El crecimiento es el proceso que produce el aumento fisiológico del tamaño de los seres vivo, mientras el desarrollo es el proceso de diferenciación progresiva que cumple simultáneamente con el crecimiento.

El crecimiento es un proceso cuantitativo, y el desarrollo es un proceso cualitativo que se evidencia anatómicamente por modificaciones de las proporciones, y fisiológicamente por la adquisición y perfeccionamiento de las funciones.

Los factores de crecimiento y desarrollo están condicionados por diversos factores biológicos reguladores (endógenos o internos y exógenos o externos).

Los factores endógenos son: los genéticos o hereditarios, metabólicos y neurohormonales.

Los factores exógenos son la alimentación y los factores ambientales.

FACTORES INTERNOS

Los avances de los últimos decenios en la dimensión somática (medicina, biología, etc.) nos permiten fundamentar y justificar la labor educativa, ya que resaltan la importancia de la interacción de la dotación genética con el ambiente.

Gracias a la multiplicación celular y a la maduración de los componentes del organismo, el aumento de volumen y funcionalidad del cuerpo en los primeros años de vida es extraordinario. Un crecimiento tan espectacular no vuelve a repetirse en otro momento de la vida del ser humano, por ello es imprescindible realizar un control continuado que verifique la correcta evolución en esta etapa. NO DUDAMOS QUE UNOS PADRES RESPONSABLES ESTARÁN ATENTOS A QUE SE REALICE ESTE CONTROL CONTINUO, si bien el mismo ha de realizarlo el PEDIATRA DEL NIÑO. Por ello, estas breves líneas no tienen mas que un valor informativo.

La HERENCIA GENÉTICA marca las directrices que condicionan la talla, el peso, la constitución y otros aspectos físicos como el color de pelo, ojos, etc. También puede marcar, entre otras cosas, la predisposición a enfermedades.

Los caracteres hereditarios pasan de padres a hijos a través de los genes que se encuentran en el núcleo de las células reproductoras. En este núcleo están unos órganos filiformes llamados cromosomas, cada uno de ellos está formado por miles de genes, se componen de ácido desoxirribonucleico (ADN) que es quién transfiere la herencia.

Cada célula reproductora tiene una dotación de 46 cromosomas y la mielosis (un tipo especial de división celular) provoca que el número de cromosomas se reduzca a la mitad, esto es, 23. Cuando el óvulo es fecundado por el espermatozoide se obtienen los 46 cromosomas, 23 de cada progenitor. En este momento la herencia biológica del nuevo ser queda determinada.

Para cada característica determinada hay un par de genes, uno de la madre y otro del padre. Pero existen genes dominantes (ejercen mayor influencia) y recesivos (menor influencia), por ello las características se manifiestan con la información marcada por los genes dominantes. Las combinaciones entre genes dominantes y recesivos pueden ser múltiples, así como los resultados.

Los hermanos no comparten exactamente la misma herencia, a excepción de los gemelos idénticos. Cada hijo hereda la mitad de cromosomas del padre y de la madre y esta mitad es una selección al azar, por lo cuál los resultados en las combinaciones serán diferentes. Según estadísticas, en teoría, una pareja podría engendrar 64 millones de hijos genéticamente diferentes.

A. El desarrollo neurológico

Podemos considerar el sistema nervioso y sobre todo el cerebro como eje del desarrollo humano. Regula todas las funciones del organismo e impulsa la evolución de la persona en todas las dimensiones.

Durante el embarazo se inicia la formación del cerebro y del resto del sistema nervioso. Esta formación culmina antes del sexto año de vida. Está suficientemente probado que la estimulación temprana favorece el desarrollo del cerebro y la maduración del sistema nervioso.

Dada la importancia de esta aseveración, a continuación aportamos algunos datos que nos ayudan a fundamentar las experiencias estimulantes que hemos de proporcionar a los niños. Siempre teniendo en cuenta que estos datos distan de ser un estudio detallado.

Sistema nervioso

Considerado en su conjunto, se divide en:

a) Órganos centrales, que forman el sistema nervioso central.
b) Órganos periféricos (en relación con los órganos centrales) que constituyen el sistema nervioso periférico.

