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HISTORIA DE UN ÁRBOL

Autores: M. Ángeles Gardella. Joan Antoni Poch

 

Cuando yo era jovencillo, esta carretera, que pasa a mi lado, era un camino tranquilo. De vez en cuando pasaba una bicicleta o un carro. Ahora es más transitada. La han ensanchado un poco y la han asfaltado. Y pasan motos, coches, algún que otro camión, también alguna bici como antes, y ese autobús que va y viene de la ciudad.

A lo largo de tantos años me ido haciendo muchos amigos. Y, aunque aquí me tenéis enraizado, y no me puedo mover, mis amigos vienen a verme: gorriones, lagartijas, gotas de lluvia, copos de nieve, escarabajos, ruiseñores, mariquitas….

Durante una temporada, tarde tras tarde, venía el mismo perro a hacerse un hermoso pipí justo en mi tronco… Nos hicimos buenos amigos y, de vez en cuando, se tumbaba un ratillo a mi sombra.

Un buen día, mientras el perro descansaba junto a mí, vi que se acercaba por la carretera, un hambre con su hacha. Era del ayuntamiento, con su gorra y su uniforme. ¡Atiza venía a talarme! Quería colocar unos cables de luz por donde yo vivía.

Cuando vio venir al hombre de uniforme con su hacha, mi amigo el perro empezó a ladrarle como un loco. Ladra que te ladra, consiguió espantar al del ayuntamiento que acabó huyendo por pies.

Pero al cabo de unos días volvió a talarme. Y esta vez venía acompañado de tres hombres más, todos con su uniforma y su dichosa hacha. Y ya me vi perdido, porque no estaba mi amigo el perro.

¡Ni él nadie que pudiera echarme una mano! Pero estaba equivocado. Sí había alguien: ¡Mi amiga la nube! Y cuando ya iba atizarme el primer hachazo, ¡Zas!, la nube rompió a llover, y, hecha una furia, se volcó en truenos, rayos y granizo. De repente uno de los rayos, ¡Cataplum!, cayó justo a mi lado.

Los cuatro hombres salieron corriendo de estampida, y ¡adiós muy buenas…! El ayuntamiento, claro debió de pensar que un sitio donde caían rayos así no era el mejor para los cables de la luz.

Nunca más han intentado talarme. Ni los del ayuntamiento ni nadie más. Y yo he procurado seguir creciendo alto y fuertote, para que me quieran mis amigos, y vean cuánto les quiero yo también. ….

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.


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