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Todos los niños poseen, como mínimo, un talento natural, una capacidad para un tipo determinado de actividades y, lamentablemente, algunas de estas capacidades quedan “dormidas en el tiempo” por falta de estimulación adecuada.

Casi siempre se habla de “inteligencia” como si se tratase de una sustancia cerebral mágica que puede medirse y que los seres humanos tenemos en cantidades diferentes. Tal vez los padres piensan que su hijo nació con su “carga de inteligencia” y que poco o nada pueden hacer para modificarla. En el fondo, albergan el temor al fracaso del niño en la vida como responsabilidad suya por no haberle transmitido mejor herencia. Por suerte, esto no es cierto.

La inteligencia es una capacidad cerebral que nos permite comprender cuanto nos rodea, también elegir entre varias opciones la mejor, resolver los problemas y dificultades que encontramos en la vida y crear productos valorados por el contexto social en el que nos desenvolvemos.

Imaginemos que usted se encuentra perdido, conduciendo un coche, en un país extranjero y no conoce el idioma. Tiene la opción de pedir ayuda a alguna de las personas más inteligentes reconocidas mundialmente, ¿pediría ayuda a  Newton, a Einstein o a Pitágoras? Seguramente estas mentes privilegiadas no le ayudarían a resolver su problema concreto y le sería más útil un ciudadano del lugar con un coeficiente intelectual menor, pero con gran capacidad para relacionarse con otras personas y buena habilidad para dibujar un mapa de carreteras por el que usted pueda orientarse.

Gracias a numerosas investigaciones realizadas en los últimos años, hoy podemos afirmar que las capacidades intelectuales son fruto de la herencia genética, sin embargo, diferentes aspectos pueden ser modificados si se reciben los estímulos adecuados en los momentos idóneos del desarrollo. Por otra parte, los estudios realizados por neurocientíficos sugieren la existencia en el cerebro humano de zonas que rigen, de forma aproximada, dominios intelectuales diferentes con un modo concreto de procesar informaciones y competencias. Cada zona se responsabiliza de un tipo de solución de problemas específico o de una capacidad de crear productos valorados por el contexto cultural. Es decir, cada zona del cerebro humano puede expresar una forma de inteligencia.

El Doctor Howard Gardner, en su Teoría de las Inteligencias Múltiples, argumenta que existe un amplio abanico de no menos de ocho variedades distintas de inteligencia y, después de analizar  indicios a partir de la investigación cerebral, del desarrollo humano y de la evolución  establece las siguientes categorías o inteligencias:

Inteligencia lingüística o capacidad de emplear de manera eficaz las palabras, manipulando la estructura o sintaxis del lenguaje, la fonética, la semántica, y sus dimensiones prácticas. Además de otras inteligencias, necesita gran capacidad lingüística el profesor,  el poeta,  el dramaturgo,  el escritor,   el editor, el periodista, el orador, el político, el cuenta cuentos, etc.

Inteligencia lógico-matemática o capacidad de manejar números, relaciones y patrones lógicos de manera eficaz, así como otras funciones y abstracciones. Demuestran gran competencia en esta área el matemático, el contable, el estadístico, el científico, el informático, el economista, el ingeniero, el arquitecto, el banquero, etc.

Inteligencia espacial o habilidad de apreciar con certeza la imagen visual y espacial, de representarse gráficamente las ideas, y de sensibilizar el color, la línea, la forma, la figura, el espacio y sus relaciones. Se observa gran capacidad espacial en profesiones como pintor, cazador, explorador, guía, decorador, inventor, arquitecto, dibujante, ilustrador de cuentos,  topógrafo, diseñador, cartógrafo, etc.

