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El rastreo visual favorece la maduración del nervio óptico y de los músculos que intervienen en la visión. Mediante el rastreo, el niño aprende a localizar un objeto en el espacio y a diferenciarlo del trasfondo. Este logro es imprescindible para que intente alcanzar los objetos. |
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El rastreo visual favorece la maduración del nervio óptico y de los músculos que intervienen en la visión. Mediante el rastreo, el niño aprende a localizar un objeto en el espacio y a diferenciarlo del trasfondo. Este logro es imprescindible para que intente alcanzar los objetos.
Para el bebé de pocos meses, los objetos que están fuera de su campo visual no existen, por eso, deja de mostrar interés por el objeto que desaparece de su vista. Este hecho está relacionado con la inmadurez del hipocampo. El hipocampo es una parte importante del sistema límbico o cerebro emocional que realiza una función importante en los procesos de la memoria y muestra una velocidad máxima de crecimiento entre los primeros siete y diez meses, edad en la que alcanza prácticamente el volumen del adulto.
La maduración del hipocampo, sumada a la intensiva mielinización del sistema cortical visual, contribuyen a que, en la segunda mitad del primer año aumente significativamente la capacidad de procesar de forma eficaz la información visual y también la capacidad de recuperar de la memoria el conocimiento adquirido en el pasado reciente. De modo que, a través de la experiencia, el bebé va aprendiendo que los objetos y las personas continúan existiendo aunque no les pueda ver o sentir, e incluso que la identidad del objeto o la persona es la misma aunque varíe su forma, tamaño o posición. Cuantas más ocasiones faciliten los padres al pequeño para observar y rastrear los movimientos de objetos, y de las personas significativas de su entorno apareciendo, desapareciendo y volviendo a aparecer en su campo visual, más favorecerán la maduración del hipocampo y la mielinización del sistema cortical visual.
Para contribuir al desarrollo del rastreo visual, los padres pueden:
- Mostrar estímulos y desplazarlos lentamente dentro del campo visual del bebé. Durante los primeros meses, la distancia desde los ojos del bebé hasta el estímulo puede ser de veinte a treinta centímetros y aumentarla progresivamente.
- Colocar móviles de cuna con movimiento y lámparas que proyectan imágenes en movimiento sobre la pared y el techo.
- Rodar pelotas de colores chillones ante la mirada atenta del pequeño. Pueden utilizar pelotas atadas a una cuerda y mover la cuerda para conseguir desplazamientos cortos, mostrando al pequeño el modo de conseguir él mismo que se desplace la pelota.
- Para desarrollar también la permanencia del objeto, los padres pueden desplazar lentamente los objetos hasta hacerlos desaparecer del campo visual del niño y después aparecer nuevamente. Otro juego estimulante consiste en tapar objetos en movimiento con un pañuelo y mostrarle el modo de descubrirlos.
- Jugar con coches que se mueven por un circuito, entrando y saliendo de un túnel.
- Durante el cambio de pañal, acercar el rostro a la tripa del bebé para besarla, de esta forma siente el tacto cálido mientras el rostro ha desaparecido del campo visual.
- Desplazar lentamente al bebé de forma que aparezca y desaparezca su imagen reflejada en un espejo grande de pared.
- Preguntar por el lugar dónde se encuentran juguetes conocidos para que el niño realice la búsqueda rastreando y fijando la visión.
- Llamar al niño cuando los padres están en un lugar del cuarto donde no puede verlos. De esta manera, el bebé realiza una búsqueda visual hasta encontrarlos.
La exploración visual es necesaria para que el niño aprenda a percibir y comparar un objeto como unidad global. Las ejercitaciones le ayudan para que rastree o fije su mirada en un objeto concreto de entre varios que se encuentran en su campo visual. Siempre hay que tener en cuenta que las luces fuertes dificultan la exploración visual.
