JARDÍN
AMOR A LA NATURALEZA

Lajas de piedra verde-azul marcaban un camino serpenteado que recorría todo el jardín. Cada día nacían en el más corazones y todos eran de diferentes formas: redondos, afilados, unos con capacidad para flores, otros para espigas, unos más altos, esbeltos, pequeños, ovalados. Era una vasta dimensión la del jardín y otra la forma en que la vida aquí interactuaba: había el ronroneo de tallos enredándose unos con otros, hojas nervadas en forma de filigrana, creciendo y amamantando con su extendida sombra a otros corazones vivos como ellas; musgos verdes sedando la aspereza de una roca, hormigas viviendo bajo esa roca, bebiendo de la humedad del musgo.

Las historias del jardin, amarillas de polen, volaban de un lado a otro con el aire y también en las alas de mariposas delgadas o en abejas tozudas y disciplinadas como sus simétricas rayas.

Y en tiempos de amor, unas mariposas preferían flores a otras mariposas de su misma raza y ciertas flores se abrían más cuando ellas llegaban, las esperaban con el olor dulzón salpicado en los pétalos y la mariposa de ala prístina se posaba cautelosa, besaba a la flor que se arqueaba girando en su propio tallo, ligera.ruboroza.

Los anillos en el tronco del cocotero eran los caminos para orugas de colores y pelaje espeso como espuma, veinte diminutos pies impulsaban a otros veinte que hacían de delanteros en la caminata pausada y a menudo interrumpida por el martilleo agudo de un despeinado pájaro carpintero, que impulsivo y voraz, abría túneles en cortezas olorosas buscando alimento.

Un día en que el sol casi desaparecía y la vida era color naranja quemado, una muchacha salió descalza a las lajas y se sentó en ellas tratando de acomodar su cuerpo a los límites de la piedra; al sentarse suspiró y la onda de viento rozó a la oruga que perdió un anillo de color en el instante. Ella no percibió el susto de la oruga, llevaba su corazón triste y los bordes de sus ojos y sus labios eran del mismo color que los tres pétalos del flamboyán, rojo intenso.

Dos lágrimas impulsadas como olas volaron desde sus ojos hasta el mismo pecho de una hormiga que del impacto quedó virada patas al cielo revolviéndose como un fuelle de reloj.. Sus amigas rápido soltaron todas las migajas de pan recolectadas durante el día y fueron en su ayuda, el hormiguero se alarmó sobremanera, todas chocaban entre sí y al hacerlo se tocaban las antenas buscando más fuerza, una bien pequeña y colérica se abalanzó a los pies de la muchacha e hincó con fuerza sus dientes en una mordida que casi la deja sin vida. En segundos la piel se enrojeció y todas temieron la furia con la que los seres grandes reaccionan a sus mordidas, pero para asombro de todas, ella apartó amorosa todas las hierbas que cubrían a la hormiga empapada de su lágrima y la subió a una hoja de punta afilada..la hormiga aún tragó en seco y se aguantó como pudo de los nervios que quedaban de la hoja, la muchacha acercó su boca roja y exhaló un dulce suspiro, secando del todo a la hormiga, quien bajó sus antenas en señal de paz quedándose dormida a toda pata suelta.

La muchacha rió y al reír, sus ojos se volvieron del color del único pétalo jaspeado del flamboyán, devolvió a la hormiga a su casa y se alejó por el camino de las lajas riendo, dejando tras de sí una estela olorosa de amor que rápido siguieron todas las mariposas, las abejas y hasta el despeinado pájaro carpintero.

Y tú, si alguna vez lloras en un jardín, cuida tus lágrimas porque siempre habrán otras dimensiones respirando junto a ti. Compartiendo tu respiración.

AUTOR: KAREN COSANO REINERS
PAIS: Estados Unidos
E-MAIL: pelicanfinn@gmail.com