Socorro, dijo el zoo

 

- ¡Diario, diario!, ¡Novedad de último momento!, ¡Cerraron el jardín zoológico y desalojaron a los animales!.

Así anunciaba el canillita de la esquina a viva voz. Toda la ciudad estaba alarmada, ¿a dónde irían ahora?. Por las calles no podían transitar, sería peligroso para ellos y para la gente. Mientras tanto los animales del zoo estaban parados frente a la puerta de lo que fuera su casa, desorientados sin saber qué hacer ni adonde ir. El león como rey de la selva pidió la palabra con un fuerte rugido.

-Atención compañeros, debemos decidir qué camino tomaremos para solucionar éste problema.

El búho y la lechuza que eran los pájaros más viejos y considerados de los más sabios, opinaron así:

-Lo más importante será ponernos de acuerdo para trabajar todos juntos, dejar de lado nuestras costumbres y diferencias. ¡Nada de peleas entre nosotros!.

- Sí, sí, dijeron todos, estamos de acuerdo.

- Bien, rugió el león, entonces debemos decidir cuál será nuestro primer paso. Necesitaremos ayuda de los humanos, pero ¿de cuáles?.

- Disculpe señor león, dijo el yacaré, pero ¿cómo vamos a pedirle ayuda a las personas si fueron ellas las que cerraron el zoo?.

- Así es, dijo el león, pero no todos los humanos son iguales, sé por mi abuelo que trabajó en un circo que algunos nos respetan; a ésos tenemos que encontrar.

- ¿Y cómo haremos?, preguntó el elefante.

- Yo sé, dijo el mono. De todos los humanos que pasaban ratos largos frente a mi jaula, los más amistosos eran los cachorros de persona. Ellos podrán ayudarnos.

- Bien, volvió a rugir el león, entonces debemos encontrar a un cachorro de persona. ¡En marcha amigos, no se separen!.

Y así comenzaron a caminar por la ciudad, delante el león y detrás todos los animales del zoo, pájaros, cebras, hipopótamos, elefantes, jirafas, monos, yacarés, ¡todos!. La gente miraba con asombro y con temor. Imagínense una multitud de animales circulando por las calles. Algunos gritaban, ¡atrápenlos!, otros ¡enciérrenlos!, hasta hubo quien gritó ¡mátenlos!. Pero los animales siguieron avanzando unidos con paso firme y decidido en busca de algún niño. Y como dicen que quien busca siempre encuentra, allí en la esquina de mi barrio encontraron al canillita. El hijo menor del diariero cuándo vio al león dirigiéndose directamente hacia él, se quedó mudo. Cristian no sabía si salir corriendo, si gritar muy fuerte o si ponerse a llorar. Cuando el león rugió pidiendo silencio a sus compañeros, a Cristian se le cayeron todos los diarios de la mano.

-Disculpe, cachorro de persona, no quise asustarlo, pero dice el mono que en usted podemos confiar, ¿no es así señor mono?.

- Así es señor león, durante muchos años he visto que los niños están siempre más cerca de los animales que las personas grandes, por eso vinimos a pedirle ayuda, para que hable con los mayores y les explique que necesitamos un lugar donde vivir.

- Pero, ¿yo cómo puedo ayudarlos?.

Mientras Cristian pensaba, todos los animales hicieron silencio. Éste raro espectáculo provocó que la gente empezara a amontonarse, lo que le dio a Cris la mejor de todas las ideas.

-¡Eso es! gritó, haremos una marcha, yo llevaré un gran cartel pidiendo un lugar para que ustedes puedan vivir.

- ¡Manos a la obra!, tomó pintura, brocha, madera y preparó un letrero diciendo:

"SOLO RECLAMAMOS UN LUGAR EN LA TIERRA"

Cuando estuvo listo, colgaron el cartel del cuello de las jirafas. Cris se subió al lomo del elefante y comenzaron a marchar por la Avenida de Mayo. A ésta rara comitiva se sumaron algunos curiosos, pero también la gente que creía justo el pedido de los animales.

Grande fue la sorpresa de Cristian cuando llegaron al Congreso de la Nación, que es donde importantes señores deciden importantes cosas para el país. Al darse vuelta para mirar al grupo de animales manifestando, se encontró con una sorpresa; una multitud de gente los había acompañado en silencio. Abuelos, abuelas, niños, niñas, señores, señoras, personas que creían en el respeto por todos los seres vivientes. Los canales de televisión transmitían en directo para todo el país la noticia. "¡Asombroso, primera manifestación de animales y personas juntas!", decía un periodista mientras se acercaba a Cristian para hacerle la siguiente pregunta:

-Perdóname nene, ¿qué es lo que reclaman?.

-Bueno señor, yo voy a hablar por todos ellos, lo único que piden es un lugar para vivir.

Ustedes los adultos los alejaron de su lugar de nacimiento, a algunos hasta los separaron de sus familias, los trajeron a la ciudad para meterlos en jaulas y así poder ir a verlos de vez en cuando. Pero un día decidieron que el zoológico debía ser cerrado y los dejaron en la calle, ahora ellos necesitan un espacio y nosotros tenemos que conseguírselo. Con tanto batifondo que hicieron los canales de televisión, con tanta gente a favor de los animales y con tantos animales domésticos adheridos al reclamo, los señores del Congreso no tuvieron más remedio que atender éste pedido. A su vez mucha gente que disponía de dinero comenzó a organizar una colecta para juntar fondos. La cuestión es que al finalizar la tarde había dinero suficiente como para hacer un nuevo zoológico. Pero todo éste trabajo en conjunto a favor de los animales, abrió el corazón de muchas personas, y cuando uno puede poner el corazón en lo que piensa, puede pensar mejor. Así que los señores del Congreso decidieron utilizar ese dinero para enviar a cada animal a su lugar de origen para que viva en libertad en las reservas naturales que hay por todo el planeta. Veterinarios y gente especializada en esto prepararon las jaulas en las que iría cada especie para poder viajar en tren, en barco o en avión. Ésa fue la última vez que estuvieron enjaulados. Cuando se abrió la puerta fue para siempre, para ser realmente libres.

Cristian se quedó un poquito triste por la partida de sus nuevos amigos, pero NUNCA, nunca volvió a estar triste por tener que ver a un león a través de los barrotes de una jaula.

Mª Julia Rodríguez


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