COPIHUAPI
-MENCIÓN DE HONOR-

Cuenta la historia que, debajo de mi pueblo, existe un lugar llamado Copihuapi. Este lugar está habitado por unos duendes pequeñitos, apenas del tamaño de un gato flaco. Sus narices son puntiagudas y sus orejas largas, casi tan largas como las de los conejos. Viven en forma muy organizada. Cada uno de ellos tiene una función específica que debe cumplir para que la comunidad no se desarticule. Hay cocineros, lavadores, médicos de duendes, maestros, agricultores, bomberos, pintores, constructores de casitas y todas las profesiones necesarias para que su sociedad siga adelante con comodidad.

Excepto una: no hay fabricantes de gorros. Ningún copihuapense pudo aprender a hacer gorros ni sombreros y todos andarían con la cabeza descubierta si no fuera porque salen por las noches a cazar medias.

Cuando todo mi pueblo está inmóvil y el silencio se trenza con la oscuridad bajo los álamos... a la hora en que la luna sube a lo más alto del cielo, los duendes salen atravesando sus túneles parecidos a madrigueras y se esconden debajo de las camas. Esperan a que los chicos estén soñando con ángeles y misterios, para asomarse, despacito y silenciosamente, y empezar la cacería. Como son muy coquetos no les gusta usar el mismo gorro todos los días ni tener gorros del mismo color, por eso capturan una sola media de cada par y las llevan poco a poco para que nadie sospeche. Imaginen que, de pronto, en una casa falten todas las medias que corresponden a los pies derechos de la familia... se armaría un lío bárbaro... todos andarían con un pie desabrigado y buscarían resolver el misterio de la desaparición. En cambio, al faltar sólo alguna, los grandes creen que se la tragó el lavarropas o que se la llevó el perro para mordisquearla.

Apenas cazan una media, los duendes se la ponen en la cabeza. Algunos la usan con la punta anudada, otros la arremangan hasta que queda como un casquito y también están los que la llevan con el extremo colgando y le cosen un adorno (como un cascabel, un pompón o un botón dorado). Después vuelven a su hogar y cuando se reúnen con sus amigos presumen y compiten para ver quién lleva el gorro más bonito.

Pero los duendes de las medias son muy agradecidos. Cuando se llevan una media, dejan a cambio un obsequio para quien había sido su dueño. Casi siempre son cosas que pasan desapercibidas, cosas que llegan sin que nos demos cuenta, como un sueño muy lindo o un deseo que se cumple, una musiquita que nos arrulla mientras dormimos, una brisa fresca que entra por la ventana en el verano. Pero a veces nos dejan cosas que sí podemos tocar, aunque no sepamos cómo llegaron: una piedrita de hermoso color, un caracol que se arrastra dejando una huella brillante sobre las baldosas, el silbido finito de un pájaro frente a la ventana o un par de mariposas que revolotean sobre un charquito.

Lo importante es que los chicos sepan, y puedan contarle a sus mamis, que cuando falta una media no se perdió por descuido. Sino que, en realidad, un copihuapense la cazó y, seguramente, anda por "Copihuapi" luciéndola sobre su cabeza.

AUTORA: Isabel Ali
E-MAIL: carolamonaldeschi@yahoo.com.ar