El sistema nervioso central, además de la médula espinal, tiene el encéfalo en cuya parte anterior y superior se encuentra el cerebro. Está dividido en bulbo raquídeo, cerebelo, protuberancia, mesencéfalo, diencéfalo, telencéfalo y puente de varolio.

El sistema nervioso periférico se divide a su vez en sistema somático y sistema vegetativo o visceral.

El sistema somático está formado por los nervios craneales y espinales; unos son sensoriales (reciben los estímulos del mundo exterior y mantienen el cuerpo en contacto con él), y otros son motores (gobiernan las respuestas de nuestro organismo ante esos estímulos).

El sistema vegetativo (visceral o autónomo) controla el medio interno: gobierna la respiración, el ritmo cardiaco, los movimientos intestinales y todas las demás actividades fisiológicas, incluso las respuestas físicas de las emociones, como el sudor de las manos que acompaña al miedo.

El cerebro

Ocupa la parte más voluminosa e importante del encéfalo. Sin el desarrollo que alcanza nuestro cerebro serían imposibles el lenguaje y el pensamiento abstracto, el razonamiento y el aprendizaje. Además, es el centro de la actividad intelectual, necesario para respirar, metabolizar alimentos e incluso par eliminar los desechos. Regula y coordina cada uno de los movimientos que realizamos, voluntarios e involuntarios, todas las impresiones sensoriales que recibimos, todas las emociones que sentimos. Sin el cerebro no podríamos apreciar un paisaje, una pintura, un poema o una melodía. Gracias a su desarrollo tomamos conciencia de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, de él depende nuestro desarrollo creativo, nuestra personalidad.

Intentando hacer una descripción escueta, el cerebro está compuesto de células nerviosas llamadas neuronas.

LAS NEURONAS se dividen en tres partes: cuerpo celular, dendritas y neuritas o axones, y con ayuda de diferentes componentes electroquímicos, efectúan el trabajo cerebral.

El número máximo de neuronas se preestablece antes del nacimiento. En el hombre, la cifra aproximada es de cien mil millones. Una vez que el niño nace no se crea una sola neurona, hay pequeñas disminuciones en las primeras décadas que aumentarán progresivamente en las décadas posteriores. Si una neurona se lesiona o muere no puede ser reemplazada.

La información tomada por los sentidos, se transmite a través de los nervios y es recogida en el cerebro por las dendritas del área correspondiente al sentido en cuestión. Las dendritas pasan el mensaje al cuerpo de la célula y éste decide que hacen con la información. Puede archivarla, compartirla con otras células y/o reaccionar ante ella. La respuesta la transmitirá el axón en dirección al bulbo terminal.

Sea cuál fuere la reacción, la información es archivada para poder utilizarla en el futuro.

Los mensajes que se envían o archivan son impulsos eléctricos que se convierten en señales químicas. Las neuronas son como cables que conducen estos impulsos y necesitan aislamiento para transmitir rápida y eficazmente los mensajes. Por eso se revisten de una capa protectora hecha de proteína llamada MIELINA.

La mielinización se inicia durante el embarazo con las células cerebrales y es la base de maduración del sistema nervioso. Procede siguiendo dos leyes neurológicas:

LEY CEFALOCAUDAL. La mielinización procede de la cabeza a los pies.

LEY PROXIMODISTAL. El proceso se hace progresivamente desde el centro del cuerpo hacia las extremidades.

Está suficientemente probado que la estimulación acelera el proceso de mielinización.

El cerebro está compuesto de materia blanca (concentración de axones que llevan mensajes entre el cuerpo de la célula y el cerebro consciente) y materia gris (cuerpos celulares y dendritas comunicadas entre sí por conexiones o espacios que se denominan SINAPSIS).

Cada neurona está conectada con otras diez mil como mínimo, pero esta conexión no es directa, el espacio entre ellas o sinapsis lo cubre un neurotransmisor químico.

Cuantas más conexiones neuronales haya, mayor será la capacidad del cerebro.

Se han detectado conexiones neuronales en fetos de 70 días y sabemos que, mientras el cerebro está en formación, las posibilidades de conexiones son casi ilimitadas. A partir de los seis años estas posibilidades son infinitamente menores, y casi nulas a partir de los diez años. Desde ese momento el niño aprende nuevas habilidades, pero utilizando las conexiones neuronales ya establecidas.