Inteligencia cinético-corporal o habilidad para usar el propio cuerpo para expresar ideas y sentimientos, y sus particularidades de coordinación, equilibrio, destreza, fuerza, flexibilidad y velocidad. En el caso de la mímica o la danza, para competir en juegos y deportes o para diseñar un invento es necesaria la inteligencia cinético-corporal. Demuestran gran capacidad cinético-corporal los actores, mimos, bailarines, deportistas, artesanos, escultores, cirujanos, mecánicos, payasos, etc.

Inteligencia musical o capacidad para percibir, distinguir, transformar y expresar el ritmo, timbre y tono de los sonidos musicales. Precisan gran capacidad musical los compositores,  intérpretes, directores de orquesta, arreglistas, instrumentistas, coreógrafos, etc.

Inteligencia  interpersonal, o posibilidad de distinguir y percibir los estados emocionales y signos interpersonales de los demás, y responder de manera efectiva a dichas acciones de forma práctica. Entre las profesiones que requieren una inteligencia interpersonal alta destacan el psicólogo,  el locutor y el presentador de radio y televisión, el responsable de recursos humanos, el animador de ocio y tiempo libre, el comercial, el recepcionista, el relaciones públicas, etc.

Inteligencia intrapersonal, o la habilidad para conocer los aspectos internos de uno mismo: estar en contacto con la vida emocional propia, discriminar entre las distintas emociones y recurrir a ellas para reconocer y orientar la propia conducta, disponer de una imagen de sí mismo ajustada y una gama de valores positivos para su grupo social. Desarrollos profesionales como el empresario de éxito, el filósofo, el líder religioso, el político o el psicoterapeuta, entre otros, precisan de una inteligencia intrapersonal elevada.

Inteligencia naturalista, se relaciona con la habilidad para identificar la fauna y flora, así como la sensibilidad al entorno natural. Esta inteligencia ha sido incluida recientemente por el Doctor Gardner. Se requiere fortaleza en esta inteligencia para ocupaciones como la de biólogo, jardinero, veterinario, agrónomo, guardabosques, etc.

La Teoría de las Inteligencias Múltiples, de Howard Gardner nos descubre que hay muchas y diferentes maneras de ser inteligente. Debemos entender y aprovechar el estilo de aprendizaje de nuestros hijos para ayudarles a desarrollar plenamente su potencial innato.”

Cada niño posee capacidades en las ocho inteligencias que se desarrollan de forma original. Aunque existen niños que poseen niveles de competencia altos en la casi totalidad de inteligencias, la mayoría  alcanzan un nivel de desarrollo alto en algunas inteligencias, un nivel medio en otras y relativamente bajo en las demás.

A excepción de casos puntuales, los niños tienen capacidad para desarrollar las ocho inteligencias hasta un nivel razonablemente alto de competencia si reciben la estimulación adecuada.

Las inteligencias interactúan entre sí de forma compleja. Por ejemplo, cuando un niño juega a fútbol utiliza la inteligencia cinético-corporal para correr, saltar, patear, rematar, etc. Gracias a la inteligencia espacial se orienta en el campo y prevé donde caerá el balón. Utiliza la inteligencia lingüística para comunicarse con los compañeros. Usando la inteligencia lógico-matemática anticipa las consecuencias de sus acciones y las de los otros. Su inteligencia interpersonal le facilita la participación activa en el grupo respetando las normas del juego, resolviendo conflictos de forma positiva y desarrollando habilidades sociales que le reportan la valoración de los otros. Con este juego, sin duda estimula su inteligencia intrapersonal porque adquiere el compromiso personal de aportar sus habilidades al grupo, aumenta su autocontrol, la autoestima, la iniciativa y la adaptación a diferentes situaciones. Por último, es posible que el grupo entone canciones de celebración al marcar un gol o al ganar el partido, utilizando la inteligencia musical y todos juntos disfruten de una actividad lúdica al aire libre, en contacto con un elemento natural como es el césped del terreno de juego.

La Teoría de las Inteligencias Múltiples supone un auténtico reto para los educadores y para los padres que mantienen una creencia anticuada sobre lo que significa ser inteligente.