ME LASTIMÉ EN MI ESCUELA
VALENTÍA


¡Aaaaaaaay!, grité de repente y todos mis amigos corrieron para verme.

Estaba en el columpio meciéndome de adelante para atrás, adelante, atrás, adelante, atrás. de pronto oí un pequeño pajarito que se había parado a hacer "pio pio" en el árbol de enfrente. Me emocioné y grité: -¡Escuchan al pajarito, que bonito hace!- Lo señalé con mi dedo sin darme cuenta que me estaba agarrando del columpio y. ¡plas!, que me caigo bien fuerte.

Como les estaba contando, mis amigos se acercaron rápido, como super héroes:

--Rosita, ¿estás bien?, ¿quiéres que le hablemos a la maestra?- dijeron preocupados. -¡Ay no!, no se preocupen, bueno. si háblenle- respondí adolorida.

La maestra llegó y me ayudó a levantarme. Mi rodilla estaba toda colorada, como cuando te disfrazas en el Día de muertos para pedir calaverita; además, tenía un chipote verde en la frente que si no hubiera sido real, hubiera quedado muy bien con mi disfraz. Me llevó a la oficina de la directora y estuve un ratito ahí sentada.

Mientras estaba en la dirección, me puse a pensar en lo lindos que habían sido mis amigos al preocuparse tan rápido por mí, tuve mucha suerte en que mi mamá me metiera en esa escuela, si no nunca hubiera conocido a Juanito, Paco, Mercedes, Gustavo, Pepito, María, Pamela, Cecy y Ramón.

Ví que la directora empezó a marcar un número por el teléfono y cuando contestaron empezó a hablar de mi caída con alguien mas. ¡Orales! No sabía que fueran tan importantes mi rodilla y mi cabecita para los demás, mas bien, no sabía que era tan importante yo para toda la escuela, estaba muy feliz, aunque sí me dolía un poco mi herida.

Cuando colgó, la directora me dijo - Rosita, ya me comuniqué con tus papás y me dijeron que al ratito vienen por ti- . Le di las gracias y me salí con la maestra para que me lavara mi rodilla.

Cuando me la estaba lavando, ¡cómo me ardía!, pero como soy muy valiente, no quise llorar, hasta que no aguanté mas y empecé a llorar quedito para que mis amigos no se preocuparan más de lo que ya se habían preocupado. La maestra me dijo - ¡ya estas lista!- Me puso un parche que se sentía muy cómodo y me llevó al salón donde los niños vemos películas cuando nos sentimos mal.

Ahí fue muy divertido porque me pusieron mi película favorita, ¡me sentía como en el cine! y lo mejor de todo, es que me podía acostar, y eso no se puede hacer en el cine que está por mi casa, así que esto fue mucho mejor.

Cuando estaba a punto de terminar mi película oí que la maestra me hablaba, fui con ella y. ¿adivinen qué? Con ella estaba mi mamá. Corrí lo más que pude, sin lastimarme la rodilla claro, y la abracé con todas mis fuerzas. Sentí como si no la hubiera visto desde hace mucho, mucho tiempo. Me dieron muchas ganas de llorar en el momento en que sentí sus brazos a mi alrededor, mi dolor ya no era tan importante.

-¡Te amo mucho!- le dije; y le platiqué lo amables que se portaron todos conmigo. Mi mamá al oírlo, me acompañó a la tiendita de mi escuela y compramos taquitos para todos mis amigos, incluyendo la maestra y la directora. Todos estábamos muy contentos, y nos abrazábamos por nada en especial, sólo porque nos queríamos.

No importa que me haya lastimado, al final se convirtió uno de los mejores días de mi vida, porque lo pude compartir con las personas que mas quiero, y lo mejor de todo, porque me di cuenta que lo único que te puede hacer sentir mejor cuando algo no va bien, es el abrazo de las personas que mas quieres en el mundo, es mágico ¿verdad?

AUTOR: Mariana Iglesias Arellano
PAIS: México
E-MAIL:
lamarmajas@gmail.com