La estimulación prenatal y neonatal, así como la recibida en los primeros tres años de vida, afecta y promueve el desarrollo de conexiones neuronales.

El cerebro está dividido en dos mitades o hemisferios y en su superficie, lo que llamamos corteza, es donde se almacena la mayor parte de la información.

La materia gris del hemisferio izquierdo es responsable principalmente de la lógica, el razonamiento y las habilidades cognoscitivas y analíticas como el lenguaje y las matemáticas.

La materia gris del hemisferio derecho es responsable principalmente del desarrollo artístico, la música, sonidos no verbales, las emociones y el pensamiento intuitivo.

La estimulación temprana bien ejercida, promueve el desarrollo de ambos hemisferios porque utiliza técnicas especificas para hacer trabajar a las dos partes del cerebro en un mismo proceso. Si cantamos una canción al niño, la letra estimulara el hemisferio izquierdo y la música el derecho.

Para comprender más fácilmente en qué períodos de la vida del niño son más relevantes las técnicas de estimulación, podemos marcar los tiempos aproximados en el desarrollo del cerebro:

- De la semana 10 a 18 de embarazo. Primera fase del crecimiento cerebral. Se establece el número de neuronas.
- De la semana 20 de embarazo hasta los 2 años. Crecimiento en tamaño y sofisticación de las neuronas.
- De la semana 20 de embarazo hasta los 4 años. Las fibras nerviosas se mielinizan rápidamente.
- 8 meses de embarazo. Se duplica el tamaño del cerebro.
- Nacimiento. El cerebro llega al 25 por ciento del cerebro adulto.
- 6 meses de edad. El cerebro llega al 50 por ciento del cerebro adulto.
- 3 años de edad. Llega al 90 por ciento de su tamaño máximo.

LA NEUROLOGÍA EVOLUTIVA estudia el desarrollo del sistema nervioso en los primeros años de vida. Compara los resultados del examen neurológico con el patrón de evolución normal esquematizado por trimestres de edad del niño.

En el momento de nacer se pueden explorar al menos 70 signos neurológicos, este examen progresivo se irá enriqueciendo con los datos aportados por el seguimiento posterior. El seguimiento neurológico, junto con los resultados de una valoración de reacciones afectiva, de sociabilidad psicomotora, etc. diagnostica la normalidad del niño. En esta exploración básicamente se valora:

El tono

TONO MUSCULAR ACTIVO es el que se refiere al desarrollo de las adquisiciones motoras: control de la cabeza, sedestación y mantenimiento en bipedestación principalmente.

TONO MUSCULAR PASIVO: su valoración se basa en la extensibilidad de los segmentos corporales y, de forma complementaria, en el movimiento de las extremidades (ángulo de aductores, talón-oreja, postura de muslos en hiperextensión, ángulo poplíteo, ángulo de dorsiflexión del pie, maniobra de la bufanda, etc.).

Las fluctuaciones del tono muscular son muy marcadas durante el primer año de vida. En el primer trimestre el nivel de tonicidad es muy elevado. El bebé permanece con los brazos y piernas flexionados, las manos cerradas con el pulgar fuera del puño y la cabeza rotada hacia un lado.

Durante el segundo trimestre esta actitud en tensión va cediendo y sustituyéndose por otra en la que el bebé aparece mucho más flexible y sereno en sus movimientos. Las manos se abren con frecuencia, la cabeza permanece largos períodos en la línea media y cuesta poco extender brazos y piernas.

Durante el tercer y cuarto trimestre estas característica se hacen aún más acusadas ya que la flexibilidad muscular aumenta hasta tal punto que el niño es capaz de llevarse los pies a la boca con facilidad.

Entre los 12 y 16 meses, la flexibilidad se estabiliza, proporcionando al niño el tono adecuado para las adquisiciones motoras de este período y de etapas venideras.

El tono muscular varia en diversas circunstancias, por ejemplo cuando el niño duerme el tono disminuye al máximo, cuando se exalta con el llanto o cuando siente emociones intensas habrá variaciones.

