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La higiene es imprescindible para que el niño tome conciencia de que el cuerpo precisa atenciones para mantener la salud. La adquisición de buenos hábitos higiénicos evita el contagio de enfermedades, pero además colabora en el proceso de integración social y de convivencia.

La UNICEF publicó el informe “School Sanitation and Hygienes Education” en el año 2.000. Este documento aseveraba que la tercera parte de la población mundial tenía dificultades para acceder a la satisfacción de la higiene básica, siendo los niños los más vulnerables a esta situación. El informe impidió el avance de algunas enfermedades vinculadas a la ausencia de higiene. También reveló que la solución de los problemas de higiene no está determinada únicamente por la mejora de las infraestructuras básicas de saneamiento, es imprescindible que los ámbitos familiares y escolares faciliten una educación integral, creando hábitos de limpieza e de higiene adecuados.

A la mayoría de los niños pequeños les preocupa muy poco el ensuciarse, es más, a casi todos les encanta. A través de actividades que los adultos no aprueban como saltar en los charcos, meter las manos en el plato de la comida, tocar el pis o las heces, jugar con la tierra de las plantas, etc., van conociendo, investigando y experimentando con los elementos de su entorno.

Los padres deben aceptar y comprender estos modos de actuar y dejar libertad al niño para jugar y experimentar, dentro de unos márgenes, y manteniendo unas normas de higiene.

El niño puede estar en casa con ropa cómoda y “a prueba de manchas”. En su cuarto u otro lugar de la casa, los padres habilitan una mesa adecuada a su altura y de fácil limpieza. En esta mesa puede jugar con pintura de dedos, de cera o témperas con pincel, según la edad. Amasar plastilina también es una actividad muy atractiva, pero hay que vigilar que no la meta en la boca, la nariz o la oreja.

Al niño le encanta jugar con agua y arena. Si la casa dispone de jardín, balcón o terraza, pueden colocar un barreño grande con arena para que juegue con la pala, el rastrillo o los moldes como en la playa. Si la temperatura ambiente lo permite también pueden llenar el barreño de agua para que juegue libremente.

En las salidas al parque llévenle con ropa cómoda y no les importe que se ensucie. El parque es un lugar para jugar y experimentar, a través de estas actividades va respondiendo a los interrogantes de su curiosidad, conociendo el mundo que le rodea y progresando en sus aprendizajes.

Si el niño acude al colegio, no pretendan que termine la jornada escolar con la ropa limpia. En el desarrollo de actividades propias del colegio es muy posible que la ropa se ensucie.

Cuando la familia acuda a alguna celebración, lleven un repuesto de ropa para poderle cambiar si se mancha. No se enfaden, es pequeño para reprimir su necesidad de actividad y los deseos de tocar todo lo novedoso y atractivo.

Hay conductas que pueden desesperar a los padres de un niño pequeño, por ejemplo, que hurgue en las heces que deposita en el orinal. Para el niño es muy normal querer averiguar qué es aquello que ha salido de su cuerpo y no entenderá que le riñan por tocarlo cuando los padres se ponen muy contentos porque lo evacue de su cuerpo. Los padres deben pedirle, con paciencia, que no lo haga y ofrecerle otra actividad alternativa. La mejor solución es acostumbrarle a utilizar el inodoro con un adaptador.

El niño pequeño, cuando está en la mesa, coge los alimentos con los dedos porque es su forma de familiarizarse con ellos, conocer su textura, tamaño, forma y temperatura. Los padres deben mostrarle el modo de utilizar los cubiertos y permitirle que lo haga. Al principio derramará gran parte del contenido de la cuchara porque le costará mantener el equilibrio y calcular la distancia, pero sólo aprenderá si practica con un mínimo de libertad y comprensión.

Aunque el niño sea pequeño, los padres deben mostrarle y enseñarle hábitos de higiene como los siguientes:

  • Lavarle las manos siempre que sea necesario para que no las lleve sucias a la boca, la nariz o los ojos, sobre todo antes de tomar cualquier alimento. Explíquenle por qué hay que lavar las manos y permitan que progresivamente lo haga solo, además de utilizar la toalla.
  • Lleven al niño al baño después de comer para que se cepille los dientes como lo hacen ustedes. Al principio puede usar un cepillo muy suave y sin crema dental.
  • También puede tener su propio peine e intentar peinarse con la ayuda de los padres.
  • Cuando se ensucie las manos o la ropa, muéstrenle su imagen en el espejo para que empiece a ser consciente de que se ensucia.
  • En la mesa, el niño puede aprender a utilizar la servilleta, como los padres, antes de tomar el agua, el zumo o la leche.
  • A la hora del baño, puede colaborar frotando con la esponja diferentes partes del cuerpo mientras los padres las nombran.
  • Alrededor de los veinticuatro meses pueden empezar a entrenarle en el control de esfínter urinario. El esfínter anal puede controlarlo con anterioridad.

