Después del ejercicio de relación, sentada o tumbada, cierra los ojos y coloca las dos manos sobre el abdomen. Imagina una puerta en el vientre y como introduces suavemente tu mano mientras llamas, por el nombre, a tu bebé. Percibe las sensaciones de humedad, calor y suavidad del líquido amniótico en tu piel. Desliza la mano hasta llegar al bebé, acarícialo con ternura siguiendo las curvas de su cuerpo. Imagina que la humedad de tu mano es una loción capaz de comunicar tu amor. Reparte la loción por su tripa, por el culete, los brazos, las piernas, la carita,... Visualiza como su piel absorbe la loción con tu amor y como el bebé irradia energía al recibir tus sentimientos. Observa la sonrisa de su rostro, es feliz porque se siente deseado y querido.

Disfruta de la experiencia por un rato. Visualiza como los párpados del bebé se cierran y como se duerme feliz con tus caricias. Poco a poco, desliza la mano para salir por la puerta que entró. Acaricia después el abdomen que protege el sueño de u bebé. Separa la mano unos centímetros de la piel y, poco a poco, ve volviendo a la realidad de tu entorno. Respira rítmicamente y ofrécete un tiempo antes de realizar cualquier otra actividad.