La observación del tono muscular del bebé es muy importante dentro del campo de la estimulación temprana no sólo por su aportación diagnóstica, sino porque a partir de estas observaciones puede ejercitarse para conseguir patrones de pasividad o extensibilidad próximos a la normalidad, también puede aportar datos con respecto a posibles desviaciones que, con tratamiento neurológico y estimulación pudieran corregir anormalidades.

El examen neurológico y el seguimiento posterior debe ser realizado por el Pediatra o bien por el Neurólogo. La función del padre al respecto será la de observador que aplica sus conocimientos a la correcta aplicación del programa de estimulación.

Los reflejos.

En el momento de nacer el bebé dispone de respuestas automáticas ante determinados estímulos que favorecen la adecuación al nuevo ambiente. A estas respuestas las denominamos reflejos. Podemos distinguir los reflejos primarios o arcaicos y los secundarios o respuestas posturales.

LOS REFLEJOS ARCAICOS O PRIMARIOS están presentes durante los primeros meses de vida. La fecha en que desaparecen puede ser variable, aunque su persistencia después de los cinco meses debe ser motivo de una exploración más profunda por parte del Neurólogo. Estos son algunos de los reflejos primarios habitualmente explorados:

Reflejo de succión. Al colocar cualquier objeto rozando los labios, el bebé succiona repetidamente.
Reflejo de deglución. Completa al anterior y permite la correcta alimentación del niño.
Reflejo de los cuatro puntos cardinales. Se encuentra relacionado con los dos anteriores y persiste hasta los dos meses. Al tocar la mejilla, el recién nacido desplaza la boca hacia el lado presionado. Del mismo modo flexiona la cabeza al tocarle la barbilla o la frente.
Reflejo de marcha automática. Con el niño en posición vertical, cogido por las axilas, con los pies en contacto con una superficie dura, se le inclina ligeramente hacia delante. En esta posición el bebé adelanta alternativamente los pies, como si caminase.
Algunas investigaciones mantienen que la marcha desencadenada por este acto reflejo tiene un grado de adaptación muy sofisticado, ya que si en la marcha el bebé encuentra un pequeño obstáculo, adapta su paso y lo franquea. También es capaz de desencadenar unos pasos sobre una pendiente ascendente.
Este reflejo suele desaparecer entre los dos o tres meses de edad.
Reflejo de prensión palmar. Al colocar cualquier objeto pequeño en la mano, se provoca una fuerte reacción de prensión en los dedos (grasping). Esta prensión suele desaparece entre los dos y los cuatro meses.
Reflejo de respuesta a la tracción. Cuando se obtiene la prensión de los dedos de ambas manos antes descrita sobre los dedos índice del adulto, o sobre una barra del mismo grosor, el niño es capaz de mantenerse suspendido en todo, o parte de su peso.
En el segundo trimestre el reflejo de prensión es sustituido por la prensión voluntaria, de modo que al colocar el adulto sus dedos el bebé los tomará como punto de apoyo para intentar llegar a la postura de sentado.
Reflejo tónico-asimétrico del cuello. El niño, echado sobre su espalda, gira la cabeza hacia un lado y mantiene los brazos en la postura de un “espadachín”, esto es, el brazo del lado hacia el que gira la cabeza extendido, y el otro tónicamente flexionado a la altura del hombro. Las piernas suelen estar cruzadas.
Este reflejo se observa durante el primer trimestre de vida. La posición favorece la fijación visual del bebé, ya que durante largos períodos de tiempo observa como su mano se abre cierra, o bien experimenta las sensaciones cuando roza con ella la ropa, los barrotes de la cuna, etc. Posteriormente observa los movimientos que realiza voluntariamente con la mano.
Reflejo de moro. Consiste en una flexión del tronco, hombros, caderas, manos y pies, a la vez que se extienden codos, rodillas y dedos; todo ello seguido de llanto. Esta reacción se obtiene al fingir una caída hacia atrás del niño.
Durante el primer trimestre el reflejo es completo, a lo largo del segundo la respuesta se limita a abrir las manos y posterior llanto. Más tarde desaparece.
Reflejo de prensión plantar. Cuando un objeto fino, por ejemplo un lápiz, roza la parte posterior del dedo pulgar del pie, provoca que los dedos se flexionen, llegando incluso a retener el objeto.
Este reflejo desaparece más tarde, aproximadamente a los nueve meses.
Reflejos oculares, principalmente:
Cleopalpebral. Los párpados de los ojos se cierran si aparece bruscamente una luz intensa o un ruido fuerte cerca del niño.
Ojo de muñeca. Se manifiesta a lo largo del primer mes. Cuando se desplaza la cabeza del bebé hacia un lado, los ojos parecen moverse hacia el lado contrario. El reflejo desaparece cuando el niño establece la fijación visual.
Reflejos secundarios o respuestas posturales. Aparecen con posterioridad a los reflejos primarios. Son de relevante importancia en e seguimiento de la evolución neurológica y se incluyen como automatismos en la conducta del ser humano a lo largo de toda su vida. Destacan entre todos los siguientes:
Reacción de propulsión lateral y posterior. Cuando el niño se sitúa en sedestación independiente, se le empuja de forma lateral, a la altura del hombro, extiende entonces el brazo del lado opuesto intentando parar la caída.
Del mismo modo, cuando se empuja al niño hacia atrás, las manos buscan el apoyo para mantener el equilibrio.
Reflejo de paracaídas. Se mantiene al niño en suspensión ventral, sujeto por los costados y se le inclina bruscamente hacia delante. El niño realiza un movimiento brusco para protegerse de la caída, con extensión de los brazos y abertura de las manos.
Este reflejo aparece entre los seis y nueve meses y, como en los anteriores, su ausencia puede ser indicativa de alguna lesión neurológica. De ahí la importancia de su exploración.
El seguimiento de la aparición o ausencia de los reflejos que han sido descritos no presenta grandes dificultades para el educador. Debe tenerse en cuenta, a la hora de realizar una programación de actividades, e incluso una serie de ejercicios encaminados a estimular estos reflejos en el período adecuado.

