El circo

 

Subiditos a un mangrullo, una banda de bichitos miraban la función de circo sin pagar entrada.

Un San Antonio1, un grillito, dos escarabajos, una cigarra, un mangangá2, un araña y dos langostas veían a los trapecistas, magos, payasos y equilibristas, sin siquiera sorprenderse. Hasta cara de aburridos tenían.

-Ba!! ese trapecista es un cobarde –dijo la araña- yo fabrico columpios de un solo hilo y hago piruetas sin usar redecitas.

-Y yo soy capaz de mantener el equilibrio sobre pelotas más grandes y pesadas que yo mismo- dijo el escarabajo.

-Eso no es nada, - dijo la cigarra- yo puedo galopar sobre orugas venenosas, que es mucho más difícil que montar caballitos, y además lo hago cantando.

-¿Y que tal si hiciéramos nuestro propio circo?- propuso el grillo.

-Genial, sería el primer circo de bichos del mundo –apoyó entusiasmado el San Antonio, que además se ofreció a hacer de payaso.

-Sí, y como entrada podríamos cobrar un trocito de legumbre, o alguna fruta ....-dijo una langosta, siempre con hambre – o un poco de polen -agregó el mangangá.

Y así de a poco se pusieron en marcha, recorriendo basureros y depósitos encontraron lo necesario. Un bonete de cumpleaños se convirtió en una colorida carpa. Con un disco compacto hicieron la pista, que debía ser redonda, pues correr en círculos ayuda a mantener el equilibrio. El "magogrillo" armó un vistoso escenario con fichas de LEGO y telones de papel de chocolate.

Para la orquesta; pues siempre debe haber música en los circos; fabricaron unos tambores de dedo de guante y trompetas de cuentagotas, y descubrieron que al caminar sobre latas lograban un estremecedor ruido de tormenta. Además un coro de cigarras cantaban acompañadas de panderetas de papel aluminio y arpas de dientes de peine.

Para la iluminación contaron con la colaboración de las hermanas luciérnagas que con unos frasquitos proyectaban luz coloreada sobre los artistas.

Sonidos, luces y aromas –de la boletería- rodeaban el espectáculo. Abría la función el lanzacuchillos, que era un alacrán tirando dardos con su cola. En el blanco y con sus miles de ojos tapados estaba sujeta la avispa Ernestina, por suerte muy delgada. Le seguía la actuación de la langosta montando un monociclo de pila de reloj y perseguida por dos pulgones en zancos.

Pero los más aplaudidos eran: el Magogrillo y el payaso San Antonio, cuyo nombre artístico era Flonbón.

Magogrillo salía a escena prometiendo hipnotizar una rana, claro si algún insecto del público se animaba a traérsela.

Flonbón, el San Antonio, maquillado con harina y usando 6 zapatos de semilla de sandía, caminaba imitando a los animales grandes como el elefante.

El circo era un verdadero éxito, hasta las abejas interrumpián el trabajo en la colmena para no perderse el espectáculo.

Mientras magogrillo hacía desaparecer un pétalo de tulipán en su galera de fideo, Flonbón le lanzaba un tortazo de crema de afeitar y salsa de tomate, o caminaba como ciego tropezando con la mesa del mago y descubriendo sus trucos.

Y esto, justamente esto, ponía furioso al grillo.

-Voy a deshacerme de ese payaso!!!-decía magogrillo después de cada función.

Hasta que un día no aguantó más. Decidió deshacerse del San Antonio. Para esto ideó un acto de magia que consistía en desaparecer a Flonbón convenciéndolo de que se escabullese por un túnel bajo su mesa de mago. Lo que el San Antonio no sabía es aquel túnel iba a dar justo a un gallinero, y todos sabemos como les gustan a las gallinas estos bichitos redondos y coloridos como granos de maíz. Sería la última vez que Flonbón haría reír a los insectos arruinando sus trucos.

A la señal convenida Flonbón desapareció bajo la mesa. Al quitarle mantelito, una platea de bichitos asombrados descubrió que el San Antonio ya no estaba.

-Ohhh!! –exclamaban las hormigas.

-¡Fantástico!- murmuraron las cigarras.

-Continuando mi actuación convertiré haré un maravilloso truco con estas flores- dijo magogrillo siguiendo con el espectáculo.

-Pero ¿y Flonbón?- preguntó una abeja.

-Flonbón ha resuelto dejar este circo- mintió el grillo.

-Queremos que vuelva Flonbón- gritaron las hormigas.

-Sí, que vuelva Flonbón – coreaban todos.

Pero Flonbón metido en el túnel ya no escuchaba.

-Que vuelva Flonbón- reclamaban los bichospalo2, y todos sabemos lo malos que son cuando se enojan.

Sin Flonbón el circo estaba perdido.

Dentro del túnel, muy incómodo, el San Antonio seguía avanzando ya sin sus zapatitos de sandía y sin saber de la lluvia de picotazos que le esperaba a la salida del agujero.

El mangangá citó una reunión urgente. Allí obligó a magogrillo a que contase que había hecho con el pobre San Antonio. Todos los bichitos se enojaron mucho.

-Rápido, hay que hacer algo pronto- dijo la langosta.

-Ninguna de nosotras podrá llegar a tiempo- lamentó una hormiga.

-Adiós circo, se acabó- dijo el escarabajo.

De pronto pega un salto la avispa Ernestina...-lo tengo, deprisa hay que juntar muchas bolsas.

-¿Bolsas?- preguntaron las orugas.

-Si, tengo una idea y precisamos muchas bolsas – contestó Ernestina convocando al Supremo Consejo de Bichos Voladores.

Mientras, en la oscuridad del túnel, tosiendo avanzaba Flonbón camino a convertirse en almuerzo de gallinas.

Ernestina terminó de explicar su plan y se vio despegar un escuadrón de bichos voladores en perfecta formación rumbo al gallinero. Al frente iba la avispa seguida por grupos de a cuatro bichos sosteniendo cada uno una bolsa.

En el túnel comenzaba a verse un poquito de luz, lo que anunciaba que ya estaba cerca la salida. Flonbón contento comenzó a caminar más rápido.

-Vamos, ya veo las gallinas, Operación Bolsa al ataque.-dijo la comandante.

¿Sería que pensaban asustar a las gallinas explotando bolsitas llenas de aire?

El primer grupo se lanzó en picada sobre una bataraza y aserto a embocar la bolsa justo en su cabeza. Desconcertada, la gallina quedó repentinamente a oscuras, y ¿ustedes saben lo que ocurre con las gallinas cuando oscurece? Pues verán, es muy simple, cuando oscurece las gallinas dejan de comer.

Imaginen la sorpresa de Flonbón al salir del túnel y encontrarse una docena de monstruos encapuchados caminando a los tumbos por todo el gallinero.

Flonbón y el circo se salvaron, y junto a magogrillo continuaron divirtiendo a los bichos de todo el país.

Horacio Santos


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