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La buena salud depende de muchos factores: alimentación, cuidados médicos, clima, higiene, medio ambiente, etc. De todos ellos, la alimentación desempeña una función decisiva para el bienestar general del cuerpo.

Si los padres desean educar al niño para la vida, no sólo deben preocuparse de alimentarlo correctamente. La formación empieza en el propio cuerpo y en su desarrollo, por eso hay que educarlo para que aprenda y desee alimentarse de la forma más equilibrada posible, de ese modo realizará plenamente todas sus actividades cotidianas.

Una buena educación para la salud pretende que los niños desarrollen hábitos y costumbres sanos, que los valoren como uno de los aspectos básicos de la calidad de vida y que rechacen las pautas de comportamiento que no conducen a la adquisición de un bienestar físico y mental.

En la infancia se van modelando las conductas que dañan la salud; por eso, desde la más temprana edad, resulta adecuado y necesario tratar de potenciar los estilos de vida saludables. Los hábitos alimenticios deben ser cuidados desde las primeras etapas del crecimiento por la importancia fisiológica y social que la alimentación tiene en nuestros días. No se trata sólo de que el niño coma porque es necesario, que lo haga de cualquier modo o que se limite a tomar los alimentos que más le gustan para evitar enfrentamientos. Hay que establecer  unas pautas y unas normas de comportamiento relacionadas con la alimentación que sean adecuadas para la capacidad del niño y encaminadas a conseguir los siguientes objetivos:

  • Autoalimentación por parte del niño, consiguiendo su autonomía e independencia.
  • Hacerle receptivo, que comprenda la importancia de una nutrición equilibrada, acostumbrándole a probar nuevos sabores y cambiar sus gustos.
  • Eliminar las conductas de rechazo a algunos sabores.
  • Enseñar cómo debe ser el comportamiento social positivo y de sosiego durante las comidas.
  • Seguir unos hábitos sociales y de limpieza antes, durante y después de la comida.
  • Procurarle un modelo de imitación correcto y seguir una regularidad escrupulosa del horario de comida.

La instauración de unos hábitos correctos respecto a la alimentación debe ser compartida por el ámbito familiar y el escolar, existiendo entre ambos un acuerdo respecto a las pautas a seguir con objeto de abreviar el período de aprendizaje y evitar problemas de conductas.

El riesgo de padecer enfermedades nutricionales por deficiencia o falta de algunos nutrientes esenciales se ha reducido considerablemente desde principios de siglo y, gracias también a la reducción de las enfermedades infecciosas, el hombre vive más años. Sin embargo, han aparecido o se han incrementado el número de enfermedades propias de los países occidentales por malos hábitos alimenticios, tales como la obesidad, hipertensión, caries dentales, enfermedades coronarias, etc. La obesidad infantil y los problemas físicos, fisiológicos y psicológicos que origina, desgraciadamente se están extendiendo de forma alarmante.

Un error frecuente es el abusar de las carnes y pescados descuidando las dietas vitamínicas, lo que provoca enfermedades carenciales y desnutrición. Otro caso que muy frecuente es el empeño de algunas madres de engordar a sus hijos abultando la dieta, de tal forma que aparece la obesidad con sus secuelas de enfermedades cardiovasculares y de caries, tan peligrosas no solo en la infancia, sino en la vida adulta. Este exceso no tiene razón alguna, ya que el organismo desprecia la sobrecarga alimenticia produciéndose incluso cuadros tóxicos ante la avalancha vitamínica proporcionada al niño. La desorganización de las comidas, la ignorancia dietética, el abuso de determinados productos, la falta de tiempo para la preparación de los alimentos, etc, son causas constantes de deficiencias alimentarias.

Por lo tanto, es labor de los padres establecer unos hábitos alimenticios predicando con su ejemplo y explicando a sus hijos la importancia de una dieta equilibrada para su salud y el rendimiento físico.

El cambio de unos hábitos alimenticios no es labor sencilla. No puede hacerse de la noche a la mañana, todo requiere su tiempo. Introduzca los cambios en la dieta progresivamente, procure que el niño comprenda esta necesidad y motívele para que sólo sea un esfuerzo y no un sacrificio hablando sobre los beneficios que obtendrá: más fuerza para jugar con los amigos, mayor rendimiento en los deportes, mejor concentración para las actividades escolares, etc. Ofrézcale información sobre cómo se alimentan personas que admira como algunos deportistas, actores, cantantes, etc.

Este es uno de los retos más importantes para los padres, que el niño avance en su alimentación por los caminos del equilibrio, al mismo tiempo que satisface su natural y conveniente goce en el acto de comer.