Un buen desarrollo visual favorece la coordinación entre el ojo y la mano y, a partir del segundo año, también la coordinación entre el ojo y el pie. El propósito que los padres deben perseguir es que el niño reconozca, identifique y diferencie progresivamente objetos, personas, animales y situaciones; que perciba formas, tamaños, materiales, colores y posiciones en el espacio; y más tarde, que aprecie las utilidades de los objetos.
Hay otros aspectos que deben tenerse en cuenta para el correcto desarrollo de la visión:
- Habitualmente, todos somos zurdos o diestros oculares. De forma inconsciente empleamos un ojo más que otro. El ojo dominante es el que utilizamos cuando necesitamos precisión (enhebrar una aguja, hacer una foto, mirar por un catalejo, etc.). Una estimulación adecuada ejercita las percepciones de los dos ojos y respeta la mayor utilización del ojo dominante.
- El bebé, en sus primeros meses de vida, muestra mayor sensibilidad en el lado derecho de su cuerpo. Las estimulaciones visuales deben presentarse primero por ese lado y repetirse por el izquierdo. De este modo, explora y fija la atención visual más fácilmente y se garantiza el desarrollo de la sensibilidad por ambos lados.
- La iluminación del cuarto donde se realizan las actividades debe ser, preferentemente, natural. El niño se sitúa de espaldas a la ventana, o bien de forma que la luz no llegue directamente a sus ojos, sino al estimulo que se presenta. Si es necesario utilizar luz artificial, conviene evitar las lámparas fluorescentes y todas aquellas que proyectan sombras sobre la zona objeto de atención. Sin ser fuerte, la iluminación debe ser suficiente. Se pueden utilizar luces en tonos azules, verdes y violetas que favorecen la relajación mental y física. También son apropiados estos colores, junto con los tonos pastel, para la decoración de suelo y paredes por su efecto relajante. Los grises, ocres y marrones oscuros son neutros, y los amarillos, naranjas y rojos son excitantes.
- La decoración puede variarse de vez en cuando en los primeros ocho meses, también el lugar donde se sitúa el niño más tiempo. De esta forma dispone de diferentes campos de visión y exploración, sin acostumbrarse a una orientación y perspectiva estáticas. A partir de los ocho meses no son recomendables los cambios en el entono del niño porque le producen temor e inseguridad. Por este motivo, cualquier modificación necesaria se realiza poco a poco, tratando de familiarizar al pequeño con la nueva situación.
- La gimnasia ocular o educación visual, ayuda a desarrollar todos los procesos que intervienen en la visión. Son muchos los ejercicios que los padres pueden realizar, entre ellos, se sugieren los siguientes:
- Presentar al niño estímulos luminosos y de colores vivos, como pelotas rojas o amarillas u otros juguetes llenos de destellos para que fije su visión en diferentes direcciones: arriba, abajo, derecha e izquierda.
- Abrir y cerrar los ojos apretando con fuerza los párpados.
- Parpadear lentamente.
- Mirar alternativamente tapando un ojo y luego otro.
- Acomodación visual: fijar la vista en un punto cercano y otro lejano de forma alternativa. De la misma forma, pasar la fijación de un lugar iluminado a otro con poca luz. Colocar un objeto a la derecha y luego otro a la izquierda del niño, para que mire primero a uno y luego a otro, describiendo un ángulo de 180 grados. Se van juntando los dos objetos progresivamente para que los movimientos oculares sean más precisos.
- Presentar un dibujo grande (tamaño folio) y después otro igual en tamaño menor (octavilla). Fijar la visión alternativamente favorece la acomodación visual.
- Balancear suavemente la cabeza de derecha a izquierda con los ojos cerrados y después con ellos abiertos.
- Mostrar láminas con dibujos atractivos o fotografías, a una distancia de unos 25 centímetros, durante unos segundos. Cada día las láminas se van presentando más alejadas (a razón de un centímetro por día de mayor separación, siempre que haya certeza de que el niño pueda verlas bien).
- Corregir los posibles defectos de visión en edades tempranas puede llevar a la recuperación definitiva de algunas anomalías visuales.
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