El desarrollo psicomotor

La evolución del desarrollo psicomotor es otro índice a tener en cuenta para la comprobación de la maduración progresiva del sistema neurológico. En el momento de nacer, los órganos sensoriales presentan un adecuado grado de perfección, sin embargo, el sistema neuromuscular está poco desarrollado. El recién nacido presenta una motricidad no coordinada, generalizada y sin finalidad alguna. La actividad refleja primaria o arcaica, que incluye todos los reflejos que persisten hasta los tres o cuatro meses, le ayudan en su adaptación al nuevo medio.

La maduración que sigue la motricidad, al igual que la del sistema nervioso, es céfalo-caudal, se inicia en los músculos que mantienen la cabeza erguida hacia abajo, y proximodistal, se extiende del centro del cuerpo a las extremidades.

Alrededor de los tres meses, el bebé sostiene la cabeza erguida cuando está sentado y, al ponerle boca abajo, se apoya en los antebrazos levantando la cabeza y los hombros.

La hipertonía del recién nacido se convierte, de los tres a los nueve meses, en hipotonía que apenas se apreciará después de los 18 meses.

A los seis meses, el niño mantiene la sedestación en breves períodos de tiempo que aumenta progresivamente. En esta edad se voltea con facilidad y se inicia en la reptación. A los siete meses, cuando está sentado, se ayuda apoyando los brazos delante del cuerpo, y a los ocho meses mantiene un buen equilibrio sentado.

La etapa de gateo se muestra más irregular, algunos niños comienzan a gatear a los ocho meses y otros gatean después de caminar.

Entre los ocho y nueve meses, se inicia la posibilidad de mantenerse en pie sin apoyo durante unos segundos. De los diez a los doce meses, puede estar en bipedestación sin ayuda.

La marcha se consolida alrededor de los doce meses. Comienza con desplazamientos cortos y próximos a las paredes, muebles o a las manos del adulto. Camina agarrado de una mano al adulto y después lo hace solo.

No hay una edad exacta para que el niño comience a caminar, al igual que en el resto de adquisiciones motoras, lo que es invariable es el orden de adquisición. Un niño no podrá caminar si antes no se mantiene en pie sin ayuda, no obtendrá este logro sin sentarse solo y no mantendrá la sedestación independiente sin buen control cefálico.

Con una correcta estimulación. Pueden adelantarse las fechas de dominio de habilidades motoras, pero no el orden. Igualmente, un niño puede comenzar a caminar a los nueve meses y otro a los trece sin que consideremos anormal al segundo.

