Gracias al juego, el niño puede comunicarse en gran medida con el mundo que le rodea. A través de él observa e inmediatamente actúa, descubre, conoce, percibe el espacio, a las demás personas, a la naturaleza, etc. En definitiva, el niño estructura de forma lúdica el pensamiento y sus procesos, además de entretenerse y deleitarse. Con el juego, el niño aprende a captar las ideas y a relacionarse con otros niños y adultos.
Las manifestaciones del valor formativo del juego se proyectan sobre todos los ámbitos y dimensiones madurativas: En el ámbito psicomotor al coordinar la actividad cerebral, los segmentos del cuerpo y los movimientos. En el ámbito intelectual, porque a través del juego el niño desarrolla su forma de comprender e interpretar la realidad y de comprenderse e interpretarse a sí mismo. En el ámbito social, la actividad lúdica es una forma ideal de interrelación con adultos e iguales. En el mundo emocional, el juego supone un medio de valorarse a sí mismo de manera positiva y ajustada a las propias capacidades. De forma global, el juego desarrolla la personalidad del niño.
Es a través del juego como el niño va incorporando nuevos aprendizajes en su vida cotidiana y, dentro del plano psicológico, se destaca la creatividad como una característica fundamental que estimula la actividad lúdica. En el juego, el niño se siente libre para actuar como quiere, cuando quiere y con quien quiere, elige el tema de juego, el personaje que va a representar, busca los medios necesarios para realizar las actividades y exterioriza su mundo interior. Cuando juega, el niño se concentra, reflexiona, imagina, fantasea, es feliz; esta felicidad contribuye a fomentar su dimensión creativa.
Además de una necesidad biológica y fisiológica, el juego es para el niño un vehículo de expresión de emociones y sentimientos. Contribuye a su conciencia social y le ayuda en la adaptación al ambiente.
Existe una interrelación muy estrecha entre juego y desarrollo: el juego acompaña el desarrollo del niño, casi siempre lo estimula y la mayoría de las ocasiones es el resultado del desarrollo. Cuando nace, el niño no sabe jugar, aprende gracias al contacto y la relación de apego que establece con los adultos. En los primeros dos años, los niños no suelen jugar solos; exploran e investigan, pero necesitan un adulto para que se dé la situación de juego. A partir de los dos o tres años, el niño ya utiliza el lenguaje para comunicarse, de manera que el factor social del juego pasa a compartirlo con otros niños. Para que el pequeño juegue plenamente, es necesario que los padres y otros adultos de su entorno creen un clima afectivo de seguridad porque, si no se siente seguro, en vez de concentrarse en la actividad, necesita estar alerta para saber si recibirá aprobación o reprimendas del adulto.
El juego es la forma de actividad infantil imprescindible para el desarrollo global del niño. Es una actividad absorbente, con un extraordinario potencial educativo que, en sí misma, previene que el niño pueda abandonarse en su tedio o inacción e inclinarse por conductas negativas. El pequeño disfruta más su juego si, de vez en cuando, puede intercambiar ideas con otros. El grado de estímulo, colaboración y disciplina durante el juego es fundamental en la formación de su personalidad
Los padres, cuando van a comprar un juguete, piensan en la ilusión que el niño va a vivir con el obsequio. Sin embargo, deben pensar que el juego educa y forma al niño, además de servirle en su proceso de desarrollo. Por lo tanto, a la hora de escoger un juguete, hay que reflexionar sobre qué tipo de juegos se pueden realizar con él y a qué edad va dirigido, teniendo en cuenta las características evolutivas del niño.
- Los juguetes suponen un desafío intelectual para el niño, una base para su crecimiento emocional y una estrategia para su desarrollo social. El niño aprende a convivir jugando, también a respetar, a resolver conflictos, a cooperar y a tolerar las pequeñas frustraciones diarias. Ensaya el funcionamiento del mundo y va creando su propio proyecto personal de vida.
- Es importante proporcionar los juguetes más adecuados para que el pequeño desarrolle adecuadamente una actividad tan “seria” como es el juego. Cuando los juguetes proporcionan estímulos apropiados, promueven el desarrollo de habilidades físicas, intelectuales, emocionales y sociales, pero además divierten y entretienen. Además, conviene que tengan en cuenta algunos aspectos como los siguientes:
- Los juegos y juguetes no deben fomentar el sexismo, entre otras cosas, porque se limitan las oportunidades de desarrollo integral del niño o de la niña.
- Lamentablemente, el niño tiene demasiadas oportunidades para observar conductas violentas en su vida cotidiana. Los juegos y los juguetes no deben incrementar estas oportunidades.
- Es importante que los padres enseñen al niño a valorar los juguetes y a participar en su cuidado.
- En contra de lo que podría suponerse, el exceso de juguetes no favorece el juego.
- El que los juguetes sean más caros o sofisticados no supone garantía alguna de que ofrezcan más oportunidades de juego, sean más educativos o promuevan mayor calidad de juego.
- El abuso y el uso indiscriminado de juegos para televisión, vídeo y ordenador es perjudicial para la salud del niño, además de no favorecer la socialización y promover el aislamiento del pequeño.