Como se comentó al principio del capítulo, el objetivo básico de la higiene es el de la salud. La segunda cuestión básica es la integración social y la convivencia. Los primeros grupos de amistades se comienzan a formar en el entorno escolar y uno de los criterios que más utilizan los pequeños para seleccionar con quién se relacionan es la higiene. Los compañeros reaccionan delante de un niño que va sucio, suele ser motivo de humillaciones y burlas que afectan la formación de su autoestima y el correcto proceso de inserción social.

Hay algunas orientaciones y consejos generales que los padres pueden seguir, con independencia de la edad de su hijo:

  • Cualquier actividad infantil, sobre todo algunos juegos, pueden suponer un riesgo para la salud si no hay una higiene adecuada. El niño debe ser consciente para asumir el control y el cuidado, sin que el adulto esté presente para recordárselo. Para conseguirlo, es necesario ofrecerle información objetiva: comprender la necesidad de cuidar adecuadamente su cuerpo, cómo manipular algunos objetos, las consecuencias de ciertas conductas, las medidas que debe tomar en diferentes circunstancias, etc., sin alarmismos que puedan provocar obsesiones.
  • Los problemas más serios vinculados a la higiene son las enfermedades infecciosas. Para evitarlas en el entorno familiar es preciso ventilar y limpiar la casa, evitar la contaminación, el humo del tabaco, etc., procurando que los posibles virus se desarrollen y previniendo alergias, problemas respiratorios y otras consecuencias. La higiene elevada en toda la casa, sobre todo en la cocina, y estimular los hábitos higiénicos de todos los miembros de la familia, es fundamental para eliminar el riesgo de cuadros infecciosos.
  • Los padres son el referente y el modelo que imitan los niños. Además de mantener limpia, ordenada y aseada la casa, son responsables de mostrar al pequeño, con su ejemplo, cómo debe mantener la higiene corporal y crear un clima familiar con normas que fomenten la vida saludable.
  • Los hábitos personales deben inculcarse desde bebés. Cuando son muy pequeños, los niños consideran las normas de higiene como un fastidio de los padres pero, a medida que van creciendo las aprecian, sobre todo porque les ofrecen seguridad e independencia. Esta educación requiere trabajo y esfuerzo por parte de los padres: deben explicar el por qué de cada acción higiénica, lo beneficiosa que resulta y enfrentar cada negativa y excusa de los pequeños para evitarla.
  • Como en la mayoría de aspectos educativos, establecer rutinas diarias para las actividades de higiene garantiza la creación de hábitos correctos: bañarse a la misma hora, cepillarse los dientes después de cada comida, lavarse las manos antes de tomar alimentos, cortar las uñas un día determinado de la semana, etc. El refuerzo por medio de alabanzas es el complemento indispensable para conseguir la interiorización de estos aprendizajes.
  • El momento del aseo debe resultar siempre agradable para el niño. Es mejor mostrar los beneficios que reporta el aseo personal en vez de amenazar con castigos. Para disfrutar del aseo se pueden añadir aspectos lúdicos a las actividades: adivinar la parte del cuerpo que se toca con la esponja durante el baño y preguntar para qué sirve esa parte, adivinar el tiempo que se tarda en cepillar los dientes, contar el número de dientes que se cepillan, calcular el agua que se necesita, saber de qué se componen los productos que utiliza, etc.
  • Facilitar un ambiente adecuado para que el niño esté motivado. Cuidar la temperatura del cuarto y del agua para el baño, el niño puede tener sus propios artículos de aseo (cepillo de dientes, pasta dental, peine, champú, etc.), deben estar a su alcance y ser responsable de su cuidado y orden, evitando el consumismo innecesario.
  • Es importante que cuide de su aspecto: sonando la nariz siempre que sea necesario, lavando sus manos cuando estén sucias, viendo la necesidad de llevar las uñas cortas y limpias, peinándose cuando lo precise, cambiándose la ropa sucia, utilizando la servilleta antes de tomar líquidos en la comida, etc.
  • Los padres deben procurar que el niño participe en la limpieza y el orden del entorno familiar, sobre todo de las estancias que más utiliza, como su dormitorio y el baño. El pequeño también puede llevar su ropa sucia a la lavadora, ayudar a doblarla cuando esté limpia y guardarla en el armario, lavar sus juguetes, etc.
  • Crear hábitos higiénicos correctos en los niños no es fácil, además de esfuerzo, requiere constancia. Antes de caer en el error de los sermones, las reprimendas y los castigos, es mejor ser creativos buscando nuevas alternativas y estrategias para obtener los mejores resultados con cada hijo.