A partir del año, el niño adquiere y domina diferentes destrezas motoras que le permiten alcanzar mayor autonomía: subir y bajar escaleras, dominar diferentes desplazamientos, sentarse en sillas pequeñas, montar en triciclo, coordinar movimientos, doblar la cintura al agacharse, etc.

La coordinación de los dedos y manos también progresa rápidamente en los tres primeros años.

Durante las primeras semanas, el bebé mantiene los puños cerrados, a los dos meses pasa largos ratos tratando de coordinar los movimientos de las manos, y hacia los cuatro o cinco meses ya tiene control voluntario de las manos, comenzando la manipulación de objetos. Con medio año sostiene objetos, primero con las dos manos y después con una. Entre los nueve y diez meses ya ha aprendido a utilizar pinza digital, es decir, utiliza el pulgar y el índice para coger objetos.

A los dos años, el niño se mueve continuamente, manipula y explora su entorno cada vez con más eficacia. Progresa en el control de sus movimientos y, antes de cumplir los tres años, come solo y realiza muchas tareas de modo autónomo. La integración corporal es cada vez más patente.

B. Sistema endocrino y metabolismo

El sistema nervioso y el endocrino interactúan y ambos tienen una importancia vital en la salud física y emocional porque coordinan juntos las funciones del organismo.

El sistema nervioso utiliza impulsos electroquímicos para transmitir sus mensajes; el sistema endocrino emplea hormonas que envía a través de la sangre para llevar el mensaje a todas las células del cuerpo.

La coordinación de los factores que inciden en el crecimiento y desarrollo debe ser ejercida por las glándulas endocrinas o glándulas de secreción interna que se encargan de segregar los compuestos químicos llamados hormonas. Cada hormona ejerce su influencia sólo en las células a las que va destinada.

Las hormonas estimulan o inhiben los procesos orgánicos, activan o desactivan los genes que gobiernan una función determinada, aceleran o retardan las funciones de las células, etc.

La principal función de las hormonas consiste en regular los procesos bioquímicos en el organismo para mantener constante el medio interno. Aún no se conocen todas las funciones que llevan a cabo, algunas son las siguientes:

El hipotálamo regula las secreciones de la hipófisis, la temperatura, el hambre, la ser y los impulsos sexuales.
La hipófisis regula el crecimiento de los huesos y organiza la actividad de gran número de glándulas endocrinas. Se cree que tiene influencia en la memoria y el aprendizaje.
La glándula tiroides controla el ritmo del metabolismo y del desarrollo corporal.
Las paratiroides regulan el nivel de calcio en la sangre.
El timo regula la producción de un tipo de glóbulos blancos en los niños que les ayuda a combatir infecciones, mantiene estable la presión sanguínea, etc.
Las suprarrenales controlan el equilibrio de sales y agua y preparan al organismo en los casos de emergencia.
El páncreas administra el nivel de azúcar en la sangre.
Los ovarios y los testículos controlan el desarrollo sexual. Adquieren influencia progresiva a partir del quinto o sexto año hasta la explosión biológica de la pubertad.

El ritmo metabólico es la velocidad a la que el organismo transforma los nutrientes en energía. Las dos hormonas que regulan el metabolismo son la tiroxina y la triyodotironina segregadas por la tiroides.

Si el ritmo metabólico desciende se retrasan todas las funciones orgánicas. Si por el contrario, se acelera aparece el nerviosismo, perdida de peso, e incluso si el aumento es considerable, puede haber alteraciones emocionales.

Ya que el control de la energía y en gran parte de las emociones depende de la tiroides, la deficiencia de ésta puede traer como consecuencia el retraso físico y mental de los niños.

El cerebro se comunica con el resto del organismo por medio del hipotálamo. Este registra la información sobre las condiciones en que se encuentra el cuerpo y es el principal coordinador de las relaciones entre el sistema nervioso y el endocrino.

Los mensajes que llegan o parten del cerebro pasan por el hipotálamo y éste recibe la información sensorial de la que somos conscientes y también de otros datos que nos pasan desapercibidos como las necesidades de nutrientes en las células, el nivel de hormonas en la sangre, etc. Y a estos datos de los que no somos conscientes responde de forma adecuada manteniendo el cuerpo en perfecto funcionamiento.

