor.

Sugerencias sobre actividades que promueven el orden material:

  • Establecer de forma clara cuál es el lugar de cada cosa y no cambiarlo. En el cuarto, los libros pueden colocarse en estarías al alcance del niño y los juguetes en cajas o cajones.
  • Para el cuidado de la ropa, deben establecer un sitio para depositar la ropa sucia y un orden para el armario y el zapatero, que el pequeño debe mantener. Para las prendas que ha usado pero aún no han de lavarse, puede usar un colgador situado a su alcance.
  • Ayudarle al principio. Ordenar juntos puede convertirse en una actividad lúdica placentera, además el pequeño sentirá que sus padres lo apoyan.
  • Siempre que el niño utilice alguna cosa de la casa, sea o no sea suya, pídanle que vuelva a colocarla en el sitio donde estaba.
  • Contar cuentos y narraciones en los que los protagonistas sufren las consecuencias negativas de su desorden o se benefician de los resultados cuando son ordenados.
  • Establecer rutinas. Conviene repetir de forma sistemática y con un orden establecido, las actividades diarias. Por ejemplo, al despertar: levantarse, ir al cuarto de baño, utilizar el inodoro, realizar el aseo corporal, ir a desayunar, cepillar los dientes, coger la mochila o la cartera del colegio (que siempre debe estar en el mismo lugar y el pequeño la habrá preparado la noche anterior) y salir de casa. Al regresar al mediodía y entrar en casa: saludar a los padres, cambiarse de ropa (si es oportuno), lavarse las manos, ayudar a poner la mesa y sentarse a comer. Igualmente se pueden establecer rutinas a la hora de acostarse, en la higiene corporal, para ir a jugar, etc. Estas rutinas de acciones encadenadas sirven para interiorizar el orden en la forma de vida y el niño las realiza sin esfuerzo, sin recibir regaños por los olvidos y aumentando la seguridad en si mismo porque sabe lo que debe hacer en cada momento.
  • El niño forma parte de la familia y debe asumir responsabilidades de acuerdo a su edad y capacidad. Además de otras tareas que los padres le asignen, puede colaborar en actividades del orden de la casa. Cuando se hace limpieza general de un dormitorio, de la cocina o del baño, el niño puede ayudar clasificando y colocando los objetos propios de cada estancia; cuando se limpia el polvo de los libros de la biblioteca, puede colaborar clasificando y ordenando los libros; ayudar a separar las diferentes prendas antes de hacer la colada, doblar la ropa una vez que se ha secado, distribuirla en las habitaciones una vez planchada, etc.

Estimular el orden en las ideas.

Poner en orden las ideas significa tener en cuenta todos los datos posibles para no equivocarse. Aprendiendo a valorar la realidad, los niños llegan a actuar correctamente ahorrando tiempo y energía. Desarrollando su inteligencia lógica, los padres les ayudan a incrementar la capacidad deductiva porque son más observadores, captan y procesan los datos con habilidad, llegando a la deducción con rapidez y claridad.

Los padres ayudan al niño a poner en orden su cuarto y de ese modo puede encontrar las cosas con rapidez. De la misma manera, pueden ayudarle a establecer un orden en sus ideas y aprenderá a encontrar respuestas lógicas y coherentes. A continuación se ofrecen algunas estrategias que pueden ayudar a los padres:

  • Elaborar con el niño un horario distribuyendo el tiempo del día. Si el pequeño toma parte en las decisiones, cumplirá el horario con más agrado que si se lo imponen. El horario debe adaptarse a los acontecimientos cotidianos y tener en cuenta el tiempo de trabajo, el de juego y el de descanso. Para las vacaciones escolares y los días festivos el horario será diferente. El niño, junto a sus padres, puede confeccionar un mural grande con el horario, incluir dibujos o recortes relacionados con las actividades y colocarlo en un lugar accesible.
  • Preguntar con frecuencia  por qué hace las cosas, procurando que la respuesta sea fruto de la reflexión. No se trata de buscar una respuesta satisfactoria para los adultos, sino de que adquiera la costumbre de poner en orden sus ideas y de conducirle al autoconocimiento.
  • Estimular su capacidad de observación. El ritmo de la vida actual es tan rápido que no solemos conceder importancia a los pequeños detalles que nos hacen la vida agradable. Establecer un tiempo en el hogar para disfrutar de los sentidos con tranquilidad puede aportar la serenidad, sensibilidad, placer y orden en nuestro equilibrio emocional. Los padres pueden escuchar junto al niño una melodía percibiendo los sonidos armónicos, disfrutar de los sabores de una comida con tranquilidad, aspirar aromas ambientales agradables, regalar a su vista la contemplación de una obra de arte, contar historias que desarrollan la imaginación y la fantasía, leer cuentos, etc. El pequeño aprende a valorar esos momentos mágicos que disfruta con las personas a quienes más admira y quiere, además de desarrollar su observación, percepción, discriminación y sentido estético.
  • Cuando tratan de contar algo que les ha sucedido o comparten un proyecto de trabajo o de diversión con los padres, éstos procuran que ordene sus ideas realizando preguntas al respecto: ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿quién?, ¿dónde?, ¿con quién?, ¿con qué?, ¿para qué?, etc.
  • Ayudarle a confeccionar una agenda muy sencilla donde anotar las cosas importantes que deben hacer en el día. Las actividades se pueden escribir o dibujar.
  • Enseñarle el uso del reloj para que vaya aprendiendo a organizar su tiempo

La convivencia y la armonía familiar bien merecen el pequeño esfuerzo de poner orden la vida diaria del hogar. Tal vez, los padres inicien los cambios para educar al niño y redescubran el placer de vivir en paz, con orden y equilibrio emocional.