| El profesor lee 
              a los niños el cuento que ha resultado del trabajo preparatorio. 
              Es el momento de corregir, añadiendo y cambiando lo que les 
              parezca oportuno. Luego los niños asumen los papeles que han 
              elegido antes y se entra de lleno en la representación. Como el cuento será una narración 
              simple de lo que va pasando, los niños inventarán 
              el diálogo según vaya surgiendo en el transcurso de 
              la representación. Indudablemente, se producirán cambios sobre 
              la marcha en la línea argumental, bien porque a un niño 
              se le olvide lo que tenía que hacer e improvise, bien porque 
              prefiera hacer otra cosa. No se interrumpirá la representación, 
              ya que esto dará pie a nuevas improvisaciones por parte de 
              los otros, lo cual resultará altamente constructivo y enriquecedor. Si el profesor ve que es demasiado difícil 
              para los niños inventar el cuento y los diálogos, 
              les puede hacer una pequeña sugerencia leyéndoles 
              un esquema de acción sobre el cual puedan los niños 
              trabajar: Todos los animales estaban durmiendo en el corral. Dentro de 
              la casa dormían también Pedro y su familia. De pronto el gallo se despertó sobresaltado. ¿Se le habría 
              hecho tarde para despertar, a todos los demás? Miró 
              al cielo y vio que empezaba a clarear. Entonces extendió 
              sus alas, se estiró majestuosamente y lanzó su llamada: -Kikiriki! Los animales no querían despertarse. Era muy temprano. 
              Pero el gallo no estaba dispuesto a ceder. Volvió a gritar 
              más fuerte: Empezaron a pelearse. Entonces se acercó el perro: -Quietos todos. No quiero jaleos en el corral. Todos los demás animales se habían ido acercando. 
              El burro empezó a rebuznar. -¿Por qué armáis tanto ruido? Más valiera 
              que llamarais a Pedro para que nos diera de comer. -Eso es verdad -dijo el gallo-. Yo tengo hambre. -Todos tenemos hambre -dijeron los demás animales. -¡Kikirikí! -Pues vamos a llamar a Pedro. Los animalitos empezaron a moverse. Inmediatamente la gallina 
              empezó a llamar a sus polluelos, que dormían a su 
              lado: -Vamos, arriba. Ya es de día. Los pollitos se fueron levantando y empezaron a corretear mientras 
              la gallina les peinaba las plumas. Desde su sitio, les llamó el cerdo: -¿Por qué hacéis tanto ruido? -Ya es de día, Pío, Pío... decían 
              los pollitos muy contentos. El cerdo se desperezó gruñendo. Como los pollitos 
              le molestaban, empezó a darles empujones. -A jugar a otro sitio. No me deis la lata. La gallina los defendió: -Te prohíbo que pegues a mis hijos, cochino cerdo. Y todos los animales empezaron a gritar para 
              que Pedro se despertara y les diera el desayuno. Pedro abrió la ventana y se asomó: -¿Qué escándalo es éste? 
              ¿Qué pasa? -iQueremos comer! -gritaron todos. Pedro se 
              echó a reír. -Sois unos tragones. Ahora voy. Al poco tiempo se abrió la puerta de 
              la casa y salió Pedro con un cubo en la mano, y empezó 
              a repartir la comida entre los animales. Hierba y zanahorias para 
              los conejos, un saco de avena para el borrico. Luego entró en la casa y sacó un 
              cacharro de comida para el cerdo y maíz para los pollos, 
              la gallina y el gallo. Todos comieron con mucho apetito. Pedro le 
              dio al perro un hueso y echó leche en un cuenco para el gato. 
              Luego se sentó junto a la puerta y empezó a comerse 
              un bocadillo, mientras miraba comer a los animales.  Cuando acabaron de comer empezaron a pelearse 
              y a jugar armando gran jaleo.  Pedro les regañó por pegarse: ¿Qué 
              escándalo es éste? La hermana de Pedro vino comiendo un trozo de pan. Inmediatamente 
              la rodearon la gallina y los pollitos. Ella reía, y levantaba 
              el pan para alejarlo de ellos. -Vosotros ya habéis comido, tragones. No os voy a dar 
              nada. Pero como era una niña muy buena y los quería 
              mucho, les fue repartiendo miguitas. El cerdo gruñó. -¿Qué te pasa a ti, envidioso? Mira, mamá: siempre 
              está gruñendo. -Gruñe porque no le dices nada. Y él también 
              es un animalito bueno. La niña se acercó al cerdo y le dio también 
              un poco de pan. Luego se puso a jugar con todos los animales, bailando 
              con ellos. La madre, mientras tanto, sacó una silla 
              y un cesto de ropa, y se puso a coser. -Voy a esperar a que tu padre y tu hermano vuelvan 
              con la harina para hacer el pan. Mientras tanto, coseré esta 
              ropa. En esto, el cielo se puso gris. La niña 
              miró hacia las nubes. -Mira, mamá, va a llover. -Pues anda, recoge todo para que no se moje 
              y guarda a los animales. Entre las dos fueron recogiendo todo. Entonces 
              empezó a caer un gran chaparrón y todos los animales 
              corrieron con gran algazara a refugiarse en sus casitas. La gallina 
              empujaba a sus pollitos protegiéndolos con sus alas. Luego, 
              todos los animales estuvieron quietos esperando a que la lluvia 
              cesara. |