FACTORES EXTERNOS

Los factores externos que pueden incidir en el desarrollo normal son varios, y están relacionados en gran medida con el nivel económico, social y cultural de la familia y el entorno del niño. Entre ellos destacan:

A.- Alimentación

Por la alimentación proporcionamos al organismo los alimentos necesarios para una correcta nutrición, es decir, para que se realicen una serie de procesos fisiológicos que utilizan y transforman las sustancias químicas contenidas en los alimentos.

El aparato digestivo comienza por desdoblar los alimentos en sus componentes químicos gracias a los jugos digestivos. Las pequeñas moléculas de nutrientes son absorbidas por la sangre y transformadas en la energía necesaria para mantener los procesos vitales y las actividades diarias. También se obtienen los materiales necesarios para formar nuevas células imprescindibles para el crecimiento.

Los niños han de seguir las pautas de alimentación marcadas por el Pediatra, éste en las exploraciones periódicas valora los parámetros somáticos básicos y conoce las necesidades de proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas o minerales de su organismo en cada período de edad.

Los efectos de una mala nutrición prolongada son tan nefastos que impiden la evolución marcada genéticamente y el normal desarrollo del niño. Esta mala nutrición puede darse por efecto o por exceso.

Por otra parte, el crecimiento y desarrollo del cerebro es muy importante la dieta de alimentación de la madre antes de la concepción, durante el embarazo y el período de lactancia.

Por supuesto, el consumo de drogas, alcohol, tabaco y otras sustancias nocivas tendrá consecuencias muy negativas.

Algunos efectos de la mala nutrición en estos períodos tienen como consecuencia el peso y tamaño del cerebro inferiores a los normales además de obtener menos ADN, la concentración de proteína en las neuronas es menor y la mielinización se retrasa, las ramificaciones de dendritas es más baja, se realizan menos conexiones neuronales y los bebés responden a la estimulación sensorial e forma inferior a la normal. La evolución general de forma inferior a la normal. La evolución general es más lenta y el crecimiento y la salud sufren deficiencias.

Dada su importancia, le dedicaremos un nuevo anexo.

B.- Educación y ambiente

En los factores externos de educación y ambiente, además de los ya explicados ampliamente a lo largo del presente trabajo con respecto a los desarrollos intelectual, social, emocional, afectivo, creativo, etc., queremos destacar otros que también inciden en la evolución somática del niño.

Como pueden ser la higiene y los cuidados sanitarios básicos seguidos por los adultos responsables del niño, que además deben satisfacer sus necesidades de sueño y reposo, actividad, alimentación, etc. También deben encargarse de que se realice un seguimiento preventivo por parte del médico, que se aplique el calendario de vacunaciones y cuantos cuidados sean necesarios para garantizar la salud física y emocional del pequeño.

La exposición continuada a contaminación bacteriana o vírica puede ocasionar una patología crónica que afecte al desarrollo somático normal, de igual modo pueden incidir los procesos agudos de alergias que pueden provocar asma u otras alteraciones que y se dan con más frecuencia en los últimos años.

La sobrepoblación de grandes ciudades con escasez de aire libre de contaminación ambiental, las zonas de climas y altitudes extremas y la inmovilización por accidentes sufridos, son otros de los muchos factores ambientales que pueden afectar a la normal evolución de los factores internos, alterando el desarrollo somático del niño.

VALORACIÓN DE LOS PARÁMETROS EVOLUTIVOS-SOMÁTICOS BÁSICOS

La vigilancia de una serie de factores y parámetros básicos estableciendo relaciones comparativas es imprescindible. Normalmente esta vigilancia es albor del pediatra, quién la realizará de la forma más adecuada para su desarrollo.

Los factores o parámetros son la talla, el peso, el perímetro craneal y la maduración ósea.

Como se explicó anteriormente, estos parámetros siguen las pautas marcadas por la herencia recibida de los padres y condicionados por los factores internos y externos.

