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El ser padres cambia muchos aspectos de su forma de vida, pero hay actividades a las que no precisan renunciar si toman las precauciones necesarias. Viajar es una de estas actividades.

A partir de los tres o cuatro meses, el bebé puede realizar viajes cortos sin dificultad, aumentando la duración del trayecto a medida que va haciéndose mayor.

La mejor forma de viajar es en el automóvil de los padres, de este modo disponen de mayor autonomía, trasladan todo el equipaje necesario y hacen las paradas que les parecen oportunas.

El niño debe viajar en el asiento de atrás del coche desde el primer día y en todo momento. Los padres le colocan en una silla de seguridad homologada y adecuada a su edad, peso y tamaño. Hay que seguir rigurosamente las instrucciones del fabricante para su instalación y comprobar que está correctamente anclada, de modo que, ante la menor duda, es preferible que la instalen en un taller.

Antes de iniciar la marcha, siempre deben revisar los anclajes y el arnés o cinturón de seguridad, comprobando que ajusta, sin rozar o apretar demasiado al pequeño.

Si viajan el padre y la madre con el niño, el que no conduce puede sentarse en la parte de atrás para atender cualquier necesidad del pequeño. Nunca deben sucumbir a la tentación de cogerle en su regazo, está demostrado que, a una velocidad superior a cincuenta kilómetros por hora, un adulto es incapaz de sujetar al niño en caso de un frenazo repentino.

A la hora de comprar una sillita de seguridad hay que tener en cuenta que el modelo elegido cumpla las normas oficiales y las leyes de homologación. Hay varios grupos de sillas:

  • GRUPO 0: Hasta nueve meses de edad o diez hilos de peso. El bebé siempre viajará en el asiento de atrás, en silla o capazo de seguridad.
  • GRUPO 0 +: Hasta dieciocho meses de edad o trece kilos de peso. El niño viajará en silla de seguridad y en sentido contrario a la marcha.
  • GRUPO 1: De nueve meses a tres años, o entre nueve y dieciocho kilos de peso. El pequeño viajará en silla de seguridad o en un cojín elevador con respaldo y en el sentido de la marcha.
  • GRUPO 2: De tres a seis años, o entre quince y veinticinco kilos de peso. El niño irá sentado en un cojín elevador con respaldo y en el sentido de la marcha.
  • GRUPO 3: De seis a doce años, o entre veintidós y treinta y seis kilos de peso. El niño viajará en cojín elevador y en el sentido de la marcha.

Conviene elegir un modelo con reposacabezas y que el arnés ajuste con facilidad y solidez. Nunca deben apurar el uso de la silla de seguridad cuando va quedándose pequeña y, si ha sufrido algún golpe brusco, necesitan comprobar minuciosamente que no se haya deteriorado.

La seguridad del coche

Cuando se viaja con un niño, no sólo hay que tener en cuenta la seguridad de la silla del automóvil, el vehículo entero debe ser revisado para constatar que reúne las condiciones óptimas.

Los coches de tres puertas resultan incómodos para sentar a los pequeños atrás y ajustarles correctamente el arnés o el cinturón de seguridad. Por otra parte, es muy difícil sacar rápidamente al niño del coche en caso de emergencia y, en muchos vehículos pequeños, las pruebas de impacto frontal y lateral no garantizan la seguridad de los ocupantes.

En cuanto a colocar la sillita del pequeño en el asiento delantero, está totalmente prohibido porque el airbag del acompañante en muchos modelos de coche puede ser peligroso. El consorcio europeo de automóviles de Europa (Euro NCAP) ha analizado veinte modelos de turismos utilitarios de venta en Europa,  ha elaborado un informe en el que argumenta la falta de idoneidad de las medidas de seguridad para el traslado de niños y la falta de información al usuario de estos aspectos por parte del fabricante.

Para lograr un viaje feliz

Garantizar un buen viaje, sin consecuencias negativas, es lo más importante. Para conseguirlo, el conductor debe afrontar el trayecto con tranquilidad, hacer una revisión del automóvil antes de emprender el viaje para tener garantías de que todos sus componentes se encuentran en condiciones óptimas, no fijarse una hora de llegada y conducir con serenidad.

Si el padre y la madre conducen, pueden hacer turnos para que ninguno llegue a cansarse. Si el viaje es largo, se recomienda hacer paradas cada doscientos kilómetros como máximo para estirar las piernas, tomar algo de líquido o jugar con el niño un ratito, esto ayuda al conductor a mantener la atención y a no distraerse cuando esté conduciendo.

En el verano, necesitan comprobar las zonas metálicas interiores del coche a las que el niño pudiera acceder, para evitar que se queme al tocarlas. Nunca es pronto para enseñar a los niños a comportarse con prudencia. Por ejemplo, acostúmbrenle a subir y bajar del coche por el lado de la acera, no molestar a la persona que conduce, etc. Es posible que el pequeño tenga comportamientos no deseables cuando se aburre, piensen en juegos adecuados a su edad para hacer entretenido el viaje y lleven algunas grabaciones de canciones infantiles.

Cuando el niño viaja sólo con el adulto que conduce, es recomendable que coloque la silla de seguridad en la parte derecha del asiento trasero para que tenga contacto visual con el conductor. Si llora por algún motivo, hay parar para atenderle, tratar de saber qué le ocurre y calmarle puede distraer la conducción.

Cuando se van haciendo “mayorcitos”

Casi todos los padres toman precauciones suficientes en los desplazamientos en coche mientras los niños son muy pequeños, bajando la guardia a medida que van creciendo, sobre todo al desplazarse en la ciudad y en los trayectos cortos.

Los niños siempre deben viajar sujetos con los dispositivos de seguridad necesarios adecuados a su edad y a su peso.

Cuando el niño viaje en el vehículo de otros adultos, los padres deben comprobar que se cumplen las medidas de seguridad. Si el coche en el que viaja no dispone de silla, pueden colocar la de los padres, o bien, si viaja con frecuencia en otros coches, comprar una para esas ocasiones. Un pequeño accidente puede ocurrir de forma imprevista por mucha precaución que se tenga, por eso, un niño jamás debe viajar en un vehículo que no disponga de los mecanismos de sujeción homologados. Después de los accidentes en el hogar, los de tráfico son la segunda causa de muerte infantil en España.

Los niños también pueden sentir mareo

Los bebés menores de un año no suelen marearse porque aún no ha madurado suficientemente el sentido del equilibrio que se localiza en los canales semicirculares del oído interno.

Además, los bebés centran su mirada en los objetos y personas que se encuentran cercanos en su campo de visión y no hacen demasiado caso de lo que ocurre fuera del coche.

A partir de los doce o catorce meses, a los niños les encanta mirar por las ventanillas. Si al hacerlo, las imágenes que ven pasan rápidas y en sentido contrario, se sobreestimula su aparato vestibular y les produce mareo. Hay niños más propensos a marearse que otros, pero conviene en todos los casos observar síntomas como el sudor frío, la palidez repentina, el aumento del ritmo de respiración, la producción exagerada de saliva o los bostezos sin la sospecha de que tengan sueño, porque son indicios de que pueden estar sintiendo mareo.

Para evitar estas situaciones desagradables, conviene poner la sillita en posición recta en la parte central del asiento trasero, en dirección a la marcha y tratando de atraer la atención del niño para que centre la mirada en la parte delantera del coche.