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Los receptores sensoriales de la piel son una de las principales fuentes de información sobre el mundo exterior y nos previenen de peligros. A través de las sensaciones táctiles nos relacionamos con el ambiente inmediato y percibimos las características de los objetos que nos rodean.
En la piel, agrupados en la base de los folículos pilosos, se encuentran las terminaciones nerviosas que informan sobre el mundo exterior, detectan el dolor, la presión, la temperatura, el grado de humedad, etc., también los receptores que registran las sensaciones de temperatura, peso, grado de humedad, dimensiones, tipos de superficies, consistencia, etc.

Las sensaciones táctiles van al cerebro a lo largo de tipos distintos de nervios. Por ejemplo, en el caso del dolor, hay nervios rápidos que transmiten el dolor intenso, los lentos que llevan información sobre el dolor profundo y en el cerebro la corteza cingular anterior (vinculada con la atención y la emoción) está asociada con el dolor consciente. El propio cerebro libera encefalinas para calmar el dolor cuando llegan estímulos de dolor intenso. Los analgésicos opiáceos actúan bloqueando los receptores en las neuronas cerebrales.
Para comprender la importancia del sentido del tacto se puede hacer la siguiente reflexión: se puede vivir sin el sentido de la vista, el oído, el olfato o el gusto pero, ¿Se puede vivir sin la sensación del tacto, el dolor, el frío o el calor? Por supuesto, no.
Los receptores a los que se hacía referencia, se suelen congregar en ciertas áreas que resultan especialmente sensibles como las yemas de los dedos, las palmas de las manos, la zona de alrededor de los labios, las plantas de los pies, la columna vertebral y el área genital.
El bebé, para desarrollarse física y emocionalmente, necesita el contacto cálido del cuerpo materno. El lenguaje de las caricias es tan necesario para su equilibrio emocional como el verbal. Si los nervios encargados del tacto se forman en la semana vigésimo cuarta de embarazo y el cerebro fetal responde al tacto a las veintiséis semanas, la estimulación táctil debe comenzar en el mismo momento del nacimiento.
Si deseáis contribuir al desarrollo pleno de vuestro hijo, recordad que la interrelación física con él supone la base que transmite los mensajes no verbales de aceptación, afecto y seguridad necesarios para que la relación sea placentera, amorosa y facilitéis su armonía emocional.
Para conseguirlo, necesitáis tener en cuenta, entre otros, los siguientes aspectos:
Para tranquilizar al bebé cuando está inquieto, irritado, ansioso, etc., la caricia y el masaje, acompañados por la mirada comprensiva y las palabras amorosas, además de relajar y tranquilizar al bebé, le estimulan todos los sentidos y le ofrecen seguridad. Las siguientes caricias pueden tranquilizar al bebé:

  • Desde la frente hasta la nuca de forma rítmica.
  • En forma circular, en la sien o detrás de la oreja.
  • En la espalda, a lo largo de la columna vertebral.
  • Desde la cabeza hasta los dedos del pie, alternando con otros masajes que vayan desde el centro del cuerpo hacia los dedos de las manos.

El masaje favorece el proceso de maduración del sistema nervioso además de aliviar la tensión que el niño acumula durante el día. Los masajes deben ser rítmicos y repetitivos y el tacto firme pero suave. Cuando vuestro hijo crece, además de besos y abrazos, podéis transmitir vuestra aceptación y amor incondicional a través del masaje y las caricias, un lenguaje que siempre acepta y comprende su corazón.
Los niños obtienen gran parte de la información táctil por la boca. No debe reprimirse esta necesidad, sólo asegurarse que no conlleva riesgos porque el niño pueda dañarse o el objeto tenga gérmenes nocivos.
A medida que el niño crece, la estimulación debe sacar el máximo provecho a sus gustos manipuladores, favoreciendo el que agarre y manosee para reconocer y descubrir las cosas.
A la hora de ofrecer juguetes y otros objetos al niño, hay que ampliar la variedad de cualidades de los mismos. A través del tacto puede aprender sobre:


Superficies: suaves, ásperas, esponjosas, lisas, peludas, rasposas, resbaladizas.
Consistencias: blandas, duras, elásticas, espesas, espumosas, flexibles, liquidas, sólidas, etc.
Temperaturas: calientes, frías, templadas, heladas, etc.
Pesos: ligero, pesado, muy ligero, muy pesado.
Humedad: seco, mojado, reseco, empapado.
Formas: circulares, cuadradas, triangulares, esféricas, abiertas, cerradas, alargadas, formas de animales, de personas, de objetos cotidianos.
Dimensiones: alto, bajo, corto, largo, grande, pequeño, delgado, gordo.
Algunos tipos de materias y materiales: arena, agua, barro, plástico, piedras, tipos de papel variado, cartón, cartulina, madera, metal, lana, seda, algodón, fieltro o terciopelo, peluche, arcilla, plastilina, etc.