A. El peso

Tras el nacimiento, el niño sufre una perdida de peso que normalmente no supera el 10%. Esta disminución se debe a que el recién nacido elimina el contenido intestinal (meconio) y el de la vejiga, también porque la leche materna de los primeros días (calostro) es rica en elementos inmunológicos pero pobre en calorías. El peso de nacimiento suele recuperarse alrededor del décimo día.

Durante el primer año de vida, el peso corporal suele aumentar a un ritmo rápido. La media mensual en el primer trimestre es de 700 u 800 gramos y de 500 durante el segundo. A partir del año el aumento es mucho más lento, ganando una media anual de 2.000 gramos aproximadamente.

B. La talla

La talla media en el momento de nacer es de 50 cms. para los niños y de 49 para las niñas, aunque pueden existir variaciones considerables entre los 47 y 53 cms.

Igual que en el peso, la talla aumenta a un ritmo elevado durante el primer año. En el primer trimestre el niño puede aumentar 10 cms., 6 cms. a lo largo del segundo y posteriormente 1 cms. mensual hasta cumplir el año. De los 12 a los 24 meses, la media de crecimiento suele ser entre 0,5 y 1 cm mensual y progresivamente disminuye en los años siguientes.

C. El perímetro craneal

En el recién nacido, la media se sitúa entre los 34 y 36 cms., normalmente proporcionado a la talla. Motivado por el crecimiento del encéfalo y la maduración del sistema nervioso central, el perímetro experimenta un gran aumento en los primeros años de vida.

El crecimiento del perímetro craneal es posible gracias a las suturas y fontanelas. Las fontanelas se encuentran en las uniones de varios huesos del cráneo. La fontanela mayor se sitúa encima y detrás de la frente y suelda hacia el año y medio. Pueden existir otras dos que suelen cerrarse antes.

Las suturas tienen la misma función de las fontanelas, algunas como la metópica se cierran a los dos años y otras en la edad adulta.

La talla, peso y perímetro craneal son medidos habitualmente utilizando as tablas o curvas de crecimiento. En ellas se relacionan los tres factores. Están basadas en la media normal para cada edad y las posibles desviaciones. Los resultados se expresan en porcentajes, considerándose normales los resultados superiores al percentil 3 e inferiores al 97.

Estas tablas se dividen en curvas de crecimiento para niños de 0 a 2 años y de 2 a 14 años. Son diferentes para niños y niñas. Al ser competencia su utilización del Pediatra del centro, no las reproducimos.

D. Maduración ósea

Comienza en el período de gestación y continua a lo largo de toda la etapa de crecimiento fisiológico. Esta maduración está determinada por la creación de nuevos tejidos óseos y la calcificación de las piezas fibrocartilaginosas.

Hay métodos sofisticados para medir esta maduración que se utilizan ante la sospecha de algún tipo de patología.

Uno de los factores externos de la maduración ósea es la aparición de la PRIMERA DENTICIÓN, que consta de 20 piezas que se perderán alrededor del sexto año para ser sustituidas por la dentición definitiva.

El recién nacido, salvo rarísimas excepciones, nace desdentado. Posee los alvéolos maxilares que contienen el germen dentario, esbozo de lo que será el futuro diente.

La fecha de aparición de las primeras piezas es diferente en cada niño, normalmente hacia los seis meses y siguen los intervalos que se detallan en el cuadro que incluímos al final de este apartado.

Debemos tener en cuenta las alteraciones físicas, emocionales y comportamentales del niño durante el período de dentición. Las molestias bucales y otros efectos secundarios suelen provocar irritabilidad y otras manifestaciones que suelen recibir desaprobación en vez de comprensión por parte de los adultos. Proporcionar mordedores, objetos fríos y alimentos como trocitos de pan duro para que pueda morder aliviará la ansiedad y las molestias.

Por último, hay que destacar que los tiempos de aparición de las piezas dentales están muy condicionadas por factores hereditarios, no considerándose problemática la aparición temprana o tardía.

PIEZAS DENTALES
INTERVALO

- Incisivos centrales
- Incisivos laterales
- Caninos
- Primer molar
- Segundo molar

- Segundo molar
- Primer molar
- Caninos
- Incisivos laterales
- Incisivos centrales

6-12 meses
7-18 meses
11-24 meses
10-20 meses
13-31 meses

13-31 meses
10-20 meses
11-24 meses
7-15 meses
5-11 meses